Debemos pararle bolas a las elecciones en los Estados Unidos porque definitivamente su destino está ligado al de tantas naciones que dependen de cómo se comporte esa economía. Si allá entran en recesión económica nos afectamos casi todos porque pocos países pueden decir que son autónomos e independientes. El G-8 conforma la orquesta que rige el baile y no cabe duda de que quien maneja la batuta de director es el representante del Tío Sam. Claro que han visto al Premier Chino en cursos intensivos de ese oficio y seguro en unas décadas va a ser el encargado de treparse al atril.
Por fortuna muy pronto veremos a alguien diferente a George W. Bush en la Casa Blanca, aunque dicho reemplazo también servirá de marioneta de lo grandes grupos económicos que a la larga son los que manejan los hilos tras bambalinas. Lo cierto es que, al menos en un principio, ese relevo no producirá la repulsión que genera la sola presencia del enano Bush, quien con su caminado de vaquero y esa sonrisita maliciosa refleja una imagen postiza y banal. No recuerdo a alguien en la historia contemporánea que haya despertado tanta animadversión como el actual Presidente de los Estados Unidos, además de que ha sido blanco de todo tipo de burlas y sainetes.
Los republicanos escogieron su candidato con relativa facilidad, porque aunque en un principio las cifras favorecían a dos de sus rivales, el triunfo en las primarias de algunos estados claves lo consolidaron como el aspirante para representar el partido que hoy gobierna esa nación. John Sidney McCain III es el prototipo del dirigente estadounidense; héroe de Vietnam, hecho prisionero y torturado durante 5 años, descendiente de militares reconocidos, millonario, poderoso, casado varias veces y político de carrera. Nació allí no más, en la zona del Canal de Panamá en 1936, y de alcanzar la presidencia sería el más viejo en ocupar ese cargo a sus 72 años.
Por ello es difícil comprender que un negrito nacido en Hawai, con pinta de beisbolista, tenga la balanza a su favor en las encuestas como candidato del partido demócrata. La misma Hillary Clinton, su contrincante por la nominación, casi no acepta que en un país racista por tradición se le fuera a atravesar un langaruto negro de escasos 47 años. Y no solo se le atravesó sino que la sacó de taquito. Barack Hussein Obama Jr. es hijo de un africano y una norteamericana; a los dos años de nacido sus padres se separan y la madre contrae de nuevo con un indonesio, y es en Yakarta donde Barack reside hasta cumplir los 10.
Aunque parezca mentira es muy posible que los gringos, tradicionalistas, excluyentes, chapados a la antigua, ególatras y apegados a sus símbolos patrios, escojan a un negro en vez del estadounidense característico que representa su raza y su historia. No puedo imaginar que un habitante de un estado del sur, Georgia o las Carolinas, criado durante la tiranía del Ku kux klan y enseñado a humillar y linchar a las gentes de color, elija a uno de ellos para que resida en la Casa Blanca. Los estadounidenses empezaron a apreciar a los negros cuando los vieron triunfar en los deportes, para vestirlos con el uniforme de ujier, chofer o mayordomo, para que pusieran el pecho en las guerras, e hicieran los oficios que hoy desempeñan los inmigrantes ilegales.
Tampoco puedo vislumbrar al gringo común y corriente, que vive en un suburbio y juega golf el fin de semana; tiene en su casa un sótano lleno de máquinas y herramientas de carpintería; posee una cabaña a orillas del lago para las temporadas de pesca; y compite con los vecinos en cuanto a lujos e ingresos, que deposite su voto por un negro que tiene el nombre de Hussein. Con esa paranoia que mantienen después del famoso atentado, se les debe confundir Obama con Osama; y peor con el agravante que el tipo hizo su primaria en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo, por lo que deben figurárselo como un alienado que espera una orden superior para proceder con un plan siniestro.
¿Y será que los demócratas son tan machistas que prefirieron al moreno antes que elegir a una fémina? Al fin y al cabo señora, no importa que sea estudiada, y la imaginarán todos los días buscando las llaves de la oficina oval, agarrada de las mechas con las cocineras de la Casa Blanca, sin saber dónde anotó lo del tratado de desarme con los rusos, poniendo quejas de los congresistas y ranchada en que no sale de gira porque tiene costurero. En todo caso será motivo de muchos análisis sociológicos el hecho que por primera llegue un negro a la presidencia, y que casi lo logra una mujer.
También los debe tener ariscos que negros e inmigrantes ya sean mayoría, lo que se refleja en el apoyo que dan al candidato con que mejor se identifican. Nuestra clase dirigente asegura que nos conviene McCain porque apoya el Plan Colombia y el TLC, aunque nada nos ganamos porque mientras el congreso esté en manos de los demócratas, es misiá Nancy Pelosy la que decide sobre esos temas. El caso es que sin importar quién gane, aquí seguiremos como mariposa de museo: clavados y chapaliando.
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Don Pablo:
Por supuesto que estaría encantado que ganara Obama; pero no creo que los gringos, los WASP, como dicen, vayan a elegir a un negro; al menos, no todavía.
Nos dejaría una buena impresión ver a ese joven, antes de clase media a baja, como líder de USA.
Muy significativo el hecho de que los demócratas hayan preferido al negrito y hayan dejado con las greñas hechas a la que le tocaba jugar los "segundos tiempos" con mister Clinton. Como dice el ciego: amanecerá y veremos.
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