En medio de su frustración y desespero es común oír a la gente preguntarse qué puede hacer por el país. Todos quisiéramos contribuir en algo, pero nadie conoce una forma directa y expedita de poner el granito de arena necesario para ayudar a que salgamos de este berenjenal. El ciudadano común se siente maniatado frente a la gravedad de los hechos que presencia a diario, y añora tener la oportunidad de obrar de manera efectiva para paliar en algo el sufrimiento de los demás. Es por ello que las convocatorias a las marchas populares tienen tanta acogida: porque la ciudadanía siente que aporta con su presencia, que puede expresarse y participar.
Insisto en que la mejor manera de colaborar para sacar al país de esta situación es muy simple. Basta con ser un ciudadano honesto, acatar la ley, ser responsable, productivo, respetuoso y todo lo que pueda calificarlo como buena persona. Es tan simple como éso. Porque entonces no es sino sumar unos con otros, y si todos nos comportamos así, no veo forma de que haya cualquier tipo de conflicto o inconveniente. Pero mientras la consigna para una gran mayoría sea la ley del más astuto para embaucar a los demás; del engaño y la marrulla; del soborno y la intimidación; la corrupción y el desfalco; y cualquier forma de llevarse al prójimo por delante, todo está perdido. Es común en nuestro medio la desilusión que siente un patrón cuando se entera de que ese empleado de absoluta confianza, a quien conoce desde pequeño, y ha ayudado y respaldado en todo, le metió la mano en la caja menor. Eso, más que rabia y desconcierto, produce dolor en el alma.
Nunca viviremos en paz mientras exista tanta injusticia social. La desigualdad es alarmante y la falta de oportunidades para los menos favorecidos agranda la brecha entre clases sociales. El derroche de algunos ante la miseria de tantos es algo que repugna y envenena. Mientras haya personas que habitan cinturones de miseria sin ninguna dignidad, es utópico siquiera aspirar a tener un país mejor. Aquí nadie paga impuestos porque sabe que se roban el erario, y en cambio busca demandar al estado bajo cualquier pretexto para exprimirlo al máximo. Entonces caemos en un círculo vicioso. Porque si se roban la plata nadie aporta al fisco, sin aportes tampoco hay inversiones, sin estas, el establecimiento colapsa y… mejor dicho, nos traga la tierra a todos.
Leí un texto que corrobora esta idea e invita a que dejemos de buscar el por qué de nuestro subdesarrollo. Causas como que somos un continente muy joven, comparado con Europa, porque países como Australia y Nueva Zelanda, que hace 200 años eran territorios inexplorados, ahora son ricos y florecientes. Tampoco es por extensión, porque miremos que Japón, con superpoblación y muy poca área disponible, es una de las economías más importantes del mundo. Tenemos los recursos naturales que cualquier nación envidiaría, diversidad de pisos térmicos, una tierra fértil y agradecida, ríos y ciénagas por montones, costa sobre dos océanos, y lo más importante de todo, un recurso humano estupendo.
El problema es de actitud, no le busque más. Porque si nuestra población canaliza positivamente todo ese potencial de ingenio, astucia, laboriosidad, enjundia y don de gentes que posee, seríamos una fortaleza en todos los sentidos. Qué tal por ejemplo la calidad de nuestros falsificadores; o la imaginación que utilizan para transportar sustancias ilícitas; o el éxito de las meretrices que exportamos; o la habilidad de algunos personajes para realizar grandes estafas. Tenemos malandrines que son capaces de tumbar un avión con un poncho.
El éxito de los países ricos y poderosos se basa en el comportamiento de sus ciudadanos. Ellos cumplen, sin que tengan que indicarles o deban multarlos para obligarlos, unas reglas básicas que deberían ser innatas en el ser humano. Son normas tan simples como la ética, la cual nadie puede comprar en una tienda o aprender en el aula, porque éso viene en la sangre. O el orden, que tanta falta hace en nuestro diario vivir; o la integridad, que vale más que cualquier otro atributo; o la puntualidad, que aunque parezca algo nimio, habla tanto de quien no la practica.
Un ciudadano responsable en todos los aspectos de su vida, que busque siempre superarse y mejorar en todo, y que aprecie su empleo y a su empleador (aunque existen patrones que francamente), es alguien en quien puede confiarse y que seguro rendirá en su trabajo. Pero sin duda algo primordial es el respeto a las leyes y a los derechos de los demás. Esa manía que tenemos de pasarnos las normas por la faja, y anteponer nuestra comodidad y beneficio, así tengamos que pasar por encima del prójimo, es la causa de tanto desorden. No podemos negar que a veces provoca ahorcar al sujeto que se cuela en la fila, o al que parquea su carro en sitio prohibido sin importar el caos que genere.
Es menester que los colombianos abandonen la costumbre de echarle la culpa al gobierno de todo lo que les sucede. Como el ciudadano que pierde su casa en un incendio y ante la pregunta del periodista sobre qué camino va a coger, responde:
-Ese no es asunto mío. Que el Presidente mire a ver cómo nos soluciona el problema.
pmejiama1@une.net.co
4 comentarios:
Don Pablo Usted como yo es un soñador irredento. Yo también he sido Cristo y varias veces me han crucificado de manera ignominiosa los mismos a los que he servido.
Yo también sueño con ese paisa honesto que sabe que el mejor negocio es cuando los dos ganamos y no cuando me tumba y con ese patrón que me paga el salario justo , porque yo estoy cumpliendo con mi parte...
Lástima que ese sueño sea sólo eso; un sueño que a veces se troca en pesadilla, porque nadie dá el brazo a torcer. A ratos nos sentimos bichos raros cuando cumplimos con nuestro más elemental deber de ser buenos ciudadanos y por lo menos no arrojar basuras al piso y los que pasan nos miran extrañados si recogemos lo que otros tiraron y lo llevamos a una basurera.
A veces llego hasta la posibilidad de una ciudad alterna en nuestros sueños como la de la red, o como Milton, busco encarnado en un demonio ese paraíso perdido. Mientras tanto, sigamos recorriendo con Dante los círculos del infierno en busca de Eloisa.
José M.
Me gustaría saber que opina Ítalo Calvino sobre todos estos "atributos" para una ciudad... lloraría creo yo, y si queremos encontrarnos con la Colombia Perfecta sólo en un libro del autor lo podríamos creo yo.
Duele leer este artículo pero es la cruda realidad, duele ver cómo es uno de desconfiado ante la actitud del prójimo y esto se nota cuando viajamos al exterior, pero que le vamos a hacer si es acá dónde hemos vivido y dónde nos hemos criado.
Es simplemente naturaleza pura, adaptación de la especie al medio... en este caso hablo de un medio creado por los mismos seres, lástima que a nosotros nos haya tocado un medio tan podrido.
Martin Luther King dijo:
"hemos aprendido a nadar como los peces y a volar como las aves, pero no hemos aprendido al sencillo arte de vivir como hermanos"
Y volvemos al círculo vicioso
¿Qué tengo que hacer para cambiarle la actitud a la gente?
Además no creo que le echemos la culpa al gobierno sino a todo el mundo. Siempre hay un chivo expiatorio de todo lo que nos sucede.
Salude
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