Recuerdo un programa radial presentado por el humorista uruguayo Hebert Castro, en el que a uno de sus personajes, el Pobre Peraloca, se le dijo, se le advirtió, se le re-co-men-dó… pero no hizo caso. Lo mismo puede decirse de los seres humanos en cuanto al cuidado del medio ambiente, porque muy pronto la naturaleza nos pasará factura por el daño que le infligimos a diario; ya empieza a coaccionarnos con la deuda y los avisos vienen en forma de terremotos, tsunamis, crudos inviernos, huracanes, fallas geológicas, sequías y demás fenómenos naturales que se agudizan con el paso del tiempo.
La verdad es que, al menos en nuestro medio, la conciencia ecológica demoró mucho en implantarse y durante mi infancia y adolescencia nadie nos habló al respecto. No existía en el pensum escolar una materia que mencionara la palabra ecología, ni le oímos nunca a un educador alguna frase o campaña relacionada. En la casa tampoco decían nada y mientras tanto la entretención de los niños en potreros y montes cercanos era cazar pájaros con cauchera, perseguir ardillas y zarigüeyas, tumbar árboles y rastrojos, echarle candela a las mangas y cuanta pilatuna se nos pasara por la cabeza.
Cincuenta años en la historia de la tierra son insignificantes y sin embargo en tan corto lapso mi generación ha visto el deterioro acelerado del entorno. Porque con mis hermanos recorríamos la quebrada Manizales y con la ayuda de un canasto atrapábamos pequeños peces que metíamos en frascos a manera de acuario. Nos bañábamos en calzoncillos y nadábamos, tragábamos agua, improvisábamos pequeñas represas para formar estanques y así nos entreteníamos toda la tarde. En el río Chinchiná se pescaban sabaletas de buen tamaño y las truchas abundaban en las quebradas que bajaban del páramo.
Al mismo tiempo, era tanto el descuido ecológico que las empresas encargadas de la recolección de basuras descargaban sus camiones en los cauces de ríos y quebradas. En Manizales el botadero quedaba a un costado del puente de Olivares y los desechos iban a parar a la quebrada del mismo nombre; con el agravante que entonces nadie reciclaba y al cauce caían por igual botellas, plásticos, cartones, tapas metálicas, retazos y cuanta basura produjera la sociedad. ¡Qué desastre!
Por fortuna existieron ciudadanos, como el ingeniero forestal Conrado Gómez, que desde entonces se preocuparon por cuidar los bosques aledaños a la ciudad para asegurarnos el precioso líquido. Gracias a ellos Manizales puede mostrarle al mundo una de las aguas más puras y ricas en elementos, reconocimiento del que nos vanagloriamos quienes apreciamos ese maravilloso privilegio. Por ello siento “escaramucia” y se me ponen los pelos de punta de sólo oír hablar de la posibilidad de explotar a gran escala una mina localizada en la cuenca que surte el acueducto de nuestra ciudad.
Tolda fría se llama la mina que hasta ahora ha sido explotada de manera artesanal, sin daño significativo para el medio ambiente, pero que está en la mira de multinacionales que hacen estudios para calcular el potencial de las vetas y así resolver si le meten el diente. Si con solo las pruebas de material ya bajan las quebradas de la zona turbias, qué podemos esperar cuando la explotación sea a gran escala. Yo sí sé, porque en mi juventud acostumbraba ir con los amigos a pescar al río La Miel; pero no lo hacíamos con caña y sedal, sino armados de arpón y careta. El agua del majestuoso río era cristalina y la visibilidad perfecta, lo que hacía posible esperar los peces en las palizadas donde eran presa fácil. Tiempo después abrieron unas minas de oro aguas arriba y su caudal se convirtió en un lodazal impenetrable; por fortuna los yacimientos se agotaron y el río volvió a su estado natural.
La locomotora minera puede convertir a Colombia en un árido desierto y desde ya las diferentes regiones adelantan campañas para evitar un desastre natural. El Quindío está alerta ante la noticia que algo más del 60% de su territorio contiene recursos mineros; en los antiguos territorios nacionales extreman medidas para combatir la explotación ilegal de minas de coltán y tungsteno (también llamado wolframio); en Santander evitaron la explotación de una mina de oro a cielo abierto en el páramo de Santurbán; y en San Andrés prenden las alarmas ante la posibilidad de una explotación petrolera en inmediaciones de la isla.
Por fortuna el señor José Fernando Echeverri, como Presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales, instauró una Acción Popular que busca frenar semejante atropello a nuestra ciudad, ya que de dicha cuenca depende el agua que abastece el acueducto Luis Prieto Gómez. De alguna manera, redes sociales, manifestaciones, plantones, etc., debemos elevar una voz de protesta para evitar que nuestras fuentes naturales resulten contaminadas; además, las minas de oro a cielo abierto utilizan grandes cantidades de agua para su operación.
Debemos exigirle a PROCUENCA, CORPOCALDAS, Aguas de Manizales, corporaciones ecológicas, alcaldías y gobernación, la CHEC y demás entidades relacionadas con el tema, que opinen y se pronuncien al respecto. Y que cada ciudadano diga si prefiere que las arcas del municipio reciban jugosas regalías, que seguro irán a parar al bolsillo de unos pocos, o que sigamos contando con un excelente servicio de acueducto como al que estamos acostumbrados.
pamear@telmex.net.co
2 comentarios:
Bastante preocupante su artículo don Pablo. Yo conocí el río La Miel cuando era un paraíso. Algunos de mis hermanos, uno de mis tíos, algunos amigos y yo ibamos de pesca; desde una casa que quedaba a unos 20 metros del río, en una loma, se veían los peces, parece mentira, en época de subienda. Allí se sacaban "mueludas", "picudas" y "dentones", peces que caían con anzuelo. Y si se estaba muy de prisa no era si no echar el "chile" y ya.
Después se volvió un "aguandal" puerco donde la pesca no era igual, por causa de la minería. Buena noticia la suya porque yo no sabía que el río había vuelto a cobrar su esplendor.
Vamos a pagar escondederos a lo que nos pidan cuando la naturaleza nos pase las facturas de mayor cuantía. Los dueños de los ingenios azucareros en el Valle del Cauca, por ejemplo, creen que sus descendientes no van necesitar del medio ambiente: y siguen quemando la h..... caña.
Hay que apoyar a las entidades que están contra el maltrato al medio ambiente. Conciencia es lo que nos falta, conciencia que debemos implantar desde nuestros hogares.
Señor Pablo Mejía, antes de emitir juicios personales es mejor indagar, como buen periodista que es usted. Primero déjeme comentarle que yo si me he documentado, en la mina no se va a hacer explotación a cielo abierto, ud ha consultado los resultados de los análisis fisico-químicos que hace la empresa Aguas de Manizales en esa cuenca? ... Yo sí y realmente no hay nada preocupante. Ahora, la mina tiene un Plan de Manejo Ambiental que explica cuáles son las actividades que implementará para no generar impacto en la quebrada. Adicionalmente hay que aclarar algo, la bocatoma que que queda aguas abajo de la mina, es sólo una de las ONCE bocatomas que surten el acueducto de Manizales y jamás se ha reportado, contaminación por concentraciones de sustancias químicas asociadas a la minería. Recuerde también que en la zona existen muchos barqueros, y que muchos si utilizan algún químico, y su actividad la realizan antes de que el agua llegue a la captación de aguas de manizales. Las experiencias internacionales demuestran que sí es posible realizar actividades industriales de manera sostenible. Todo el mundo dice... Colombia es un país megadiverso.... si, también tiene diversidad de yacimientos de minerales que se pueden explotar de manera amigable con el medio ambiente. Antes de motivar a las personas a que se unan, y protesten y hagan marchas y demás, porque mejor no las insita a que se indague más en el tema?.
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