Podrá sonar egoísta pero me alegra
saber que no tendré que presenciar la hecatombe ecológica que vivirá el planeta
cuando se rebose la copa. Fallamos en muchos aspectos referentes al cuidado del
medio ambiente y por ello seremos odiados por quienes habiten este peladero en
un futuro próximo, los mismos que se preguntarán cómo es que por desidia y
ambición permitimos la destrucción de algo tan maravilloso como la naturaleza.
En YouTube pueden verse videos
referentes al tema de las basuras, los cuales dejan al descubierto una realidad
que los humanos nos empecinamos en desconocer. Cifras asombrosas como que
Estados Unidos produce al año cinco veces más toneladas de basura que la India,
país este que multiplica por cuatro el número de habitantes del imperio
americano. Y aunque la que tiene fama de sucia es la nación asiática, los
gringos generan tal cantidad de desechos por su poder adquisitivo, además de un
consumismo desbocado.
Con la tecnología apareció la
basura electrónica, la cual se caracteriza por ser muy contaminante. Entonces
aprovechan los poderosos para mostrarse generosos al donarles a las naciones del
tercer mundo los dispositivos electrónicos que ya no usan, pero con la trampa
que además de unos pocos cacharros obsoletos, que todavía pueden tener alguna
utilidad, envían montañas de carcazas y mecanismos que ya no sirven sino para tirarlos
a la basura. Y toda esa chatarra electrónica está inundada de baterías,
elementos de difícil manejo por su toxicidad altamente contaminante.
Durante mi niñez nuestra piscina
natural fue el río Chinchiná, que pasaba por la finca familiar cerca a la
vereda El Rosario. Allí disfrutábamos del baño hasta que con la corriente
empezaban a bajar cáscaras de huevo, zapatos viejos, restos de comida,
plásticos y demás porquerías, por lo que debíamos salir a las carreras para
evitar el contacto. Resulta que en el pueblo recogían la basura en volquetas,
las mismas que desocupaban su carga en el río; lo mismo sucedía en todas las
poblaciones. En Manizales la echaban a la quebrada Olivares.
Toda esa contaminación envenenaba
los causes e iba a parar al mar, donde productos como el plástico perduran por
décadas debido a su dificultad para biodegradarse. Con el paso de los años se
han formado islas de basura en lugares donde confluyen las corrientes marinas,
lo que impide que los elementos flotantes se dispersen; la más extensa está localizada
entre la costa occidental de Norteamérica y el archipiélago de Hawái, y es del
tamaño de Texas. El daño ecológico que estos desechos le han hecho a los
océanos no tiene nombre.
Por más que se insista, la
humanidad no quiere comprometerse con el problema. Cómo es posible que en los supermercados
utilicen esa cantidad de bolsas plásticas para empacar las compras de los
clientes, basura que se suma a los empaques vistosos y exagerados de muchos
productos; además de contaminantes. Los jóvenes empacadores meten cada producto
en una bolsa, luego varios en otra bolsa más grande, por seguridad usan otra de
refuerzo y así el cliente lleva a su casa varias docenas de chuspas.
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