martes, mayo 10, 2011

El poder para poder.

Desde muy pequeños, cuando refutábamos una orden dada por los papás, profesores, hermanos mayores o cualquier persona de mayor jerarquía, la respuesta obligada era recordarnos que donde manda capitán no manda marinero. Y ese karma debe soportarlo todo aquel que depende de un superior, quien a toda hora talla, jode, ordena, exige, controla, presiona y no da respiro. El mayor deseo durante la niñez era tener hermanos menores, o compañeros del colegio o del barrio por debajo de nosotros, para poderlos mangonear y decidir por ellos; en cualquier familia o barra de amigos el mayor, que por lo general era el más fuerte y avispado, se arrogaba el derecho de decidir en todo: quién podía jugar, cuál hacía la maldad, adónde iban, cómo actuaban, etc.

Ya durante la adolescencia y la madurez muchas veces disentimos de una decisión tomada por el instructor, un miembro de la autoridad o el jefe directo donde laboramos, medida que debe obedecerse bajo otra premisa perentoria: El que manda manda, aunque mande mal. Tener que acatar dicha sentencia es denigrante e incómodo, y además de impotencia produce una rabiecita menuda. En el sector público es común que cualquier aparecido, con respaldo político, entre a dirigir una dependencia y debido a su falta de formación académica y moral, cometa errores e incurra en gastos innecesarios que aunque sus subalternos detecten a tiempo, no se atreven a cuestionar por miedo a ser despedidos. Así funcionan las cosas, para desgracia nuestra.

Otra frase que produce desazón, aunque sin duda es muy cierta, es la que dice que el poder es para poder. En el mundo entero el poder está monopolizado por quienes controlan las armas y por los grandes conglomerados económicos; presidentes, dignatarios, monarcas y dirigentes son simples marionetas que obedecen a quienes manejan los hilos del poder. Sátrapas, dictadores y políticos se mantienen en el curubito gracias a respaldos ocultos, y aunque dicen respetar la democracia, siempre que van a elecciones triunfan porque bien es sabido que quien cuenta gana. Muestras claras son Fidel Castro y el chafarote vecino, aunque eso les dura hasta que pierdan el apoyo de los poderosos; basta recordar a Trujillo, Somoza, Pinochet y más recientemente a Mubarak.

Mientras un mandatario ejerza el poder es difícil combatirlo e investigarlo, porque quien indaga siempre encontrará trabas y talanqueras que harán imposible su cometido. Al ex presidente Uribe, su familia, amigos y colaboradores, les cayeron como chulos todos esos inconformes que durante ocho años trataron de destapar ollas podridas y denunciar irregularidades. Seguro ahora será más fácil meterle el diente a las investigaciones, por lo que empezaremos a enterarnos de tantas marrullas que producen rabia y desengaño. Porque de ser cierto por ejemplo que una de las desmovilizaciones de paramilitares fue un montaje patrocinado por un narcotraficante, quien además aprovechó para en compañía de familiares y compinches hacerse pasar como tales, y así evitar que los extraditaran, quedamos todos con la espinita y la sospecha de que las demás entregas hayan sido reales.

Escándalos como el de los subsidios agrarios, las chuzadas del DAS o los falsos positivos son una muestra fehaciente de que con el poder todo se puede; y así alguien los destape y muestre pruebas, todo queda en investigaciones exhaustivas, debates en el Congreso y procesos que se refunden en los vericuetos de la burocracia. La táctica infalible de un mandamás o dirigente político es tener subalternos que firmen, contraten y ordenen; curarse en salud y evadir responsabilidades, porque el segundón es quien debe poner la cara en caso de descubrirse el chanchullo. Un calanchín se encarga de pedir mordidas y comisiones, por lo que no queda rastro de quien está detrás del ilícito.

Para llegar a la Presidencia de la República se requiere de una campaña larga y costosa, recursos que aportan los grupos económicos, multinacionales, empresarios y particulares. Como esos favores hay que pagarlos, un allegado al Presidente de turno maquina un torcido; acto seguido le indican al Ministro correspondiente cómo debe proceder; este llama al Secretario del ministerio para que delegue funciones, y ese funcionario, en compañía de otros mandos medios encargados de ejecutar, son quienes van a parar a la cárcel para pagar los platos rotos. Y compruébele pues a los de arriba que ellos dirigieron la componenda.

En clase de cívica nos enseñaban que en una democracia los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, son independientes y autónomos. Así funcionará en Suecia o Dinamarca, porque aquí se nombran los unos a los otros, se deben favores, se cubren la espalda y todas las dependencias están politizadas. Gamonales y congresistas acomodan sus fichas en las altas cortes, los organismos de control, institutos descentralizados, fuerzas militares y cualquier entidad del estado, para de esa forma controlar todo con sus tentáculos de poder.

Empresas y particulares que aportan gruesas sumas de dinero para financiar campañas políticas esperan recuperar con creces lo invertido. Mientras que los ciudadanos del común confirmamos nuestras sospechas cuando políticos y dirigentes no pueden explicar por qué gastan esas millonadas en sus campañas, si con el sueldo que recibirán durante su período no alcanzan ni a cubrir en parte dicha inversión. Y que nadie diga que lo hace por amor a la patria porque eso no se lo cree ni la mamá.
pamear@telmex.net.co

1 comentario:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

"Más claro no canta un gallo". Usted lo ha dicho todo de una manera clara, precisa y concisa.

Lo que me queda por decirle mi estimado pariente lejano, son tres cosas:

- Que usted tiene razón.
- Que estoy 100% de acuerdo.
- Como ciudadano "de a pié", que
hacer para parar tanta
corrupción?