Cada quien tiene una idea diferente sobre lo que es una persona con sentido del humor. Algunos lo reconocen en el personaje que en fiestas y reuniones se dedica durante horas a contar chistes, y quien carga una libreta donde tiene anotados los cuentos organizados por temas o por el grado de “verde” que contengan. Lo que algunos no entienden es que para ejercer ese oficio no es suficiente tener gracia, expresión corporal y lo que es más importante, ángel, sino saber escoger el momento oportuno para soltar el repertorio. El cuenta chistes puede ser muy gracioso y tener habilidad en ese arte, pero si el ambiente no se presta, no existe el menor riesgo de que tenga éxito.
Para otros tener buen humor es un asunto muy diferente. Es algo innato, que fluye sin dificultad y aparece en el momento oportuno. Es la persona que tiene el apunte fino en la ocasión precisa, la chispa y el genio para encontrarle chiste a cualquier situación. Es saber decir las cosas sin molestar, incomodar, discriminar ni humillar, pero con la gracia suficiente para que hasta al mismo implicado le parezca divertido. La malicia sin vulgaridad y el humor negro que no hiere, son posibles solo para quien tenga la facultad de ejercerlos. Las respuestas geniales también son etiqueta de buen humor.
Alguna vez Roberto Vélez Sáenz, a quien llamaban Robert, discutía con un amigo que aseguraba que en Pereira vivía más gente que en Manizales. Como entonces ambas ciudades estaban muy parejas en su desarrollo, y alimentada la discusión por la vieja rencilla regionalista que por fortuna languidece con el cambio generacional, era común oír enfrentamientos referentes al tema. Pues el contrincante se documentó muy bien y cuando se volvieron a encontrar, esgrimió las pruebas que demostraban que él tenía la razón. Entonces Robert, que como buen “azuceno” no perdía ni media, le refutó con el siguiente argumento:
-¡Ah! no, claro que Pereira tiene más habitantes. Lo que pasa es que usted habló fue de “gente”, y puedo asegurarle que de eso hay más en Manizales.
El humor negro es tal vez el más difícil de manejar y entre mis conocidos, José Fernando “Jota” Gómez es quien mejor lo aplica; burletero como él solo, tiene unos apuntes y salidas geniales. Pues como tantos otros, yo también caí en sus redes. Es común que el paciente sometido a quimioterapia pierda peso en forma considerable y mi caso no fue la excepción, por lo que todo el mundo comentaba sobre lo flaco que estaba en los últimos meses del tratamiento. En cierta ocasión me encontré con Jota, nos saludamos efusivos y después de mirarme con detenimiento, el hombre comentó que me veía como repuesto. Como a esas alturas era común que me insistieran que debía alimentarme mejor porque estaba en los puros huesos, agradecí su apreciación con optimismo y alegría, pero cuál sería mi decepción cuando con cierta sorna concluyó:
-Yo si lo veo como repuesto… pero como repuesto de lapicero.
En común ver en nuestros cafetales matas de limoncillo en los barrancos o zonas erosionadas, el cual se utiliza para “amarrar” el terreno y así evitar posibles derrumbes. Se trata de una planta parecida a la cebolla junca, o larga le decimos algunos, pero con el tallo más resistente y un agradable aroma a limón. Hace un tiempo hubo en esta región cultivos de limoncillo y citronela para extraer el aceite que ambas plantas contienen. Malojillo le dicen en Venezuela, en otras latitudes “lemon grass”, y es muy apetecido como ingrediente en la cocina tailandesa. Resulta que la familia Arbeláez Mejía tenía una finca cafetera en cercanías de Santa Rosa de Cabal. Tiempo después, cuando ya la habían vendido, alguien le preguntó a Luís sobre la topografía de esa tierra. Como casi todos los cafetales de la región son muy empinados y faldudos, el menor de los Arbeláez lo describió de manera muy expresiva:
-Vea hombre, no le digo sino que en la escritura de esa finca, cada tres renglones hay una hilera de limoncillo.
La tragedia de los padres de familia en la actualidad es ayudarles a los hijos con las tareas y lecciones. En los colegios no tienen consideración y en muchos hogares se trasnochan en función de las benditas tareas. Estaba mi hermana Mónica bregando con su hijo para que este memorizara una lección sobre el viaje del descubrimiento de América, y el muchachito ponía cuidado a todo lo que pasaba a su alrededor menos al tema que los ocupaba. Después de mucha paciencia, de repetir el relato y tratar de concentrarlo, al fin el zambo retuvo la información necesaria para defenderse en el examen. Cuando Arturo se disponía a salir a jugar, la mamá le dijo que ni lo pensara porque faltaban los otros viajes de Colón. Entonces el mocoso muy ofuscado comentó:
-No joda mami, y ese viejo güevetas a qué volvió por aquí.
El Negro Peláez sale a trotar todos los días con un grupo de amigos; han participado en competencias nacionales y hasta en una maratón internacional. Cuando me enteré de que un amigo común, a quien no imagino en esas, los acompaña en ciertas ocasiones, indagué con intriga si el fulano trota. Y responde el Negro, con esa malicia y agilidad mental que lo caracterizan:
-¡Trata!
pmejiama1@une.net.co
1 comentario:
Es curioso, mi padre está descrito en el primer párrafo y su hijo en el segundo.
Por desgracia las nuevas generaciones en ocasiones no entienden "el tono" con el que se les dicen las cosas, y uno les está haciendo un chiste y piensan que los están insultando -lo que es un insulto a la inteligencia- . La parte que más me gusta es la inversa: insultarlos sin que se den cuenta.
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