martes, enero 26, 2010

Anécdotas variadas.

*Durante mi niñez al máximo paseo que aspirábamos era viajar un domingo a Pereira, cuando aún pertenecía a Caldas, todos apeñuscados en el Desoto modelo 55. Allá nos compraban helados caseros y pandeyucas en una cafetería localizada al lado de la iglesia del parque Rafael Uribe Uribe, y nos dejaban bajar del carro a corretear alrededor del lago mientras despachábamos el mecato. A principios de los años 70 mi papá cambió la amplia berlina americana por un diminuto Simca ensamblado en el país y ahí sí empezaron a viajar a diferentes destinos, pero como en ese pichirilo solo cabían tres o cuatro de los menores en la parte de atrás, los mayores nunca clasificamos.

Es recomendable compartir estos recuerdos con los niños de ahora, porque ellos creen que la vida es como la muestra la publicidad. María Escobar tiene 5 años y hace unos días al ver un comercial de turismo en televisión, le comentó al papá que a propósito ellos cuándo se iban a ir de vacaciones. Este le respondió que cómo así, que si acaso no se acordaba de los viajes que han realizado recientemente: a la finca del abuelo en la costa atlántica; el paseo a la finca en Ibagué; de la semana de receso que los llevaron a los llanos orientales y conocieron diferentes atractivos turísticos; o de tantos otros paseos que hacen cada que se puede. La mocosa lo mira con extrañeza, se envalentona y con total desparpajo le aclara:
-No papá, yo me refiero a vacaciones de verdad: Miami, Nueva York, Buenos Aires…

*Durante mucho tiempo nuestro departamento se caracterizó por ser un fortín político conservador, y con el apoyo ideológico de la Iglesia Católica, tildaban a los liberales de pecadores, libertinos y bandidos. La godarria representaba una mayoría arrolladora y en cualquier población tenían muy bien localizados a los que preferían el trapo rojo, quienes en ciertas épocas de violencia extrema fueron obligados a abandonar su terruño o debían asumir las consecuencias. Cuentan que uno de los pocos cachiporros que había en Neira fue don Ricardo Mejía, quien pese a la desventaja defendía sus ideales con férrea decisión. El Ronco Montoya criticaba al rojo descreído y aseguraba que el tipo ese había llegado al descaro de engañar al Creador; y cuando le preguntaban que cómo era eso, relataba el hecho con ira contenida:
-Póngale cuidado y verá: resulta que ese apóstata todas las semanas buscaba a Quiroz, el lotero del pueblo, y le compraba un billete de la Lotería de Manizales, menos un quintico. Durante mucho tiempo nadie podía explicarse por qué actuaba así, hasta que un día confesó que su táctica consistía en que como con seguridad el quinto restante lo compraría algún godo rezandero, y mi Dios, por hacerle el milagrito, al que dejaría organizado era a él que tenía el resto del billete.

*Gabriel Ochoa es un paisa buena gente, agradable conversador y poseedor de un excelente sentido del humor. Un viernes iba con unos amigos para una finquita que tiene por los lados de Tarso, en el suroccidente antioqueño, y uno de los viajeros empezó a chicaniar con un teléfono celular de última tecnología que apenas empezaba a aprender a manejar. El aparatejo tenía más cosas que el neceser de un estilista y su dueño llevaba mucho rato en la descripción de todas las funciones que prestaba, hasta que hizo énfasis en algo que lo tenía descrestado. Entonces oprimió varias teclas y aparecieron los datos de cómo se comportó el clima del día anterior en la región a donde se dirigían, cuáles eran las características del actual y lo más increíble, el pronóstico para el día siguiente. Gabriel ya estaba rabón con la boleta del otro y en cierto momento lo interrumpió, sacó un viejo celular de esos que sirven primordialmente para lo que los inventaron, comunicarse por teléfono, y dijo que ese también tenía una función muy parecida. Procedió entonces a marcar un número, esperó a que el agregado de la finca le contestara y habló duro para que lo oyeran:
-¡Alo!, ¿Fulano? Qué ha habido por allá. Ajá, sí… sí. Oiga, cuénteme una cosa, ¿cómo estuvo el clima ayer? Bueno, y qué tal está hoy. Ya… entiendo… Y otra pregunta, ¿cómo lo ve para mañana? Perfecto… bueno, más tardecito le caemos por allá. ¡Adiós pues!

*El trabajo de empleada doméstica se presta para que algunas se tomen ciertas atribuciones, debido a que comparten con la familia muchos momentos de la vida diaria. Si la mujer resulta conchuda y no le ponen condiciones, en poco tiempo no hace el oficio por ver telenovelas, se la pasa pegada al teléfono o se acostumbra a disfrutar de la siesta diaria. En la casa de una familia conocida contrataron una entrodera que resultó hablantinosa y metida, la cual buscaba por todos los medios hacer buenas migas con quien le pagaba el sueldo. El patrón no le daba lado y cierto día al llegar, la mujer reclamó porque no le habían contado que él sabía cantar. Ante la curiosidad por el comentario el señor dejó su apatía y le preguntó de dónde había sacado eso, a lo que ella respondió:
-Fíjese dotor que le dejaron razón que quizque necesitan que usté asista a la reunión, porque si no va, no hay quórum.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Muy buenas las anécdotas amigo Pablo. Leyendo la de los liberales, solo atino a comentar que está tan venidos a menos, que hoy en día los que únicos que enarbolan el trapo rojo con toda la efervescencia del caso, son los cuidadores de carros en la vía pública.
Pablo, una pregunta de niño metido, ¿Acá en Medellín en que papelería venden tu frasquito corrector? Jajajaja