En aquella época de nuestras
excursiones al páramo no existía el Parque de los Nevados y por lo tanto podía
transitarse sin talanqueras, a diferencia de ahora que hasta para subir a los
arenales hay que pagar un mundo de plata. Arrancábamos a cualquier hora y llegábamos
hasta el refugio que se incendió hace 30 años por la explosión del volcán.
Subir con las enamoradas a ver el firmamento en una noche despejada era un plan
muy apetecido; con una botellita de brandy o de aguardiente, o un cacho de
‘maracachafa’ que pusiera a ver estrellas.
Pero sigo la charla con mi
contertulio ocasional, la que interrumpimos debido a que él quería saber si un
carro que pasaba en ese momento podía llevarlo a su destino. Resultó que no,
porque iba solo hasta Nieto y eso queda muy cerca de donde estábamos; entonces
le pregunté si esa finca es la de las tan nombradas cuevas, y respondió que sí,
pero que no son cuevas como tal, sino unas salientes en un peñasco que forman
una especie de alero, donde se escampaban los arrieros con sus recuas cuando
los cogía la noche en el páramo.
-Aguarde pues le cuento cómo es vivir
con ese volcán tan cerquita. La verdá es que uno se acostumbra a todo y aunque
al principio vivíamos aculillaos, hoy tiene que estar muy toriao pa que nos
preocupemos. Cuando esa vaina hizo erución, hace ya tiempo, nosotros vivíamos
en Líbano y mi apá tenía unos cultivos de papa en una jinca vecina al nevao.
Pues le cuento que eso se perdió todo porque amaneció al otro día quemao por la
ceniza y no quedó sino arriar ganao y bestias pa buscar una finca más abajo que
los recibiera.
Después de eso el cucho quedó en la
olla, lleno de culebras, por lo que me tocó dejar el estudio y buscar coloca. Tras
mucho voltiar como jornalero por fin logré ministrar la jinca onde estoy ahora,
bien istalao por fortuna con aquella y los pelaos. Siempre es jodido porque a
ellos les toca metese una patoniada la berrionda pa ir a la escuela; y eso en
verano es una cosa, pero yo sí le cuento lo que es esto cuando amanece el
helaje en la fina.
Con respeto al volcán, cada
rato nos invitan a charlas en la vereda y nos dan istruciones por si una emergencia;
pero imagínese, qizque debemos pegar pa los laos de El Arbolito onde hay un
cajón grande, de metal, de’sos que cargan las tratomulas… ¡Eso!, un contenedor…
el caso es que ahí nos debemos meter todos los vecinos pa cubrinos si empiezan
a llover piedras. Pero calcule usté mientras uno trae las bestias del potrero y
las ensilla, porque a pie no podemos salir, luego empaca cualesquier chiro y
las cositas de primera necesidá… Tampoco se puede ir uno con el mero
encapillao… Yo creo que eso funciona pa los que viven cerquita, porque
nosotros… ¡pailas!
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