A diario suceden en nuestro país
hechos que nos hacen hervir la sangre de la ira, debido a que son el colmo del
irrespeto, el abuso del poder, el cinismo y la inoperancia de la ley. Para
fortuna de los implicados cuando su caso crea polémica e indignación, y atrae a
los medios por tratarse de amarillismo puro, muy pronto se presenta otra
situación que se roba la atención y desbanca todo lo sucedido con anterioridad.
Mientras tanto esos asuntos que pasan a segundo plano son arreglados bajo la
mesa, donde abogados torcidos negocian con jueces y familiares las condiciones
para que el castigo que reciba su cliente sea el mínimo y en las mejores
condiciones.
Estoy seguro de que la mayoría de
quienes vimos los videos donde un zambo que esgrimió como inmunidad ser dizque
familiar de un expresidente, y que quiso atemorizar a los agentes de policía
que intervinieron para controlar sus desmanes, soñamos en ese momento con darle
una pela para que deje de ser prepotente y altanero. La manera de comportarse,
el lenguaje vulgar y despectivo que utilizó para dirigirse a los representantes
de la ley; atreverse a palmotearlos en la cabeza y golpearlos en el pecho, y la
osadía de amenazarlos de muerte en compañía de sus familiares, es un
comportamiento que no puede quedar impune.
Viene a la memoria entonces el
concejal aquel de un municipio cercano a la capital a quién encontraron a media
mañana dormido en su camioneta. En vez de acatar los requerimientos de los
agentes que lo abordaron, prefirió protagonizar una persecución de película por
calles y avenidas sin importarle que dispararan a sus neumáticos, hasta llegar
a un cuartel del ejército donde busco refugio convencido de que se saldría con
la suya. Y qué tal el senador Merlano que al verse pillado conduciendo su
vehículo con unos tragos entre pecho y espalda, sale a refregarles a los
policías que lo detuvieron que por él votaron cincuenta mil ciudadanos en las más
recientes elecciones, lo cual supuestamente le da licencia para hacer lo que le
venga en gana.
Envenena el espíritu ver un caso
como el del piloto comercial que al manejar bajo los efectos del alcohol, sumado
a la alta velocidad, causa un accidente que deja cuatro muertos de una misma
familia; para agravar lo sucedido el tipo no ayuda a los heridos y mejor detiene
un taxi y se larga para su casa, como si no hubiera pasado nada. Esto le da
tiempo para conseguir un abogado mañoso y torcido, que los hay por montones,
para que planee una estrategia que lo beneficie. Y como la necesidad tiene cara
de perro, arreglan con dinero a los familiares de las víctimas a cambio de que desistan
de sus exigencias.
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