martes, febrero 28, 2012

Manga por hombro.

Así decían nuestros mayores para referirse a algo mal hecho, desordenado, incompleto, sin pies ni cabeza. Si por ejemplo la mamá nos mandaba a arreglar el cuarto o la cocina porque no había empleada doméstica, y para salir del paso simplemente maquillábamos las cosas para que parecieran organizadas, ella de inmediato notaban el truco y recurrían a la mencionada frase. Cuando en mi casa uno aceptaba la trampa y se disponía a repetir la tarea, mi papá aconsejaba ponerle fundamento al asunto para que resultara satisfactorio.

Pues ahora que lo pienso en nuestro país la mayoría de las cosas se hacen manga por hombro. La sinrazón, el desorden, el desgreño administrativo y la improvisación son el común denominador en la mayoría de las entidades públicas, donde muchas veces no encuentra uno siquiera quién le de razón ante cualquier inquietud. Nadie sabe nada, nadie entiende, nadie responde, nadie acepta que hay un error, y lo que es peor, a nadie le importa. Entonces sale uno descorazonado y ante tanta desidia se pregunta, ¿cómo puede funcionar un país así? ¿Cómo es posible que no hagan nada para solucionarlo, que pasen los años y todo siga igual, que la maquinaria del estado se mantenga a flote a pesar de semejante despelote?

Uno de los tantos absurdos que vemos a diario en nuestro país es el relativo a los controladores aéreos. Mientras que el resto de empleados debe recurrir a métodos extremos para exigir a sus patronos un arreglo laboral acorde a sus pretensiones, a ellos les basta con ceñirse al reglamento de su trabajo para crear un caos en el tráfico aéreo que semiparaliza al país. En un principio para cualquier ciudadano es difícil entender este galimatías, pero la realidad es simplemente ésa.

Veamos: si los trabajadores de una empresa cualquiera, o de alguna dependencia del gobierno diferente a los controladores, deciden suspender actividades para obligar a sus patronos a mejorarles las condiciones salariales, se verán obligados a duras pruebas y sacrificios que deberán soportar con estoicismo para lograr su cometido. Paros, mítines, saboteo de máquinas o equipos, toma de instalaciones, enfrentamientos con dirigentes y negociadores, renuncia al salario durante el tiempo que dure la huelga, encontrones con la fuerza pública, detenciones, posibles despidos y muchas otras situaciones desagradables, además de que los insultos proferidos durante las discusiones dejan huella y crean una atmosfera pesada para el futuro.

En cambio los controladores aéreos llegan un día al trabajo y simplemente exigen el cumplimiento de las normas tal y como dice el reglamento. Por ejemplo que el aeropuerto Eldorado de Bogotá sólo puede atender 28 vuelos por hora; si está despejado los aviones deben mantener en el aire una distancia entre ellos de 10 millas y si hay restricción en la visibilidad esa distancia aumenta a 16 millas; para el carreteo también deben respetar distancias determinadas; y muchas otras condiciones que aumentan los tiempos de vuelo y congestionan la operación aérea de manera considerable. Lo que nos deja abismados, y que se confirma cada que estos señores recurren a dicha presión, es que la mayoría del tiempo el control de los cielos en Colombia funciona manga por hombro. Ellos mismos aceptan, tácitamente, que laboran por fuera del reglamento y que son flexibles con las empresas aéreas para que estas puedan obtener mejores rendimientos. ¿Cómo es que ningún congresista cita al Director de la Aeronáutica Civil para que explique semejante despropósito?

Al compararnos con sociedades desarrolladas vemos con angustia que países como el nuestro no pueden ser viables. Porque mientras en otras latitudes los dirigentes renuncian a sus cargos por asuntos que para nosotros parecen baladíes, como que fumaron mariguana durante su juventud, o un Ministro inglés a quien pillaron en una mentirilla menor, o a otros dos congresistas de ese mismo país que fueron grabados en plena sesión mientras veían viejas en pelota en un teléfono de esos que tienen internet, aquí es muy trabajoso que un infractor acepte su culpa. Qué podemos esperar después de que un Presidente financió su campaña con dineros de la mafia, luego su propio Ministro de Defensa lo denunció, los bandidos implicados confirmaron el trato con pelos y señales, y sin embargo el tipo sigue como si nada, opina, participa en política y es tratado con reverencia en virtud al cargo que desempeñó. Y a su fiel escudero, igual de cínico y marrullero, lo eligieron Gobernador y ahí sigue en la política como si la cosa no fuera con él.

Durante el gobierno anterior el Presidente Uribe y el magistrado Valencia Copete, entonces Presidente de la Corte Suprema de Justicia, se acusaron mutuamente de mentirosos por un enojoso asunto que no cabe mencionar. Pues ahora se repite el caso entre el doctor Santos y Vivian Morales, la Fiscal General de la Nación, y sin entrar a discutir quienes tienen la razón, en ambos casos uno de los dos es un mentiroso. La situación es gravísima y sin embargo aquí no pasa nada, no hay quién exija una aclaración o insista en descubrir la verdad.

Si nos aterra lo que sucede en nuestro país, qué tal si nos enteramos de lo que disimulan por debajo de la mesa, aquello que ocultan para no pisarse la manguera, esas artimañas que nunca salen a la luz pública. Mejor dicho: ¡apague y vámonos!
pamear@telmex.net.co

2 comentarios:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Buenas tardes Pablo.

El mal ejemplo cunde, es otro viejo adagio muy certero que usaban nuestros ancestros y el cual sigue siendo válido. Y es que el mal ejemplo viene desde arriba, desde que decidieron cambiar las reglas: no las del juego, las de los juegos.

No es porque sea más fácil "achacarle" la culpa a alguien, pero ejemplos y casos se ven todos los días, en donde las cosas en palacio andan "manga por hombro".

Cierto es que eso no es nada nuevo, pero creo que desde Uribe y sus delfines, las cosas andan empeorando.

Mire nomás lo que le hicieron hoy a la Fiscal General de la Nación. Así que la cosa no es nada clara con el actual mandatario; solo que ahora no se sabe quien tiene la manga y quien el hombro, porque antes lo tenían todo el doctor Uribe y sus uribitos (Con minúscula).

Anónimo dijo...

Definitivamente en Colombia nos merecemos nuestro destino. Un pueblo que no reclama, que no exige esta condenado a callar.

Aquí todos, incluyéndome porque no me excluyo, nos damos cuenta de las cosas y esperamos que otro alegue o exija.