José Fernando ‘El flaco’ Marín presenta
en la emisora cultural Remigio Antonio Cañarte su ‘Carnet de caminante, Pereira
1950-1970’. Se trata de reminiscencias de la ciudad vecina y al referirse a la
vida en familia, las costumbres y sobre todo la forma de expresarse las mamás,
me da golpe la similitud con lo vivido en nuestra casa por la misma época;
también las comenté con un amigo y de inmediato las recordó, y se identificó
con ellas. Entonces se me ocurrió recurrir a mi hermana mayor para que entre
ambos nos acordáramos de términos y expresiones.
Cuando un muchachito decía palabras
feas, boquisucio que llaman, mi mamá amenazaba con meterle en la trompa cáscaras
de huevo que dizque mantenía en el horno, para que aprendiera a respetar; y si
rechistaba, zambo altanero, seguí así y te volteo el mascadero. Al que contestara
de mala gana o de forma golpeada lo invitaba a bajarle al tonito; si alguno
mostraba pereza para hacer un oficio lo tildaba de descomedido, y si lo hacía
de mala gana le recomendaba ponerle fundamento.
Con regularidad nos supervisaba el
baño y se aparecía con el estropajo y la piedra pómez. A quien tuviera tierra
en el cuello le preguntaba si pensaba sembrar papas; luego pasaba a las orejas,
los sobacos, y dele con ese estropajo; después le ordenaba que se lavara bien
las partes, para seguir ella con los jarretes y terminar en los pies, donde
restregaba con la piedra pómez hasta dejarlos en carne viva. Si el muchachito
se quejaba por la brusquedad, ella respondía que no fuera zalamero que de eso
no se había muerto nadie.
Al ver un clóset abierto comentaba:
¿Aquí dan misa ahora?; si uno preguntaba por qué, respondía que las únicas que
mantienen las puertas de par en par son las iglesias. Después de cada comida
revisaba la mesa y si alguno dejaba el puesto sucio, aseguraba: Ve… aquí comió
un perrito. Por la noche, al despedirse uno para irse a dormir, recomendaba
lavarse los dientes, hacer pipí y rezar alguna oración, nunca acostarse como un
animalito. A la mujer que se sentaba con las piernas abiertas le preguntaba si
iba a tener un muchachito; si por alguna causa mi papá estaba en la casa en
horario laboral, ella decía tener el santísimo expuesto; a los problemas
familiares los llamaba pasiones y por muy triste que estuviera, se mantenía
bien arreglada porque las penas tienen su pudor.
Estar manga por hombro era algo
machetero o desordenado; las cosas que no servían y estorbaban, reblujo;
desgualetado a quien anduviera de camisa afuera y calzones caídos; julepe al
movimiento y al agite; y enguanda para algo complicado e inoficioso. Cuando la
prole estaba inaguantable se cogía la cabeza, miraba al cielo y exclamaba: ¡Ustedes
me van a llevar a la tumba, tengan caridad! A una hija o parienta que estuviera
mal arreglada, le soltaba: Qué es esa facha tan infame, mijita; francamente…
¡hágase algún beneficio!
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