martes, noviembre 30, 2010

Quien quiere marrones…

No existe nada más aburridor e incómodo que hacer cualquier reparación o remodelación en la casa, porque la más mínima obra genera cantidades infinitas de polvo. El desorden, las huellas de los trabajadores por todas partes, el ruido infernal y un despelote generalizado, hacen que los habitantes de la vivienda anden a toda hora de mala vuelta. Porque hay que ver el polvero que se levanta cuando hay que picar, a punta de martillo y cincel, el enchape de un baño; o al arrancar un tapete viejo para cambiar el piso; o la cantidad de escombros y de mugre que resultan al tumbar un murito cualquiera. Y puede encerrarse en la habitación, tapar las rendijas de la puerta con toallas y trapos, y el maldito polvo se mete porque se mete. Luego pasan los días y las semanas y entre más limpia con el sacudidor, más polvo resulta.

Lo mismo sucede cuando deben adelantarse obras en la ciudad. Al construirse un gran edificio se restringen las aceras para el paso de los peatones, el descargue de materiales generan atascos y embotellamientos, el peligro que caigan escombros es latente y los vecinos se quejan por el ruido, pero no existe otra forma de adelantar una obra de esa magnitud sin incomodar a la ciudadanía. Ni hablar de cuando se trata de trabajos en las vías, porque los conductores se ponen como unas tatacoas, se transforman en guaches y el mal genio cunde; todo el mundo pita, gesticula, echa tacos y le recuerda la madre al Alcalde y al Secretario de tránsito.

En estos casos podemos aplicar al pie de la letra que quien quiere marrones aguanta tirones. Porque desde hace tiempos todo el mundo reniega debido a que la Avenida Santander presenta infinidad de huecos y la capa asfáltica está en mal estado, pero apenas empiezan a arreglarla, entonces blasfeman y joden es porque no hay por dónde transitar. Que trabajen de noche, dicen algunos, pero quienes habitan en el sector, con toda razón, reclaman tranquilidad para poder dormir. Porque yo sí le digo cómo debe sonar a media noche la máquina que arranca el asfalto; es más, cualquier martillo hace un ruido infernal a esa hora. Entonces que no arranquen el asfalto, proponen otros, pero no entienden que de seguir acumulando capas de asfalto, muy pronto quedaremos sin diferencia de altura entre las vías y los andenes.

Definitivamente solucionar los problemas desde la cama o desde la mesa del café es pilao. Y opinamos, despotricamos, damos soluciones y metemos la cucharada, sin tener ni idea del tema. Ese es un deporte oficial de los colombianos. Pero después, cuando la obra terminada y mejora notablemente la calidad de vida, a todos se les olvida las vainas que echaron y disfrutan el cambio. Basta recordar el caos vehicular cuando remodelaron el parque Alfonso López, o las obras del intercambiador vial del estadio o la Avenida Alberto Mendoza. Lo que siempre le digo a quien reniega por una obra de este tipo: usted lo que quiere es que contraten a Hechizada para que venga, mueva la cumbamba y transforme esa vaina por arte de birlibirloque.

Claro que todos tenemos derecho a opinar, pero con inteligencia y argumentos, y sobre todo sin apasionamientos. Un caso típico de estas diferencias de juicio es el aeropuerto de Palestina. Cada quien esgrime sus razones para atacar o defender la obra, según su criterio, pero lo que sostengo es que ese debate debió darse antes de empezar a mover tierra. Porque ahora aparece un columnista joven con argumentos de economía valederos, pero esas mismas razones pudo haberlas expuesto cuando sólo se trataba de un proyecto; aunque viéndolo bien, en ese entonces el muchacho estaría en bachillerato.

Lo que sí me parece grave es que el doctor Germán Cardona exponga ante la audiencia nacional sus temores frente a la obra; porque si en un principio la apoyó, él, como ingeniero experto que es, debió prever los problemas futuros. Qué tal cuando debamos pedirle cacao al Gobierno Central para que nos de la mano y el funcionario de turno diga que si un Ministro de Transporte manizaleño, no le hizo buena cara al aeropuerto, mucho menos él se va a embarcar en semejante gasto. Me parece que el aeropuerto es fundamental para el desarrollo de la región, y a quienes lo tildan de elefante blanco, les digo que son muchas las obras que se han construido en el país de ese tipo y ahí las hemos pagado entre todos. De manera que una más…

Por fortuna con la carretera al Magdalena no parece existir polémica y todos estamos de acuerdo en que hay que solucionar ese problema. Porque si antes fue en La Chillona y después en Petaqueros, ahora es en Sabinas; sólo cambia el nombre del derrumbe, pero el problema es el mismo. Por cierto, la otra noche disfrutaba con unos amigos de unos videos y en cierto momento uno de ellos me preguntó el nombre del cantante que acompañaba a Serrat en un dúo. Yo lo miré un poco extrañado y le dije que era Joaquín Sabina, a lo que él, algo incómodo por lo obvio de la respuesta, me salió con esta perla:
-¡Pues claro! ¿Cierto que ese man es el que tiene un derrumbe por allí arribita?
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Así las cosas, los madrazos en Bogotá se dicen a "26" por segundo