jueves, octubre 16, 2014

Lista de mandados (II).

Después de aprender a manejar la mejor forma de calmar fiebre era hacer los mandados de la casa. Claro que había que hacerse rogar un poquito para que no se notara la gana, y además para lograr algo a cambio por tanto comedimiento. Podía ser una buena propina y la promesa del préstamo del carro para salir a dar una vuelta con la novia, o a cocacoliar por la avenida Santander. Un programa diario era pedir el carro un momentico después de almuerzo, para ir con los amigos a pasar varias veces frente al colegio Santa Inés y ver las sardinas que a esa hora ingresaban a la jornada de la tarde.

Pero mejor sigo con la lista de los mandados porque eran tantos que no alcanzo a enumerarlos. Bueno Pedro, como tiene que arrimar donde Ovidio pase al frente a La Licuadora y le pregunta a Gustavo si me revisó la plancha; y que no me salga con que hay que comprar otra, porque no tengo plata. Que le haga cualquier pasamanería para que funcione hasta que pueda mercarme una nueva. ¡Ay!, siquiera me acordé: vaya a la cocina y que le entreguen la parrilla de las arepas, se la lleva a Madrigal y le recomienda que la necesito de urgencia.

Pedrito, hoy necesito que vaya al almacén Cónsul; guárdese bien este talonario, paga el club y se fija que le pongan el sello de cancelado. De una vez decile a Eduardo Giraldo que quiubo pues que no me gano nada; él me aseguró que eso es muy fácil y que el ganador deja de pagar las cuotas. Llevo un año muy cumplida con esa pendejada y ya estoy jarta. Se viene por la carrera 23 y antesitos del Parque de Caldas, entre donde el señor que remienda porcelanas a ver si ya tiene un payaso que mandé a pegar; yo allá no vuelvo mijito, porque en ese zaguán me salió un ratón. Casi me despacho y por poquito dejo caer un trabajito que me acababa de entregar.

De ahí bájese por la calle 29 hasta la carrera 18 y en Sancotolengo pregunte por Hernán Vélez. Si lo encuentra, dígale que no me ha calculado cuánta tela le compro para tapizar el sofá; y que si él tiene un trasporte conocido para que lo recoja en la casa. Si no está, entre a un café que hay en la esquina que él se la pasa allá; pero insístale para que le dé el dato, porque ese señor es como para zamarriarlo. Creo que para morirse de repente se echa tres días. De venida voltea a mano derecha en la bomba que hay después del Instituto Universitario, como quien sale para Villamaría, y antes de llegar al final de la falda pare donde las señoras que arreglan colchones. Déjeles 20 pesos que ellas saben para qué son. 

Amá, ¿esas cuchas son las que llaman Las Ratonas? Calle esa boca… cuidadito se le sale delante de ellas. Pero que apodo más bien puesto ma, porque de verdad son igualitas: bigotudas, dientonas, grises y puntudas. Pedrito, por caridad, no diga más ociosidades que me voy a orinar de la risa. Listo ma, hágale pues, qué más será… De ahí bájese por la calle 50 y en la panadería de La Argentina me compra una parvita surtida, ahí está la lista; y arrime de una vez donde la costurera a ver si me manda un encargo que quedó pendiente. Luego al barrio Lleras donde Baltasar por unas garras de su hermano que mandamos a remontar, y unos zapatos míos azules a los que había que ponerles tapas en los tacones. Búsquelos en ese morro de pecuecas que mantiene arrumadas, porque ese viejito ya no da pie con bola; y como además se mantiene a medio pelo…

No olvide recoger la ropa de cama en el Hogar Santamaría, bajando hacia Jabonerías Hada; y pague también la entrega de la semana pasada, porque ese día no llevé plata y me la fiaron. Suba hasta El Málaga y pídale a Emiliano unos palitos de paleta y un frasco de Colbón, para una enguanda que tiene que hacer un muchachito de estos para el día de la madre; a las madres es a las que nos toca fregarnos con esas pendejadas. Por último, eche al carro un banquito de la cocina que se dañó y llévelo a San Rafael; se lo entrega a Fray Escalante y recuérdele que él me los hizo hace unos años, para que no empiece con la cantaleta que para qué compro cosas ordinarias. Solo necesita unos puntos de soldadura y que le eche una pinturita de una vez.            

De una, pero si llama mi apá a preguntar por el carro dígale que son muchos mandados y me demoro; yo averiguo a ver si tengo que recogerlo a las seis. Bueno Pedrito, revise que lleve todo para que no tenga que devolverse. Me extraña amá, yo acaso soy… ¡Cuidadito pues con lo que dice! Listo amasita, pero entretenga el perro porque se monta al carro y no hay quién lo baje; no lo llevo porque el chandoso se enloquece a ladrarle a todo el que se arrime. ¡Ah!, y acuérdese que de ahí saco para tomar el algo. ¡Chaito pues!

No hay comentarios.: