martes, junio 17, 2008

Los hombres en la cocina...

El machismo de nuestros antepasados veía con malos ojos que un varón realizara cualquier labor del hogar. Era común entonces aquel estribillo que sentenciaba que los hombres en la cocina huelen a rila de gallina, con el que las mujeres buscaban espantar a cualquier representante del sexo masculino que osara invadir sus terrenos, sin importar la edad del intruso. Y era esa misma frase la utilizaba por la cocinera cuando los muchachitos, en un descuido, aprovechábamos para robarnos una tajada madura del recipiente donde las ponía a escurrir después de fritarlas.

Algunos campesinos todavía acostumbran evitar que su muchacho colabore con cualquier oficio de la casa, y no falta el que se pone furioso si el zambo quiere recoger el plato después de comer, para llevarlo a la cocina. Que se vuelve maricón, aseguran, y que ni se le ocurra al mocoso tender la cama, recoger la ropa sucia o pasar una escoba. Para eso están las mujeres, arguyen, y no hay poder humano que los haga cambiar de opinión. Imagino sus comentarios cuando ven en la televisión los programas de cocina, donde la gran mayoría de chefs son hombres; claro, dirán, mire no más cómo terminó Saúl García.

La verdad es que dicho concepto está muy revaluado, porque ahora en cualquier reunión los que cocinan son los hombres. Las mujeres ya colgaron el delantal, y se dedican a conversar mientras sus consortes las atienden y preparan las viandas. Lo mismo en los hogares, donde ya es habitual que el marido se meta a la cocina a preparar sus recetas; además, tenemos muy claro que nadie va a ayudarnos al momento de lavar y organizar, y que la condición es que la cocina debe quedar como estaba: impecable.

Pero como hay cocineros de cocineros, los más apetecidos en la actualidad, además de bien pagos, son los expertos en transformar las inocentes hojas de coca en ese fatídico polvo blanco que se ha encargado de estigmatizarnos ante el mundo. Porque utilizar la hojita no tiene ningún misterio, como lo han hecho durante siglos los indígenas andinos que la utilizan para mascarla mientras trabajan, o para “mambear”, que es una costumbre ancestral de nuestros aborígenes que habitan en la Sierra Nevada. Otro ejemplo de que es inofensiva es el te que comercializan en países como Bolivia y Perú.

Entonces, nos preguntamos muchos, por qué quienes abusan al momento de chupar el polvo como unas aspiradoras, terminan embrutecidos. Aparte del daño que hace la droga en las mucosas de la nariz, hasta llegar al punto de perder el apéndice nasal. Sabemos que a las hojas le adicionan algunos productos químicos, por lo que las autoridades combaten por igual el tráfico de estos insumos, pero al menos yo no tenía conocimiento de la forma de preparar ese veneno que se conoce en nuestro medio como perico. Como gracias al internet no se queda nada oculto, recibí un video donde un cocinero prepara ante la cámara, sin dejar ver la cara de ninguno de los presentes, un poquito de pasta de coca para mostrar el proceso. Esa pasta, a la que le falta otro proceso para purificarla, es lo que llamamos aquí basuco y en otras latitudes crack.

Lo primero que presenta el video es a los llamados “raspachines” en su labor de recolectar las hojas de coca, y luego el momento en que pesan los bultos para recibir su salario. Después en una ramada que funge de “laboratorio”, como los que vemos a diario cuando son desmantelados por la fuerza pública, dos personajes proceden con la preparación. Encima de un plástico riegan el contenido de varios bultos de hojas y las pican con una guadaña (guaraña dicen los campesinos); luego las esparcen con los pies y después de adicionar varios puñados de cemento gris, las pisan con sus botas pantaneras.

En una regadera de las utilizadas para rociar las matas mezclan gasolina, una solución de soda cáustica y amoníaco, menjurje que riegan muy bien sobre las hojas y el cemento. Entonces el cocinero y su ayudante pisan de nuevo la mezcla, para después echarle cal viva en generosas proporciones y volver a pisar; según parece, marchar sobre la mezcla es la mejor forma de amalgamarla. Otras dos rociadas, una con gasolina y otra con solución de ácido sulfúrico, para luego echar todo en una caneca y dejarlo reposar.

Después de un tiempo, a esa mezcla le echan más gasolina y la revuelcan con un palo. Luego una dosis de ácido sulfúrico para pasar el líquido por un trapo y filtrarlo. A reposar de nuevo y otra filtrada, antes de echarle amoníaco para precipitar. Con el mismo palo revuelven bien y proceden a darle la última filtrada al pasarlo por un gante sucio y antihigiénico (brilla por su ausencia la asepsia de recipientes e instrumentos utilizados). Después de escurrir bien el trapo aparece la pasta de coca y solo resta secarla, y el proceso para convertirla en cocaína pura es a base de acetona y ácido hidroclorato.

Con razón cualquier traqueto de pacotilla monta su laboratorio y a exportar se dijo, si los productos químicos utilizados no tienen ningún misterio y basta conseguir un cocinero experimentado que prepare la mercancía. Y como clientela es lo que hay…
pmejiama1@une.net.co

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Definitivamente no hay como un Metesito pa’ un frio o un cansancio bien verraco.

Y así la ONU quiere abolir el uso de la hoja de coca para estos menesteres. En realidad los que decidieron echarle todos esos químicos al perico son los que le tumban la nariz a quienes se los meten. Allá ellos...

Jorge Iván dijo...

Avemaría hombre Pablo, leyendo tu "explosiva" columna, veo que es mucho mejor seguir lavando platos, oficio que me endosaron misia Marta Ligia y los muchachos, sin derecho a chistar y menos a tener vacaciones remuneradas.