En diversas culturas y durante 2500 años, hasta terminar en Europa en el siglo XIX, existieron los alquimistas como protegidos de nobles y poderosos que buscaron con ambición desmedida la piedra filosofal, la cual permitiría a quien la tuviera convertir los metales comunes en oro y plata, además de poseer el don de la eterna juventud. Ciencia, filosofía, esoterismo y mucha charlatanería eran las características más frecuentes de quienes practicaban esa antigua modalidad, personajes que además aseguraban su estatus y condición económica gracias a príncipes y dignatarios ególatras convencidos de que el mundo no podría subsistir sin ellos.
Cabe muy bien el apelativo de oscurantismo para referirse a esa época de la historia cuando el ser humano estuvo inmerso en la ignorancia, sopor mental que vino a despejarse con la aparición de la Ilustración a principios del siglo XVIII, porque pensar que algo tan hipotético fuera posible de alcanzar sólo cabe en mentes estrechas y obtusas. Invertir tanto dinero, maquinar, conspirar, corromper y manipular para conseguir la eterna juventud es descabellado y absurdo, y es difícil aceptar que a nadie en esa época se le hubiera ocurrido considerar que no existe peor tormento para un ser humano que la inmortalidad.
Qué tal ver desaparecer los allegados, generación tras generación; tener que adaptarse a los cambios que trae cada época; verse impedido de convivir con una pareja que lo acompañe y complemente; tener hijos sólo para verlos envejecer y morir mientras uno sigue estancado en la misma edad. O presenciar el deterioro del planeta y saberse seguro protagonista del momento en que sobrevivir en él sea imposible. La vida debe vivirse al ritmo de cada quien, sin arrepentimientos por lo que se hizo o se dejó de hacer, sin aparentar y con la madurez suficiente para envejecer con dignidad. Aunque hay personas que buscan prolongar su juventud con afeites, cirugías estéticas, tratamientos de belleza y demás artilugios para hacerle pistola al paso de los años, pero llega el momento de enfrentar la realidad y aceptarla será bien difícil.
Otro asunto tan hipotético como la vida eterna es viajar a través del tiempo, tema tratado muchas veces en la literatura universal y en el cine. Recuerdo un programa de televisión, cuando teníamos un solo canal en blanco y negro, que se llamó “El túnel del tiempo”. Era protagonizado por dos científicos que al querer probar su invento quedaron atrapados en el pasado, mientras en el laboratorio los compañeros visualizaban sus andanzas y hacían esfuerzos para lograr trasladarlos a otra época cuando sus vidas peligraban. Porque aunque resultaba imposible traerlos de vuelta al presente por un imperfecto en la máquina, podían brincar con ellos por diferentes momentos de la historia.
Durante mi niñez sentí atracción por la lectura al ver que mi papá todas las noches se entretenía con un libro, por lo que le dije que me recomendara algo apropiado para un lector incipiente. Así disfruté “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, escrito por Mark Twain, que relata las aventuras de un gringo del siglo XIX, quien después de sufrir un golpe en la cabeza despierta en la Inglaterra de los caballeros de la mesa redonda. Difícil es para el personaje adaptarse a la época, pero transcurrido un tiempo quiere manipular la historia para cambiarla a su gusto y dicho proceder no es del agrado del mago Merlín, el oráculo de la época, quien trina de los celos cuando el yanqui predice eclipses, cataclismos y demás sucesos importantes. Después de tantos años encuentro en internet el libro, además de la película rodada en 1949 que presenta a Bing Crosby como personaje central.
En 1968 estrenaron un filme que causó sensación porque recreaba una época remota, pero esta vez en el futuro. “El planeta de los simios” relata la historia de unos astronautas que salen de la tierra en 1973 y debido a lo extenso del recorrido, viajan metidos en unas cápsulas que los mantenían en estado vegetativo. Pues los cálculos fallaron y regresaron a la tierra dos mil años después, para encontrar que la civilización está dominada por los primates. Charlton Heston es el protagonista principal y recuerdo el impacto de los espectadores cuando al finalizar la película, la pareja de humanos que logra escapar de sus captores encuentra en una playa la antorcha de la estatua de la libertad, mientras el resto del monumento ha sido sepultado por el paso del tiempo.
Inútil añorar haber vivido en una época diferente, porque a las cosas imposibles no se les debe gastar tiempo; el hombre es un animal de costumbres y se adapta sin dificultad a su momento en la tierra. Me siento privilegiado de ser uno de los pocos humanos que habitó el planeta durante un cambio de milenio, además de que conocí el medio ambiente cuando todavía estaba entero. A lo que viene le tengo pavor porque auguro un mal futuro para el globo terráqueo, y aunque en el pasado hubo épocas bonitas e interesantes, pierden todo el encanto al saber que no había inodoro, agua caliente, deportes televisados, microondas, teléfono para pedir a domicilio o manera de transportarse diferente al caballo. Creo que me tocó cuando era, y ni hablar de lo amañado que estoy desde que aparecieron el control remoto, el dispensador de hielo e internet.
pamear@telmex.net.co
6 comentarios:
Hombre Don Pablo, como siempre es muy ameno leerlo; se ha fajado bien con otra entretenida columna que me hace dar cuenta como tenemos similes gustos, yo adoro tambien la ciencia ficcion...Pero sabe? la enbarro con lo que se llama "spoiler" de la pelicula del "Planeta de los simios" (version 1968, primera parte y la mejor de todas las secuelas), embarrada porque los cinefilos prefieren siempre ocultar esos comentarios para que aquellos que aun no la han visto se sorprendan de verdad verdad a la hora de verla...
Ademas dejeme decirle que vi su entrevista en el Radar donce hablo acerca de los paisajes y las costumbres paisas...Todo muy acertado...Felicitaciones, recuerdos y muchos saludos...
P. Gustavo
http://gusqui.blogspot.com
es tanto el complejo de juventud de la Amparito Grisales, que a estas alturas todavía toma pastillas anticonceptivas, porque "una no sabe"
Jorge iván
Buenos días Pablo:
Parte del hecho de vivir es precisamente no ignosrar lo que pasó y que tan bueno fue con relación al presente. Acepto y estoy de acuerdo con prácticamente todo lo que usted dice en su artículo, sobretodo lo referente a envejecer con dignaidad, cosa que nuestros contemporáneos han olvidado, sobretodo nuestras mujeres.
Que tengo que vivir en un presente como el de ahora es una realidad la cual no puedo evadir, pero que añoro vivir en una época que conocí cuando no había toda esa tecnología que para usted es tan buena y que para mi no lo es.
Haciendo una relación costo-beneficio, creo que estamos perdiendo en todo sentido.
Por primera vez no estamos de acuerdo en algo, estimado tataratataraprimo.
Pabloprimo:
Envejecer es medio triste, porque se acerca el final; pero por otro lado es delicioso llegar uno a avanzada edad como la mia y poder disfrutar de amigos, paz y tranquilidad; porque bueno es decirlo, a medida que pasan los años muchas cosas dejan de tener ese sentido de eternidad que nos nos dejaba tranquilos de jóvenes, para ser simples cosas de la cuotidianidad.
Se nos acaba el paseo. Nada que hacer.
Referente a vivir el pasado, no deje de ver "Midnight in Paris".
Hablamos cuando se la vea! Me parece que ahí hay una buena reflexión sobre ese viejo dicho de "todo tiempo pasado fue mejor"
P.
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