Suelo pensar, en cualquier reunión,
cuántas de las parejas presentes son las originales desde que dieron el sí ante
el cura o ante el notario. Entonces me convenzo de que el matrimonio está en
vía de extinción porque cada vez son más los separados, muchos de ellos ya
organizados con otro media naranja que seguro vivió la misma experiencia. Nacen
así nuevos hogares donde los hijos reciben buen ejemplo, cariño y comprensión.
Pasan los años y disminuyen los matrimonios
tradicionales, mientras aumentan las parejas que prefieren vivir juntas un
tiempo antes de lanzarse al agua; sin duda una estrategia muy racional. Cuando
esas personas deciden formalizar la unión, muchas prefieren el notario y para
celebrarlo optan por un paseo con familiares y amigos. El dineral que cuesta
una fiesta convencional lo destinan a un viaje o a cualquier otra inversión.
Hasta nuestra generación perduró
aquello de acatar los sacramentos y con los hijos procedimos como tal, pero estos
crecieron en un medio sin dogmas ni condiciones y eso les abrió los ojos al
mundo; sed de viajar, de conocer, de compartir experiencias y aprender. Tampoco
son amigos de traer bebés a un planeta con semejante futuro tan negro.
Opino que quienes perseveramos con
la pareja somos privilegiados, porque eso de acostumbrarse a vivir con otra
persona a estas alturas me parece muy trabajoso. Otro asunto que obliga a hacer
una reingeniería de las relaciones, tiene que ver con la incursión de la
tecnología en los hogares. Procedo a exponer un par de experiencias a ver si
alguien se identifica.
Veo una película en el televisor mientras
ella disfruta en su tableta la red social preferida, una dedicada a las fotografías;
nada que le guste más. De pronto me habla de una amiga del costurero que tiene
una prima en Medellín; que esa prima tiene una hija que acaba de tener un bebé
y procede a mostrarme la foto del recién nacido. Sin mucho entusiasmo la miro, rápido
para no perderle el hilo a la película, pero insiste y me pregunta si había
visto alguna vez una cuquera de bebé como ese; que qué tal la cumbamba partida,
que esas orejas, que los hoyitos en los cachetes. Rezongo como respuesta, pero se
anima y ahora quiere que vea la nieta de fulanita. Entonces ahí sí la paro,
pues ella sabe que a mí esos muchachitos me parecen todos iguales.
Coge el celular para revisar los
grupos del chat y en esas empieza a sonar como una máquina tragamonedas, y entonces
anuncia: ¡vamos a jugar! Toca pararle bolas, así mi película esté en el momento
cumbre, intrigado además porque no sé de qué me habla. Siguen los sonidos en
ese aparato y ella reniega porque le van a preguntar sobre deportes. Luego lee
en voz alta para que le ayude: ¿Cuál de estos deportes se practica sin pelota?
A: fútbol. B: tenis. C: boxeo. D: baloncesto. Se apresura a responder y comenta
satisfecha, ¡yo también seé!
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