lunes, diciembre 21, 2015

Ahogados en basura.

Podrá sonar egoísta pero me alegra saber que no tendré que presenciar la hecatombe ecológica que vivirá el planeta cuando se rebose la copa. Fallamos en muchos aspectos referentes al cuidado del medio ambiente y por ello seremos odiados por quienes habiten este peladero en un futuro próximo, los mismos que se preguntarán cómo es que por desidia y ambición permitimos la destrucción de algo tan maravilloso como la naturaleza.

En YouTube pueden verse videos referentes al tema de las basuras, los cuales dejan al descubierto una realidad que los humanos nos empecinamos en desconocer. Cifras asombrosas como que Estados Unidos produce al año cinco veces más toneladas de basura que la India, país este que multiplica por cuatro el número de habitantes del imperio americano. Y aunque la que tiene fama de sucia es la nación asiática, los gringos generan tal cantidad de desechos por su poder adquisitivo, además de un consumismo desbocado.

Con la tecnología apareció la basura electrónica, la cual se caracteriza por ser muy contaminante. Entonces aprovechan los poderosos para mostrarse generosos al donarles a las naciones del tercer mundo los dispositivos electrónicos que ya no usan, pero con la trampa que además de unos pocos cacharros obsoletos, que todavía pueden tener alguna utilidad, envían montañas de carcazas y mecanismos que ya no sirven sino para tirarlos a la basura. Y toda esa chatarra electrónica está inundada de baterías, elementos de difícil manejo por su toxicidad altamente contaminante.

Durante mi niñez nuestra piscina natural fue el río Chinchiná, que pasaba por la finca familiar cerca a la vereda El Rosario. Allí disfrutábamos del baño hasta que con la corriente empezaban a bajar cáscaras de huevo, zapatos viejos, restos de comida, plásticos y demás porquerías, por lo que debíamos salir a las carreras para evitar el contacto. Resulta que en el pueblo recogían la basura en volquetas, las mismas que desocupaban su carga en el río; lo mismo sucedía en todas las poblaciones. En Manizales la echaban a la quebrada Olivares.

Toda esa contaminación envenenaba los causes e iba a parar al mar, donde productos como el plástico perduran por décadas debido a su dificultad para biodegradarse. Con el paso de los años se han formado islas de basura en lugares donde confluyen las corrientes marinas, lo que impide que los elementos flotantes se dispersen; la más extensa está localizada entre la costa occidental de Norteamérica y el archipiélago de Hawái, y es del tamaño de Texas. El daño ecológico que estos desechos le han hecho a los océanos no tiene nombre.

Por más que se insista, la humanidad no quiere comprometerse con el problema. Cómo es posible que en los supermercados utilicen esa cantidad de bolsas plásticas para empacar las compras de los clientes, basura que se suma a los empaques vistosos y exagerados de muchos productos; además de contaminantes. Los jóvenes empacadores meten cada producto en una bolsa, luego varios en otra bolsa más grande, por seguridad usan otra de refuerzo y así el cliente lleva a su casa varias docenas de chuspas.

Las campañas de reciclaje en los hogares no han calado lo suficiente y todavía hay personas que tiran la basura a la calle. Manizales se ha caracterizado por ser una ciudad limpia, aseada, donde una empresa eficiente dedicada al manejo de residuos se encarga de procesarlos y por último enterrarlos en un relleno sanitario. Esa modalidad es preferible a tirarla al río, aunque no dejamos de parecernos a los gatos que entierran su porquería; también cabe decir que es como barrer y esconder la mugre debajo del tapete.

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