Con razón el genial columnista Oscar Domínguez llama Bobo Sapiens a quienes militamos en esta rama de la zoología; porque los seres humanos somos bien particulares. Mientras que quienes residen en el campo y las veredas sueñan con trasladarse a la cabecera municipal, de ahí a la ciudad más cercana, luego a Bogotá y si hay forma viajar al exterior a lavar platos e inodoros, los que trabajan en las grandes metrópolis deben desplazarse durante horas en tren porque residen en los suburbios; hacen ese sacrificio diario con tal de poder respirar aire puro y disfrutar de la tranquilidad que ofrece el campo.
La gente celebra que la ciudad crezca y se desarrolle, y se dan discusiones entre oriundos de diferentes capitales sobre cuál tiene más habitantes, cuántas industrias importantes registran, dónde se ofrecen mejores oportunidades, etc., sin detenerse a pensar que las urbes llegan a un punto que se vuelven invivibles. Para la muestra Bogotá, donde ya piensan qué van a hacer en pocos años cuando la cantidad de vehículos en las calles hagan imposible la movilización; aparte de eso el ruido, la polución, la inseguridad, el despelote, la irascibilidad de sus habitantes y las filas para todo.
En los pueblos la gente se conoce y se tiene confianza. Todo es fácil, cerquita, barato y relajado. Otra particularidad son los personajes típicos, que se pierden a medida que el municipio crece. Del Manizales de mi juventud recuerdo a Nazario, llamado también El loco bendiciones; a Margarito, un viejo maricón que se tongoneaba por las aceras; La Loca María, una fufurufa descontinuada que enseñaba sus encantos; Quijano, con los hombros llenos de caspa y un cartapacio de dibujos bajo el brazo; y Don Quijote, un viejo esmirriado que en ferias se disfrazaba de caballero andante y recorría las calles en un jamelgo al que decoraba con la publicidad de los patrocinadores.
También había un personaje cascarrabias al que le gritábamos “Largá la polla y tomá los cinco”, y tocaba salir a la carrera porque el ofendido empezaba a decir groserías y a tirar piedras. Y muchos otros que no alcanzo a relacionar, hasta el famoso Pa´l guaro que hasta hace poco pedía limosna en el semáforo de Cristo Rey para comprarse un aguardiente. Ahora sólo quedan un viejito de luenga barba que recorre la 23 ataviado con uniforme militar y la pareja de ciegos que tocan un tambor y unas maracas, y a quienes irónicamente bautizaron Los nada que ver.
Otrora existían en Manizales unos personajes que se dedicaban a cargar bultos, muebles, electrodomésticos y todo lo que fuera necesario, lo que evitaba tener que conseguir un vehículo para hacer cualquier trasteo. Esos tipos se echaban al hombro lo que fuera y más que forzudos, eran baquianos. Con la ayuda de una reata de cabuya trenzada y una cincha que se acomodaban en la frente, alzaban una nevera, un escaparate o una vitrina; o se juntaban varios y cargaban un piano. Los llamaban terciadores y se mantenían en los alrededores de la Catedral Basílica, a la espera de clientes que requirieran sus servicios; recuerdo el nombre de uno de ellos porque en la familia de mi mamá, cada que había que mover un mueble o hacer una fuerza, decían a modo de charla que llamaran a Jesús Vallejo.
Cuentan que un señor llamado Alpiniano Londoño vivía diagonal a la iglesia de La Inmaculada, donde ahora existe un centro comercial, y todas las mañanas, muy temprano, se acomodaba en una mesa del café El Rhin, que quedaba ahí en la esquina. El programa era tomarse el primer aguardiente con el padre Chocolito, por entonces párroco de La Inmaculada, y quien a esas alturas ya había dicho misa de cinco para las beatas y los madrugadores. Al curita le servían el guaro en pocillo de tinto, ceremonia que repetía varias veces durante el día. Y desde esa hora empezaba también don Alpiniano a tupirle a la copa, a la que por cierto era muy aficionado.
Ya por la tarde el personaje prefería rematar la faena en el café El Polo y uno de sus contertulios preferidos era el famoso Cáscara, otro protagonista de la bohemia de entonces. El problema que se presentaba todas las noches era que a Alpiniano se le iba la mano con el traguito y terminaba doblado como una billetera, aunque consciente de su problema, tuvo la precaución desde un principio de contratar un terciador para que lo llevara a la casa. Apenas el hombre fruncía mandaban por Vallejo, quien aparecía al momento con el canasto que dichos coteros cargaban en la espalda; luego lo sentaba en el fondo del canasto, le dejaba las piernas por fuera para que cupiera y arrancaba con él a cuestas por toda la carrera 22 con destino a su residencia.
Hasta que una noche Jesús Vallejo le dijo a Cáscara que él no le jalaba más a esa contrata, porque las hermanas del borracho no hacían sino echarle cantaleta, como si la culpa fuera de él, y que además le advirtieron que la próxima vez que les llevara ese joto no le iban a pagar el servicio. En ese momento Alpiniano desde el canasto abrió un ojo, aunque todos lo suponían profundo, y con voz pastosa terció:
-Tranquilo Vallejo, si no le pagan no me entrega.
pamear@telmex.net.co
4 comentarios:
Qué buena anécdota!
Tres puntos:
1. Hoy el Poncho me ganó para leer su artículo y hacer su comentario. Igual lo disfruté despues de hacer la siesta del sábado que es piyama y todo.
2. Ahora me doy cuenta que es una "maricada" sentirse orgulloso por que su ciudad crezca para volverse una metrópoli: con el crecimiento comienzan a abundar igualmente los políticos ladrones (Léase alcaldes), el trafico insoportable, los ladroenes comunes y silvestres aparte de los políticos, los impuestos, el desasosiego, los pitos, las motos, el humo, los carros y uno termina mudándose a una ciudad dormitorio o suburbio para usar un término gringo.
3. Todos los pueblso y ciudades tienen sus peronajes. De Buga recuerdo dos en particular: "Te pegó concha" que se parece al de "Larga la polla" y "La Reina Julia" que emulaba a la Jovita Fiejo de Cali. Esta, la de Buga, usaba toda clase de prendas que las damas de la ciudad le ragalaban y usaba toda clase de coyares, pulseras y en general aderezos propios de una noble que vivía en su crebro desgastado por la pobreza y los problemas de salud. Y toda su vida esperó a un principe que llegaría a casarse son ella. Hasta bueno vivir así, sin pensar en los recibos del agua, de la luz, el teléfono, el gas, los impuestos, las matrículs de los hijos en la universidad, etc. etc
Como siempre me gustó lo que escribe. Como dicen las comadres,que Dios le aumente el don de colocar sobre el papel lo que otros no queremos o no podemos precisamente por carecer de ese don, estimado tataratataraprimo.
Dn. Pablo: En el artículo del jueves, junio 16, 2011 le faltó mencionar a Napoleón que se mantenía por los lados del parque Bolívar con una capa de caucho, un palo y una corneta de tocadiscos de La Víctor, anunciando comercios - o como dicen ahora, "Pautando"-
También le faltó "Polillo" que era un "electricista" salamineño. Él vestía como de uniforme y con un kepis y en el bolsillo de atrás mantenía enganchado un alicate y un destornillador.Por una experiencia en mi casa, deduje que de electricidad mas bien pocón, pocón, pues por los años 50 cuando llegó la CHEC, también llegó el voltaje trifásico de 220 voltios y en mi casa cambiaron la estufa de petróleo por una eléctrica. Resulta que se presentó un problema con esta estufa y mi mamá hizo entrar a Polillo para que lo arreglara, él dictaminó que era un tornillo flojo y metió su destornillador para arreglarlo con el consiguiente tremendo y ruidoso cortocircuito que producen 220 voltios. Consecuentemente se fue la luz en la casa, Polillo en lugar de un arreglo hizo un daño y muy orondo le echó la culpa a la CHEC dizque porque había instalado una corriente muy peligrosa. Nunca más volví a ver a Polillo, supongo que la CHGEC le quitó el trabajo.
Otro que le faltó fue Ananías, que era un medio sonso -o eso parecía- al que le gustaban los niños, aun cuando me parece que era inofensivo, pero se paraba a la salida de los colegios -Ntra. Señora y Cristo- para ver salir a los niños de primaria.
Dn. Pablo: En el artículo del jueves, junio 16, 2011 le faltó mencionar a Napoleón que se mantenía por los lados del parque Bolívar con una capa de caucho, un palo y una corneta de tocadiscos de La Víctor, anunciando comercios - o como dicen ahora, "Pautando"-
También le faltó "Polillo" que era un "electricista" salamineño. Él vestía como de uniforme y con un kepis y en el bolsillo de atrás mantenía enganchado un alicate y un destornillador.Por una experiencia en mi casa, deduje que de electricidad mas bien pocón, pocón, pues por los años 50 cuando llegó la CHEC, también llegó el voltaje trifásico de 220 voltios y en mi casa cambiaron la estufa de petróleo por una eléctrica. Resulta que se presentó un problema con esta estufa y mi mamá hizo entrar a Polillo para que lo arreglara, él dictaminó que era un tornillo flojo y metió su destornillador para arreglarlo con el consiguiente tremendo y ruidoso cortocircuito que producen 220 voltios. Consecuentemente se fue la luz en la casa, Polillo en lugar de un arreglo hizo un daño y muy orondo le echó la culpa a la CHEC dizque porque había instalado una corriente muy peligrosa. Nunca más volví a ver a Polillo, supongo que la CHEC le quitó el trabajo.
Otro que le faltó fue Ananías, que era un medio sonso -o eso parecía- al que le gustaban los niños, aun cuando me parece que era inofensivo, pero se paraba a la salida de los colegios -Ntra. Señora y Cristo- para ver salir a los niños de primaria.
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