Por fortuna en Colombia, con la aparición de nuevos partidos políticos en las últimas décadas, se acabó la violenta pugna que por tantos años enfrentó a los seguidores de los partidos tradicionales. Desde que los españoles abandonaron nuestro territorio, derrotados por Simón Bolívar y sus huestes libertadoras, aquí no hemos dejado de combatir unos contra otros. Un odio irracional entre liberales y conservadores dividió a los ciudadanos y es imposible siquiera calcular cuántos perdieron la vida en esa larga confrontación. Un ejemplo es la Guerra de los mil días, que enlutó la transición del siglo XIX al XX, donde se enfrentaron en una guerra civil absurda y aterradora.
Porque si cualquier conflicto armado es irracional, con mayor razón cuando los contrincantes son además compatriotas; es como matarse entre hermanos. Así sucedió en nuestro país durante siglo y medio, cuando godos y cachiporros se odiaban con pasión, aversión que legaban a su descendencia. Las diferentes regiones tenían predicción por uno u otro color político y quienes no pertenecían a esa mayoría, enfrentaban una situación difícil de sobrellevar. El territorio que ocupa hoy el departamento de Caldas pertenecía al Estado Soberano de Antioquia, con mayoría conservadora, y Manizales, apenas una incipiente población, se convirtió en el bastión de los azules por estar localizado en la frontera que los separaba de sus enemigos naturales: los Negros del Cauca. Así llamaban a los liberales que habitaban el Estado soberano del Cauca, al sur, y el río Chinchiná era la frontera natural entre ambos territorios.
Aunque tenemos libros y documentos que registran la historia de los primeros habitantes de estas tierras, no supimos aprovechar a nuestros viejos para que a través de la tradición oral nos relataran crónicas y anécdotas de aquellas épocas. Bastó con que algunos de nuestros antepasados omitieran relatarle a su prole la historia correspondiente y ahí se rompió el hilo conductor. En cambio hay personas que se preocupan por dejar documentos valiosos que según su criterio no deben desaparecer, como sucedió con el doctor Félix Henao Toro, que entre su escritorio encontraron unos papeles acompañados de una nota escrita de su puño y letra que advierte: “Importante, no se debe botar”. Ramiro, el hijo del doctor Henao, me facilitó el escrito y en él pude leer:
“Esta tragicomedia se refiere a personajes de la antigua Manizales y pasó de mano en mano por allí en la década de 1880, cuando creo que estalló una revolución contra el gobierno de Rengifo, Presidente del Estado de Antioquia. Fue copiada por mi tía Laura Henao Uribe y parece que el autor fue Don José María Restrepo Maya, bisabuelo de don Eduardo Arango Restrepo. Es jocosa y se refiere a que los liberales de Manizales hicieron venir al general José Domingo Restrepo, ofreciéndole toda clase de apoyo y cuando vino se lo negaron, por lo que se vengó poniéndoles contribuciones y enrolándolos en sus filas. Es pues divertida a la vez que histórica y sería bueno publicarla”.
Acompaña la nota una fotocopia, tomada de las páginas de un libro que Ramiro no ha podido deducir quién es su autor, donde se hace una reseña de ese mismo acontecimiento y que dice:
“A principios de 1885, antes de que las fuerzas regeneradoras mandadas por el gran Briceño y por Mateus llegaran a liberar a Manizales del yugo bajo el cual se hallaban, pasó por esa ciudad el general José Domingo Restrepo, el cual venía de Medellín con tropas liberales mandadas por su tío el Gobernador Luciano Restrepo a combatir el gobierno de Núñez. José Domingo reunió a los principales hombres del liberalismo de Manizales, empezando por el Prefecto don Daniel Gómez, y exigió una fuerte contribución de guerra diciendo que su partida a la revolución el mismo partido debía pagarla. Esto causó gravísimos disgustos. Se unieron casos de fanatismo por una parte y de ridiculez por otra. Don José María Restrepo, con notable ingenio, aprovechó la situación liberal para componer en su escondite lo que él llamó “el Apretón tragicomedia”, drama que circuló manuscrito entre los conservadores, quienes lo copiaban y lo hacían pasar de mano en mano para alegrar sus melancólicas veladas. No me cupo la suerte de conocer esa obra, por no vivir todavía en Manizales, pero sí me llegó el eco de su fama”.
Disfruté al leer la tragicomedia completa, que por extensa no puedo compartir en este espacio, y de ella puedo resaltar el lenguaje utilizado, algunas costumbres de la época y la picardía con la que los godos se burlaban del chasco sucedido a los liberales. Las gentes la copiaban para compartirla con familiares y amigos, y a modo de panfleto circulaba por toda la ciudad. Doña Laura Henao Uribe, la tía del doctor Félix encargada de copiarla, al final aclara cómo la obtuvo:
“Es copia de unos papeles que le mostraron a la cocinera de la casa unos muchachos en la calle en estos días. Manizales, Enero 16 de 1.885”.
De manera que al morir un viejo de la familia no procedan a botar todo sin siquiera leerlo, porque en esas policías se pierden verdaderas joyas. Quien no entienda de qué se trata un texto, consulte con alguien conocedor que le diga si vale la pena guardarlo. Porque así han ido a parar a la basura bibliotecas enteras.
pamear@telmex.net.co
2 comentarios:
Hombre Pablo:
Esas personas, familias y oficinas que tiran a la basura o dan a los reclidadores los papeles, documentos, libros, etc.,(del difunto o de la liquidación de la empresa) pues requieren el espacio para exhibir algunas porcelanas o libros con lomos más bonitos, merecen mi gratitud. Tardes enteras en el corredor de mi oficina esculcando verdaderos costalados de libros y documentos de especial interés y valor para mi. Joyas he logrado. Me deleitan, las comparto y las disfruto.
Pero, Pablo, el reciclaje continuará y no se a que manos llegarán más adelante.
Saludos y éxitos
begow
Pabloprimo:
Quien creyera que después de despotricar de la famosa web, va a resultar siendo la salvadora de tantos papeles aparentemente inoficiosos, pero que a la larga conformarán la verdadera historia, no la de los lambones que nombran héroes, sino la sencilla, la de verdad, la que conocemos en el día a día.
Estoy con Bernardo González: dejemos esos papeles en manos de expertos.
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