Parece increíble que nuestro ADN se
diferencie del de los primates por un estrecho margen y que en esa mínima
diferencia contemos nosotros con el poder de raciocino. La inteligencia humana es
tan maravillosa que nos permite dominar a los demás seres vivos sin importar su
fiereza o condición física, lo que nos sitúa por encima de la cadena
alimenticia. Lástima grande que el hombre no haya asumido con responsabilidad
el cuidado del planeta, mientras los seres irracionales nos dan ejemplo de cómo
se respeta la naturaleza.
Cada mente es un mundo capaz de las
proezas más inimaginables, un puente que nos conecta con la realidad y permite
que interactuemos con ella. Nuestro intelecto no tiene límites y está en cada quien
aprovecharlo en la medida que su condición lo permita, porque nada produce
tanta satisfacción como cultivarlo y mantenerlo activo. Dice el mito que
Einstein, el científico por antonomasia, utilizó solo el 10% de su cerebro, lo
que nos invita a cavilar acerca de cuánto lo explotamos las personas del común.
Lo cierto es que muchos mantienen
el cerebro en vacaciones y para subsistir siguen a la manada, como los
animales, sin interesarse en nada que pueda aportarles información o cultura. Esas
mentes vacías son terreno abonado para influenciarlas con cualquier causa o
creencia, receptoras naturales de basura digital y programas insulsos, fáciles
de cautivar y con un déficit absoluto de carácter. Cuando me detengo a analizar
algunas de las acciones que realizan me pregunto hasta dónde puede llegar la
estupidez humana.
Como los Récord Guinness, que
embelesan a tantos, donde por ejemplo certifican a la persona que tiene las
uñas más largas del planeta; una vieja con garras de un metro en cada dedo que
posa orgullosa y muestra su trofeo. Acaso no es consciente de que ha
desperdiciado la vida con esa enguanda, porque basta imaginar lo que será vivir
el día a día con semejantes garfios; vestirse, rascarse un oído, ir al baño,
comer…
Hace años hice un programa de
televisión con un personaje de Armenia a quien le faltaba visitar unos pocos
países del mundo para que le dieran el ansiado certificado. Decepcionado quedé
al enterarme de que el tipo llegaba a un país, se tomaba la foto en un sitio
emblemático, compraba la camiseta correspondiente y corría hacia el siguiente
destino; nunca se interesó por la historia, la cultura, la gastronomía o
cualquier dato de interés del sitio visitado. Qué desperdicio la plata en manos
de semejante badulaque.
Me da golpe oír a la gente decir
que su mascota consiguió pareja, que los animalitos se adoran, coquetean y
hasta hacen el amor. Se les olvida que los únicos que tenemos sentimientos
somos los humanos, mientras el resto se basa en instintos; ellos no hacen el
amor, se aparean. Un perro se le trepa a cualquier hembra en calor sin importar
el vínculo de sangre que tengan. Y que tal el can que declararon héroe y
homenajearon con medalla porque descubrió un cargamento de droga, cuando el
chucho lo único que esperaba encontrar era un hueso carnudo, que fue como le enseñaron.
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