Transformación o cambio profundo es
la definición que le da el diccionario a esta palabra, aunque si quien consulta
quiere algo más concreto y explícito, basta leer algo acerca de la metamorfosis
de la rana, donde un simple renacuajo se convierte en colorido batracio; o
mejor explicación encontrará con el cambio que sufre un gusano que se transforma
en mariposa, uno de los seres más bellos de la naturaleza. Si quiere
profundizar más acerca del tema que le meta el diente a La Metamorfosis, de
Franz Kafka, una obra maestra de la literatura universal que mantiene al lector
expectante desde la primera página.
Sin embargo, en el trajinar diario
sucede un ejemplo que es más evidente que todos los anteriores y es lo que
sucede a la mayoría de las personas cuando se disponen a conducir un vehículo;
y no digo que todas porque sería injusto, ya que existen algunas excepciones.
Por lo general es común ver a verdaderos caballeros, educados y correctos,
convertidos en guaches que insultan y echan tacos desde el mismo momento que
ocupan el asiento del conductor. Más impactante aún es oír damas que son modelos
de pulcritud, angelicales y de buenos modales, convertidas en verduleras cuando
conducen un vehículo.
De manera que además de que las
vías no dan abasto, la inseguridad campea, la mayoría no respeta las normas de
tránsito, los semáforos están mal sincronizados y demás bellezas, sumado al
hecho que casi todos los conductores andan con el mico al hombro, enfurecidos y
con ganas de matar a alguien, se forma un coctel explosivo que a diario deja
accidentes y víctimas qué lamentar. Antes no suceden más cosas, piensa uno, con
semejante panorama tan oscuro.
La avalancha de motociclistas que
inunda las vías ha generado un odio visceral entre los conductores de
vehículos, quienes se sienten atropellados por la forma irresponsable como se
comporta esa horda que zigzaguea por entre el tráfico como si fueran los únicos
que tienen afán. Se detienen los carros
en el semáforo y aparece la plaga de motociclistas, que se adelantan como sea
hasta llegar a primera fila para seguir muy campantes sin respetar el pare,
como si las leyes no fueran para ellos. Por ello suceden tantos accidentes
donde los conductores de moto se ven involucrados, los mismos que congestionan
los servicios de urgencias y que tienen colapsado el sistema de Seguro
obligatorio para accidentes de tránsito, SOAT.
Ante una situación tan compleja no
queda sino armarse de paciencia, respirar profundo y contar hasta diez, porque
lo único que saca el enfurecido conductor es una úlcera o un dolor de cabeza,
ya que dicha problemática no tiene solución inmediata. La única salida para
combatir el caos es adelantar campañas que calen en la conciencia de los
conductores, que les enseñe a comportarse, los haga reaccionar. Solo Antanas
Mockus se le midió al asunto y nos dejó una lección de lo que puede lograrse
con dichas iniciativas, pero ante la falta de continuidad de sus sucesores todo
quedó en buenas intenciones.
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