viernes, julio 25, 2014

Métodos de estudio.


Ahora pienso, cuando ya para qué, que debí disculparme con mis padres por haber sido tan maqueta. Tantas rabias que pasaron cuando perdía el año, me suspendían por indisciplina, sacaba pésimas calificaciones, llamaban a decir que no había ido al colegio y otras tantas quejas por el estilo. Nunca me dictó el estudio y no encuentro otra razón diferente a que los métodos de entonces eran absurdos y antipedagógicos, con unos profesores, la mayoría, sin capacitación ni disposición para enseñar. Recuerdo uno que nos daba inglés y era tan ignorante del tema que su clase consistía en mostrarnos unos carteles elaborados por él, para que repitiéramos como autómatas la frase correspondiente a cada figura; ese era el bilingüismo de entonces.

Mitigó algo mi remordimiento por ser tan mal estudiante una frase de Bernard Shaw, donde dice que el único tiempo que perdió en su vida fue mientras asistió al colegio. Después supe que el dichoso raciocinio es atribuido a otros tantos personajes, eminentes y brillantes, pero debí aceptar que en todos los casos se trata de inteligencias superiores, muy diferentes a la mía que es la de cualquier mortal del montón. De manera que no me quedó sino echarle la culpa de nuevo al método y a los maestros.

Antaño era común que al terminar la clase el educador indicara a los alumnos cuántas páginas del libro debían leer para la próxima cita, con el agravante que ellos no se preocupaban porque entendiéramos el texto, lo analizáramos y disfrutáramos del mismo, sino que debíamos aprenderlo de memoria con todos los detalles. Como es lógico, de entrada perdíamos el interés por la lectura y nos centrábamos en fechas, nombres, situaciones determinadas y demás asuntos puntuales, los cuales anotábamos en un papelito por si el examen era escrito.  Llegaba el profesor y señalaba al escogido, quien empezaba a relatar lo que había captado del texto, pero era interrumpido para preguntarle un dato cualquiera y la respuesta tenía que ser exacta, porque de lo contrario “cero pollito”. No importaba que entendiera el tema, lo dominara y estuviera interesado en él, porque una simple falla lo descalificaba definitivamente.

A diferencia de ahora que a los jóvenes les enseñan a pensar y a desarrollar la inteligencia, el método aplicado a nosotros era el de repetir como loras el contenido de los textos y lo que enseñaban los profesores. Nada de investigación, debate o consulta, todo nos lo daban masticado y solo debíamos memorizarlo. De manera que quien estuviera mal de la memoria quedaba fregado. Muy de vez en cuando algún maestro nos ponía un trabajo como tarea, lo cual requería consultar una enciclopedia, un verdadero problema en aquella época porque no sabíamos acudir a una biblioteca y además había muy poco de dónde escoger.

En mi casa teníamos la Enciclopedia Británica, presentada en doce grandes tomos con pasta azul, papel amarillo por el paso del tiempo, ilustraciones en blanco y negro, letra diminuta y llenos de polvo debido al poco uso; ahora pienso que esa edición debía ser de principios del siglo XX, ya que muchos de los datos que buscábamos no aparecían por pertenecer a las tres o cuatro décadas anteriores. Por fortuna apareció la Enciclopedia Salvat, la cual venía en fascículos coleccionables que se mandaban a encuadernar por tomos. Fue una verdadera novedad por el colorido, la calidad del papel y la actualidad del contenido, pero si allí no encontrábamos el dato requerido nos tragaba la tierra. No quedaba sino arrancar para la Biblioteca Municipal o la del Banco de la República y si encontrábamos la información, a copiar sin descanso porque no existían fotocopiadoras, grabadoras, escáneres o demás aparatos. 

Imagino lo que será estudiar con una computadora y conexión a internet, además de poseer ese don que tienen las generaciones posteriores a la nuestra, el cual les permite entender a la perfección cualquier tipo de dispositivo electrónico; uno con esa facilidad y con Google, no necesita más. Pero deben ser ambas, porque aunque tengo acceso a la red me saco un ojo al momento de realizar una búsqueda; si quiero registrarme en algo llego hasta que me pide un código postal u otro dato por el estilo; y a diario me enredo con las claves, pasabordos, nombres de usuario y demás reseñas.  

Al finalizar el bachillerato los jóvenes reciben asesoría para determinar qué carrera seguir, visitan universidades, reciben información, investigan al respecto, etc., a diferencia de nosotros que tomábamos esa decisión reunidos en el recreo con los compañeros. Quienes tenían facilidad para las matemáticas optaban por una ingeniería; los hijos del papá finquero estudiaban agronomía o veterinaria; si tenía facilidad para el dibujo escogía arquitectura; el hijo del médico casi siempre seguía el ejemplo y así por el estilo nacían las vocaciones. Claro que entonces bastaba el paso por la universidad y el profesional salía a ejercer, a diferencia de ahora que tienen que hacer posgrados, diplomados, doctorados y cursos mil; sin olvidar que es indispensable el inglés y ojalá un tercer idioma.
Por los pelos nos libramos de este medio laboral competitivo y estresante, donde los ejecutivos son exprimidos al máximo y si no rinden, los remplazan por otro que tenga unos años menos y varios cartones más. A ese ritmo pocos llegarán a la edad de retiro.

A paso de tortuga.


Con los años me volví escéptico respecto a los anuncios que hacen sobre la construcción de cualquier tipo de obra, pública o privada, y resolví que solo creo en realidades tangibles. Ni siquiera con el proyecto en construcción porque aquí somos amigos de dejar las obras empezadas, cualquiera sea la razón para suspender los trabajos; para la muestra ahí están el macro proyecto de San José y el aeropuerto de Palestina. En el periódico anuncian cada cierto tiempo la construcción de nuevos centros comerciales, la llegada de un gran almacén o el trazado para una carretera nueva, pero pasan los años y nada de nada. Por eso prefiero esperar a que inauguren las obras para darlas por un hecho.

Desde mi ventana veo las máquinas que acondicionan el lote donde se construirá el Centro Cultural de la Universidad de Caldas, un proyecto del que oigo hablar desde hace por lo menos una década; con decir que el gran arquitecto Rogelio Salmona, quien lo diseñó, murió en 2007. El anterior rector de la universidad dejó el proyecto financiado y es posible que al menos la primera etapa sea una pronta realidad. Le seguiré el ritmo a los trabajos para estar pendiente de los avances y como ya dije, el día de la inauguración hablamos.

Me pregunto cómo será en los países desarrollados el proceso de construcción de la infraestructura vial, porque aquí es un verdadero viacrucis. Desde que hacen el anuncio hasta que ponen la obra en funcionamiento pasan años, lustros, décadas. Se cansa uno de leer en la prensa los paquidérmicos pasos que deben superarse para lograr mover la primera palada de tierra; primero el Confis, el Compes, el Banco Mundial y otros tantos organismos; después el recorrido por el Congreso donde le ponen palos en las ruedas para mirar cómo le meten el diente; pasa por Presidencia para sancionar la ley; de ahí a los Ministerios de Hacienda, Obras Públicas, Medio Ambiente y hasta el de Educación, donde ejércitos de burócratas justifican su corbata al ponerle talanqueras al proyecto.

El proceso de licitación es todo un parto porque a cada convocatoria le aparece un enemigo que obliga el aplazamiento, sin hablar de serruchos y mordidas. Cuando por fin resuelven cuál consorcio es el ganador, uno de los perdedores demanda el proceso y el pleito demora varios años en resolverse. A estas alturas el ciudadano que sigue la noticia pierde el interés y piensa que no hay posibilidad de que le alcance la vida para ver la obra terminada. Como no hay mal que dure cien años algún día se firma por fin el contrato con los constructores, pero el inicio de la obra todavía está lejano porque falta socializar el proyecto, diferentes estudios ambientales, rastreo arqueológico para defender el patrimonio ancestral, estudios de suelos, localización de escombreras y otras tantas condiciones impajaritables.  

Entonces cada quince días anuncian la suspensión de los trabajos porque se toparon con el rancho de un indígena o debido a que deben cruzar un hilo de agua y los ecologistas se oponen. Sin embargo los trabajos se reanudan y después de un tiempo anuncian con bombos y platillos la inauguración de un tramo de la vía, como sucedió con la cacareada Autopista del Sol, donde dieron al servicio diez kilómetros de doble calzada, lo que corresponde al uno por ciento del total del recorrido. O como el puente helicoidal de Dosquebradas donde hubo inauguración con Ministro a bordo, echaron voladores, discursos y ruptura de cinta, y ni siquiera habían conectado los viaductos, no tenían barandas, capa asfáltica ni habían construido otros puentes menores de acceso al lugar. Será que nos creen pendejos o qué.

Hace varios años llegó con el periódico un cuadernillo donde la Gobernación anunciaba el proyecto del anillo vial para el Aeropuerto de Palestina. Esa belleza de obras, tan necesarias y esperadas, parecían un sueño hecho realidad. Ahora al menos le trabajan a los diferentes frentes, aunque el porcentaje de lo terminado es muy bajo con respecto al total de lo prometido. Y como aquí resolvieron que al tramo que espera el inicio de obras no vuelven a hacerle mantenimiento, ahí está el que comunica a Tres Puertas con Santagueda totalmente abandonado, lleno de rotos e invadido por la maleza.

Ya en La Portada empiezan los trabajos de la corta doble calzada que va hasta Maloka, obra que está adelantada aunque a retazos y por ello aún no tiene cara. Desde Santagueda hacia La Plata y Palestina a la carretera solo falta construirle varios parches en sitios de hundimientos y pérdida de la banca, pero es cuestión de que le metan mano para terminarla. La vía Chinchiná - Alto de Curazao quedó muy buena hasta Hosterías del Café, y ahí adelantico, se construye una doble calzada que según el cuadernillo de marras llega hasta la vereda Cartagena. La obra evita entrar a Chinchiná porque conecta esa doble calzada, por una nueva carretera que ya iniciaron y va por detrás del embalse de Balsora, y cae a la troncal hacia Tarapacá II en inmediaciones de la estación de servicio inaugurada recientemente.
Aunque trabajan a paso de tortuga ahí van, con la seguridad que terminarán antes de que esté listo el aeropuerto, el cual no está ni tibio.

No sobra advertir…


A pocos días del inicio del Mundial de fútbol en Brasil, es recomendable reunir la familia para establecer las condiciones que regirán durante el lapso que dura el campeonato. Y como junio es el mes dedicado a los padres, serán ellos los beneficiados con todo tipo de derechos y privilegios para disfrutar del evento con la mayor comodidad. Como esto no es sino cada cuatro años, todos los miembros de la familia pueden hacer un pequeño sacrificio para que si el progenitor es pensionado, trabaja en la casa, está convaleciente o simplemente sacó vacaciones para dedicarse a lo suyo, tenga licencia para obrar como guste. Si en cambio el señor tiene que irse a cumplir con su horario de trabajo, los ratos que pueda estar en la casa y los fines de semana son exclusivos para él.

Varias semanas antes del inicio del campeonato es necesario ver todo tipo de programas referentes al evento deportivo, con análisis, proyecciones, comentarios y demás datos de interés, además de los partidos amistosos que juegan las distintas selecciones como parte de su preparación. Toda esta información es importante para tener una idea general antes de llenar el formulario de la polla mundialista, una apuesta muy entretenida que se juega con amigos y conocidos; lo mejor de la quiniela es que debemos hacerle fuerza a todos los partidos, así no tengan importancia, porque cada marcador acertado representa puntos a favor.

Por fortuna en esta oportunidad los horarios se acomodan a los nuestros, por realizarse el evento en el mismo continente, pero quien no logre ver los partidos durante el día puede disfrutarlos por la noche cuando los repitan en los canales internacionales. En todo caso, sea a la hora que sea, el televisor es de uso exclusivo para la programación referente a la competencia mundialista; nada de telenovelas, programas de concurso, series o emisiones especiales, porque durante un mes no aceptamos que en la pantalla del televisor se vea algo diferente al fútbol. También debe quedar claro que los aficionados a este deporte siempre queremos más y por ello nos choca que pregunten por qué vemos la repetición de los goles y las mejores jugadas, si nos hemos pasado todo el día frente a la pantalla.

Reunirse con amigos para ver los partidos es primordial, para tener con quién comentar, discutir y renegar cuando nuestro equipo no rinda, o si las decisiones del árbitro no nos convienen. Si el horario lo permite puede acompañarse el programa con unas cervecitas u otro tipo de licor; y el mecato no debe faltar para entretener el buche: crispetas, maní con pasas, empanaditas, cabano con queso… Las señoras pueden compartir el espacio siempre y cuando muestren algún interés por el partido, además de tener los mínimos conocimientos de lo que sucede en la cancha. Porque eso de preguntar al cabo de media hora cuál es nuestro equipo o exigir una explicación acerca de lo que es un fuera de lugar pasivo cuando el encuentro está en su mejor momento, son situaciones que puede crear roces y malos entendidos. Tampoco deben escandalizarse con el vocabulario, el cual llega a tornarse soez en momentos álgidos del encuentro; mentadas de madre, insultos a grito pelado, groserías al por mayor y todo tipo de improperios.

En el recinto donde se ve el partido no se admiten muchachitos atravesados, que pongan perinola, jodan y pregunten mil pendejadas, y mucho menos que se coman el mecato o el pasante que nos lleven para el aguardiente. Debe quedar claro que es un espacio dedicado al fútbol, donde no se habla de un tema diferente a ese deporte; quien tenga que entrar a cualquier otra cosa que proceda con prudencia, sin estorbar, y si debe cruzar frente a la pantalla, ojalá lo haga en cuatro patas. Porque preciso se atraviesan cuando van a cobrar un tiro libre, o no lo quiera el destino, al momento de marcar un gol. Y como algunas mujeres piensan que eso es lo mismo verlo en repetición…

De todos es sabido que la armonía de cualquier hogar se basa en la tolerancia y el respeto, pero durante el mes que dura el mundial de fútbol quienes somos aficionados a ese magno evento exigimos licencia para imponer nuestro derecho y disfrutar de ciertas libertades. Después de hacerle ganas durante tanto tiempo al pitazo inicial no existe el menor riesgo de que cedamos en cualquiera de nuestros privilegios; solo esperamos que nos den gusto en todo lo relacionado con el más popular y esperado programa, que ante la imposibilidad de asistir en persona podemos disfrutar desde la comodidad de nuestra casa.      
Por fortuna con los años me he vuelto menos emotivo y a diferencia de antes, que varios días previos a un partido de nuestra selección me sentía nervioso, con desasosiego y gusanera, ahora me importa apenas lo justo. Si ganamos muy bueno, pero si no, la vida sigue y a hacerle fuerza a los equipos que tengo como ganadores en la polla. Ahora necesito que solucionen el asunto de la alta definición en los canales privados, porque me afilié a ese plan con el único fin de disfrutar el mundial con la mejor imagen; y se acostumbra uno a ver con esa nitidez y después la televisión análoga le parece una porquería.

Prensa con telarañas.


Al reunirme con Ramiro Henao para examinar documentos antiguos, le pedí prestados algunos ejemplares de esa gran cantidad de periódicos y demás publicaciones que circularon en Manizales hace aproximadamente un siglo. Por ser tanto material lo miré por encima, sin detallarlo, de manera que me traje unos pocos escogidos al azar para leerlos con calma. Y agradezco la confianza porque son documentos que por su antigüedad están deteriorados y debe manipularse con mucho cuidado, ya que el papel se rompe con solo mirarlo.

En 1899 inició la Guerra de los mil días y puedo imaginar lo que sería simpatizar con el partido liberal en una ciudad como Manizales, perteneciente entonces al Estado Soberano de Antioquia, donde la mayoría de sus ciudadanos militaban en las toldas azules. Pues de ese mismo año encuentro un periodiquito cachiporro del cual transcribo textualmente algunos apartes.

“El Correo del Sur. Manizales, Sábado 23 de Septiembre de 1899. DIRECTORES: Jesús M. Guingue C. Jesús Londoño Martínez. Oficina: Librería, Papelería y Agencia de Molina y Guingue. Almacén de D. Melitón Echeverri, una cuadra hacia el Sur de la plaza de Bolívar. Dirección telegráfica: CORREO. Para todo lo relativo a colaboración, remitidos, comunicados, pedido de suscripciones, contrato de anuncios y envío de fondos, dirigirse a los Directores. Todo escrito debe traer firma responsable. No se devuelven originales. Respecto a los que no se publiquen, no se explicará la causa. TIP. CALDAS. – MANIZALES”.

En vista de que los colaboradores serían pocos, por incompatibilidad ideológica, gran porcentaje del espacio está dedicado a la publicidad; además, la mayoría de avisos pertenecen a negocios de los directores. Y como era común en la época no falta el aviso en verso: “En el almacén Manuel A. Botero: Se hallan telas de seda para trajes/ y botas y coquetas zapatillas/ chales finos, magníficos encajes/ espléndidos perfumes y mantillas/. Polvo Antea, Las Gracias y Coqueta/ gasa de seda tenue y vaporosa/ calzado al escoger, y una completa/ colección de peluches asombrosa/. En adornos se encuentran maravillas:/ sutiles blondas llenas de primores/ cinturones, letines y varillas/ y tejidos de cuentas de colores/. Céfiros y corseets, linón muy fino/ franelas y boticas reductoras/ cuellos y puños de admirable lino/ y corbatas de seda encantadoras/. Medias de varias clases, superiores/ paraguas, colgaduras deliciosas/ camisas interiores y exteriores/ venid y lo veréis. ¡¡¡La mar de cosas!!!”.

Un profesional ofrece sus servicios: “Se acaban los errores si las casas de comercio de esta ciudad se desprenden de unos pocos duros, para pagar un Contador que con honradez, pulcritud y esmero les lleve sus libros. Para el efecto se ofrece el infrascrito, que tiene más de seis años de práctica como Gerente y Contador del Banco de Sonsón, del Agrícola, y actual contador del Industrial. Manizales, agosto 1899. Guillermo Robledo C.”. Los directores del periódico aprovechan una nota alarmista para mandarle el sablazo a sus deudores: “Ojo! Mucho ojo! –Según asegura el señor Rodolfo Falb, Profesor de las Universidades Astronómicas de Viena y Praga, el mundo se acabará como cosa infalible el 13 de Noviembre del presente año, de 2 a 5 de la tarde. En esta infausta fecha pasará ante nosotros el mismo gran cometa que apareció en los años de 1833 y 1866, causando horrible escándalo; vendrá rodeado de un gran número de asteroides interplanetarios. Oído, pues, el fin del mundo se aproxima y es bueno de antemano ir arreglando toda cuenta pendiente. Arregle la cuenta de su suscripción á El Correo del Sur. ó su agencia si es agente del periódico”.

Otros clasificados dicen: “Compendio de urbanidad por Carreño á cuarenta centavos venden Molina y Guingue”. “Gramática castellana por Bello, anotada por Cuervo, última edición, venden, á 4 pesos Molina y Guingue”. “De novedad al almacén de José M. Ocampo y Cia, acaba de llegar un hermoso surtido de sombreros, pavas, formas para adornar, todo de última moda y diversidad de precios. De hierro esmaltado: jarras, tazas de baño, baldes, cafeteras, jaboneras, ollas, soperas, cacerolas, tazas comunes y bandejas. ¡¡Ocurrid!! ¡¡Ocurrid!!”. “Asegure sus billetes. Se ofrecen en venta las productivas haciendas denominadas ¨La Fonda¨ situada en este municipio y ¨La América¨ en el de Neira. –Entenderse con el señor Cipriano Botero”.

Una sección para sociales: “Dn. Eduardo Jaramillo W. Murió el día 18 de este mes. Reciba toda su muy estimable familia nuestro sentido pésame”. “Azahares. –La espiritual señorita doña Sofía Arango y el laborioso joven doctor don Valerio Hoyos, recibieron la bendición nupcial el 18 de este mes. Que sea siempre feliz esta amable pareja”. “ANIVERSARIO. El de la muerte del señor don Juan B. Jaramillo A. tendrá lugar el día 25 del presente mes. Su esposa, hijos y demás familia suplican á todos sus amigos y á las demás personas piadosas se sirvan concurrir á la iglesia á rogar por el eterno descanso del alma del finado. Manizales, Sepbre. 23 de 1899”.
El envío de un corresponsal: “Cartago, 16 de Sepbre. De 1899. Me dicen de Buenaventura: ¨Prensa yanke indignada por fallo altamente injusto y soberano contra Dreyfus. Llama a los franceses bastardos. Publicaciones acremente escritas. Computándole a Dreyfus tiempo que pagó en La Isla del Diablo, quédale por sufrir quince (15) días de prisión. No obstante hay agitación en Rennes y París, llegándose á temer guerra Europea¨. Salúdolo. Fdo. Jose Jesus Montoya”.

jueves, mayo 29, 2014

Charlas con mi madre.


Cuando alguien me pregunta, al comentar alguno de mis escritos, de dónde saco las expresiones, dichos, cuentos, apuntes de doble sentido y demás gracejos que acostumbro, respondo que todo es heredado de mi mamá. Pero dejo claro que no le llego ni a los tobillos, porque ella fue genial y espontánea, con una gracia innata y una forma de enfrentar la vida excepcional. A su vez ella recibió el legado de su padre, Rafael Arango Villegas, cuya obra habla por sí sola de su genialidad y fino humor. Hace cinco años murió la vieja y a diario la recuerdo, además porque tengo como muletilla repetir “como decía mi mamá” en medio de cualquier conversación.

A mi madre no se le podía ocultar nada porque tenía el sexto sentido muy desarrollado y definitivamente se las pillaba al vuelo. Le bastaba mirarnos a los ojos para saber que algo andaba mal; y al enterarse del asunto, por grave que fuera, nunca se escandalizaba ni armaba un escándalo. Prefería taparle a mi papá ese tipo de problemas para evitar que renegara y estirara trompa, y en cambio buscaba la forma de solucionarlos de la mejor manera. Siempre nos dio libertad y cuando adolescentes salíamos de noche, nos daba la bendición y respondía a quien le preguntara dónde estábamos: En la vida. Quiero revivir cómo fueron esas charlas con ella en diferentes situaciones, no sin antes advertir que aunque escogió mi nombre, siempre me llamó Pedro; vaya uno a saber por qué.

*Pedrito, a qué hora arrancan. Después de almuerzo, amá, voy a la casa de mi amigo y de ahí nos lleva el papá. Y quién más va o qué… Yo qué voy a saber amá, nos invitaron a tres compañeros del colegio, pero de resto ni idea. Bueno, tráigame el maletín yo reviso qué lleva. No amá, qué va; ya empaqué y fresca que eché todo. Venga a ver, qué es ese desgualete… métase la camisa y pásese un peine por esa cabeza. Ahorita… acaso me voy ya. Ojo pues, bien educado y se lava los dientes después de cada comida; y por la noche rece algo antes de acostarse… que no parezca un animalito. Tranquila má, eso me lo ha dicho mil veces. Pues se lo voy a repetir así no le guste; y tráigame la cartera le ajusto lo que le dio su papá. Listo amacita. Mucho cuidadito pues y que no los coja la noche al regreso.

*Sí ve amá, se lo advertí: hoy dijo el profesor de biología que mañana no deja entrar a clase al que no lleve el libro. Si lo van a usar se lo compramos con gusto, porque cuántos libros han dejado nuevos, sin siquiera abrirlos; en todo caso le aconsejo que no le diga a sus papá hoy, porque amaneció con el mico al hombro y está inaguantable. Entonces qué hago… después pierdo la materia y que conste que no es mi culpa. Vea Pedrito, no me venga con cuentos que usted pierde las materias es por maqueta; mejor espere a que el viejo amanezca enguayabado esta semana y ahí le pide la plata, eso no falla.

*Pedro… ¿esta tarde tiene algo importante en el colegio? Qué va má, lo mismo de siempre, ningún examen ni nada parecido. Entonces quédese abajo y sube cuando su papá se vaya para la fábrica; hacemos un perrito mientras oímos a Montecristo y después me lleva a Villamaría. Listo má, de una; ¿y eso a qué? Tengo que ir a donde Carmelita a ver si me tiene listas unas costuras y a dejarle otros encargos, y de una vez tomamos el algo por allá; unos chorizos bien sabrosos. Pa lo que no hay pereza amacita, si es con mecatiada mucho mejor; eso sí, esperamos a que llamen del colegio pa que usted conteste. Tranquilo, y ahorita mismo le hago la excusa; en todo caso que no se entere su papá porque nos mata. Fresca má, y mire a ver qué más mandados necesita.

*Venga mijo, dígame la verdad… ¿ustedes hicieron fiesta el fin de semana? No amá, cómo se le ocurre… usted de dónde saca esas cosas. No se me haga el pendejo que tengo varias pruebas; de manera que desembuche de una vez. Pues… la verdad es que vinieron unas parejas de amigos, pero fiesta fiesta, no fue; una reunioncita tranquila. ¿Sí? Y dígame por qué quebraron la imagen de la Virgen de encima de mi mesa de noche; con solo verla me di cuenta de que la pegaron de afán. Eso fui yo que salí del baño a las carreras y… No me venga con cuentos mijito que si hubiera sido así, usted guarda los pedazos para mandarla a arreglar. Bueno má, está bien, pero le juro que no hicimos nada malo. Noooo, me imagino que lo que hicieron fue muy bueno; en todo caso la próxima vez me piden permiso. Y que su papá no se entere.
A mi mamá le bastaba olernos para saber de dónde veníamos. Si habíamos comido albóndigas, decía: Vaya lávese esa trompa que huele a polaco. En cambio al que llegaba copetón y despelucao de “la vida”, le ordenaba: Báñese antes de acostarse y se restriega bien por allá. Esa cucha fue única e irrepetible.

jueves, mayo 22, 2014

Empleos en extinción.


Al hacer un balance de tantos empleos que han desaparecido con el paso del tiempo, la mayoría desplazados por la tecnología, puede deducirse que es una de las principales causas de los altos índices del desempleo actual; lo extraño es que en los estudios referentes al tema nunca la mencionan. La llegada de la cibernética resultó ser el puntillazo para miles de personas que se vieron relegadas de sus oficios por máquinas que cumplen las mismas funciones, a muchísima mayor velocidad y con escaso margen de error.

Un trabajo que subsiste porque no puede ser reemplazado, al menos por ahora, es el de empleada doméstica. Claro que las condiciones han cambiado en cuanto a horarios, salarios y demás derechos y deberes. Hoy en día es un lujo tener una empleada tiempo completo, a la cual debe pagársele salario mínimo, subsidio de transporte, seguridad social, pensión, etc., mientras que es más común contratarlas por días u otros horarios establecidos, los cuales son cada vez más reducidos. Y somos privilegiados, porque en los países desarrollados son pocos quienes pueden permitirse dicho gasto.

Me da golpe ver algunas empleadas que se quejan porque el trabajo es muy duro, lo que hace recordar a aquellas mujeres que se colocaban en casas donde la familia se componía de una docena de personas, en promedio, algo muy común en nuestra cultura. Pero sobre todo porque antaño el trabajo era más exigente, debido a que no tenían la ayuda de tantos electrodomésticos y productos de aseo que existen en la actualidad. Basta recordar la rutina diaria de esas mujeres, para preguntarse cómo daban abasto. La cocinera se encargaba de su labor con esmero, mientras la entrodera era responsable de mantener la casa como una tacita de plata; además de lavar y aplanchar montañas de ropa. En un principio solo tenían libre la tarde del domingo, pero luego se impuso que salían el sábado después del almuerzo y regresaban el lunes madrugadas.

Como no existían alimentos congelados, pre cocidos o elaborados, la fámula debía preparar todo en su cocina. Antes de acostarse dejaba la olla con el maíz cocinado para madrugar a molerlo, en un molino manual que no faltaba en ningún hogar; luego armar y asar las arepas en una parrilla con resistencias eléctricas, lo que era una novedad porque había aprendido en fogón de leña. Y preparaba arepas por cantidades, porque no solo se consumían al desayuno sino que eran infaltables para acompañar las comidas, para el algo, y además gustaban mucho a deshoras. De igual manera preparaba empanadas, tamales, tortas, pasteles, dulces y demás delicias.

Aquellas empleadas no contaban con esa variedad de aparatos y productos que facilitan ahora la cocina. Las neveras formaban unos bloques de hielo en el congelador que imposibilitaba la manipulación de los alimentos allí guardados, por lo que cada cierto tiempo debían desconectarlas para despejar el espacio. Recuerdo que llegaba a mi casa los lunes a medio día y al pasar por la cocina para robarme una tajada madura o una papa frita, encontraba el piso forrado con periódicos que entrapaban el agua que chorreaba de la nevera; la puerta abierta y todo el contenido en el poyo mientras la limpiaban por dentro.

A la entrodera sí que le tocaba duro. Tendía camas, recogía ropa sucia y toallas, arreglaba baños, pasaba la escoba, sacudía el polvo, organizaba el desorden, ponía la mesa y la recogía, pasaba los platos, etc. Los pisos eran de madera y para mantenerlos relucientes, una vez a la semana dedicaba tiempo a su cuidado: primero virutiaba con un trozo de esponja metálica que restregaba con el pié mientras llevaba el ritmo como cualquier bailarina, luego aplicaba la cera y después de que secara, procedía a brillar con una trapeadora; después llegaron las brilladoras eléctricas para facilitar esa labor. Todos estábamos advertidos del día que enceraban, porque quien entrara descuidado seguro que paraba las patas al primer paso. Otro día lavaba vidrios, lo que hacía con periódicos viejos, agua y alcohol. Y pasaba las tardes en el lavadero con la ropa, la cual colgaba a secar en unas cuerdas en el patio; y cada que lloviznaba corría a recogerla.

El señor que arreglaba los prados llegaba siempre antes de medio día para lograr almuerzo. Todas las casas tenían antejardín y patio trasero, prados que recortaba el hombre con una máquina manual que producía un ruido muy particular; un machete, la lima, el rastrillo y un costal para recoger la basura completaban su herramienta de trabajo. Cada cierto tiempo iba un tipo que hacía ciertos oficios pesados como limpiar tapetes, los cuales colgaba en el patio y golpeaba con una escoba; se subía al zarzo a coger goteras, lavaba el garaje y cualquier otra cosa que resultara.
Esas labores se hacían bajo la dirección de la patrona y ella misma participaba en algunas, como cuando resolvía hacerle una policía a los clósets. En mi casa compraron un adminículo para aplicar la viruta, que consistía en una plataforma pesada debajo de la cual se acomodaba la fibra metálica, y un palo como de escoba para manipularlo. También servía para jugar, porque uno se paraba en la plataforma, se acurrucaba, se agarraba bien y un hermanito lo jalaba con el mango de madera. Otro de nuestros improvisados juguetes.

martes, mayo 06, 2014

Espías modernos.


Las nuevas generaciones no sabrán de qué se trata eso de la Guerra Fría, ahora que el término ha recobrado vigencia. Pensarán que se trata de una zaga del estilo de La Guerra de las Galaxias, de un conflicto en el Círculo Polar Ártico o de una competencia comercial entre dos multinacionales productoras de helados y paletas. En cambio para nosotros el final de ese conflicto tácito entre el bloque Soviético con los países de la Cortina de Hierro, contra Estados Unidos y sus aliados de occidente, representó que se extinguieran las novelas, películas e historietas que basaban su argumento en el tema.

Empecé a cogerle gusto a la lectura con las novelitas de vaqueros que leía en el colegio, cuando en clase ponía el libro dentro del texto de estudio para fingir que estaba concentrado en las enseñanzas del profesor; todas eran igualitas, la misma trama, idénticos personajes y un final predecible, pero hacían pasar el tiempo a las volandas. Después aparecieron las de Ian Fleming, en las que el agente secreto 007, James Bond, participaba en las más apasionantes misiones del espionaje internacional. La edición presentaba unos libritos pequeños, alargados, redactados en un estilo muy particular que nos envolvía y entretenía. Después llegaron las películas con el actor británico Sean Connery, que sin ser el primero en personificar al sofisticado espía, fue el más recordado de esa primera época.

Pues ahora parecen querer reactivar el añoso conflicto porque los eternos enemigos se muestran los colmillos a diario. La diferencia radica en que ahora tenemos criterio y poder de discernir, a diferencia de antes cuando el cine de Hollywood nos lavó el cerebro y llegó a convencernos de que nombrar a los rusos era lo mismo que referirse al mismísimo Satanás. En aquellas películas los militantes comunistas se caracterizaban por torpes e ineptos, a diferencia del guapo, un espía de occidente, quien siempre llevaba a término las más emocionantes y arriesgadas misiones.

La historia de la península de Crimea es antigua y complicada, pero sus habitantes se consideran rusos porque el territorio perteneció a esa nación hasta 1954, cuando Nikita Kruschev se lo regaló a los ucranianos. Ante la pretensión de Rusia de recuperarlo Ucrania puso el grito en el cielo y buscó apoyo de la comunidad internacional, pero al darle al pueblo la oportunidad de decidir su destino, el 95% votó por regresar a sus orígenes. Entonces los países de Europa occidental se unieron a Estados Unidos para torpedear el proceso, como si la historia de esas naciones no estuviera basada en imperialismo e intervención; qué tal, el diablo haciendo hostias. Sin duda se interesan por esa región debido a su localización estratégica, porque de lo contrario ni siquiera opinarían.

Y a pesar del pataleo del gobierno ucraniano, del respaldo del presidente Obama quien de distintas formas ha tratado de disuadir a Rusia de la intervención, la señora Merkel que amenaza y pontifica, los demás mandatarios del grupo de los 8, la OTAN, Comunidad Europea y demás organismos por el estilo, el señor Putin viajó a Crimea y Sebastopol con la plana mayor de su gobierno, y procedió a solucionar los más urgentes problemas de esa región que ha soportado una larga crisis económica. De una vez cuadraron el reloj con la misma hora de la madrecita Rusia y también rebajaron el costo de los tiquetes de avión, para que los rusos se animen a vacacionar en las hermosas playas del mar Negro.  

Por otro lado los chinos con su nadaito de perro observan desde la barrera el rifirrafe entre los fuertes de occidente, sabedores de que su opinión ante cualquier enfrentamiento será tenida en cuenta por su poderío económico y militar. Está claro que todos los que meten la cucharada en el conflicto es porque tienen intereses económicos en esa región, ya que por allí cruzan muchos de los oleoductos que abastecen a Europa de petróleo; además están ariscos porque los rusos anduvieron de bajo perfil debido a una pobreza franciscana que soportaron durante varios lustros, situación que parece haber cambiado de forma radical.   

En todo caso de llegarse a reactivar el conflicto cambia definitivamente lo referente al espionaje, porque aquellos agentes secretos que debían meterse en la boca del lobo para obtener información ya están mandados a recoger. Ahora todo se controla desde una habitación atiborrada de equipos electrónicos y señales obtenidas por satélite, mientras unos genios teclean y observan sus monitores; intervenir teléfonos y demás comunicaciones es pan de cada día. Si un simple ciudadano desde un dispositivo puede localizar una residencia en cualquier lugar del mundo y además observarla desde la calle frente al portón de la casa, qué no podrán hacer quienes cuentan con toda la tecnología moderna a su disposición. Un hacker es capaz de leerle a cualquier mortal hasta los malos pensamientos.
El espionaje físico lo realizan los miembros de delegaciones diplomáticas y consiste en parar oreja cuando asisten a fiestas, cocteles y demás reuniones sociales. No sobrevive sino el recuerdo de aquellos queridos personajes: James Bond;  Míster Solo e Illya Kuryaki; el súper agente 86 Maxwell Smart y su compañera la agente 99; Los Profesionales, Doyle y Bodie, espías del CI5; y uno más reciente: Jason Bourne. A todos los borró de un brochazo el señor Snowden. O mejor, de un clic.

jueves, abril 17, 2014

Bomba de tiempo.


A principios de la década de 1970 iniciaron operación en nuestro país dos ensambladoras de vehículos y mucha gente decidió vender su automóvil importado para mercarse un pichirilo moderno. Hasta entonces los carros que recorrían las calles eran grandes, potentes, seguros y muy finos, pero debido a la acumulación de modelos ya presentaban fallas. Y aunque esos primeros carritos, Simca y Renault 4, parecían latas de sardinas comparados con sus antecesores, la novelería pudo más y muchos consumidores procedieron con el cambio.

Pero a diferencia de ahora que entregan un vehículo con solo presentar la cédula, con amplios plazos e intereses bajos, en aquella época tocaba esperar turno durante varios meses para lograr estrenar; y además pagarlo de contado y por adelantado. Cuando llegó el Renault 12, más amplio y confortable, mi papá hizo el esfuerzo y después de escoger el color en una consulta familiar, se dirigió al concesionario a negociarlo. Grande fue su decepción cuando le dijeron que se demoraba cuatro meses, hasta que vio uno en la vitrina que no se vendía por el color: café popó. Sin pensarlo dos veces se montó y arrancó para la casa en él, sapo que debimos tragarnos durante los tantos años que duró ese bollo ambulante en el garaje.

En esa época el tráfico fluía sin dificultad porque los carros eran los justos. Basta decir que en las carreras 22 y 23, en el centro, podía parquearse en un carril y por el otro transitaban vehículos particulares, taxis y buses urbanos. Había muy pocas motos y lo único que debía evitarse era a los domicilios en sus bicicletas. En las carreteras los camiones eran escasos, la gasolina barata, y los peajes pocos y a peso. Cuán diferente al despelote en que se ha convertido el tránsito automotor, y a unos costos absurdos, como que para ir en carro a Pereira y volver hay que echarse ochenta mil pesos al bolsillo.

La variedad de marcas y modelos que inundan el mercado automotriz es cada vez mayor, y con las facilidades que ofrecen al cliente para pagar, las ventas crecen como espuma mientras que por las vías ya no puede transitarse. Con precios de feria una sola marca vendió mil setecientos vehículos durante un fin de semana, señal de una sociedad de consumo desbocada. Durante mucho tiempo se rompió el record de ventas en el sector automotor cada mes, y en el momento que estas decrecieron un poco, el gobierno tomó medidas para reactivarlas. Me pregunto cuándo tomarán conciencia de que la situación es una bomba de tiempo que a este paso no demora en reventar.  

Y el problema radica en que no tenemos infraestructura vial. En Colombia es novedad que inauguren una carretera, un viaducto, puente, repartidor vial, etc., y el número de kilómetros en doble calzada es muy bajo. En una ciudad como Manizales seguimos con las mismas vías desde hace muchos años, y así por encima, puedo decir que lo único que han hecho recientemente es convertir en calle unas escaleras que bajaban entre el edificio Los Rosales y el antiguo Seminario Mayor. De resto, nada. Claro que nuestra topografía no es fácil, pero como mínimo deberían existir proyectos.

La avenida Paralela, que al finalizar en Sancancio debía seguir por la ladera hacia el barrio Lusitania, paralela a la avenida Mendoza Hoyos, quedó suspendida por una falla geológica en terrenos del Batallón. ¿Acaso no existen soluciones para ese tipo de inconveniente?; porque la única vía que nos comunica con La Enea ya está saturada. ¿Y en qué quedó una avenida que comunicaba a La Sultana con Maltería, para habilitar otro ingreso a la ciudad? ¿Y la tan cacareada en su momento Avenida del Sesquicentenario, qué? ¿Ni siquiera van a terminar el par vial del sector de San José? Por fortuna no hemos llegado a tener los atascos y el ofusque que se viven en Bogotá, pero la situación ya se torna desesperante y en un dos por tres estaremos en las mismas.

Mientras tanto las autoridades dan palos de ciego para tratar de solucionar el problema, con medidas como el pico y placa, lo que en muchos casos empeora la situación debido a que algunos propietarios de vehículos particulares tienen capacidad económica para comprar un segundo carro. Y los motociclistas pululan sin control, ya que ningún alcalde se atreve a meterse con ellos porque lo tumban en un santiamén; la modalidad de moto taxi se impone y basa su éxito en los bajos costos de las carreras, y los accidentados en esos aparatos congestionan los servicios de urgencias en los hospitales.
En Manizales un mago se inventó hace años una fórmula para agilizar el tráfico, al destinar los cuatro carriles de la avenida Santander en un solo sentido, de oriente a occidente, mientras la Paralela quedó en sentido contrario. Como es común en nuestro medio la campaña de socialización fue escasa y apresurada, por lo que la avalancha de accidentes fue tal que a los pocos días debió reversar la medida. El eminente funcionario no columbró que a pesar del desbarajuste ocasionado, igual que antes el tráfico fluía en los mismos dos carriles en cada sentido. Como es costumbre la plata que se invirtió en personal, publicidad, educación, pintura de vías, etc., se perdió. ¿Y qué pasó?, ¡pues nada, como siempre!

Futuro incierto.


En reciente encuesta sobre la satisfacción de los colombianos de vivir en las diferentes ciudades, los manizaleños ocupamos el segundo lugar después de los habitantes de Medellín. Queremos nuestra ciudad, la disfrutamos, reconocemos sus falencias pero al mismo tiempo destacamos sus virtudes, y esa aceptación pueden notarla quienes nos visitan. La ciudad es ordenada, limpia y agradable, y su agreste topografía la hacen interesante y variopinta. Aunque es cierto que las comparaciones son odiosas, basta visitar otros lugares para darnos cuenta de que nuestros problemas no son tan terribles como a veces nos parecen.

Quien se queje por el tráfico y la movilidad, que vaya un día a Bogotá y recorra las vías para que alabe nuestra situación; muchos se lamentan por la proliferación de motos, pero a lo mejor no han visitado Caracas para que vean lo que es el anarquismo en dos ruedas; aunque tuvimos un problema coyuntural con el acueducto, muchas poblaciones de Colombia aún no cuentan con ese vital servicio; claro que aquí también hay calles en mal estado, pero son nimiedades comparadas con otras ciudades donde están convertidas en trochas; tenemos tugurios, como en todas las capitales, pero posiblemente en menor cantidad. Y a pesar de la inseguridad, al menos no vivimos paranoicos y medrosos porque nos pueden atracar.

Sin duda la educación y amabilidad de nuestras gentes hacen diferencia, porque es comentario general de quienes nos conocen. Aquí respiramos aire puro y tranquilidad; tenemos panorama para dar y convidar; el clima es una maravilla y en la calle la gente saluda al pasar. Sin embargo debemos reconocer que la ciudad ha perdido importancia en el ámbito nacional y tal vez la causa más relevante de ese retroceso es la falta de comunicación con el resto del país; somos una ciudad terminal, en invierno quedamos aislamos por vía terrestre y el aeropuerto La Nubia cada vez mueve menos pasajeros, gracias a que Avianca está empeñada en obligarnos a viajar por Pereira. 

Este aislamiento frena el desarrollo de Manizales y por ello la juventud emigra a buscar oportunidades a otras latitudes. Además, las rencillas personales y la falta de coherencia en lo que queremos para la ciudad impiden que retomemos la senda del progreso y así nos quedaremos rezagados sin remedio. Los dirigentes políticos se preocupan más por su interés personal y los representantes de los gremios pasan inadvertidos, mientras los chismes hacen carrera y terminan por desestimar iniciativas y menoscabar reputaciones. El senador Barco nos dejó de herencia la expresión blancaje, término discriminatorio muy usado por resentidos y  apocaos para destilar odio contra sus semejantes.

Rememoramos con nostalgia todas esas industrias e instituciones representativas de la región que han desaparecido, por diferentes causas, y que en su momento le dieron lustre a Manizales y al Departamento: Banco de Caldas, Seguros Atlas, Corporación Financiera de Caldas, Tejidos Única, Cementos Caldas, etc., y más recientemente el Banco de la República. Ahora estamos de un cacho de quedarnos sin aeropuerto y el Club Manizales busca con desespero la fórmula para no sucumbir; mientras los socios antiguos desaparecen, no existen jóvenes que hagan el relevo.

Para completar el oscuro panorama empieza a hablarse del fin de una industria que ha sido orgullo y referente de nuestra región: la Licorera de Caldas. Y todo porque llegó a la gerencia una persona que a diferencia de muchos de sus predecesores, que utilizaron el cargo como trampolín político o para llenarse los bolsillos, quiso coger el toro por los cachos y enfrentar la realidad. Una empresa convertida en fortín político durante décadas, que ha sido ordeñada sin miramientos, donde el derroche y la corrupción han hecho carrera, no podía durar para siempre. Lo fácil para el doctor Seidel hubiera sido aguantar y dejarle el problema al próximo gerente, y en cambio ahora quieren echarle la culpa. 

La situación de la Licorera es desesperada y para comprobarlo basta saber que de la nómina sobran más de la mitad de los empleados; que el indispensable software está desactualizado y no sirve para nada; que la principal empresa del departamento no cumple con las normas ambientales; es tal el desgreño administrativo que la auditoría externa se abstuvo de entregar su informe; y cómo estará de fregado el escenario, que ninguna aseguradora muestra interés por hacer tratos con la empresa. Sin duda el negocio de los licores ha cambiado y ya no es la maravilla a la que estábamos acostumbrados, realidad que tendrá muy preocupados a los políticos que durante mucho tiempo han conseguido allí los recursos para financiar sus campañas y no estarán dispuestos a renunciar a semejante teta.
A pesar de todo vivimos en un paraíso y para conservarlo debemos unir voluntades, empujar todos para el mismo lado, luchar por salir adelante, dejar a un lado la maledicencia y la envidia, y sobre todo proponer soluciones en vez de criticar por criticar. Ojalá sea posible salvar la Licorera, porque no quiero imaginar el día que viaje al exterior y mi anfitrión encargue una botellita de Ron Viejo o de Aguardiente Cristal y tenga que decirle que ya no se producen, que si quiere del Valle o de Antioquia. Eso sería como perder la Catedral basílica; y no me refiero al Nevado del Ruiz, porque gracias al calentamiento global desaparecerá en unos veinte o treinta años.

martes, marzo 25, 2014

Memoria viva (I).


Cuando en mi casa cambiaban la ropa de camas los lunes, la empacaban junto a otras prendas en grandes talegas de tela para que mi mamá las llevara a una casita que aún existe abajito del edificio de la Andi, a mano derecha bajando, donde Marina se encargaba de lavarla y plancharla. Para su negocio la mujer aprovechaba un chorrito de agua que brotaba del barranco al frente de su casa, y recuerdo a mi madre cuando volteaba el De Soto en esa carretera estrecha y poco transitada, mientras la lavandera le indicaba hasta dónde podía echar reversa.

Hace poco me llamó una señora para comentar acerca de un artículo donde me referí a nuestra infancia en el barrio La Camelia y para mi sorpresa, preguntó por mis padres, tíos y demás parientes. Cuando quise saber por qué nos conocía tan bien, dijo ser hermana de Marina y empezó a relatarme la historia de su familia. Al percatarme de su gracia y locuacidad, la interrumpí y le propuse que mejor nos reuniéramos para poder tomar nota de tantas anécdotas y datos de interés. Doña Leticia Cuartas Chica tiene algo más de 80 años, una lucidez absoluta, memoria fotográfica, simpatía arrolladora y su único achaque aparente es que oye solo por un oído, y poquito. De manera que bastó arrimarme y hablarle durito para disfrutar de su agradable charla.

Recién fundada Manizales nacieron unos gemelos, pero como era común en esa época, la madre murió después del parto. El papá los hizo bautizar con los nombres de Victoriano y Raúl, y debido a su parecido, les amarró un lacito de color en las muñecas para reconocerlos. Hasta que cierto día durante el baño las marcas se perdieron y no quedó manera de distinguirlos, y cuando poco después murió uno de los bebés, el padre resolvió llamar Victoriano al sobreviviente. Por cosas del destino ese niño se crió con la familia de don Joaquín Arango Restrepo, uno de los fundadores de la ciudad, a quien en la repartición de predios le tocaron los terrenos que ocupan hoy los barrios Sancancio, Palermo, Milán, Alto del Perro, el Batallón y todo el terreno que hay hasta Expoferias; la quebrada del Perro y el río Chinchiná eran linderos de la propiedad. La casa de don Joaquín quedaba donde funcionó muchos años Iderna, en Sancancio, lote que en la actualidad ocupa el Conjunto Horizontes, donde resido.           

Una hermana de don Joaquín, Matea, fue como una madre para Victoriano Chica y cuando el muchacho cumplió la mayoría de edad, le adjudicaron el lote para que levantara su casita, además de permitirle cultivar la tierra y engordar ganado en los potreros. Como el joven ya tenía intención de casarse puso todo su empeño en la construcción del rancho con madera obtenida de los bosques aledaños; el entramado del techo amarrado con bejucos, porque las puntillas eran costosas y escasas, dos habitaciones y una cocina con piso de tierra conformaban la humilde vivienda. Poco después de casarse ya tenía dos hijos varones, Juan de la Rosa y Jaime, y al estallar la Guerra de los mil días, en 1899, el mayor de los muchachos estaba en edad de alistarse en el ejército. Pero el angustiado padre no estaba dispuesto a perder a su hijo mayor en el campo de batalla y procedió a cavar un amplio agujero en medio del rastrojo, cerca a la casa, para construir una caleta dónde acomodar al muchacho mientras pasaba el conflicto. Todos los días le llevaba comida, lo acompañaba un rato y buscaba la forma de mantenerlo entretenido.

Hasta que algún vecino los denunció, el muchacho fue detenido y enrolado, y nunca más volvieron a saber de él. Por un costado de la casita bajaba un camino de herradura que arrancaba desde Milancito, un bailadero que funcionó muchos años arribita del batallón, y en La Teresita se unía al camino que baja desde el Alto del Perro. Cuando empezaron a construir la carretera, por el trazado actual, la mano de obra la ponían los presos que trabajaban encadenados y así cumplían sus condenas a trabajos forzados. Al llegar frente de su predio le advirtieron a Victoriano que debían utilizar dinamita para demoler una inmensa piedra y que seguramente la vivienda quedaría destruida. Entonces él pidió que le dieran una esperita y procedió a cortar madera para formar una barrera de protección, y además cubrió el techo con ramas y chamizos que amortiguaran la explosión. Por fortuna su esfuerzo surtió efecto porque la casa no sufrió daños de consideración.
Néstor Cuartas, yerno de Victoriano, trabajaba como mayordomo de la finca La Nubia (donde está el aeropuerto) de Juan Antonio Toro, la misma que lindaba con Lusitania, cuya casa restauraron y hoy sirve de sede a Jardines de la Esperanza. Allí vivía con su mujer Eulalia Chica y los hijos pequeños, entre ellos Leticia, porque los que estudiaban residían en la casa del abuelo para poder asistir a la escuela, que funcionaba en una casita localizada a un costado de donde muchos años después construyeron el edificio Cuezzo. Los domingos el abuelo llevaba a sus nietos hasta La Nubia para que se vieran con sus padres; viajaban montados en un burro por el camino de herradura, para regresar de nuevo al caer la tarde. Continuará…

Memoria viva (II).


A doña Leticia Cuartas Chica no le alcanzan las palabras para referirse a su abuelito Victoriano y con nostalgia lo recuerda en sus últimos años como un viejo imponente y bravo, de luenga barba blanca y bigotes con puntas hacia arriba, siempre dispuesto a entretener a sus nietos con relatos y anécdotas de una larga existencia. Fue reconocido en los primeros años de la aldea, que se convirtió con el tiempo en nuestra ciudad, como el primer amansador de caballos; y uno de sus parientes más querido fue el tan nombrado padre Adolfo Hoyos Ocampo, de quien decía que era muy pinchado porque se ponía zapatos. Entonces los nietos le preguntaban por qué él nunca había usado calzado, a lo que respondía que por haber caminado siempre a pie limpio, los tenía muy anchos y por lo tanto no existía zapato que le sirviera.

Después de habitar mucho tiempo en su finca de Sancancio, don Joaquín Arango Restrepo resolvió construir una casa en el centro de Manizales para residir en ella, en la carrera 21 con calle 29, y la finca quedó habitada por uno de sus hijos que ya tenía familia propia. Pasados los años el patricio murió y por fortuna Victoriano no tuvo problemas con los herederos a pesar de no poseer escrituras de los terrenos que ocupaba. Mucho tiempo después los asuntos de la familia Arango pasaron a manos de uno de los nietos, Daniel, quien resolvió vender los terrenos que había explotado la estirpe de Victoriano durante tantos años. El nuevo propietario, don Gustavo Larrea, después de conocer la historia de la familia Chica permitió que siguieran con los mismos privilegios.

Pero sucedió que el predio cambió de manos otra vez y el nuevo dueño fue un señor de apellido López, quien sin ninguna consideración procedió a desalojarlos de inmediato. Por fortuna el juez que dirimió el pleito falló a favor de los herederos de don Victoriano, aunque solo lograron que les reconocieran la vivienda y el patio, donde residieron hasta hace pocos años cuando decidieron venderla. Son muchos los recuerdos que guardan ellos de la casita, rodeada de árboles y con una vista espectacular, en la que vivieron tantas cosas durante su larga existencia.

Recuerda doña Leticia que en 1942 construyeron el Batallón Ayacucho, pero antes allí existió la tienda de un señor Luis Carlos, localizada exactamente donde quedaba la Guardia del Batallón en sus primeros años, sobre la avenida Santander. A diario los mandaban a ella y sus hermanitos a hacer algún mandado a la tienda, comprar chocolate, arroz, parva o velas, y aunque ellos parecían muy comedidos, la verdad es que cumplían la orden con gusto porque don Luis les encimaba una colación. Entonces hablamos acerca del imponente edificio que construyen en el lote que ocupó la vieja casa de La Camelia y así supe por qué ella conoce tanto acerca de mi familia. Resulta que durante su niñez la casona era de don César Vallejo y su mujer Mercedes Salazar, con quien trabajaba como agregado el papá de doña Leticia, y por lo tanto allí vivieron durante una temporada; por cierto, los patrones fueron padrinos de uno de los retoños de la familia Cuartas Chica.

En ese momento recordé una foto que tengo de esa casa, en la década de 1940, cuando ya era propiedad de mi abuelo Rafael Arango Villegas. La señora se emocionó al verla, empezó a rememorar momentos vividos allí y tuvo muy presente que desde aquellos tiempos Marina era la encargada de lavar la ropa de mi familia materna. Tiempo después, cuando doña Leticia ya tenía hijos pequeños, eran ellos quienes le ofrecían a la tía Marina llevar la ropa a La Camelia cuando estuviera lista; tanta amabilidad se debía a que mi abuela Graciela al verlos llegar sudorosos y cansados, los hacía entrar al comedor y allí les servían un refresco con parva para que tomaran el algo.       

Con el fin de recaudar fondos para el CEDER, a principios de la década de 1970 se presentó en el teatro Fundadores la compañía de teatro de Jaime Botero para presentar Asistencia y Camas, de autoría del abuelo Rafael. Encargaron a mi mamá y a la tía Lucy de conseguir varios objetos necesarios para la escenografía y se les ocurrió que Marina podía ayudarlas. Necesitaban, entre otras cosas, unas matas bien bonitas para adornar el corredor de la asistencia, pero las querían sembradas en bacinillas y ollas que ya hubieran cumplido su ciclo. Pues las hermanas Cuartas buscaron en un basurero y consiguieron una bacinilla vieja y desportillada, además de algunas ollas apachurradas, y allí sembraron florecidos novios, peralonsos y geranios. También les prestaron unas cortinas de croché y otros trebejos, y como contraprestación recibieron boletas para que todos asistieran a la función.

Deliciosa la tertulia con doña Leticia y don Hernan, el “hermanito” de 75 años que la acompañó, porque revivimos maravillosos momentos. Como cuando mencioné el Instituto San Rafael y Hernan me contó que Fray Escalante vive aún, el religioso franciscano que dirigía el taller de carpintería y metalurgia donde mi mamá iba todas las semanas a encargar algún trabajo. Con la sotana llena de aserrín, serio, recursivo y metódico, nunca lo vimos siquiera sonreír y solo respondía con monosílabos. ¡Me parece verlo!

martes, marzo 04, 2014

La querencia natural.


La primera vez que oí la palabra querencia fue en transmisiones taurinas, al referirse el comentarista de turno al momento en que el toro se raja y empieza a buscar las tablas. Relata entonces que el animal, herido y maltratado, abandona su lucha por la supervivencia y recurre entonces a la seguridad que le brinda el entablado del redondel para dirigirse a la puerta de chiqueros, lugar por el que ingresó a ese circo de crueldad y muerte. Todos los animales, racionales e irracionales, tenemos nuestra querencia natural y en ella encontramos refugio y bienestar.

Me enteré de un método nuevo de educación implantado recientemente en Japón para que las nuevas generaciones crezcan sin apego a la tierra natal y por el contrario se sientan ciudadanos del mundo. Jóvenes que al momento de ingresar al mercado laboral estén cómodos en cualquier rincón del planeta, sin echar de menos todas esas cosas que nos unen a nuestro pasado y a la cultura que compartimos durante la infancia y juventud. Personas que no deban lealtad a una bandera, que disfruten cualquier oferta gastronómica, que no extrañen familia ni amistades y en general desconozcan lo que es la nostalgia.

Es difícil asimilar esos modernismos a quienes crecimos en familias unidas, cuando no se usaba que algunos de sus miembros vivieran en el exterior. Pasa el tiempo y aunque los hijos formen sus propios hogares, siguen visitando a diario la casa de los viejos para mantener vivo el lazo afectivo; claro que faltan ellos y desaparece ese punto de encuentro tan importante para la unión familiar. En cambio las nuevas generaciones aspiran ingresar a la universidad en otra ciudad, y de no poder hacerlo, estudian en su entorno pero apenas terminan proceden a buscar trabajo en otras latitudes. Y con una facilidad asombrosa tramitan becas, intercambios o convenios que les permiten radicarse en el exterior.

Pertenezco tal vez a la última generación que nació, vivió y aspira morir en su terruño. Pero a diferencia de nuestros padres que tenían cerca a hijos, nietos y demás allegados, a muchos ahora nos toca compartir con la familia a través de un dispositivo electrónico. Es triste y frustrante ver a los abuelos modernos enterarse del nacimiento de su nieto en otro continente y saber que lograrán conocerlo cuando el muchachito ya esté crecido; y así le hagan morisquetas y carantoñas a diario por una pantalla, el apego de ese niño nunca será como el que conocemos.

Al ver ejecutivos jóvenes que recorren el mundo, a tantos que estudian en otros países o a los mochileros que viajan por todo el planeta, envidio esa oportunidad de conocer otras culturas e interactuar con gentes y razas diferentes, pero de inmediato me consuelo al mirar por la ventana y observar la belleza de mi tierra. Las pocas veces que he viajado disfruté al máximo la experiencia, pero al mismo tiempo sentí un gran alivio al regresar a mi casa. Soy de los que se van para la costa atlántica y después de saborear a diario los platos típicos de la región, de comer pescado y mariscos en todas sus preparaciones, a los diez días añoro un chicharrón, la arepa con mantequilla, una sopita casera, los frijoles, el chorizo, el arroz con huevo y demás platos tradicionales de nuestro menú diario.  

Aunque sé que nunca debo decir de esa agua no beberé, porque la vida da muchas vueltas y nunca sabemos a dónde iremos a parar, espero que el destino no me obligue a radicarme en una ciudad diferente a la mía, y mucho menos en un país donde existan las estaciones. Porque si me golpea el frío de por aquí, que no baja de los 14 grados centígrados, tirito de solo pensar en lo que será un invierno bien largo a temperaturas por debajo de los cero grados. Me parece deprimente, aterrador, invivible y supremamente desagradable. Qué tal eso sumado a la soledad, sin familia ni amigos a la mano, y en una comunidad bien diferente a la nuestra, donde nadie mira a un extraño a la cara y mucho menos le dirige la palabra. Y yo que le entablo conversa al que se atraviese.

Sentimos un apego natural por la ciudad que nos vio nacer, pero en especial por nuestro hogar. Allí nos sentimos protegidos y acompañados, seguros y confiados, pero sobre todo a gusto. Puede ser una mansión o un pequeño apartamento pero  es nuestra casa, y así visite uno París, Nueva York o Estambul, al poco tiempo siente ese imán que lo jala hacia su querencia natural. El baño propio, la cama, la almohada, el cajón del nochero, sus libros, la nevera con los antojos, esos recovecos donde guardamos chucherías, la cajita de herramientas y tantas cosas que conforman nuestro menaje.
Además cada persona tiene su lugar especial, que puede ser la cama, un estudio o el sillón preferido donde ve televisión, lee, oye música o simplemente cabecea mientras llega la hora de acostarse a dormir. Otros tienen su rincón donde no dejan entrar ni a limpiar el polvo y es común que el adolescente viva encerrado en su habitación sin dar señales de vida. Y mejor no menciono esa última querencia a la que toca cogerle cariño a las malas: el frío osario.

martes, febrero 25, 2014

Espiritualidad.


Nada más respetable que las creencias religiosas de las personas y la manera como manejan su espiritualidad. Por ello son tan infructuosas las discusiones acerca del tema, porque un creyente no da su brazo a torcer ante ningún argumento. Los seres humanos quedamos matriculados en una religión desde el mismo momento de nuestra concepción. El niño nace en un hogar católico, por ejemplo, y a los pocos días ya participa en el primer sacramento, el bautizo, donde le endilgan un nombre y lo alistan en las filas espirituales de sus ancestros. Después vienen la primera comunión y la confirmación, y si el infante estudia en un colegio regentado por religiosos, allá se encargan de manejarlo con rienda corta para que no se desvíe del camino.

Por fortuna algunos también heredan de sus mayores el gusto por la lectura y así empiezan a entretenerse con cuentos infantiles, comics y novelitas rosa, pero con el paso del tiempo madura su gusto literario y alguna vez se topan con lecturas que les permiten conocer una visión diferente a la que les inculcaron desde pequeños. Encontrarse por ejemplo con el movimiento de La Ilustración, en el que varios ilustres e inquietos pensadores europeos del siglo XVII decidieron recurrir a la razón para combatir la ignorancia y la superchería, además de sacudirse del control absoluto que ejercían entonces las religiones sobre la humanidad. Para fortuna de quienes han manejado a través de los siglos las riendas de esas religiones, siempre han sido minoría los que cuestionan, difieren, razonan y deciden manejar su propia espiritualidad.

Debido al reciente escándalo causado por las desafortunadas declaraciones de la pastora cristiana Maria Luisa Piraquive, muy diferentes a las que se esperan de alguien que ostenta un cargo como el suyo, pudo notarse la fidelidad absoluta que le profesan sus seguidores. No importaron denuncias, testimonios en contra, pruebas y demás ataques a la señora, y por el contrario parece que sus adeptos darían la vida por ella. A nadie le molesta que sus pastores vivan como reyes, en ostentosas mansiones y con lujos desmedidos, y además están dispuestos a seguir con el aporte del diezmo que les corresponde. Por cierto, los periodistas de la W radio quedaron callados cuando uno de esos cristianos, después de discutir un rato, les recordó que el catolicismo también exige un diezmo similar, aunque pocos lo acatan, y que si se trata de discriminación, qué decir de esa misma iglesia que prohíbe a las mujeres, que son mayoría, subirse al púlpito.

Mi hijo se fue a recorrer el sureste asiático durante un semestre sabático y me cuenta que lo que más ha llamado su atención es la espiritualidad de esas gentes. En la India las personas viven en función de festivales religiosos y existen templos de todo tipo, dedicados a las miles de divinidades que adoran; entre ellos a muchos animales como monos, tigres, elefantes, serpientes y uno muy particular dedicado a las ratas. Decenas de miles de esos roedores viven a sus anchas en un amplio edificio, donde los fieles les mantienen palanganas con leche y otros alimentos; un acto de devoción es comerse un poquito de la costra que se forma en dichos recipientes. Además, nadie debe entrar con zapatos al lugar y es signo de buena suerte lograr ver una de las pocas ratas blancas que habitan allí. Tengo muy claro que allá no entro ni a reclamar una herencia.

En la isla de Bali, en Indonesia, a los lados de las carreteras pueden verse infinidad de humildes viviendas y enseguida de cada una un templo. Resulta que nadie construye su casa hasta no tener el dinero suficiente para levantar el templo donde pueda orar con su familia, y en todos los casos este último es más amplio y lujoso que la vivienda. Todas las personas destinan la mitad de sus ingresos para honrar a los dioses, donaciones que se hacen en especie y en dinero; en la calle venden unas cajitas fabricadas con hojas de palma tejidas y en ellas empacan las ofrendas que dejan al pie de las estatuas sagradas: cigarrillos, galletas, dinero en efectivo, fósforos, chocolatinas, llaveros y cualquier cosa que pueda uno imaginar. La mayoría de esos objetos van a parar a la basura y el dinero es invertido hasta el último peso en mejoras para el santuario. La diferencia con las iglesias de occidente es que allá no existen intermediarios y por lo tanto nadie se lucra de la devoción popular.

Ignorancia, angustia, inseguridad, temor y algunas falencias de la personalidad son el combustible que permite el funcionamiento de las diferentes iglesias, porque el ser humano es proclive a aferrarse a dichas creencias para sentirse a salvo. La mayoría se queda con esas primeras enseñanzas religiosas basadas en amenazas y promesas; otros creen que su devoción asegura bienestar y éxito para todos los suyos; tantos que dudan pero no se atreven a cuestionar por miedo al fuego eterno; los fanáticos que no admiten críticas ni debates; y esa gran masa que sigue un credo porque sí, porque así es más fácil.
Y la crítica va para todas las iglesias y religiones que explotan y manipulan a sus creyentes, ya que no me cabe duda de que se trata del negocio más antiguo y rentable del que se tenga noticia.

miércoles, febrero 19, 2014

Conforme con el género.


A veces me pregunto si vivimos una etapa evolutiva en la cual la sexualidad cambia sus patrones o a lo mejor sucede como en las modas, que tiempo después regresan para imponerse de nuevo. Porque el homosexualismo fue algo común por ejemplo en la época de Alejando Magno, quien a pesar de tener muchas mujeres en su vida compartía la cama con Bagoas, el eunuco persa que sirvió como esclavo al gran guerrero. Y los romanos en sus bacanales eran servidos por hermosas doncellas y apuestos efebos, siempre dispuestos a satisfacer el variado gusto de sus amos; porque a esa gente como que le gustaba de res y de marrano.

Entonces la duda es si durante la historia del hombre el gusto por personas del mismo sexo ha sido igual de intenso, o en las últimas décadas ha aumentado de forma considerable el número de militantes de lo que conocemos por aquí como “el otro equipo”. En los países más desarrollados las parejas de hombres o mujeres son algo común, mientras en el tercer mundo todavía se miran con recelo, novelería y hasta repulsión. Durante nuestra adolescencia y juventud salir del clóset en nuestro medio era muy difícil, ante el rechazo casi general, y por lo tanto muchos “dañaos” emigraban a otras tierras o se metían a conventos y seminarios. Otros decidieron disimular y formaron familia, para vivir una existencia falsa y amargada.

Mientras tanto quienes tenemos bien definida nuestra sexualidad, alguna vez hemos participado en discusiones amistosas donde los miembros de cada género defienden su condición y exponen razones para no querer pertenecer al sexo opuesto. Las mujeres hablan de sus ventajas y critican a los varones por diferentes razones, mientras nosotros decimos babosadas, le metemos morbo a la conversación e insistimos en que no cambiamos nuestra situación por nada del mundo; eso sí, que no nos falten las damas porque quedamos incompletos. Sin duda son controversias inútiles porque nunca nos pondremos de acuerdo, por la simple razón que cada quien está satisfecho con lo suyo y no alcanzamos siquiera a imaginar una opción diferente.

A diario agradezco haber nacido varón, sobre todo cuando veo a mi mujer en algunas situaciones muy propias de su género. Por ejemplo soy enemigo de untarme cualquier producto en la piel y me siento incómodo cuando debo acceder a que me apliquen bloqueador solar o repelente contra los zancudos. Entonces imagino lo que será maquillarse todos los días de la vida, depender de esa máscara para salir a enfrentar la rutina y al terminar el día verse obligado a embadurnarse de nuevo para retirar todo ese pegote. Y después échese crema para las arrugas, agua de rosas, Acid Mantle, el menjurje para fortalecer el pelo y un reconstituyente para las uñas.

En asuntos del vestir sí que soy diferente a las damas. Vamos para una fiesta o paseo y me pongo lo que mi mujer decida, sin rechistar, mientras ella empieza con varios días de anticipación a pensar en la muda que va a lucir; claro que siempre prefiere algo prestado, porque lo propio le parece pelludo y pasado de moda. Cuando tiene varias opciones procede a tenderlas sobre una cama, las detalla, se las mide y desfila ante el espejo, para después preguntarme cuál me gusta más. Sin dudarlo señalo mi preferida y de inmediato esa queda descartada, de lo cual me entero el día del compromiso, aunque antes de salir cambia de parecer por lo menos dos veces antes de decidirse. Otra ventaja de ser hombre y además cero vanidoso, es que la palabra moda no existe para mí.

 Y qué tal el julepe de ellas con el bendito pelo. Ninguna está conforme con lo que tiene y hay que ver el tiempo que pasan bregando con marrones y bigudíes, echándose cepillo y secador, para terminar renegando porque se les para un cachumbo, el copete no funciona o no pueden asentar una onda rebelde. De manera que deben irse para la peluquería donde la oferta es amplia: pintura de pelo, iluminaciones y rayitos, encrespado o alisado, extensiones, cortes clásicos y novedosos, además de que las antojan de comprar productos y accesorios. No importa cuánto cueste con tal de quedar satisfechas, así la dicha les dure máximo una semana. Y como los años no vienen solos y las canas aparecen, a pintarse las raíces cada quince días para mantener la tapadera.

El arreglo de uñas lo dejan para tarde en la noche y después a esperar que se sequen para evitar dañarlas con el roce de las sábanas, y durante un rato caminan como un pato debido a las esponjitas que se ponen entre los dedos de los pies. Me da repelús verlas arrancarse las cejas con pinzas o aplicarse cera caliente para remover los vellos de las piernas de un tirón; ni hablar de la modalidad de depilarse la horqueta. Y no alcancé a hablar del embarazo, el cólico menstrual, la citología, los juanetes, las cirugías estéticas, los zapatos de tacón, el contenido de las carteras, el glamur, la mamografía y demás perendenques.
Lo que sí queda demostrado es que el homosexualismo es genético, porque de qué otra manera puede explicarse que a un hombre le provoque maquillarse, ponerse tanga, brassier, vestido largo y zapatos de plataforma.

jueves, febrero 13, 2014

Pasmosa ineficiencia.


En este país ocurren unas cosas que nos dejan estupefactos, iracundos, desconsolados y en un estado de indefensión que desespera. Las conocemos de oídas y comentamos respecto a ellas, pero al ver pruebas y testimonios la desazón nos invade. Somos conscientes de que esto debe cambiar, pero la realidad final es siempre la misma: no hacemos nada, no pasa nada y los corruptos siempre se salen con la suya. Además, aprovechan nuestra indolencia y pasividad que son alarmantes.

Con las movilizaciones y paros que son tan frecuentes en este país, recordé algo que siempre me ha sorprendido. Durante el tiempo que trabajé en una empresa de aviación, hace ya muchos años, era común que el gremio de los controladores aéreos exigiera mejores condiciones laborales y durante esas protestas, quienes laborábamos en los aeropuertos enfrentábamos muchas dificultades por el traumatismo causado a la operación diaria de aeronaves. Pero a diferencia de cualquier otro asalariado que debe recurrir a mítines, boicots, amenazas, enfrentamientos con los directivos y muchas veces llegar a las vías de hecho, porque de lo contrario no le paran bolas, a los funcionarios de la Aerocivil les basta con aplicar el reglamento para crear un caos.

Aunque parece un galimatías, una sinrazón, es absolutamente cierto y además una táctica que no tenía pierde; ¿o a quién pueden sancionar por cumplir con su deber? El asunto funciona así: resulta que según la regla un avión no puede carretear sino a una distancia determinada de otro, a diferencia de como sucede ahora por ejemplo en Eldorado donde largas filas de aeronaves esperan turno. Igual sucede con los tiempos reglamentarios entre despegues y aterrizajes, además de otras muchas normativas que se pasan a diario por la galleta. De manera que si los controladores deciden hacer respetar las normas, no se alcanza a cumplir ni con la mitad de los vuelos programados; los pilotos comerciales utilizan el mismo método de protesta. Quiere decir entonces que en nuestro país la operación aérea se realiza sin cumplir con las medidas de seguridad establecidas, con la anuencia de directivos y autoridades.

Algún día dejó de llegarme la factura mensual de un impuesto municipal y procedí a llamar para buscar una solución. Después de luchar con el conmutador y saltar de tecla en tecla, por fin logré hablar con la funcionaria encargada. Expuse el inconveniente, convencido de que alabaría mi diligencia, pero respondió que el fallo estaba en la empresa de mensajería. Le pregunté si podía remediarlo al enviarme otra factura y respondió que no tenía tiempo, que el problema era mío.

 Ahora me entero de un asunto que me tiene perplejo. Resolvió el gobierno actualizar las licencias de conducción y como suele suceder, la ciudadanía dejó el trámite para última hora; claro, como aquí sabemos que aplazarán la fecha límite durante un tiempo indeterminado... Como siempre, unos contratistas son los encargados de realizar los chequeos y demás pruebas correspondientes, empresa que deja jugosas ganancias a ellos y a quienes les adjudican los contratos. Nada qué hacer porque así funciona el sistema, pero lo mínimo que esperamos es que realicen bien su labor. Además, deberían efectuar exámenes de conducción y reconocimientos médicos completos.

Las irregularidades son escandalosas y los casos que refiero los oí de boca de las personas interesadas; nada que me contaron, supe, por ahí escuché. Va un señor de sesenta años y en el examen de los ojos el encargado le pide que lea unas letras, lo que hace sin dificultad. Acto seguido le ordena que se quite las gafas, ante lo cual el paciente admite que no puede leerlas. Ahí el supuesto facultativo empieza a chulear ítems en un formulario y pregunta al interesado si quiere que le ponga restricción de gafas. Como este responde que no, el baboso muy orondo acata la sugerencia. Otro señor realizaba la prueba de reflejos y mientras tanto la encargada, una fulana con pinta de prepago, dándole la espalda se arregló las uñas mientras chateaba por el celular; nunca comprobó el desarrollo de la prueba.

Estos eminentes profesionales parecen desconocer que las personas de edad avanzada tienen deficiencias en sus funciones y para ellos es lo mismo un anciano que un adolescente, por lo que las pruebas técnicas, de reflejos y exámenes médicos son los mismos para todos los aspirantes. Muchos viejos que padecen enfermedades de los órganos de los sentidos, neurológicas y demás males comunes de la edad, aprueban sin problema todos los chequeos necesarios para renovar la licencia; parece que la única condición para obtener el documento es tener el dinero necesario para cancelar el importe.
La mayoría de ancianos conducen con prudencia, pero debido a su pérdida de funciones y demás achaques propios de la edad pueden cometer una trágica imprudencia. Cierta vez llegó uno de mis hermanos a contarle a mi papá, quien entonces tenía unos 75 años, que un amigo lo vio pasarse muy tranquilo un semáforo en rojo. El viejo preguntó dónde y a qué hora sucedió el hecho, pensó un momento y al darse cuenta de su error, entregó las llaves a su hijo y le pidió que vendiera el carro. De manera que si el gobierno no controla, queda en manos de cada persona decidir si es apta para algo tan delicado como conducir un vehículo.

martes, febrero 04, 2014

Una mirada atrás.


Asombra ver el poco conocimiento que tienen la mayoría de manizaleños acerca de la historia de la ciudad, sobre todo los jóvenes, a quienes no parece interesarles nada de lo sucedido antes de la fecha de su nacimiento. En cambio otros disfrutamos al ver fotos antiguas, oír anécdotas y relatos de nuestros antepasados, recordar personajes típicos que hicieron historia, conocer textos y documentos de antaño, y demás asuntos alusivos al devenir de nuestro terruño. Por ello aprecio tanto reunirme con mi pariente Ramiro Henao, quien me enseña todo ese material que recibió como herencia de su padre, el doctor Félix Henao Toro, hombre de vasta cultura y amplios conocimientos.

En la más reciente tertulia escarbamos en una colección de periódicos, publicados en Manizales en un lapso comprendido entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Lo que más llamó mi atención fue la inquietud literaria de nuestros ancestros, ya que por aquellas calendas circulaban por las calles de la ciudad gran cantidad de publicaciones de todo tipo; claro que a diferencia de ahora, cuando basta un clic para acceder a cualquier tipo de información, entonces debían contentarse con lo que se publicara en la localidad. El caso es que aquellas empresas quijotescas eran emprendidas por los ciudadanos con el apoyo irrestricto de comerciantes y empresarios, quienes financiaban las ediciones por medio de la pauta publicitaria; por cierto, en muchos casos era mayor el espacio destinado a los avisos comerciales que el contenido noticioso y literario de los periódicos.

Entre tanto material me topé con el Boletín de estadística de Manizales, publicado el 20 de octubre de 1916 y dirigido por M. Isauro Echeverri, cuyo contenido presenta interesantes datos de una ciudad que entonces tenía 66 años de fundada. Unas ocho imprentas trabajaban día y noche para atender los encargos, porque durante ese período existieron en la ciudad aproximadamente quince publicaciones entre periódicos y revistas; El Criterio, Renacimiento, La Idea, El Eco, El Cable, Correo de Caldas, La Andina, entre otros, y sus colaboradores fueron personajes reconocidos como Aquilino Villegas, Alfonso Robledo, Pbro. Nazario Restrepo, Ricardo Jaramillo Arango, Jesús María Guingue, José María Restrepo Maya, Vicente Gutiérrez, Alfonso Villegas A., Rafael Arango Villegas, Marcelino Arango, Pompilio Gutiérrez y muchos otros ciudadanos.

Pero además en ese lapso circularon 22 publicaciones literarias, entre ellas El Artesano, que apareció en 1904 y después de un tiempo fue suspendido a causa de una censura eclesiástica por haber enaltecido un suicidio; mi abuelo Rafael Arango Villegas dirigió dos publicaciones: El Gitano y Punto y coma. También existieron 13 periódicos de variedades e intereses generales, entre los que destaco Mercurio, fundado en 1913 por Francisco José Gómez con el objeto de luchar por los buenos precios del café (si supiera don Pacho que seguimos en las mismas); 12 Industriales y noticiosos; y en los periódicos políticos podía notarse la hegemonía conservadora, porque de 17 publicaciones sólo 5 eran de orientación liberal.  

En 1915 murieron en la ciudad 1243 ciudadanos y llama la atención que muchos de ellos fallecieron a causa de enfermedades que hoy son fácilmente controladas; tosferina, tuberculosis, meningitis, sarampión, bronquitis y bronco neumonía eran muy comunes, y solo de lombrices murieron 38 niños mientras la causa de otras 26 defunciones fue el raquitismo. Por esa fecha operaban aquí tres comunidades religiosas: Agustinos Recoletos, Hermanos Maristas (2 franceses, un suizo y 3 colombianos) y las Hermanas de La Presentación (una francesa y 14 colombianas). Un obispo, un vicario, dos curas párrocos, dos capellanes y otros 10 sacerdotes completaban la representación de la iglesia.

Hace un siglo ya explotaban varias minas que todavía funcionan en Manizales y Villamaría, como La Coqueta, El Diamante, La Cascada y Toldafría, las cuales produjeron ese mismo año un total de 420 kilos de plata y 178 mil castellanos de oro. En la ciudad existían 73 almacenes y diferentes comercios que importaban sus mercancías de Europa y Estados Unidos. Al mismo tiempo operaban 17 casas exportadoras de café, 9 de metales preciosos, 8 de cacao y 4 de pieles. La empresa de energía disponía de una planta de 130 caballos que producía 110 voltios, los cuales abastecían 14 industrias y 264 lámparas del alumbrado público, más las 2819 lámparas particulares que eran vendidas o arrendadas. En la empresa laboraban 16 personas y la nómina mensual era de 610 pesos oro.

Entonces los rangos militares eran asignados por el gobierno a ciudadanos destacados, quienes recibían el nombramiento, el uniforme y salían a combatir en las tantas escaramuzas que era tan comunes, incluida la famosa Guerra de los mil días. En 1915 vivían en Manizales un general en jefe, Pompilio Gutiérrez; un general de división, Jesus María Arias; 7 generales de brigada, entre ellos Alejandro Gutiérrez, Marcelino Arango y Enrique Restrepo Botero (mi bisabuelo). Uno de los tres coroneles era Juan de Dios Jaramillo; Aquilino Villegas y otros dos ciudadanos eran tenientes coroneles; 9 sargentos mayores, 17 capitanes, 8 tenientes y 10 subtenientes conformaban la oficialidad residente en la ciudad. 
Muchos otros datos curiosos e interesantes pueden verse en el boletín estadístico de 1916, como que el año anterior en esta capital vivían 34720 habitantes, Aguadas superaba a Pereira en población y Santa Rosa de Cabal a Armenia. Siempre es que desde entonces ha pasado mucha agua bajo el puente.