sábado, diciembre 10, 2016

Costumbres bárbaras.

Los romanos resolvieron llamar bárbaros a todos los pueblos que vivieran por fuera de sus fronteras, sin importar el grado de cultura que tuvieran o qué tan desarrollados estuvieran. Godos, Visigodos, Germanos, Galos, los Hunos y los otros. Todos eran bárbaros. Los imperios siempre han tenido esa particularidad, mirar a los demás por encima del hombro y menospreciarlos. A través de la historia imperios y naciones poderosas han oprimido a quienes habitaban los territorios colonizados, obligándolos a cambiar sus costumbres amenazados por la cruz, la espada y el fusil.

Nunca aceptaron que así como les parecía absurdo el proceder de otras culturas y la forma de comportarse, igual pensaban los conquistados de las nuevas costumbres que querían imponerles. El pueblo milenario de la India es destino preferido de los viajeros y aunque no he tenido el gusto de visitarlo, después de oír relatos y ver programas por televisión, no me provoca ir por allá. Eso de comer con la mano derecha, sin ayuda de la otra, es una peripecia desagradable e incómoda; qué untada, qué pegote, qué sensación tan desagradable. Peor todavía el destino de la otra mano: limpiarse el fundillo. No existe inodoro y mucho menos papel higiénico, y en el piso un hueco sirve para ‘encholar’ los desechos; después saque agua de un balde y proceda con el aseo. ¡Gas!

En cambio envidio algunas costumbres del pueblo japonés, como la de quitarse el calzado antes de entrar a una vivienda. Qué puede haber más sucio y contaminado que la suela de un zapato, el mismo que recorre todos los rincones de la casa hasta reposar a pocos centímetros de nuestra cama. Y todo quien entre en la casa deja su reguero de bacterias por cuanto sitio recorre. Mejor aún la forma que tienen de saludarse, con una pequeña venia. Nada de besos, abrazos ni manoseos. En los resientes Juegos Olímpicos llamó mi atención la modita que han cogido algunos participantes de tocarse a toda hora. Cada que el equipo marca un punto a favor o entra o sale un participante, ‘chocan’ las manos, se abrazan, golpean sus pechos y hasta se besan, en medio de mares de sudor que intercambian sin ningún escrúpulo. Qué cosa tan desagradable.

Otros pueblos verán con asombro la manía que tenemos nosotros por el baño diario, esa ducha que nos damos antes de empezar el día. Algunos no serán tan rígidos pero en mi casa no lo perdonamos; así sea con agua echada si hay algún inconveniente, la cual además debe estar calientica. Resabios que tiene uno. En cambio en Europa, que supuestamente es la cuna de la civilización, son bien malitos para eso del baño diario. Muchos ni siquiera le jalan al lavado de gato.

Otra cosa que me produce escalofrío son esos pueblos que viven en lugares de extremo frío o calor. Cómo puede amañarse uno, por ejemplo, en Siberia o en Ushuaia, la ciudad más austral del planeta. Con ese frío tan espantoso, en invierno casi todo el año y saliendo a la calle solo a lo necesario. Qué decir del pueblo Bosquimano que habita en el desierto de Kalahari, en Namibia al sur de África, que luchan a diario para conseguir unas gotas de agua. ¡Qué pereza!

En lo gastronómico sí que tenemos gustos distintos. Por aquí se escandalizan porque en China comen carne de perro, pero no piensan lo que será para quien tiene un cerdo como mascota ver cómo consumimos porcinos sin consideración. 

Mejor no le echo más cabeza al asunto y sigo con mi rutina, y que cada quien se rasque las pulgas a su manera.

No hay comentarios.: