martes, noviembre 02, 2010

Inculquemos civismo.

Mucho ha cambiado el pensum escolar con el paso de los años y aunque estoy muy desactualizado en ese tema porque mi hijo hace ya mucho tiempo salió del colegio, presumo que así como a él no le dictaron las mismas materias que me tocaron a mí, mucho menos las van a enseñar ahora que todo ha cambiado tanto. En mi época las materias estaban divididas en dos grandes grupos que incluía, el primero, aquellas asignaturas que requerían estudio, eran complicadas y no se les podía perder el hilo, mientras el otro paquete estaba conformado de todas aquellas que eran consideradas fáciles y de relleno; a estas últimas las llamábamos costuras. Escritura, ortografía, artes manuales, educación física, religión, comportamiento y salud, urbanidad y civismo, eran algunas que se pasaban con solo asistir a las clases.

Yo sí quiero saber por qué dejaron de dictarle a los educandos asignaturas tan importantes como algunas de las mencionadas. La juventud escribe con una letra ininteligible y de ortografía conoce muy poco; las reglas de urbanidad les son desconocidas y acerca de la cívica no saben nada. Después, en la universidad, los preparan muy bien en sus respectivas carreras pero no se preocupan por enseñarles a ser ciudadanos ejemplares. La ética debería ser obligatoria en todas las facultades y durante varios semestres, porque no importa qué tan buen profesional llegue a ser un alumno mientras que por encima de ello lo reconozcan como una mala ficha. Antes de ser el primero en cualquier modalidad, disciplina, competencia, ciencia o habilidad, el ser humano debe tomar conciencia de que lo más importante es ser buena persona.

Recuerdo que a nosotros en la clase de cívica nos ahondaban más en los intríngulis del gobierno municipal, departamental y nacional, que en la forma como debíamos valorar nuestro terruño y cuáles eran los deberes que teníamos como ciudadanos. Pues si ahora el Ministerio de educación no considera necesario incluir la enseñanza de la cívica a los estudiantes de primaria y bachillerato, que sea la administración municipal la encargada de emprender una campaña para que en escuelas, colegios y demás instituciones educativas, le inculquen a los alumnos los principios del civismo y el buen comportamiento.

Claro que la campaña también debe comprometer a padres y acudientes, porque en el núcleo de la familia es donde el niño adquiere sus buenos principios; que nadie piense que la formación de los muchachitos es exclusiva del colegio. A los adultos se nos olvida que el mal ejemplo enseña más que cualquier instrucción y cuando un papá va en el carro con la familia y se pasa un semáforo en rojo, parquea en sitio prohibido “un segundito” mientras hace una vuelta, le arrea la madre a todo el que se atraviesa y viola otras tantas normas de tránsito, los niños, que todo lo absorben como esponjas, asimilan esas conductas como normas de comportamiento.

Qué bueno iniciar una cruzada desde la Alcaldía, apoyada por los educadores, los gremios, la Iglesia, entidades públicas y privadas, etc., para revivir entre la ciudadanía la importancia del civismo. Que entre todos nos dediquemos a machacarle a los menores que nunca deben tirar un papel a la calle, que respeten los parques y zonas verdes, que las normas y reglas son para cumplirlas, que en la calle deben ser educados y amables, que la solidaridad es importante, que nunca pasen por encima de los derechos de los demás, que todos somos responsables por el buen funcionamiento de la ciudad.

Maravilloso interesarlos en conocer la historia de la ciudad; llevarlos a recorrer las diferentes zonas y conocer los barrios; salir de paseo a las veredas y mostrarles cuáles son los límites del municipio; hablarles de las riquezas y falencias que tenemos. Enseñarles fotografías de tiempos pasados, explicarles los cambios que ha sufrido la ciudad, contarles de las vicisitudes vividas por nuestros antepasados, relatarles quienes fueron esos ancestros.

Los adultos deben cuidarse de que los hijos los oigan hablar mal de la ciudad, de sacarle pero a todo, de comparar con otras capitales y menospreciar lo nuestro. Que más bien les enseñen a admirar a quienes en el pasado osaron levantar una ciudad en un terreno agreste y empinado; a disfrutar el paisaje que desde aquí se observa; que sepan valorar el patrimonio arquitectónico del centro histórico; y que aprendan el origen del nombre de algunos sitios tradicionales de la capital.

Claro que también debemos hablarles de las falencias que tiene la ciudad, de sus problemas y debilidades, pero al mismo tiempo explicarles que no solo debemos despotricar y maldecir, sino que hay que participar con crítica constructiva, proponer soluciones y aportar nuestro granito de arena. Tal vez así logremos que en el futuro nuestros jóvenes no sueñen todos con alzar el vuelo hacia otras latitudes para buscar su destino; porque al paso que vamos, en 30 años aquí no habrá sino abuelitos que disfrutarán de sus nietos por algún medio virtual.

Inculquemos civismo a los menores. Y que no se enteren por ejemplo que ahora a algunos manizaleños les ha dado dizque por preferir el aguardiente de otros departamentos. Lo que faltaba, con la Licorera bien jodida por sus problemas de corrupción y malos manejos, y ahora su clientela cautiva le voltea el… ¡Mejor no digo más!
pmejiama1@une.net.co

2 comentarios:

JuanCé dijo...

Pablo:
Lo que dices sobre la educación en esas materias como cívica y ética es absolutamente cierto: debería haber un deseo nacional para volver a esos temas; con ellos, conocidos y digeridos por nuestros jóvenes, con certeza sería más fácil hablar de los problemas actuales.
La educación de hoy le da prioridad a la individualidad; primero los derechos y nada de deberes.
Nosotros, sin duda alguna, éramos más responsables, a pesar de la edad.

Jorge Iván dijo...

Que pena Pablo, pero creo que le estás pidiendo peras al olmo. Las familias de este siglo XXI distan un siglo de las nuestras. Recuerdo aquellas planas que nos ponian de tarea, primero de letras y luego de palabras, para escribirlas con una pluma montada sobre un encabador, tinta china y el secante a un lado. ¿El resultado? toda la familia me busca para marcarles las tarjetas de invitación para primeras comuniones, matrimonios, etc.El problema es que no pagan.