Desde hace ya varios lustros
nuestra ciudad presenta un auge en la construcción que no parece tener fin,
porque cada que inician grandes obras la gente se pregunta si serán las que
colmarán el mercado y por ende empezará a bajar paulatinamente el número de
metros cuadrados construidos. Pero no, para nuestro asombro el ritmo crece día a
día y por donde uno pase encuentra proyectos de todo tipo y en los diferentes
estratos. Este comportamiento nos deja deducir que la economía va por buen
camino y que mientras la ciudad siga con esa tendencia, es porque hay progreso
y desarrollo.
En cualquier corrillo o tertulia
salta la pregunta de alguno de los presentes acerca de quiénes ocupan esa
cantidad de viviendas que construyen, comentario que da pie a una amable
discusión donde todos aportan razones y tesis posibles. Como que al habitar un
edificio nuevo muchos de los vecinos son familias ya constituidas que
desocuparon en la que vivieron hasta ese momento. A esas residencias llegan
otros inquilinos que también dejaron el hueco en otra parte y así sucesivamente
hasta que perdernos la cuenta.
Sin duda la construcción es uno
de los renglones de la economía que más incide en la generación de empleo, con
el beneficio que además de requerir mano de obra especializada también ocupa
personas sin ninguna experiencia que en un principio desempeñan oficios simples,
pero que con el paso del tiempo pueden volverse duchos en el oficio y así
aspirar a un mejor ingreso. Ya existe preocupación en el sector cafetero porque
en época de cosecha escasean los recolectores; estos prefieren trabajar en las
grandes obras de infraestructura que se adelantan en distintos frentes del
territorio nacional, atraídos por un empleo estable, prestaciones, seguridad
social y demás arandelas.
La construcción de viviendas de
interés social, incluidas las de la piñata oficial, genera desarrollo en las
comunidades de los estratos bajos y suman en la cifra de metros cuadrados
construidos, para colocar este renglón de la economía como el que más jalona en
las cifras del DANE. En el área urbana de Manizales quedan pocos espacios
disponibles para construir y por ello empiezan a tumbar casas en perfecto
estado para remplazarlas por grandes edificios; el barrio Guayacanes es un ejemplo
de ello, donde en los últimos años se ha repetido esa situación en varias
oportunidades.
Siempre se ha dicho con cierta
gracia que en nuestra ciudad hay que construir primero el lote y la verdad
inician obras en unas pendientes que en un principio nadie puede creer que sea
posible, pero la ingeniería local tiene claro cómo aprovechar hasta el último
rincón del área disponible. Por ello es común ver residencias que presentan dos
pisos por el frente, mientras que por detrás pueden tener cuatro o cinco. De
unos años para acá se ha ido poblando el área adyacente a la avenida Alberto
Mendoza, terrenos que no parecían servir ni para criar ganado porque se rueda,
y sin embargo muy pronto no habrá dónde pegar un ladrillo más en esa zona.
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