martes, noviembre 04, 2008

Un conflicto eterno.

Todos quienes aún respiramos en este país, además de aquellos que ya murieron, hemos convivido con un conflicto que parece no tener fin. Algunos creen que en Colombia empezó la violencia con el asesinato de Gaitán, en 1948, cuando el pueblo vio truncadas sus esperanzas de instalar a un hombre de cuna humilde en el solio de Bolívar. El vulgo enloqueció al enterarse de que la oligarquía política maquinó la muerte del líder liberal para sacarlo de la carrera electoral, la cual ganaría sin lugar a dudas en los comicios que se avecinaban. Hasta el último rincón del país se vio sacudido por el magnicidio que dio inicio a otra oleada de violencia, como tantas otras que han agitado nuestra maltratada historia.

Desde que el primer conquistador pisó una de nuestras playas para reclamar este territorio como posesión de sus majestades Fernando e Isabel, en estas breñas se armó la furrusca y no ha habido poder humano que logre calmar los ánimos. Aquellos invasores arrasaron con lo que toparon a su paso y después de esclavizar a los indígenas, diezmaron sus comunidades hasta reducirlas a la mínima expresión. Después vino la colonia y algunos criollos quisieron sacudirse del yugo invasor, por lo que formaron diversos movimientos alzados en armas que con tesón y sacrificio lograron alcanzar la tan soñada independencia. Claro que no fue sino que se largaran los chapetones para que aquí nos agarráramos de las mechas, y esta es la hora que seguimos en las mismas.

Basta con mirar nuestra historia con detenimiento para notar que no hemos tenido un período considerable de paz y tranquilidad. Durante el siglo XIX las guerras civiles fueron la constante y la celebración del arribo al anhelado siglo XX estuvo opacada por la famosa guerra de los mil días, que duró de 1899 a 1902. Que cada quien mire entre sus ancestros para que encuentre generales, coroneles, capitanes y militares de rangos inferiores. Porque en aquella época no era necesario tener alma de guerrero ni seguir una carrera militar para obtener el rango, ya que después de que estallaba el conflicto, a los hombres de bien les llegaba una carta del gobierno de turno donde les notificaban el nombramiento. Después solo quedaba recibir el uniforme, las instrucciones, ensillar el caballo y a cumplir con el deber.

Avanzan los años 1900 y la ojeriza entre liberales y conservadores no amaina. Quien tuviera las riendas del poder aprovechaba para menguar al contrincante y fue así como después de una larga hegemonía liberal, por fin los godos alcanzaron la presidencia y quién dijo miedo. Amangualados con la iglesia, que tildaba a los liberales de ateos y come curas, los conservadores inventaron la policía Chulavita (nombre que tomaron del pueblo boyacense de donde provenían), además de los famosos “pájaros”, quienes se encargaban de recorrer todos los rincones de la patria para hacerle la vida imposible a quien no comulgara con los ideales de las toldas azules. Cuentan que llegaban a los pueblos, cogían a los cachiporros y les daban una “aplanchada” con machetes y peinillas, y los conminaban a largarse en un plazo determinado. Al que no obedeciera, le repetían la dosis pero esta vez con el filo y hasta picarlo. Aseguran que hubo curas que desde el púlpito instaban a matar cachiporros, con la absoluta certeza de que esa gente no tenía alma.

En busca de una salida a la matanza general los líderes políticos implantan el Frente nacional, que consistió en turnarse el gobierno cada cuatro años entre los dos partidos mayoritarios. Pero si la solución sirvió para calmar los ánimos entre la dirigencia, los ríos de sangre que corrieron en campos y ciudades dejaron odios, venganzas y cicatrices que se encargaron de avivar las brazas de una hoguera que nunca hemos logrado apagar. Los bandoleros azolaron el país y muchos recuerdan con pavor al capitán Venganza, a Guadalupe Salcedo, Sangrenegra, Desquite, Chispas, Efraím González y el recién fallecido Tirofijo, quien los sobrevivió a todos y con buena ventaja. También hubo idealistas comprometidos como el cura Camilo Torres, el médico Tulio Bayer o el teniente Cendales.

Mientras tanto en el resto del planeta sucedía, así por encima, la guerra fría que mantuvo el mundo en ascuas. La revolución cubana; la guerra de Vietnam; Camboya y sus Jemeres rojos; los conflictos africanos, incluido el apartheid; la locura del Líbano; tupamaros y montoneros; las revoluciones en Nicaragua y El Salvador; Sendero luminoso; la debacle de los Balcanes; la confrontación entre Irán e Iraq, y las dos guerras de este último con los aliados de occidente. En fin, gran cantidad de conflictos que en su momento parecían no tener solución y sin embargo en la mayoría lograron la tan anhelada paz. Hasta derribaron el muro de Berlín y desmantelaron la antigua Unión Soviética. En cambio, aparte de algunos enfrentamientos menores como el de Chechenia, los únicos que parecen no tener solución son el de medio oriente, entre palestinos e israelitas, y el que mantiene asolado a nuestro sufrido territorio.

Dice que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, pero nuestro mal lleva mucho más tiempo y aunque parezca increíble, lo hemos resistido. Solo nos queda soñar con que nos toque conocer algún día un país en paz, con justicia social y prosperidad para todos.

4 comentarios:

Sebastián Dávila dijo...

Yo nunca he entendido, si todos queremos la paz. Todos somos unas personas tranquilas y todas las cosas. ¿por qué carajos no se nos da lo que tanto pedimos?

Como dice un amigo mío -Soñar no cuesta nada y ser decente no cuesto un culo-

Saludes

Pablo Mejía Arango dijo...

Estamos totalmente de acuerdo hombre Sebastián. Y la pregunta que usted se hace es la misma que parece no tener respuesta.
Saludos, PabloM

Jorge Iván dijo...

Hay que agregar a la lista de chusmeros dizque famosos, a calzones, quien en cierta ocasión llegó con sus muchachos a la finca de Lucia Vieira, y desde el patio exterior, rastrillándo el machete en el empedrado le gritaba: "salí lucila Vieira pa´que conozcas un hombre" en esas salió lucila machete en mano y voliándolo a cien por hora, por lo que puso a nuestro héroe en polvorosa y a sus hombres. Como todos quedaron dispersos por el monte, los secuaces comenzaron a buscar a su jefe gritándole en voz baja ¡calzones! ¡calzones! por lo que éste, escondido en un matorral les respondió: ¿calzones? los de Lucila Vieira.
Un consejo Pablo, No soñemos. Más bien vivamos lo mucho o lo poquito que nos queda, emberriondados como Lucila.

Anónimo dijo...

Que mas Don pablo, ahi disculpa las tildes, pero es que como no tengo pc propio por el momento, me toca cachivachear por aca en el de un amigo que tiene la fiebre del ingles y todo en este pc es ingles.
Chevere su rapida sintesis sobre la historia de la violencia colombiana. Se le tiene en cuenta la alusiona a los curas que en otrora incitaban desde el pulpito a matar cahiporros, je,je.
Bueno de eso ya hemos hablado anteriormente, hay que tener en cuenta las epocas, momentos coyunturales , sentidos de la historia, y de la institucion que se tenian y o apropiaban en el momento los sujetos clerigos.
Que mas, como va todo, su salud, trabajo, proyectos, que tal Manizales, yo ando por Medallo, de regreso a Bogota esta semana. He disfrutado su libro. EN mi blog he puesto un enlace para esta su pagina, espero la visite.Saludes a su esposa. Con aprecio
P. GUSTAVO QUICENO. mxy
http://gusqui.blogspot.com