He visto en televisión, en Señal Colombia, un programa español que convoca una gran cantidad de infantes de ambos sexos, con edades aproximadas entre los 3 y los 8 años. Se llama el Conciertazo y sin duda es lo más interesante que he visto en la programación dirigida a los menores. El presentador, Fernando Argenta, de una manera extraordinaria interesa a los pequeños en la música clásica de todos los tiempos y logra hacer del espacio un momento muy agradable para grandes y chicos; porque sin duda los adultos también lo disfrutamos.
En un gran auditorio colmado de pequeñines y con una orquesta sinfónica en el escenario, el presentador explica a los menores la obra que van a escuchar (sólo tocan los apartes más agradables y alegres para no aburrirlos) y después invita a varios niños a que pasen a los camerinos, donde los disfrazan con atuendos relacionados al tema que trata la melodía. Además, por una falsa ventana aparecen marionetas que personifican a los grandes compositores de la historia, con quienes el señor Argenta sostiene diálogos agradables y graciosos. Es sin duda un espacio didáctico, entretenido, cultural y muy enriquecedor.
Todo este cuento para resaltar algo que llama mi atención. Resulta que el programa se graba en España y cuando los niños que son escogidos para la representación suben al escenario, lo primero que les preguntan es el nombre y la edad. Todos tienen nombres tradicionales de nuestro idioma, como Augusto, Pedro, Manuel, Antonio o Alberto, y las niñas se llaman Carmen, Juana, Manuela, Elvira o Amelia. Pero de pronto sale un muchachito que se llama Yeison, Estiven, John Jairo o Wilder y no falla: el zambo es colombiano o ecuatoriano. Lo mismo pasa con las niñas que responden a Yamile, Leidi Yohana, Katerine o Dayana.
Entonces me pregunto de dónde viene esa manía de nuestras gentes más humildes de ponerle a sus hijos nombres extranjeros, los cuales copian tal cual y como les suenan, y entonces resultan unos híbridos que no son de aquí ni son de allá. Lo único que se me ocurre es que dichas personas, en medio de su ignorancia y del desespero por salir de la inopia, creen que los hijos con un nombre foráneo podrán mejorar su estatus y tendrán más oportunidades en la vida. Porque es muy entendible cuando la familia viene de ancestros inmigrantes y alguien quiere bautizar un retoño con el nombre del bisabuelo o de la abuela, pero sí quisiera preguntarle por ejemplo a una pareja de negros oriundos del litoral pacífico, que vivan en la extrema pobreza y alejados de la civilización, de dónde les nació la inspiración para llamar al recién nacido Maicol o Elizabé.
Es cierto que el gusto por los nombres, como todo, cambia según la época y en el caso de mi generación era común que los padres de familia escogieran nombres bíblicos para su prole. En cambio de la época de nuestros abuelos había nombres que ya nadie quería para sus hijos, como Eleuterio, Carlina, Ildefonso, Lucila, Melitón, Concepción, Marcelino, Dolores o Gratiniano. Luego nos tocó a nosotros escoger el nombre de la descendencia y se impusieron Mateo, Valentina, Lucas, Mariana, Tomás o Camila. Por ello en nuestro país es posible, basado sólo en el nombre, calcularle la edad y el estrato social a una persona.
Esto de los nombres rebuscados se me ocurrió al ver la nómina de los equipos del fútbol profesional de nuestro país para este año, y así por encima encontré que en Atlético Nacional jugarán Alexis, Stefan, Stephen, Alexander, Jherson, Jonathan, Avilés, Macnelly, Dorlan, Wilder, Johan y Stiwar. Millonarios tendrá en su nómina a Lewis, Leonard, Jarold, Jefferson, Jhonny, Mayer, Harrison, Wilberto y Yovanni. En Atletico Junior están Jáider, Bréinner, Sherman, Braynner, Jossymar, Giovanni, Vladimir, Maicol y Norbey. Y en Independiente Santa Fe Emerson, Yulián, Didier, Jonathan, Osnéider, Edwin y Yexton.
Juegan en el Deportivo Cali Jáiber, Jefferson, Danny, Helibelton, Yerson, Bryan y Junior; mientras que defenderán los colores del Independiente Medellín Breiner, Brayan, Leiton, Jefferson, Yohn Geiller, Jonathan, Yorley y Danny. En Cúcuta veo a Jimmy, Edwin, Geovanni, Jonathan, Dayron y Tommy; con el Deportes Pasto Wilson, Arbey, Eder y Arlington; y son Pijaos con el Tolima Anthony, Janer, Dávinson, Breiner, Eduard, Yair, Mike, Danobis, Jimmy, Wilmer, Wilson, Onel, Darwin y Robin. En Envigado veremos a Jefferson, Frank, Eder, Yeison, Yilmar, Johnny, Neider, Yulián, Benson y Wilson. El Boyacá Chicó fichó a Wilder, Elvis, Jhonny, Edwin, Yeison, Winston y Charles; Real Cartagena cuenta con Walter, Marlon, Háyder, Donald, Yesus y Anuar; y en Atlético Huila militan Eider, Jhonnier, John Harold, Ervin, Ormedis, Walden, Jeison, Jean Carlo y Edinson.
En Equidad juegan John, Darwin, Wilmer, Elvis, Frank, Dager, Dawling, Stalin y Ervin; Itagüí tiene a Robinson, Edigson, Arled, Joe, Marlon, Anderson, Johnny, Cléider, Yonaider, Yessi y Edwards; y Deportes Quindio escogió a Eder, Steven, Fainer, Hilton, Brian, Hamerly, Aldaír, Hámilton, Olmes y Jonhatan. Patriotas se estrena con Jhon Alex, Heber, Jonathan, Wéimar, Norbey, Wilson, Jhoján, Harol, Edward y André; y nuestro equipo del alma, el Once Caldas, presenta en su nómina a Jamell, Yedinson, Jesinger, Avimeleth, Harrison, Jean, Anthony, Ayron, Jefferson y John Eduard.
Recuerdo que en nuestra época, al oír un nombre muy rebuscado, la gente comentaba: ¡Hum!, si nace en diciembre lo ponen papeleta.
pamear@telmex.net.co
1 comentario:
Hola Pablo. Hiciste un excelente trabajo de recopilación de nombres. A todo esto hay que agregarle lo peor y lo más complicado, y que tanto los padres, los padrinos y el propio doliente del nombre desconocen por completo. Me refiero al eterno complique (que lo será de por vida)cuando el nombre queda escrito de una forma en los documentos legales y de otra en las notarías, porque la escritura del nombre debe coincidir en ambos casos con la gramática escogida por los padres, por que ese es otro asunto, toda vez que, ademas del nombre raro, son los padres los que eligen donde va la "hache", o si es con I griega o con YE de yuca.
Comentó Jorge Iván Londoño Maya
desde el Retiro, Antioquia.
PD: por razones de espacio omito mi tercer nombre, el que me ha dado mas de un dolor de cabeza notarial
Publicar un comentario