Qué delicia disfrutar del banquete
que ofrece la televisión para seguir desde primera fila los juegos olímpicos
realizados en Río de Janeiro. Algunos disponen de tiempo para pasarse todo el
día frente a la pantalla y no perder detalle, mientras la mayoría aprovecha
cualquier momento disponible para echarle un ojo al espectáculo. Disciplinas
deportivas para todos los gustos, aunque uno se entretiene con modalidades
totalmente desconocidas que nos enganchan por ser novedosas y llamativas.
La calidad de las transmisiones es
cada vez mejor y ahora con la tecnología de la alta definición se logra una
nitidez absoluta; el inconveniente es que después de disfrutar de esa modalidad
ya no puede verse televisión análoga. Por la televisión digital terrestre se opta
por las trasmisiones de Caracol televisión y por la señal de cable se
sintonizan los canales de deportes extranjeros, más otros que acondicionó el
operador para trasmitir los juegos, todo en alta definición. De manera que
puede saltar de canal en canal para escoger su preferencia.
Mientras disfruto de ese programa
tan sabroso no puedo dejar de pensar en ciertas inquietudes que me asaltan. Por
ejemplo, cómo hacían antes para manejar tiempos y demás mediciones, cuando todo
se basaba en la agilidad de un juez para definir un resultado. Ahora, que son
los aparatos electrónicos los que marcan tiempos, definen finales por foto
finish y miden distancias, se pregunta uno cuántas serían las injusticias
cuando todas esas decisiones se tomaban a ‘ojímetro’. Basta con ver en el
fútbol cuando un jugador está en fuera de lugar, lo que se demora el juez de
línea en pitar y levantar la bandera.
Otro asunto que me desvela es el de
los records mundiales y olímpicos. Porque tiene que llegar el día que no
estiren más, ya que bien es sabido que todo tiene un límite. Claro que por
ejemplo el record mundial de salto con garrocha lo tiene el ucraniano Serguéi
Bubka, desde hace más de veinte años y esta es la hora que nadie ha podido aumentarle
siquiera un milímetro; igual sucede con el cubano Javier Sotomayor en salto
alto. Pienso entonces que la raza humana desaparecerá de la tierra antes de que
esas marcas deportivas se estanquen definitivamente. Cuándo será ese cuándo.
Son muy grandes las diferencias
entre quienes habitamos el tercer mundo y los países desarrollados en cuanto a
desempeño en los juegos olímpicos, por lo que deberían pensar en realizar las
competencias por categorías. Con muy contadas excepciones las medallas son para
los atletas del primer mundo, quienes reciben atención desde sus primeros años
para convertirlos en atletas integrales; alimentación especial, alta
tecnología, técnicos idóneos, educación, rutinas de entrenamiento y demás
condiciones para que el individuo tenga un apoyo total.
A Michael Phelps le construyeron
una piscina olímpica enseguida de la casa
para que no tuviera que desplazarse para ir a entrenar, mientras Oscar Figueroa
creció en una fundación para niños desplazados en Cartago, bajo el manto
protector de mi querida amiga Consuelo Palau; allí lo alimentaron, le permitieron
educarse, lo arroparon y le brindaron una familia, mientras en un improvisado
gimnasio levantaba pesas hechas con tarros de galletas rellenos de arena.
La supremacía estadounidense es
apabullante; el poderío de la raza negra, arrasador; los orientales se destacan
por su disciplina y efectividad; de existir todavía la antigua Unión Soviética
sería imparable; y salvo algunas excepciones, los latinos nos destacamos por
mediocres.
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