Los romanos resolvieron llamar
bárbaros a todos los pueblos que vivieran por fuera de sus fronteras, sin
importar el grado de cultura que tuvieran o qué tan desarrollados estuvieran.
Godos, Visigodos, Germanos, Galos, los Hunos y los otros. Todos eran bárbaros.
Los imperios siempre han tenido esa particularidad, mirar a los demás por
encima del hombro y menospreciarlos. A través de la historia imperios y
naciones poderosas han oprimido a quienes habitaban los territorios colonizados,
obligándolos a cambiar sus costumbres amenazados por la cruz, la espada y el
fusil.
Nunca aceptaron que así como les
parecía absurdo el proceder de otras culturas y la forma de comportarse, igual
pensaban los conquistados de las nuevas costumbres que querían imponerles. El
pueblo milenario de la India es destino preferido de los viajeros y aunque no
he tenido el gusto de visitarlo, después de oír relatos y ver programas por
televisión, no me provoca ir por allá. Eso de comer con la mano derecha, sin
ayuda de la otra, es una peripecia desagradable e incómoda; qué untada, qué
pegote, qué sensación tan desagradable. Peor todavía el destino de la otra
mano: limpiarse el fundillo. No existe inodoro y mucho menos papel higiénico, y
en el piso un hueco sirve para ‘encholar’ los desechos; después saque agua de
un balde y proceda con el aseo. ¡Gas!
En cambio envidio algunas
costumbres del pueblo japonés, como la de quitarse el calzado antes de entrar a
una vivienda. Qué puede haber más sucio y contaminado que la suela de un
zapato, el mismo que recorre todos los rincones de la casa hasta reposar a
pocos centímetros de nuestra cama. Y todo quien entre en la casa deja su
reguero de bacterias por cuanto sitio recorre. Mejor aún la forma que tienen de
saludarse, con una pequeña venia. Nada de besos, abrazos ni manoseos. En los
resientes Juegos Olímpicos llamó mi atención la modita que han cogido algunos
participantes de tocarse a toda hora. Cada que el equipo marca un punto a favor
o entra o sale un participante, ‘chocan’ las manos, se abrazan, golpean sus
pechos y hasta se besan, en medio de mares de sudor que intercambian sin ningún
escrúpulo. Qué cosa tan desagradable.
Otros pueblos verán con asombro la
manía que tenemos nosotros por el baño diario, esa ducha que nos damos antes de
empezar el día. Algunos no serán tan rígidos pero en mi casa no lo perdonamos;
así sea con agua echada si hay algún inconveniente, la cual además debe estar
calientica. Resabios que tiene uno. En cambio en Europa, que supuestamente es
la cuna de la civilización, son bien malitos para eso del baño diario. Muchos
ni siquiera le jalan al lavado de gato.
Otra cosa que me produce escalofrío
son esos pueblos que viven en lugares de extremo frío o calor. Cómo puede
amañarse uno, por ejemplo, en Siberia o en Ushuaia, la ciudad más austral del
planeta. Con ese frío tan espantoso, en invierno casi todo el año y saliendo a
la calle solo a lo necesario. Qué decir del pueblo Bosquimano que habita en el
desierto de Kalahari, en Namibia al sur de África, que luchan a diario para
conseguir unas gotas de agua. ¡Qué pereza!
En lo gastronómico sí que tenemos
gustos distintos. Por aquí se escandalizan porque en China comen carne de
perro, pero no piensan lo que será para quien tiene un cerdo como mascota ver
cómo consumimos porcinos sin consideración.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario