jueves, marzo 30, 2006

Tribulaciones de un Mesero (1)

Siempre han existido ricos y pobres; los que mandan y los que obedecen; unos hacen el trabajo sucio y otros el más agradable. Por ejemplo el oficio de mesero, donde mientras los unos se sientan a que los atiendan, el empleado debe esmerarse en satisfacerlos. Los hay desde el maitre más cachaco, hasta la copera malgeniada. Nada más entretenido que poner un mesero a contar cuáles son las marrullas que ellos acostumbran y los cuentos que tienen de su periplo por la vida. Cierta vez en una fiesta cogimos al personaje ya medio copetón y lo pusimos a que soltara la lengua, y esto fue lo que relató:

No vayan a creer que yo estoy en este oficio desde hace poquito, porque lo que tengo es experiencia. Nací en un pueblo cafetero y desde los 13 años mi apá decidió sacame de la escuela p´a poneme a camellar; me mandó a coger café pero resulté muy manicagao p´a ese destino y entonces después de buscar me coloqué de ayudante en un café por los laos de la galemba. El viejo desgraciado dueño del chuzo dijo que no me pagaba salario sino que me podía quedar con las propinas, pero pueden imaginar lo que me daban esos borrachos habiendo unas coperas bien buenas que aparte de atendelos se les sientan en las piernas, además de otros beneficios; de manera que me las ingeniaba para darle en la cabeza o salía más pelao de lo que entraba.

Ese viejo me sacó la leche porque no podía verme quieto y algo se inventaba p´a poneme a revolotiar. Que a lavar loza mijo, que otra trapiaita, que limpie las mesas, que recoja envase, mejor dicho... no me lo sacaba. En semana siempre había boleito, pero desde el viernes hasta el amanecer del lunes eso se llenaba de lungos y yo sí le digo la camelladera tan berrionda. El cucho pegaba matas de plátano en las paredes y cubría el piso con aserrín, y el bailoteo era tieso y parejo. La idea del aserrín es una maravilla, porque cuando un vergajo vota la tapa, lleva uno la pala y el balde y la porquería recoge muy fácil. En cambio en semana, me tocaba a punta de trapiadora y el dueño me decía que le hiciera con el mismo trapo que limpiaba las mesas, y si yo reviraba, me decía que no fuera remilgao que nadies se iba a dar cuenta. Que lo juagara bien y eso quedaba limpio. Un día le dije que comprara un poquito de jabón fá y casi le da un soponcio.

Las coperas son muy corrompidas y como yo era un pipiolo, cuando estaba juagando vasos pasaban y me mandaban la mano al cacao; a veces del brinco que pegaba dejaba caer un vaso y ríanse el lío con el patrón. Y la cantaleta que mantenía p´a que fuera a recoger envase, pero a los piones les gusta dejarlo encima de la mesa p´a chicaniar con que han comprado mucho y dizque p´a poder contarlo cuando pasen la dolorosa. Y el uno que recoja y el otro que no me las toca, y yo ahí de trompo puchador.

Otra vaina bien verraca era que no faltaba en la puerta del café una pobre mujer con un mundo de culicagaos, haciéndole caras al marido p´a que se fuera p´a la casa o al menos les diera algo p´a poder mercar. Las viejas nunca dentran porque va y alguien las pilla saliendo de ahí, y hay que ver después el chisme que les arman. Entonces mandan al pelao mayorcito a que zamarré al papá a ver si logran algo. Porque yo sí les digo una cosa: esa gente trabada bebe como caballo asoliao; los ve usté salir abrazados con una vieja, que no dan paso de la rasca y piensa que ya van a caer, pero qué va, al rato aparecen con otra y siguen bogando como si nada.

Lo pior en ese chuzo era la aguantadera de hambre, y mi apá decía que a cuenta de qué me iban a llevar el porta, si con lo que ganaba podía comprame el almuerzo; y eso no alcanzaba ni p´a una empanada. Hasta que se me arregló el ficho, porque al patrón se le ocurrió arrendar un localito al lado p´a montar una cocina y vendele desayuno a los amanecidos. Bueno, cocina es un decir, porque montó un fogón de petrolio, consiguió loza de segunda, contrató una manteca y listo. Entonces cuando yo pasaba con el pedido, paraba un momentico y si eran huevos en perico o calentao de frijoles, me mandaba una o dos cucharadas de cada plato y acomodaba p´a que no se notara. A las cacerolas les sacaba con harto cuidao el quemaito, que es lo mejor. Y de cada taza de chocolate me tomaba don tragos y luego limpiaba el borde con los dedos. Eso sí quedaba con una pedorrera la berrionda pero por lo menos lleno. Pero hasta ahí me llegó la chanfa, porque un día el patrón se asomó a ver qué era la demora y me pilló boliando cuchara. No les digo sino que ese viejo casi me capa.

Aguarden yo doy una recogidita que la patrona me está mirando feo y ahorita les sigo contando...

Léxico Propio

Cada pueblo tiene su propia forma de expresarse, y aunque en países vecinos hay muchas coincidencias en cuanto al léxico utilizado, lógicamente cuando en ambos se habla la misma lengua, hay muchos dichos y expresiones que son únicos de una región específica. La tradición oral se encarga de que este lenguaje particular pase de generación en generación y así no sean palabras aceptadas como castizas, todo el mundo las entiende que a la larga es lo que importa. En nuestro medio los médicos se topan con unas definiciones y ciertas palabrejas para definir las enfermedades, que no dejan de causarles mucha gracia. Ellos conocen un lenguaje científico para definir todas las dolencias, pero de poco les sirve si los pacientes utilizan expresiones populares.

Aquí por ejemplo nadie dice que una persona tiene quebrantos de salud, sino que está maluco; si se trata de un bebé, preferimos comentar que el chino está malito. Para definir una molestia de esas que no tienen síntomas muy definidos utilizamos la palabra malestar o simplemente que el sujeto está indispuesto. Según el estrato social también varía la forma de definir los diferentes males y es así como una ricachona deprimida y a punto de suicidarse comenta que sufre un fuerte surmenaje. El mismo mal en un obrero de la construcción se define como una “malpa” la verrionda, una gusanera que le revuelca las tripas, un no sé qué no sé dónde y una gana la hijuemadre de tirarse a llevar.

Mientras a unos les da un sarpullido, con algo de prurito y molestias dermatológicas, a otros los ataca una rasquiña tenaz con ronchas y granos en carne viva. Sobra decir que en el primer caso la consulta es privada y el diagnóstico habla de una alergia al polen, mientras el otro paciente asiste con su carné del Sisbén y el mal queda definido como siete luchas, sarna o exceso de piojos.

Imagino que para cualquier galeno es difícil traducir enfermedades como el famoso dolor bajito que les da a ciertas mujeres, o el recurrente peso en el cerebro que produce como una vaina toda extraña. Otro llega donde el facultativo y le dice que le dio un patatús, que empezó a ver estrellas y de pronto se le fueron las luces. Los más pinchados prefieren definirlo como un soponcio y en definitiva es lo mismo que El Chavo llama la chiripiorca. A los ejecutivos les da estrés y esto produce nudos en la espalda y fuerte dolor en el cuello, que es lo mismo que sufren las empleadas del servicio y ellas definen como una neuralgia la más espantosa con un chuzo en la parte de arriba de las espaldas.

Una dolencia difícil de describir es el yeyo, que las personas experimentan cuando reciben una mala noticia, los engañan en un negocio o se les crispan los nervios por alguna causa. Para el paciente también es bien complicado describir algunas molestias que nadie sabe cómo explicar, y es el caso cuando se le abre una mano; es un dolorcito mamón que aunque no es delicado, lo friega a uno en el momento de querer abrir un frasco, amarrarse los cordones de los zapatos o lavarse los dientes.

Los gastroenterólogos deben tratar de traducir los síntomas propios de su especialidad, como cuando el enfermo dice que tiene como un roto en la boca del estómago, que le sube y le baja por el guargüero un ardor muy espantoso, que pasa hasta una semana sin poder dar del cuerpo y que de tanto hacer fuerza le salió como un racimo de uvas en el fundillo. Si come frijoles o lentejas queda empachado y los gases lo mortifican durante horas. Cualquier comida rara lo empalaga y el hígado de inmediato se torea produciendo cierto malestar acompañado de bilis, vértigo y rebote.

De igual manera los profesionales de la salud deben renunciar a sus conocimientos científicos para definir todo tipo de males, porque los pacientes les seguirán hablando del chichón, del fuego en el labio, del nacido en la nalga (aseguran que se produce por sentarse en un puesto del bus que acaban de desocupar y todavía está caliente), del orzuelo en un ojo, de un morado en un tobillo, de una cuerda que se saltó, del sereno, de las candelillas, la vena várice y otras tantas molestias del diario vivir.

La lógica del campesino es irrefutable y muchas veces nos dejan abismados ante su raciocinio. Mi amigo el doctor Francisco “Pacho” González atendió un viejo curtido en el campo y después del examen de rigor, le recetó unas pastillas que debía tomarse todos los días y cada ocho horas. Cuando el hombre volvió a control, resulta que no se había gastado ni la mitad del medicamento porque solo había tomado una pastilla diaria, lo que hizo que el galeno le llamara la atención por no haber seguido sus instrucciones. Entonces el montañero le hizo la siguiente reflexión:
- A ver dotor. Al menos p’a mí, el día es de 6 de la mañana a 6 de la tarde; con algunas variaciones, asegún la época del año. Eso son 12 horas y puede que yo no sea estudiao como usté, pero dígame una cosa: ¿cuántas veces cabe el 8 en el 12?

jueves, marzo 16, 2006

Los Encartes de Ahora

Parece mentira que algunas cosas que antes eran un lujo se hayan convertido en la actualidad en verdaderos encartes. La sociedad y las reglas de la convivencia han sufrido cambios significativos con el pasar de los años y el hombre se va acomodando a esas variaciones sin poder hacer nada más que aceptarlas. Quienes tenemos la edad suficiente para hacer la comparación de las variantes que se han presentado, no alcanzamos a entender algunos comportamientos que nos parecen inauditos.

Cómo es posible por ejemplo, que en la actualidad sea un encarte para padres de familia y estudiantes que se llegue la época de vacaciones. Porque aunque parezca increíble, a los muchachitos de ahora les gusta ir al colegio. Si, les parece eterna la temporada de asueto y no ven las santas horas de regresar a las aulas. Y los papás ni hablar, porque no saben qué camino coger con los mocosos a toda hora desprogramados y poniendo perinola. A diferencia de antes, cuando la mamá siempre estaba en casa para poner orden e inventar diferentes actividades para entretener a los hijos, las señoras de hoy en día son ejecutivas que laboran de sol a sol y no tienen tiempo sino de llamar a la casa para que les pongan quejas y los zambos se lamenten por la inactividad a la que están sometidos.

Y pensar que para nosotros no había un momento más esperado que el último día de clases. Tocaba sufrir con los benditos exámenes finales, no faltaban las materias perdidas y por ende los cursos remediales y las habilitaciones, lo cual siempre mortificaba e impedía disfrutar en pleno de las vacaciones, pero a pesar de que eran casi dos meses completos a fin de año, y un mes en la temporada de julio, nos parecía poquito y siempre estábamos añorando más tiempo libre. Que yo recuerde, nadie regresaba contento al estudio. Todo el mundo haciendo cara de mártir y pensando en cuanto tiempo faltaba para el próximo receso.

Si la familia tenía finca esperaban a asistir al acto público y recibir los boletines con las notas, para arrancar al otro día temprano e instalarse en el campo durante todo el período de descanso. Mientras las mamás se quedaban cuidando los hijos, los padres subían a la ciudad a trabajar y regresaban al atardecer. Y aunque no teníamos bicicletas, ni televisor, ni juegos de video y mucho menos computadores personales, nunca nos quejamos por falta de programa, y por el contrario el día no nos alcanzaba para tantas actividades que podíamos desarrollar.

Otro encarte moderno es el carro particular. Fabuloso para pasear o transitar por ciertas zonas de la ciudad, pero si usted necesita ir al centro a hacer una vuelta se pega la enredada del siglo para conseguir dónde parquear, aunque sea por corto tiempo. Es paradójico que mucha gente deba dejar el carro entre el garaje y buscar transporte público para dirigirse a su trabajo, ya que si consigue un espacio para acomodar el vehículo, el costo del parqueadero le sale por un ojo. Y como aquí en Manizales los genios de planeación permitieron en su momento la construcción de grandes edificios sin exigirles los parqueaderos, ahora es imposible encontrar en el centro un rinconcito disponible. Edificios como Seguros Atlas, Banco de Caldas o Banco del Comercio, que albergan gran cantidad de empleados en sus oficinas, no tienen espacio disponible para acomodar vehículos. Entonces los pocos edificios de parqueaderos que hay son un negocio maravilloso y conseguir un cupo allí es como ganarse la lotería.

Hay que ver en Bogotá lo que cuesta parquear un carro en sitio seguro. Si es en un centro comercial usted debe hacer alguna compra para que le tiren pasito al momento de salir, pero ni pregunte lo que cuesta visitar un paciente en uno de los hospitales o clínicas; vale más que la habitación del enfermo. Aunque parezca mentira, ahora la gente gasta más plata en parqueo que en gasolina.

El carro particular tampoco sirve para salir de noche, porque en buena hora se impusieron medidas para impedir los borrachos al timón. La mayoría de la gente prefiere llamar un taxi para sus salidas nocturnas, y así evitar accidentes y graves sanciones. En este punto sí podemos entrar a comparar con la época de nuestra juventud, cuando todo el mundo, inclusive los adultos, manejaba su carro jincho de la perra y muchas veces no entendía como había llegado hasta la casa y además haber metido el pichirilo al garaje.

Pero definitivamente el encarte más curioso de la actualidad es cuando uno escucha que fulanito está embollado porque vendió una propiedad y no sabe qué hacer con la plata. Bendito sea mi Dios, si todos tuviéramos ese tipo de inconvenientes… Porque los ricos no dan puntada sin dedal y saben que meter ese billete al banco genera unos gastos muy altos, y para ponerla a producir renta no es fácil encontrar dónde. Entonces recurren a las maromas para enviarla al exterior e invertirla en dólares, porque debido a la inseguridad son pocos los que resuelven adquirir predios rurales. Y si es de verdad que todos esos paracos se desmovilizaron y van a regresar a su estatus de civiles, ahí sí que se vuelve a complicar la situación para finqueros y hacendados.

lunes, marzo 13, 2006

Consejos Gratuitos

De puro metido, quiero compartir algunos consejitos que pueden mejorar la salud, si no física, al menos suben el ánimo que en muchos casos puede ser más importante. Me refiero a quienes como yo padecen una dolencia de esas complicadas y que por fortuna, al menos en mi caso, se convierte en rutina y a la larga vuelve a la persona más realista y tranquila para el momento (“…y el día esté lejano”, como dijo el poeta) de viajar al otro toldo. Pensándolo bien, no se trata de consejos sino de la forma como debe enfrentarse, lógicamente con el apoyo de la familia y los amigos, quienes son fundamentales para darnos ánimo y ayudar a soportar con optimismo la situación.

Lo primero es que desde el mismo momento que sale el diagnóstico, usted no vuelve a pensar en otra cosa diferente a su dolencia. Abre el ojo por la mañana y ¡taque!, ahí mismo recuerda: ¡Hijuemadre!, verdad que estoy frito. Durante el día repasa la lista de aquellos que a pesar de los buenos pronósticos ya están horizontalizados, como dicen los comentaristas deportivos. Pero si profundiza en el recuento, también aparecen muchos casos de personas que ahí siguen vivitas y coleando. Para lograr dormir es mejor solicitar al médico una pastica que ayude, porque la pensadera nocturna se alborota y ahí amanece en busca de acomodo.

Prenda el televisor y si están en el noticiero, no pasan dos minutos antes de que se refieran a su enfermedad; sintonice una película y sin falta es de un enfermo terminal que está viviendo horas extras; escoja entonces un programa científico y no falla: es sobre una nueva tecnología para combatirlo, y la desilusión es grande al enterarse de que dicho estudio está en pañales y que por aquí llegará para provecho de nuestros bisnietos. En cambio si lo que sintoniza es una emisora de radio, pueden estar hablando de política, farándula, sexo o deportes y en menos de lo que canta un gallo aparece el nombre de su dolencia. De manera que la solución es no pararle bolas a ese tipo de coincidencias, porque de lo contrario termina obsesionado y aterrado.

En el noticiero de medio día del canal RCN no pasa un solo día sin que hagan una nota sobre el cáncer. Será que el tema vende mucho, porque no falla. Aunque puedo jurar que semejantes pendejadas son inventadas por alguno de los redactores del informativo, porque si un día dicen que bañarse antes de las siete de la mañana aumenta el riesgo de contraer cáncer, al otro aseguran que nada como comer pepa de aguacate para combatirlo. La última noticia que me produjo mucha curiosidad, dice que el arte es un paliativo maravilloso contra el mal; de manera que hube de esperar un buen rato para ver cómo es el asunto, y salen con un grupo de pacientes haciendo muñequitos de barro, otros lijando tablas y algunos pintando. Para mí, la conclusión, es que igual el enfermo dura lo mismo, pero al menos está más entretenido.

La ciencia habla muy claro de los pasos que debe recorrer el paciente antes de llegar a aceptar la situación, que empieza por la rabia, la pregunta de por qué a mí, un terror desmesurado, el reclamo al Santísimo por escogerlo como ganador de semejante rifa, un genio parejito (a toda hora como una fiera), y así hasta que reconozca que lo que debe hacer es jalarle al optimismo, seguir su vida normal, ser muy realista y confiar en que entre mi Dios y la ciencia lo sacan de semejante boyada. Porque la otra opción es acostarse a llorar, cerrar las cortinas, prohibir que cualquier persona se entere del asunto y hundirse en una depresión que antes de acabar con usted, destruye el núcleo familiar, amarga a sus amigos y genera una corriente de chismorreos y suposiciones que no solucionan nada. Porque si tapando se aliviara uno, hasta podría ensayarse.

Con mi Dios sí que debemos ser honestos y seguir la misma rutina de fe, porque no debe cambiarse un juego comenzado. Si nunca ha creído en sanadores, estatuas de la Virgen, los ángeles, o en ritos especiales, siga así. Tampoco sobra recordar que siempre habrá alguien más jodido que uno. Y aunque no he sido agorero –toco madera- lo único que solicito es que no me saquen en una lista que aparece en la página social de este diario, de personas recientemente fallecidas y otras que están en delicado estado de salud, para ofrecer una misa por ellos y que organiza una asociación de señoras. Es que empieza uno en el último renglón y arranca a subir hasta que deben borrarlo; y casi nunca es porque se alentó.

Hace días comenté a unos amigos que si alguien tenía una pequeña grabadora de bolsillo que no usara, me la prestara por unos días. Olguita Arango, gerente del Instituto Oncológico, dijo que con mucho gusto iba a buscarla y al otro día se apareció con un aparato nuevecito. Pero cuando me dijo que era un regalo ya que nunca la usaba, le propuse que como estábamos a finales de octubre, se la recibía como presente de amor y amistad, así la fecha hubiera pasado ya. Porque cómo les parece la gerente de ION dándole a uno el aguinaldo en octubre. ¡Bendito!

lunes, marzo 06, 2006

Útiles inútiles

Mi Dios sabe cómo hace sus cosas. Porque de solo pensar que en nuestra época entrar al colegio en enero hubiera tenido los costos de ahora, nos hubiéramos quedado sin estudio. La diferencia entre la cantidad de hijos en las familias en las diferentes épocas es muy marcada, y si hoy vemos a gatas a los padres de familia para cancelar la inaudita lista de útiles que le piden a uno o dos vástagos que apenas inician sus estudios, incluidos uniformes, materiales, elementos de aseo y otras tantas cosas, no entiende uno cómo hacían nuestros padres para mantener ocho o diez muchachos en el colegio.

No cabe duda de que la plata antes rendía más, y con seguridad los centros educativos eran más consecuentes, por lo que las listas de elementos necesarios para iniciar el año lectivo no tenían un costo muy alto y además los papás cogían cancha y compraban solo lo estrictamente necesario. Recuerdo que por ejemplo pedían un libro de filosofía y el papá insistía en que esperaran a ver si el profesor sí lo iba a utilizar, y la verdad es que en muchos casos tenían razón y finalizaba el año sin siquiera abrir el libro. Por fortuna los textos no eran de rellenar espacios, lo que lo hace útil para una sola persona, y cada temporada la gente se dedicaba a indagar entre familiares y amigos a ver si tenían alguno de los libros solicitados.

La frustración de cualquier estudiante era que le tocara un libro de segunda mano, y como los hermanos y primos éramos tantos, los textos iban pasando de mano en mano hasta terminar sin carátula, lleno de rayones y comentarios, y más manoseados que un billete de peso. También era común que en algunas librerías de la ciudad se moviera el mercado del usado, y esa era una buena opción para conseguir ciertos títulos.

Un noticiero de televisión se puso en la tarea de investigar las listas de elementos solicitadas a los alumnos en la actualidad, y pudieron comprobar el abuso que se comete con los padres de familia. El informe llevó el nombre de “útiles inútiles” y cada día presentó ejemplos que aparte de rabia, producen risa. De manera que ahora las instituciones educativas se aperan de los elementos de aseo que van a necesitar durante el año, y de esa forma se ahorran el costo que estos representan mensualmente. Imaginen si a cada párvulo le piden ocho rollos de papel higiénico –y tienen el descaro de exigir que sea doble hoja-, dónde diablos almacenan semejante cantidad de elementos.

Se supone que al pagar la mensualidad en el colegio, esta incluye todo lo que el educando consuma durante su estadía en el establecimiento. No hay derecho que en una lista de útiles pidan detergentes para los baños, elementos para limpiar pisos, los marcadores con que escriben los profesores en los tableros modernos, limpiavidrios y cuanto elemento sea necesario para mantener aseado el plantel. Entre las denuncias, una mamá se preguntó para qué necesitan los niños un litro de colbón; si hay veinte alumnos en el salón, en qué carajo se van a gastar veinte litros de pegante.

Otra ama de casa mostró ante las cámaras la lista de elementos que debía adquirir para que su bebé ingrese a una guardería. Después de averiguar precios y hacer una cotización, el costo total era de casi un millón de pesos. A otra niña de tres añitos le pidieron diez cajas de plastilina, una docena de lápices, cinco paquetes de pañitos húmedos –como si no fueran bien costosos- y una cantidad descomunal de cuadernos. Yo creo que una mocosa en esa etapa no se gasta un lápiz al año, ni utiliza medio cuaderno.

Ahora hablemos de los uniformes. De otra que se salvaron nuestros papás, ya que por fortuna en el colegio donde estudié, con cinco hermanos, no existía ese requisito. Para un niño que ingresó este enero al colegio, después de su paso de varios años por el jardín infantil, los papás debieron adquirir el uniforme que costó casi medio millón de pesos. Zapatos tradicionales y para deportes; uniforme de diario; pantalonetas, camisetas y medias para educación física; el saco representativo del plantel; y las infaltables sudaderas, las cuales deben ser siquiera dos, porque un muchachito de ese nivel llega todos los días con tierra hasta en las orejas. A lo mejor yo estoy muy desactualizado en lo que se refiere al precio de las cosas, pero no me explico cómo puede costar una sudadera para un petacón de esa edad la suma de cien mil pesos.

Y pensar que nosotros pasábamos el año con la maleta de cuero, un lápiz de dos colores, rojo y azul, un lápiz normal, una cajita de colores ordinarios; la regla, el transportador y la escuadra de plástico llenos de despicados; un borrador de rayitas azules y blancas; el frasco de goma; un lapicero de dos pesos; un compás oxidado y los libros reutilizados que ya mencioné. Los cuadernos “bolivariano” con los forros de plástico para protegerlos un poquito de la mugre y el desgaste.

La tapa de las peticiones denunciadas en la televisión fue a un chino que aparte de todo lo mencionado, le exigen llevar un pez ornamental. Y que ojalá sea una bailarina. Qué desfachatez.

Fe de Carbonero

Imagino que la mayoría de lectores sabrá de dónde viene este dicho, pero para quienes lo desconozcan ahí les va la explicación. Los carboneros son unos personajes que aparecen cuando se hacen talas de bosques y aprovechan las ramas menores que desechan quienes escogen la madera utilizable, para después quemarlas y al cabo de un tiempo determinado lograr el producto de su trabajo. El procedimiento es el siguiente: cavan un agujero de buen tamaño en la tierra, luego acomodan los retazos de madera con que disponen, le prenden candela a la pila y proceden a tapar el hueco con unas ramas y una buena cantidad de tierra. La idea es dejar solo un pequeño respiradero por donde sale humo durante varias semanas, lo que hace que la llama no se avive y la materia prima se consuma. Cumplido el plazo respectivo, el carbonero regresa a desenterrar el resultado de su labor, y la fe consiste en que ellos nunca se quedan vigilando para que el fuego no se apague, o por si una vaca les desbarata el montaje o cualquier otra eventualidad, sino que por el contrario regresan con la plena seguridad del éxito obtenido. Los carboneros son solitarios, calmados y persistentes.

En cualquier religión la fe es indispensable, porque son muchas las cosas que debemos creer sin tener pruebas tangibles. Ahora el Ministerio de educación volvió a instaurar la cátedra de religión en los establecimientos educativos, pero con la condición que si un alumno pertenece a otro credo no tiene obligación de asistir a la misma. Muy saludable la medida, porque cualquier persona debe creer en un ser superior y con la suspensión de esa materia los muchachitos se estaban levantando como unos perritos, y en la casa son muy pocos los papás que le dedican tiempo a filosofar sobre religión con sus hijos. Hay que abrir el ojo es con los profesores, porque no falta el cura retrógrado que les llena la cabeza de cucarachas a los educandos, o el maestro perezoso y mal preparado que sale del paso con cualquier pendejada.

Los muchachos de ahora no tragan entero y a diferencia de nuestra época cuando la palabra del cura era sagrada y el alumno no tenía derecho a una opinión propia, ellos cuestionan, discuten, indagan y analizan. Ese cuento de que esto o aquello es así porque yo lo digo, ya está mandado a recoger. La religión aprendida de memoria y bajo la amenaza de las llamas eternas para quien no la acatara, es historia patria. Cuántos niños de mi generación no pasaron las noches en vela convencidos que ya se les iba a aparecer el diablo o que por cualquier pilatuna cometida el castigo sería caer de cabezas a los profundos infiernos. A nosotros nos inculcaron la fe a punta de miedo y amenazas.

Y a rezar también nos enseñaron de memoria, repitiendo como loras sin detenerse a pensar siquiera un segundo en lo que se dice. El concepto de orar en una forma más sesuda, como entablar una conversación con el ser superior, es algo que se ha ido imponiendo y que muchas personas preferimos al rezo en comunidad. Yo no puedo creer que para mi Dios sea valedero algo como la repetición de los mil Jesuses, donde los rezanderos terminan es murmullando unos enredijos que nadie entiende. Tampoco es justo que los creyentes le dejen toda la responsabilidad al Patrón y crean que con ser buenos practicantes de la religión todos los problemas se les van a resolver.

La religión hay que manejarla con mesura e inteligencia. Porque no son pocos los que caen en el fanatismo y arruinan su vida y la de sus allegados, uniéndose a sectas e iglesias de garaje que los explotan y exprimen. En otras latitudes sí que se ven desmanes cometidos a nombre de la religión y la fe. Cada año en la peregrinación a La Meca se repite la misma tragedia sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Cómo es posible que la gente se dedique a tirarle piedras a unas columnas que representan el diablo y en esos boleos se forman las asonadas y por ende los cientos de muertos.

Al conocer el diario de uno de los pilotos que estrellaron los aviones contra las Torres gemelas, puede verse claramente que todos los terroristas estaban absolutamente seguros de que lo que hacían sería premiado por Alá, y que de ahí salían derechito a disfrutar del paraíso. Por fortuna en nuestro credo no existe el fanatismo, porque es difícil aceptar que por unas caricaturas aparecidas en un periódico europeo, donde Mahoma es el protagonista principal, el mundo árabe se haya indignado de esa manera. Embajadas incendiadas, marchas de furibundos fieles reclamando justicia, amenazas de muerte, muertes, heridos y todo tipo de manifestaciones en contra de la publicación.

Hace un tiempo, al enterarme del nombre de cierto municipio antioqueño surgieron muchas preguntas sobre el curioso nombre que ostenta. Se trata de un pequeño pueblo llamado Peque. ¿Se imaginan ustedes cómo adelanta la labor apostólica un párroco en un lugar así? El solo nombre de la población da licencia de corso a sus habitantes para pecar sin restricciones. Y otro cuestionamiento que me hago: ¿el gentilicio de sus gentes es pequeños o pecadores? Averígüelo Vargas.

lunes, febrero 20, 2006

Cantaleta Histórica

En el mundo entero los hombres se quejan de la costumbre que tienen las mujeres de echar cantaleta a toda hora. Claro que nosotros no reconocemos que también jodemos mucho y renegamos por todo, pero definitivamente hay unas viejas que son campeonas en eso de cantaletiar. Para los hijos es mortificante escuchar a sus padres peleando a toda hora, y estas situaciones son las que van minando un matrimonio y lo que es peor, la armonía que debe reinar en el hogar. La mujer de la región paisa ha sido de armas tomar, no se deja ensillar fácilmente y se le mide a lo que sea, pero tiene fama de ser muy fregada.

La mayoría de las veces tienen toda la razón, porque los maridos son infieles en cuanta oportunidad se les presenta, viven jartando trago, no entran a la casa sino a poner pereque y a exigir que les tengan todo a pedir de boca. Las expresiones utilizadas por las mujeres son comunes y fue precisamente una fémina paisa, quien me envió un correo muy curioso donde expone la reacción que habría tenido la esposa de Cristóbal Colón si hubiera sido originaria de estas tierras –mejor dicho, si misiá Felipa no hubiera sido Moñiz sino Muñoz-, cuando el hombre llegó a la casa con el cuentito del viaje que iba a emprender. Seguramente le habría dicho cosas como estas:

No me vas a salir Cristóbal con el cuento que al fin te pararon bolas y te van a dar la plata para que llevés a cabo esa enguanda que se te metió en la cabeza desde hace años. Yo no me explico por qué tenés que ser vos el que se meta en semejante embeleco, pudiendo mandar a otro; p’ a eso los reyes tienen harta gente que trabaja p’ a ellos, pero conociéndote no me cabe duda que te lagartiates ese nombramiento, porque cuando se te mete una idea en esa mula no hay poder humano que te la saque. Es que yo sí soy muy salada, habiendo tantos cristianos en este mundo y preciso a vos se te tenía que ocurrir esa pendejada que dizque la tierra es redonda.

Tampoco me gusta nada eso de que la reina empeñó las joyas p’ a darte la plata; no vaya a ser que ustedes anden enredaos, porque por muy de dedo parao que sea la vieja esa, a mí no me va a quitar el marido. Y para rematar, ahora me salís con que no tenés ni idea de cuanto se va a demorar el tal descubrimiento; no me crea tan pendeja mijo que usted le está echando lápiz a esa vaina desde hace mucho para que ahora salga a decir que no sabe algo tan sencillo. Lo único que falta es que se envolaten por allá y me dejés viuda y bien fregada, p’a criar yo sola a este culicagao de Diego que todos los días está más rebelde.

Lo que más piedra me da es que creás que soy boba. Ahora me salís con el cuento que van solo hombres. Mamola. Si fuera así, no habría problema en llevarnos al niño y a mí. Vea que ese zambo sale ahora a vacaciones y yo me encarto p’ a buscarle programa todos los días. Y te digo una cosa, que no es que yo sea maliciosa ni celosa, pero se rumora por ahí en la calle que ustedes van en busca es de unas indias. Dios te libre Cristóbal de salirme con una vaina de esas porque soy capaz de ahorcarte. Otra cosa que te advierto y que quede bien clarito: me dejás plata para todos los gastos porque aparte de que me tengo que quedar íngrima, no faltaba sino que me toque saltar matones.

Mire, y preciso el viaje tiene que ser en el puente de octubre, cuando mi hermana nos invitó para la finca; una todo el año encerrada en esta casa lavando calzoncillos y fregando pisos, y cuando le resulta un paseito bien sabroso, ahora sale el señor con que no puede ir. Pues yo si me largo con el pelao, y te dejo las llaves en el quinqué de la entrada por si te tenés que devolver o llegás antes de lo previsto. Porque pensándolo bien, después me voy unos días p’ a donde mi mamá y así no debo quedarme encerrada mientras usted se va dizque de conquistador.

Es que me muero de la ira. Tan tranquilos que estábamos y se te mete a vos semejante idea. Ahora no falta sino que regresés famoso y ahí sí no volvés a entrar a la casa ni a deshacer los pasos; si tratando de vender esa idea has recorrido medio mundo y le has echado el cuento a todo el que te entable conversa, no quiero ni imaginar la perdida que te metés si llegás con buenas noticias del viaje. Porque estoy segura que no vamos a ver peso de semejante odisea, y lo único que te vas a ganar son malos entendidos y desplantes. Yo te he dicho mil veces que esos ricos, y más cuando son de la nobleza, hacen todo es por interés y después te dan una patada en el fundillo. Pero claro, es que una es muy mal pensada y pesimista, pero te acordarás de mis palabras…

jueves, febrero 09, 2006

Le Quedó Faltando

Hace unas noches apareció de nuevo en mis sueños, oníricos claro está, la mujer a quien entrevisté sobre la prostitución en nuestro medio, y me hizo el reclamo que ella no alcanzó a contarme más detalles y anécdotas que recordó después de la charla anterior. Acepté de inmediato, porque de verdad la vieja es graciosa y por cierto muy descriptiva. Volví a recordarle que ojo con el vocabulario, porque es muy boquisucia y nos escandaliza con su jerga y expresiones que hacen poner colorado a cualquiera. Bastó una sola pregunta para que la fulana se derramara en prosa. Solamente alcancé a preguntarle el nombre y arrancó:

No mi querido, nosotras nunca lo damos, digo, el nombre, porque queda una al descubierto y quienes la distinguen van a enterarse de sus andanzas. Inventamos alguno, aunque en esta profesión lo primero que sucede es que algún vergajo le zampa un apodo por cualquier característica que tenga. A mí me dicen La Peluda, y no pregunte por qué p´a evitanos regaños. En todo caso puedo asegurale, que aunque ahora estoy un poquito jamona y dentrada en años, fue mucho el ésito que tuve durante mi juventú; tenía fama de pisporeta; bailarina de tango, milonga y fox; amable con los clientes y lo más importante, decían que muy buen catre. Porque a una la valoran es por su experiencia y dedicación en lo que hace.

Lo triste de este destino es que con los años se pierde el sesapil y tiene que empezar a medísele a unos personajes muy desagradables. Si a usted antes la buscaban los sardinos caribonitos y los clientes de plata, ahora toca lograr lo que caiga. Imagínese que los coteros no fallan echarse su polvacho cada que hacen un trabajo, y llega un lungo de´sos todo sudao después de descargar un camionao de papa, con tierra hasta en las orejas y p´a pior que tienen unas energías que descaderan una vaca; y si no les para el chorro, se quedan ahí trepaos hasta que no tengan ni con qué pegar una estampilla. Yo sufro de reumatís y me dan asficias por el asma -la trasnochadera jode a cualesquiera-, y cuando arranca el julepe empieza a soname el pecho y los indios creen que es de puro entusiasmo.

En cambio en mis años mozos me buscaban era p´a mimar a los clientes platudos, porque en aquellas épocas esos viejos no fallaban varias visitas a la semana; y no crea que siempre venían a ejercer, no señor, la mayoría de las veces se sentaban a jartar trago y a jugar dao corrido o tute, mientras una se les sentaba en las piernas, les hacía cosquillitas y les mantenía el traguito servido. Y qué propinas, ¿oiga? También me buscaban los que llaman ahora gomelos, que en un dos por tres quedaban despachados porque eran muy arrechitos y a muchos se les estornudaba afuera; pero como pagaban por adelantao...

Puedo decirle que recorrí los negocios más famosos de la época. Trabajé con misiá Ligia Cardona; onde Carlina Ruiz; saliendo p´a Arauca en la conocida Curva de la Nena; y onde doña Otilia, en las famosas Pereiranas. También en Las Muñecas, en la carrera 22 con calle 25. Allá solo era permitido abejorriala a una y el negocio consistía en poner al cliente a comprar. Asegún el consumo le daban fichas. Usté por ejemplo le metía media de ron y recibía 5 fichas, 4 por media de guaro, y si lograba sacale un ron con singer -o yinyer, o como se diga-, 2 y por un brande... -no me corrija que usté entiende-, 3 fichas. Debíamos vestir pintas bien provocativas y dejarnos meter mano, pero de aquellito nada. Al dueño le gustaba rotar el personal y al amanecer le liquidaban las fichas, y si te he visto no me acuerdo. Nada de contrato, seguro social y demás arandelas... sueñe mijo.

Recuerdo una boba que llegó a la casa dándoselas de mucho chuzo, quisque porque dominaba esa vaina de la educación sedsual; así decía porque hablaba sopitas. Fíjese que ella por ejemplo al terminar el servicio, siempre le preguntaba al cliente: ¨El caballero desea repetid, o me puedo subid los cadzones...¨ Otro día llegó con el cuento que un dotor iba a hablanos de sexo oral. Hubo curiosidad por ver qué nos podía enseñar a nosotras un tipo estudiao, pero se trataba era de una conferencia sobre cuidaos para evitar enfermedades; qué tal, ella pensó que por ser hablao, lo llamaban así.

Pero el mejor cacharro sucedió cuando trabajé en el gril Los Picapiedra, por el teatro Manizales echando p´a la galemba. Resulta de que un viejo convenció a la madán, como dicen en las películas, de hacerle publicidá al negocio y ofrecer gabelitas y vainas así. Entonces repartían unos volantes onde presentaban el clud y que asegún el consumo, daban una picada gratis. Resulta que esa vaina la armaba un pendejo que ni sabía escribir y un día se le fue una hache de más en la palabra picada, pero un amigo le dijo que tranquilo, que esa letra quisque no suena; que es muda. Ni se imagina usté al otro día la fila de chinches, zorreros, emboladores, terciadores, verduleros y montañeros, esperando con paciencia y el volante en la mano, porque la letra quedó preciso después de la ce.

jueves, enero 26, 2006

No Me Inviten

Una señal inconfundible de que a uno le están entrando los años, es que no le provoca salir de noche a nada. Sin embargo hay algunos que por tener cierto grado de lagartería, no se pierden ningún tipo de ágape o espectáculo nocturno. Se le miden a cuanta inauguración, homenaje, coctel, celebración o concierto; y persiguen con denuedo al fotógrafo del evento a ver si logran mojar página social. Para mí es un sacrificio tener que salir de noche, excepto a partir del viernes y que le revuelvan traguito a la reunión. El fin de semana me pego para cuanta finca me inviten, a calentar los huesos y darle rienda suelta a la lengua.

Aunque trabajo en casa y no debo madrugar, evito tomar trago en semana. Me encanta que vengan los amigos para que hagamos tertulia un rato y luego a dormir. Una invitación a la hora del almuerzo tampoco es llamativa, porque uno se envicia a la siesta y el día que no puede disfrutarla es una tortura. Acude a un restaurante a cumplir un compromiso y seguro sirven el almuerzo una hora más tarde de lo acostumbrado; debe recibir dos o tres tragos, los cuales lo dejan como un zombi el resto de la tarde.

Desde que existe la forma de ver películas en casa no volví a cine, y menos de noche. Sale uno entelerido de frío, con soroche, se le pasa la hora de acostarse y seguro no pega el ojo. Además, le toca abrir la puerta del garaje porque el portero ya está dormido. A los conciertos tampoco le jalo, porque si los que están parados no alcanzan a ver al artista, qué voy a disfrutar yo aplastado en mi silla de ruedas teniendo como único panorama el fundillo de los de adelante. Llega a haber una asonada y ahí quedo arreglado, y me toca gritar como el mocho que estaba en el circo y se soltó un tigre: ¡No corran que es peor!

Ni hablar de los matrimonios. La mujer pone pirinola desde que faltan 2 meses para la boda mientras resuelve qué se pone de lo que le prestan las amigas, y uno con el problema de conseguir un esmoquin que le sirva; y pilas con quemarlo o echarse una copa de vino encima, porque le figura pagarlo. A no ser que la rumba sea campestre, con orquesta, buena comida y caldo de menudencias al amanecer.

Complicado trasnochar para quienes tienen niños en la casa, porque la madrugada al otro día es fatal. No importa si cuentan con empleada, ya que los menores quieren llamar la atención de sus papás a como de lugar. Mientras uno duerme hasta medio día, a ellos les toca preparar el primer tetero al ratico de llegar de la fiesta; porque eso sí, no es sino que usted vaya con buenas intenciones para que seguro se le pegue la aguja. Y si consigue quién se los invite a dormir esa noche, puede aceptarle si los devuelve mínimo a la hora de almuerzo, porque de lo contrario el favor queda a medias. Claro que con imaginación hay formas de apañarse para entretener los zambos.

Mi hermana Mónica hacía fiesticas en la casa cuando sus hijos estaban pequeños, y dejaba sobre el nochero un paquete de galletas de soda abierto y el control remoto del televisor. Cuando empezaban los chinos a las seis de la mañana a pedir desayuno y a abrirle los ojos a las malas, ella señalaba las galletas y les sintonizaba el canal preferido. Claro que a media mañana estaban los mocosos con hipo diciéndole que por favor les diera aunque fuera agüita.

Por fortuna cuando pasamos por esa etapa con nuestro hijo, estrenábamos la primera antena parabólica que hubo en la ciudad, en el condominio El Torrear, y a ese muchacho no era sino sintonizarle el canal de Disney y quedaba hipnotizado. A un amigo le gusta tomarse unas cervezas para aliviar el guayabo el domingo y después de almuerzo lo ataca un sueño irresistible. Cuando se acomoda para la siesta, se arrima el culimbo y le dice que vayan a jugar béisbol al parque. El hombre se niega, pero cuando el niño insiste no queda sino acceder. Y tire la pelota y el chino trate de darle; como es de complicado batear, que hasta a Rentería o Cabrera les da trabajo.

Pero el mejor cuento, omito el nombre del personaje porque todavía tiene guayabo moral, fue el papá que asistió solo a una fiesta el viernes en la noche, y prometió no demorarse porque la mujer debía trabajar a las 7 de la mañana del sábado y la empleada tenía libre. Preciso: el hombre se amaneció y llegó quince minutos tarde y como una billetera. La mujer se puso como una tatacoa (tan zalamera) y le advirtió que ahí quedaba el niño de dos años, y que no se podía dormir. En semejante rasca logró quitarse la piyama, prendió el televisor y se arriesgó a dormir un minutico. El muchachito sintió hambre, abrió la nevera y cogió el pote de arequipe y una cuchara. Cuando el papá abrió el ojo a medio día, estaba la cama completamente untada de arequipe y tenía la tapa pegada de su espalda. Yo me corto las venas, del remordimiento y del enmelote.

martes, diciembre 20, 2005

No Me Crucifiquen

Desde hace años, cuando el médico pediatra Miguel Arango Soto inició una campaña contra la manipulación de pólvora por parte de los niños, la sociedad y los medios de comunicación se comprometieron con ella hasta llegar a la unanimidad. Yo mismo, en mis escritos y durante once años en la radio, he puesto todo el empeño para ayudar a difundir el mensaje.

Ahora no digan que me deschaveté, que estoy desvariando, que soy un voltiarepas, irresponsable, que si me embobé y me voy a tirar en tanto trabajo adelantado, y lo único que pido es que lean mis razones, las analicen y luego pueden decir si tengo razón o definitivamente soy una mula. La idea es que no me crucifiquen sin terminar siquiera de leer el articulito, que harto tiempo hay que dedicarle para que quede siquiera legible.

Resulta que después de tanto tiempo, tengo que desembuchar un entripao que mantengo contenido contra toda mi voluntad: Reconozco públicamente que me hace mucha falta la polvorita para celebrar las fiestas de fin de año. Espere, espere, no se salga de la ropa querido lector. Recuerde que tengo 50 años y dejé de ser niño hace poquito. Ya puedo decir que soy un adulto, no mayor, advierto, pero dejar las tradiciones es muy tenaz. Además, los niños no leen periódicos y menos las pendejadas que yo escribo, aunque algunos papás a veces les transmiten mensajes que envío para que los mocosos tomen conciencia y aterricen en la realidad. Espero, en todo caso, que nadie vaya a comentar delante de infantes que este humilde escribidor está promoviendo la tragedia de ver niños en el pabellón de quemados del Hospitalito. Con los que habrá el año entrante en las elecciones parlamentarias es suficiente, y sobra.

Empiezo por decir que nuestros mayores deben reconocer –sin desconocer que ellos fueron criados de igual manera y por lo tanto si hay que echarle la culpa a alguien no queda sino escarbar en el pasado hasta encontrar el responsable-, que entregarle una gruesa de papeletas, una de buscanigüas, cuatro pliegos llenos de totes y tres silvadores a cada mocoso mayor de siete años para que los quemara a su gusto durante la noche de celebración, es un proceder que ahora no le cabe en la cabeza a nadie. No mas la prendida del hisopo bañado en ACPM -elemento indispensable para echar los globos-, era un peligro, y peor aun la apagada que era dándole contra el pasto y pisándolo. Ni hablemos de los diablitos que hacíamos al desenvolver las velitas romanas, que eran pitillos rellenos de pólvora forrados en papel navideño, y hacer caminitos con el peligroso elemento para después prenderlo por un extremo y disfrutar de la llamarada resultante. Hago énfasis en que eso sí era una irresponsabilidad.

Lo que pasa es que los recuerdos de aquellos momentos inolvidables, de esas navidades tan auténticas y tradicionales, de la unión familiar y sobre todo del olor a marrano chamuscado y de pólvora quemada, quedó grabado en nuestra mente y al menos yo, no he podido borrarlo. Ahora es impajaritable para nosotros hacer un muñeco de año viejo al que le metemos una buena carga de pólvora. Porque no nos digamos mentiras, pero ese monigote sin el peligroso elemento es como un jardín sin flores, o como un hombre sin cachos. Compramos los elementos necesarios, conseguimos ropa vieja que no sirva ni para regalar, y la carga detonante se hace utilizando guantes de carnaza especiales, una sola persona y con todas las medidas de seguridad.

Vea hombre, es que entregarle pólvora a un niño es inconcebible, pero igual es prestarle el cuchillo de la cocina, darle un frasco de baygón para que se entretenga, o pedirle que baje una olla con agua hirviendo del fogón. Se trata de sentido común. Lo de ahora es muy distinto y un castillo o un lanza bengalas, por ejemplo, es un espectáculo muy bello para que los menores lo observen desde una distancia prudente. Y si los voladores los echa una sola persona, con mucho cuidado y sin tragos, son el resumen de toda nuestra cultura navideña y fiestera. Ni hablar de la culebra de papeletas a media noche.

Pero es que todo el mundo no tiene la misma responsabilidad y se emborrachan y olvidan las reglas, van a enrostrarme muchos. Es cierto, pero igual manejan rascaos y con toda la familia entre el carro, hacen tiros al aire o se dan machete, y no los controla nadie. Lo que pretendo es que vendan pólvora a los adultos, como el licor y los cigarrillos, que el comprador llene un formulario controlado por la ley donde pueda comprobarse que es una persona responsable y con cierto nivel cultural, y de ser necesario, que firme un compromiso ante un juez y si se quema un zambo en la casa, lo enchiqueren un año por bruto o descuidado. Si cambian las leyes para otras vainas, pues que le metan el diente a esta humilde proposición.

La pólvora es costosa y la gente ignorante gasta la plata del mercado comprándola, y una solución es que la administración municipal mande a cada comuna un espectáculo bien bonito para que lo disfruten todos. No tiene que ser nada suntuoso, sino una echada de pólvora como la de cualquier vecino, pero bien tabliada.

viernes, diciembre 16, 2005

EL KIT COMPLETO

Ahora anda todo el mundo, al menos los que tienen modo, pensando qué les van a dar de Niño Dios a los hijos. Porque al regalito para fulano, el cual casi siempre es por compromiso, toca echarle cabeza pero casi siempre es por salir del paso. A los chinos de ahora hay que hacerlos aterrizar porque aspiran a unos regalos desproporcionados para el presupuesto familiar, y es una oportunidad para que entiendan de una vez por todas que la cosa no es tan simple como escribirle una carta al Niño Dios, que es como prefiero llamarlo porque es el nuestro tradicional.

Los muchachitos sueñan con los juegos de video, un computador personal, algún aditamento para ese PC, un reproductor de música, teléfono celular, televisor de pantalla de plasma, o cualquier otro aparato bien sofisticado y sobre todo venenoso de costoso. Nada de balones, patines, triciclo o juguetes en general.

Pues fíjense que yo tengo una propuesta bien novedosa y sobre todo económica, para revivir el espíritu navideño y enseñarle a los pequeños a divertirse sanamente, y de una vez contribuir a mantener vivas nuestras tradiciones. Y lo mejor, el costo es mínimo y vamos a divertirnos todos al recordar aquellos juegos de antaño que aparte de ser maravillosos, no cuestan nada a comparación de lo que vale cualquier cacharro electrónico. Seguramente a los chinos les va a parecer una ridiculez y se van a salir de los chiros cuando se encuentren con ese mundo de mugre, pero con unos pocos que se interesen en el asunto, basta.

Pongan pues cuidado: La idea consiste en redactar un pequeño manual con instrucciones y anexarle cada uno de los materiales para desarrollar los diferentes juegos. Lo mejor, es que va a ser el papá o el abuelo el encargado de instruir al menor, porque estas cosas no las recuerda sino quien tenga unos 40 años o más. Empecemos por uno bien simple. Basta con una bola de caucho, o de tenis usada, y explicar cómo se juega aquello de hacerla rebotar contra una pared mientras cumplimos ciertas paradas como: Con una mano, con la otra, sin mirar, en una pata, en la otra, media vuelta, vuelta entera, etc.

Pasemos al trompo. Aquí se requiere de por lo menos 4 elementos: Uno bailarín estilizado y liviano, el tradicional y una marrana o trompo puchador, para cuando usted pierde y los demás tratan de sacarlo del círculo de juego a los golpes; o hasta a llegar a partirlo con el herrón. Me falta la piola, que es indispensable. Otra entretención es el balero o coca, que consiste en una esfera de madera con un agujero, amarrado a un palito de donde se coge para tratar de ensartarlo por el hueco; es cuestión de pura práctica. También está el yoyo con todo tipo de piruetas: Ponerlo a patinar, hacer el perrito, el columpio, media vuelta, la vuelta al mundo y lo que quiera innovar.

Sigo con el jazz. Una bolita y varias fichas, parecidas a la cruceta de un carro, y consiste en hacer rebotar la bola para recoger primero una ficha del piso y atrapar la bolita antes de que toque el suelo; luego 2 fichas, 3, 4 y hasta donde la habilidad lo permita; eso sí, solo con una mano.

Ahora que a los muchachitos les gusta bailar, conseguimos unas mangueras plásticas y hacemos los ula ula; a mover la cintura para sostenerlo y cuando le coja el tirito, hacerlo subir y bajar. Unas tiras de pica pica de colores, instrucciones para su tejido y cómo hacer llaveros, fuetes, etc. Elementos necesarios para fabricar cometas, usando sin excepción engrudo y palitos de guadua pulidos a mano. Un trozo de lana anudado en los extremos para hacer figuras ensartándolo entre los dedos de las dos manos, separadas unos 30 centímetros.

Una docena de canicas, o bolas de cristal, para jugar pipo y cuarta, al hoyito y a los cinco hoyos (recordar frases como esconda el mocho, becao y hacer la 17 sin usar el 5). Cómo armar una marrana con un carrete de hilo de madera, un palo de bombón, un trozo de vela y un cauchito; y no olviden hacerle muescas a los bordes del carrete, para que la marrana tenga tracción. Conseguir un recorte de tubo delgado de aluminio, explicar cómo se hace el zeppelín y a disparar con los popos o bodoqueras. Los zeppelines también sirven para empacar minisicuí, que se elabora revolviendo sal de frutas con azúcar. Indispensable también enseñar a preparar tiraos, bananos congelados, a disfrutar de una comitiva o un paseo de río.

Y que no falte la fabricación del carro de balineras; basta con una tabla, varios listones, puntillas, 5 rodamientos usados (uno para que gire el timón) y un pedazo de piola. Reglas y condiciones para jugar cuclí, guerra libertadores, chucha y otros esparcimientos de entonces.

Por último, si un mocoso se rompe el fundillo practicando una de estas entretenciones, no me llamen a ponerme quejas. Y si el zambo no quiere saber nada de ese mundo de chucherías, que se friegue. Imaginen a los adultos al otro día cerveciando mientras gozan en una competencia de trompo, balero y yoyo, al tiempo que las señoras ensayan a sostener el ula ula al ritmo de una buena música.

miércoles, diciembre 07, 2005

La Satisfacción de Compartir

Siempre con la misma cantaleta, pero me impuse como obligación tratar de tocar el corazón de tantos que aunque tienen con qué pasar unas fiestas generosas, sin faltarles nada, se olvidan de que la mayoría de sus conciudadanos sufren y no saben lo que es un momento de solaz o esperanza. Porque muchos necesitan este recorderis para decidirse a hacer algo por el prójimo, pero siempre lo dejan para mañana y cuando se acuerdan, ya estamos a mediados de enero; claro que una ayuda siempre será bienvenida, pero alegrarle la cara a un niño, a un viejo o a cualquiera, así sea por una noche de fiesta y jolgorio, con cualquier paquetico para abrir a la hora de la llegada del Niño Dios, es un momento ideal para sentirse muy bien mientras disfrutamos esa noche tan especial con nuestros allegados. ¿Y qué tal brindarle a una familia pobre una buena cena con todos los adornos y arandelas?

Miren en los escaparates y la ropa que no se ponen hace 6 meses es porque ya no les gusta; ¿y de esos pares de zapatos cuántos utiliza?... recuerden que muchos no tienen con qué cubrirse los pies. Los mocosos de ahora son resabiados y solo utilizan sus prendas preferidas, y el arrume de mudas sin estrenar puede servir de regalo para un niño de escasos recursos. Y qué decir de la avalancha de juguetes que adornan las estanterías de la habitación, y los que están guardados porque ya no hay espacio, y el triciclo que se quedó pequeño, y los patines que pasaron de moda... Escojan, siempre con la ayuda y consentimiento de sus hijos, organicen y limpien el juguete hasta que parezca nuevo, empáquenlo con mucho cariño y vayan a entregarlo a quien corresponda.

Puede ser en el Hospitalito, una obra social, para los hijos de uno de sus empleados. No importa quién lo reciba, pero que sea alguien sin recursos que de verdad lo necesite. Basta con dedicar un sábado para entre todos hacer una "policía", como dice mi mamá, y esculcar a ver qué puede servirle a los demás; seguro que van a llenar varios talegos con cosas que a alguien le parecerán maravillosas.

Somos muchos los que por una u otra razón no vemos televisión en las horas de la mañana, y mucho menos si se trata de un programa presentado por Jota Mario, pero se pierde uno de cosas buenas como el corto espacio que tiene un manizaleño que nos dicta cátedra acerca de la generosidad y la entrega al prójimo: Jaime Eduardo Jaramillo, conocido en el mundo entero por rescatar los niños de la calle que viven en las alcantarillas. Papá Jaime le dicen, y ahora dedica casi todo su tiempo a dar conferencias y charlas en diferentes países, mientras mantiene sus ojos alerta para que la Fundación Niños de los Andes, su gran obra, funcione como debe ser.

Es bueno reconocer, además, la labor que cumple su hermano menor Alberto aquí en Manizales, quien a pesar de no recibir ni un solo peso de la sede principal, ha dedicado más de 15 años a sacar la obra adelante, con la ayuda de manizaleños pudientes que prefieren el anonimato pero que siempre están dispuestos a compartir y colaborar. Mientras tanto Fernando, el odontólogo, atiende los cientos de niños y muchachos que pasan por la Fundación con un cariño y una entrega total. Me gustaría preguntarle a don Jaime y a misiá Clementina con qué alimentaron esos muchachos de chiquitos, para que hubieran salido con semejante corazón.

En una de sus intervenciones televisivas Jaime Eduardo tocó el tema de los cuartos de San Alejo, los cuales no deben existir. Un mundo de chécheres estorbando mientras alguien puede darles el uso adecuado. Entonces llamó una señora a decir que tenía una silla de ruedas destinada a una mujercita que hizo la solicitud, para una niña de doce años que la requería. Ella solo quería donarla pero Jaime insistió que lo acompañara a entregarla, para que sintiera en carne propia la satisfacción de ayudar y compartir. Después de muchas disculpas, al fin la convenció y salieron para el barrio más lejano de Ciudad Bolívar.

Al llegar al tugurio, por unas calles sin alcantarillas y olores nauseabundos, encontraron a una muchachita de doce años que se arrastraba por el piso como una culebra, lo que le tenía destrozada su pequeña figura. Jaime la levantó, la acomodó en la silla y propuso que la llevaran a dar una vuelta y aprovecharan la mañana soleada. Al salir, la pequeña empezó a gritar como loca y aunque pensaron que era retrasada mental, la mamá les informó que era de felicidad porque hacía por lo menos 8 años que no salía al aire libre.

La dama que hizo la donación empezó a llorar desconsoladamente y Papá Jaime le dijo que suponía que esas lágrimas eran de satisfacción. Pero la señora respondió que de ninguna manera, que sentía un dolor indescriptible de pensar que esa silla estuvo tantos años en el garaje de su casa acumulando polvo, mientras esa niña se arrastraba por un piso de tierra como cualquier animalito.

Ahí les dejo esa historia para que nadie eche en saco roto la promesa de esculcar a ver qué podemos compartir en esta navidad.

Una Trampa Mortal

Para los menores no existe una diversión, entretenimiento, juguete o cualquier otro programa mejor que bañarse en una piscina. Unos más que otros, pero es difícil encontrar alguno que no le jale a ese programa. En cambio para los adultos la piscina es el mejor adorno, es refrescante a la vista, sitio ideal para que las señoras se tiendan a broncearse, fenomenal para sentarse a su alrededor a tomar trago y chismosear con los amigos; claro que tiene el inconveniente que las damas se acuestan a leer una revistas de farándula o se tapan la cara con una visera, y cada dos minutos alguna de ellas solicita a los señores que repitan el cuento que acaban de tratar. Después de escucharlo, el resto, pero una por una, hacen la misma petición. Y a diferencia de los infantes, a los adultos poco les gusta ingresar en el agua, a no ser que haga un calor infernal o que un mocoso lo haga meter para jugar con él. Quien la utiliza para hacer deporte la aprovecha mejor, porque definitivamente es un adorno y juguete cuyo mantenimiento es costoso y no deja de presentar varios tipos de inconvenientes.

Los muchachitos pensarán que las piscinas han existido siempre y que en cualquier finca tiene que haber, así sea pequeña, porque hay que ver la desilusión que sienten cuando llegan y no la encuentran. Es bueno que sepan que ese lujo es reciente, porque cuando yo estaba pequeño la metida a la piscina era muy esporádica; en las fincas y haciendas ni pensaban en tenerlas, ya que dichos predios eran lugares para producir plata y explotar sus potenciales, pero poco interés tenían sus dueños en hacer ese tipo de inversión. Para que se entretuvieran los mocosos ahí estaba el cafetal donde podíamos jugar guerra o escondite, árboles para construir casas, caballos para montar, las caucheras para tirarle piedras a lo que se moviera, alguna quebrada para pescar bagresapos o sabaletas y otro millón de entretenimientos a los que no había que hacerles mantenimiento ni invertirles un solo peso.

Como los niños siempre han sentido una fuerte atracción por jugar con agua, en aquellas viejas fincas había algunas opciones muy llamativas. Lo primero, es que casi siempre la casona estaba construida muy cerca de un río o una quebrada; la gente le preguntaba a los viejos por qué teniendo en sus predios unos morros con una vista espectacular como para haber levantado la construcción allí, preferían un roto donde no había ninguna panorámica; ellos, con su filosofía ancestral, respondían que era mejor subir a mirar que bajar a beber. Porque recordemos que entonces no había motobombas ni nada parecido para subir el agua hasta una altura considerable; en el río hacían una improvisada bocatoma que recogía el líquido para llevarla hasta la casa por gravedad. Y lo más raro, es que a nadie le hacía daño esa agua y solo la hervían para preparar los teteros.

De manera que el baño era en el río, siempre supervisado por un adulto, y si la finca era cafetera contaba con un estanque donde se almacenaba el agua para el lavado del café, sitio ideal para disfrutar de un buen baño; poco nos importaba que dicho estanque estuviera lleno de renacuajos y malezas, porque lo único importante era tener dónde chapalear. Los más acomodados construían en el patio una alberca, que es la misma piscina pero sin enchape de baldosa, ni andenes de granito alrededor y mucho menos planta de purificación; por lo tanto había que echarle una buena lavada con cepillos y bastante jabón antes de llenarla y ese programa era mejor que el mismo baño posterior. Luego, como novedad, empezaron a llegar las piscinitas de inflar donde nos entregaban una manguera con un buen chorro de agua helada, y no había mejor entretención que esa para la tropa de muchachitos.

En cambio en las haciendas ganaderas había un peligro inminente que causó muchos accidentes mortales, y era el famoso baño de garrapaticida que consistía en un corral con un embudo, en el cual construían un estanque lleno de agua con veterina o los químicos necesarios para que la res pasara nadando y así quedaba impregnada. Pero en cualquier descuido, un pequeño se arrimaba a jugar con el agua y al caer al pozo, se ahogaba inexorablemente porque el piso estaba lleno de lama y no había de donde prenderse para ponerse a salvo.

Ahora los inconvenientes. Los papá del niño que no sabe nadar deben estar a toda hora echándole ojo y después de una noche de trago y parranda, muy madrugados salen a perseguir al muchachito para que no se arrime al agua; en las fincas yo abro el ojo a las diez de la mañana y cuando me levanto, los veo más aburridos que el diablo bostezando y ojerosos. Los progenitores deben almorzar por turnos porque mientras el uno bolea cuchara, el otro debe supervisar la piscina. Nada más jarto que un culicagao gritando cada segundo para que vean la maroma que aprendió a hacer, y el peligro que representa cuando empiezan a tirarse dando vueltacanelas y saltos mortales, porque la cabeza les pasa a centímetros del borde. Como contraprestación, no existe mejor solución para que a los zambos les dé hambre y duerman como angelitos.

Malicioso Que Es Uno

Los medios de comunicación y quienes trabajan en el oficio de la televisión, protestan con toda energía contra la medida que proponen para el Tratado de libre comercio, donde esperan que más de la mitad de la programación de los canales de televisión abierta, en el horario estelar, se componga de enlatados gringos. Lo que faltaba. Aquí se producen programas de excelente calidad y para gran parte de la población esa es la mayor entretención, sobre todo los que no tienen la opción de recibir televisión por cable. De la grabación de una sola telenovela viven 60 familias. Nuestra identidad cultural también se vería afectada ante semejante despropósito y debemos unirnos para impedir que nos metan ese gol.

Nosotros nos criamos viendo enlatados gringos y no puedo negar que disfrutamos mucho de ciertos personajes. Lo que pasa es que uno pequeño goza con todo y el ratico que nos sentábamos frente a la caja embrutecedora era a divertirnos con Giligan o el Super agente 86, para hacer un homenaje de una vez a esos dos actores recientemente fallecidos. Puede comprobarse dicha tesis porque ahora vemos una pendejada de esas y a pocas le encontramos alguna gracia. Además, empieza a echarles cabeza a muchos cabos sueltos que nunca nos cuestionamos, pero que ahora nos ponen a hacer conjeturas.

Claro que con los años uno es más corrompido, malicioso y suspicaz, y hace poco resolví hacerme unas preguntas que ruego a quien tenga la respuesta, o pruebas de que mis sospechas son infundadas o maliciosas, me lo haga saber. Empecemos con los investigadores privados de entonces, tema que ocupaba la mayor parte de la programación. El tal Bareta, que después resultó acusado de pasar al papayo a la mujer (muchos quisieran hacerlo pero pocos lo consuman), debía ser más mariguanero que un embolador; una prueba a mis sospechas, es que la cacatúa actuaba de una forma muy extraña, diciendo pendejadas y colgándose de las patas, lo que debía ser provocado porque esa pieza vivía llena del humo que desprenden los cachos de bareta. Lo que llaman una japonesa.

Sigamos con Magnum. Ese tipo era un conchudo y abusivo, porque después de que un millonario amigo lo dejaba ocupar una pieza en semejante quinta, el baboso sacaba el Ferrari del garaje y se iba a levantar viejas. No me explico a qué horas resolvía los casos, porque si no andaba de flirteo estaba en su cuarto beneficiando a la damisela de turno. Y el inglés flemático y zalamero que hacía las veces de administrador de la mansión, acompañado de un par de perros, no hacía más que echarle vainas y reclamarle por su comportamiento disoluto. Para mí que el tipo era marica, porque de lo contrario hubiera puesto la condición al inquilino que él comía callado si le llevaba una hembrita para participar en la rumba. Magnum, con esa pinta, podía llenar una buseta en media hora.

El viejo Barnaby Jones contaba con la vitalidad de un muchacho, y una lucidez mental que envidiaría cualquiera. Había que verlo correr como una gacela y después ni siquiera jadeaba. Tampoco usaba pistola porque maniataba al bandido más alentado con una llave inglesa y lo dejaba fuera de combate. Ahora que recapacito, a lo mejor era canoso pero no tan viejo; porque cuando uno tiene 12 años un tipo de 50 le parece un anciano.

Nunca he sido celoso, pero debo confesar que la traga de mi mujer por el doctor Kildare (Richard Chamberlain) me mantenía como maluco. Después, cuando hizo el papel de cardenal en El pájaro loco... no, perdón, es El pájaro espino, ella quedó medio desmayada de la emoción. Y hable de ese jediondo, y compárelo con todos los hombres, y sueñe con verlo en cualquier revista. Por ello fue grande mi satisfacción cuando en una entrevista radial, estando el tipo ya viejo, reconoció que desde chiquitico sintió atracción por los hombres; como quien dice, que era más dañado que agua de florero o que era un pisco de ésos que compran un pandeyuca y se le comen el roto. Recuerdo que ella se puso furiosa ante semejante comentario pero después de corroborarlo con varias personas, no le quedó sino aceptar. De todas formas es divino, sentenció resignada.

No quiero dejar por fuera los personajes de las tiras cómicas. Por ejemplo Popeye deja muchas inquietudes. Para empezar, el mocoso Cocoliso está muy grande para arrastrarse por el piso como una culebra; ya debería siquiera gatear. Y nunca le han mostrado las piernitas, lo que hace suponer que es patitorcido o chapín. Además, nadie sabe de quién es hijo el zambo, porque el marino lo único que hace es darse trompadas con Brutus por gallinazo, pero a la langaruta ésa no le coge ni la mano. Tampoco es claro qué fuma en la cachimba que mantiene en la boca, que se parece más a un dispositivo para soplar basuco. El biógrafo de Popeye, después de años de estudio, asegura que el hombre no hace popó sino boñiga, por la comedera de espinacas, y hasta pudo descubrir a qué huele el miembro viril del sujeto. ¿Que a pescado?, no, a pesar de su profesión. ¿Que a jugo de espinaca?, tampoco. No señores, el pirulo de Popeye huele a aceite de Oliva.

¿Vida Fácil?

El oficio más antiguo de la historia del ser humano es la prostitución, y puedo asegurar que además no tiene cuándo acabarse. Siempre va a existir, en todos los rincones del planeta, y en diferentes formas y modalidades. Claro que lo que antes era actividad obligada de la mayoría de los hombres, visitar las casas de citas, con una clientela variada en capacidad económica y edad, ha perdido mucho auge porque con el libertinaje actual los muchachos no tienen que ir a "comprar cariño", ya que las sardinas lo aflojan desde que están púberes. Hace poco soñé que me encargaron un trabajo periodístico consistente en entrevistar una mujer dedicada a este oficio, y después de contactarla y advertirle que debía cuidarse con el vocabulario, empezamos nuestra charla.

Hice la primera pregunta y se despacha esa vieja en prosa, y no hubo quién la atajara. Lo primero fue indagar por qué les dicen mujeres de vida fácil. Esa mujer se fue encrespando y respondió: ¿Fácil dotor?, eso es lo más injusto que esiste. A quién le gustaría amanecer todos los días bailando, jartando trago sin ganas, metiendo vicio a las buenas o a las malas y arrancando p´a la pieza con todo el degenerado que aparezca. Puede ser feo, bonito, limpio, sucio, tarado, atarván, decente, oler a cañería, corrompido y usted no puede decir que no le agrada. Mientras tenga con qué pagar, figura atendelo porque de lo contrario la mandan a las patadas p´a la calle.

O será que es muy sencillo pasase una noche de frío en una esquina esperando que aparezca un marrano, y después tener que despachalo en el asiento de atrás de un Simca. Y los vergajos apenas se bajan la cremallera, pero a una le toca quitase hasta los aretes; y con ese frío tan espantoso. Lo pior es que los hombres con tragos no se vienen con facilidá y por eso dicen que tal cosa es más ademorada que polvo de borracho. Tampoco falta el día que en mitad del ajetreo aparece la tomba y ambos p´al calabozo.

Lo más injusto es que en las casas la dueña se queda con la mejor tajada, siendo que a una le toca poner toda la voluntá. Pero como el que tiene plata marranea, no queda de otra. Ella sentada jartando güisqui con los clientes jailosos mientras una bolea cintura, y toca dale participación, pagar la pieza, responder por los daños que haga el guache de turno -porque no falta el borracho que quiebra el acuario, se avienta en un sofá y le daña una pata o tumba una bandeja llena de vasos- y si le roban el rollo de papel de la pieza, la toballa o cualesquier otra cosa, por derechas se lo van descontando a una.

La gente cree que con ese oficio se consigue plata, pero qué va. Apenas alcanza p´a llevar algo a la casa cuando la dejan salir o cada mes que llega la regla y queda una fuera de servicio. El caso es que si se mama de que la esploten y logra ponerse al día con la doña, ensaya en la calle a ver cómo le va. Se acomoda en cualquier esquina y en menos de lo que canta un gallo aparece un vergajo a decir que esa manzana está ocupada y que si quiere trabajar, toca dale tajada a él por cliente atendido. Hágame el bendito favor. Chulos hijuemadres. Y ni modo de engañalo, porque tienen campaneros que la pistean y no le pierden paso, y onde trate de darle en la cabeza, el desgraciado la enciende a sopapos. A mí me tumbó varios dientes y si quiere le muestro el puente... la prósima vez me hago poner la chapa completa, aunque eso no puede notarse porque hay clientes muy corrompidos que apenas se enteran que una puede quitarse la dentadura, empiezan a inventar porquerías. Aunque una buena profesional no puede quitársele a nada y eso es como los aparatos que tienen los tacis, que según el tipo de servicio va marcando la tarifa.

Una vez me jui a trabajar a la costa porque quería conocer el mar y una amiga me dijo que en esos barcos llegan unos marineros más pispos que el diablo, monos y grandotes, que ni les interesa bailar porque no tienen idea, y que como traen una tupia de varias semanas, no demora nada el servicio. Y que no falta el que se encoñe con una y la saque a vivir juiciosa por allá en las estranjas. Luego viajé a Pasto, porque supe que es gente muy respetuosa y amable. Un día, llegó un zambito que había ahorrao para echarse el primero y me tocó a mí. Se quedó en pelota pero no quiso quitarse la ruana, y cuando le hablé del condón no entendía ni palabra. Entonces le expliqué que si se lo quitaba yo podía morime y el accedió de una. Como a los cuatro días apareció el cachetón ese con una cara de angustia... se cogía la barriga y los ojitos apenas le brillaban. Yo pensé que lo había pringao, pero el mocoso me preguntó:
- Oiga su mercé, no será que ya me puedo quitar ese cauchito, porque está que se me revienta la vejiga, pues.

Si será bruto e inorante ese montañero.

Promociones Engañosas

No hay derecho que en este país cualquiera haga trampa o se pase la ley por la galleta sin importar que perjudique a los demás. Nada más cierto que aquello que asegura que hecha la ley, hecha la trampa. Por ejemplo aquí recomiendan un contador por ser un mago tributarista y le inventa mil marrullas legales para que usted pague lo mínimo en impuestos; claro que como el contribuyente sabe que la mayoría de su aporte va a parar al bolsillo de los corruptos, prefiere hacer las piruetas para dejarlo mejor en el suyo.

Un asunto que se presta para meterle el dedo en la boca al consumidor, es con las promociones engañosas y la publicidad amañada. Parece mentira, por ejemplo, que al emitir una ley que ordena a quien publicite cualquier tipo de promoción, sea necesario obligarlo, en el mismo aviso, a advertir que la oferta aplica restricciones. Si es en televisión, el asterisco donde aclaran qué tipo de condiciones tiene la publicidad aparece al final, en una letra ilegible y no demora en la pantalla más de dos segundos. El que alcance a leerlas es un mago. Cuando se trata de folletos, desprendibles o cualquier medio escrito, lo acomodan en un rincón bien escondido, escrito en una letra de tamaño diminuto que a mi edad es necesario tener una lupa a mano para enterarse. Las gafas no alcanzan para leer el mensaje (los bancos son unos magos para este tipo de acomodos). Pero la peor burla es en la radio, donde locutores muy bien entrenados, porque no me explico cómo hacen, explican las restricciones a una velocidad que aunque dicen todo lo que les exigen, es imposible que alguien entienda una sola palabra. Inaudito que no exista una dependencia de control que evite este tipo de atropellos.

Escuché la queja de un señor que mientras veía televisión escuchó un comercial de una empresa de telefonía fija, donde promocionaban el minuto nacional a un precio muy favorable, pero el de la comunicación con el exterior estaba todavía más barato. Entonces resolvió que como él tiene algunos familiares y amigos en el exterior, iba a aprovechar la oferta para darles a todos una llamadita y reportarse. Hizo cuentas y hablar con España salía regalado, y a Estados Unidos aún mejor. Por fortuna recapacitó y decidió comunicarse primero para confirmar cómo es el cuento de las tarifas que ofrecen, y la vieja le dijo que en el comercial dicen las restricciones, y que la principal es que el cliente tiene que haber hablado como 300 minutos en el último mes para tener derecho a utilizar la promoción. El pobre tipo pudo haber quedado embarcado en una cuenta impagable. ¿Cómo no va a ser esa modalidad una sinvergüenzada?

Con regularidad sale en los periódicos del fin de semana una página llena de promociones de viajes a diferentes destinos, con unos precios que antojan a cualquiera. Usted hace cuentas y multiplica ese valor por dos, porque toca llevar a la mujer, y no ve la hora de que sea lunes para llamar a una agencia de viajes. Entonces allí la promotora le explica, con mucha sutileza, que debe advertirle algunos costos adicionales que van a subir un poco el valor del viaje.

Por ejemplo usted se antoja de ir a Punta Cana, en República Dominicana, y de lo primero que debe enterarse es que esa promoción tan atractiva es por solo tres noches y cuatro días, y en habitación cuádruple. Como ya hice ese curso, viajar un sábado para regresar el martes no vale la pena y entonces a pagar más para que la habitación sea doble y un buen billete por cada una de las noches adicionales, hasta completar las 7 de la semana. Segundo: ¿tienen pasaporte vigente? ¿no?; entonces a sacar el suyo y el de aquella; fotos, impuestos, etc. Luego hay que solicitar la visa, que incluye los trámites que hace la agencia, y siga sumando. ¿Tampoco tienen pasados judiciales?, bien pueda ir al DAS porque es requisito impajaritable.

Falta sumarle al valor del tiquete aéreo las tasas de aeropuerto, el sobrecargo del combustible ($60.000 si es nacional y 45 dólares internacional). El IVA: Nacional el 16% e internacional el 8%. Impuesto por salir del país unos 60 verdes cada uno, y de allá para acá es lo mismo; la bobadita de US$240. Sin tarjeta de seguro médico no pueden viajar y póngale que cueste unos 30 dolaretes por cabeza. Además, falta sumar el impuesto y el seguro hotelero. Y lleve de todo porque en el hotel no necesita ni un peso para comer y beber a gusto, pero si olvidó por ejemplo la crema dental, allá hay unos almacenes muy cucos, pero el tubo de pasta vale 8 o 10 de los verdes. Y la foto con dos guacamayas en la cabeza, otros 10. Y las propinas que reparte uno cuando está copetón.

En conclusión, cuando vea ese tipo de ofertas mire bien, porque siempre dice "a Punta Cana DESDE US$699". Y no se haga ilusiones hasta consultar en su agencia de viajes de confianza, porque con seguridad allá sí le van a advertir todas esas arandelas que los tramposos de marras omiten ante las narices de las autoridades, a quienes les importa un pito que engañen a la gente.

Infancia Precoz


INFANCIA PRECOZ.
Al paso que vamos los muchachitos van a nacer sabiendo inglés, comiendo solos, caminando y haciendo popó en el inodoro. Parece increíble lo que sirven los métodos de estimulación que reciben los bebés desde que están en la barriga de la madre, y ni hablar de la cantidad de vainas que les enseñan en las guarderías y jardines. No puedo imaginar a una mamá de nuestra época alumbrando con una linterna el vientre gestante, o poniéndole música clásica, porque como vivían embarazadas, qué tiempo iban a tener de ponerse en esas enguandas. Luego nacía el muchachito, lo envolvían en una cobija como un tabaco impidiéndole cualquier movimiento durante varios meses (antes no hay más tullidos) y así lo mantenían hasta que nacía el próximo, y defiéndase solo mijo que se le acabó el reinado.

Al colegio entrábamos a los 7 años, sin pasar por guardería, preescolar 1, 2 y 3, para luego hacer transición y así llegar a kinder, que es donde nosotros empezábamos. Claro que si hubiera sido por las mamás, hubieran zampado los mocosos desde los 2 añitos al colegio, pero tampoco había recursos económicos para semejante gasto que representa pagar tantos niveles escolares antes de que el zambo empiece en serio la primaria. En todo caso los muchachitos de ahora son impresionantes de avispados y entendidos, y hacen unos comentarios que lo dejan a uno con la boca abierta.

Mi hermano Daniel y su mujer adoptaron hace un poco más de 4 años a Pedro Luis, un niño muy bello y entendido. Con el paso del tiempo el pequeño presentó algunos comportamientos anormales y detectaron que se trata de un caso de autismo leve. Pero hay que ver lo que influye un diagnóstico a tiempo, el trabajo de los terapeutas que lo tratan, el compromiso del colegio y sobre todo, la paciencia y entrega de los papás para seguir las instrucciones de cómo manejar al muchacho. Hoy en día es otra persona y me parece que ya se está pasando de avispado y sociable. Hace poco estuvimos en una finca y ensillaron unos caballos para que montara quien quisiera. Entonces mi hermano le propuso a Pedro que fueran a dar una vuelta, y aunque el niño se mostró nervioso, sin pensarlo dos veces se encaramó en el animal. Durante el recorrido disfrutó como un enano y en cierto momento preguntó sobre la utilidad de esos lazos que llevaba el jinete en las manos. Cuando el papá le enseñó que se trataba de las riendas y que sirven para frenar el caballo, el mocoso miró por todas partes y volvió a indagar:
- ¿Papi, y dónde queda el clutch?

Yo tengo muchos años y nunca conocí a un muchachito más avispado y entendido que Felipe Escobar, el hijo de unos muy buenos amigos. Tiene 3 años y medio pero actúa y se comporta como si fuera de 7. Desde muy pequeño, cuando los papás salen de viaje lo dejan con la abuela materna en una casa campestre cerca de Cartago. Allí el niño ha desarrollado una personalidad arrolladora y el aprendizaje sobre las labores del campo es total; porque la abuela en vez de meloserías y mimos, le tiene asignada tareas definidas como alimentar las gallinas, recoger los huevos, encerrar los perros, darle comida a los peces y hay que verlo al caer la tarde persiguiendo los pollos y tirándose en paloma a cogerlos para encerrarlos. Además, le tranca y lo mantiene a raya, porque de lo contrario ese chino se la traga viva.

En su última estadía viajaron a Cali a visitar un pariente y en cierto momento Felipe alcanzó a ver el arma de dotación del encargado de la seguridad de la señora. El tipo la escondió rápidamente pero el mocoso ya tenía la curiosidad y le preguntó si esa pistola sirve para matar locos. Con mucha discreción el guardaespaldas le dijo que ni riesgos, y el zambo insistió en que si entonces sirve para matar ladrones. Tampoco, le respondió el empleado, y le dijo que era solo un requisito que él debía cumplir pero que nunca la había utilizado para nada de eso. El culicagao se queda mirando con cierta malicia y le comenta:
- Oiga Julio… ¿y no será que sirve contra las abuelitas regañonas?

En estos días mi mujer atendió el timbre de la puerta y se encontró con Felipe que venía a preguntar por mí. En ese momento yo estaba dormido porque me encontraba algo indispuesto y el niño le pidió que si lo dejaba entrar para poderme ver personalmente. Como un adulto discreto entró sin proferir palabra, me observó un momento y salió comentándole a la empleada que lo acompañaba que lo que sucede es que yo ando como enfermito. Mi relación con ese niño ha sido especial y nos tratamos de locos, chifloretos y patanes, lo que a veces hace que reciba regaños por parte de sus mayores. Llamé al papá a conversar alguna noche y el muchacho desesperado para que le pasaran el teléfono porque quería saludarme y cuando pasó, yo le dije de primerazo: “Quiubo careguatín”. El chino pensó una fracción de segundo y como no reconoció la palabra guatín, supuso lo peor y me respondió: “Quiubo carehijueputa”.

viernes, septiembre 09, 2005

En Caso de Emergencia ...

Solamente cuando a uno le suceden las cosas es que se da cuenta que en este mundo nadie está libre de nada. Para morir solo necesitamos estar vivos y a pocas personas se les ocurre por ejemplo que los puede matar un rayo, porque las posibilidades son tan remotas, que uno prefiere gastarse ese chepazo ganándose una lotería. Los peligros están ahí, acechando en todo instante, pero si el sujeto se obsesiona con ellos entonces no tiene paz en ningún momento. En lo que sí somos descuidadas la mayoría de las personas, es en estar preparadas para las emergencias y practicar con cierta regularidad las medidas que deben tomarse al respecto.

Claro que cuando hay un terremoto como el que nos zarandeó a los manizaleños en el año 79, ahí mismo en colegios, hospitales y demás instituciones se prenden las alarmas, ofrecen cursos de primeros auxilios, adelantan planes de evacuación, dictan conferencias y todo lo que quiera, pero al poco tiempo se enfría el tema y a todos se nos olvida. Recuerdo cuando se toreó el volcán Arenas que no se hablaba de otra cosa y todo el mundo andaba con las pilas puestas; mi mujer mantenía a la mano un radio, la linterna, las máscaras y un pito por si las moscas. Vaya que explote esa montaña otra vez sin previo aviso para que vea que nos coge a todos con los calzones abajo.

Cuando escuché la noticia del avión de Air France que se salió de la pista al aterrizar en Toronto y en 95 segundos fue desalojado por más de 300 personas, entre pasajeros y tripulantes, me quedé abismado. Antes de que el aparato hubiera caído en la zanja donde se incendió, el copiloto ya había activado el mecanismo que abre las puertas y despliega los deslizadores. En solo minuto y medio ya corrían todos como conejos por los alrededores y del avión solo quedaron ruinas calcinadas. Y pensar en la mamera que da a los pasajeros cuando el avión carretea y empieza la azafata con la misma cantaleta, mientras todos los presentes piensan que eso de los accidentes le toca es a otros.

En muy pocos hogares de nuestro país se tienen planes de evacuación, elementos para combatir un incendio o procedimientos a seguir en caso de emergencia. Máximo, tienen al lado del escusao un pequeño gabinete con puerta de vidrio y que en su interior contiene una tusa, con la indicación en grandes letras que en caso de necesidad rompa el vidrio. Es un chiste muy pendejo pero que ha hecho carrera en nuestra cultura. En los grandes edificios de oficinas están los gabinetes donde podemos ver un hacha y una larga manguera muy bien dispuesta, pero sería bueno saber cuántas personas saben darle el uso correcto a esos elementos.

Los controles para que en los edificios se mantengan los extintores cargados y operando son muy esporádicos, además que muy pocos porteros, inquilinos o administradores saben exactamente cómo operarlos y cuál es la forma correcta de atacar el fuego con un aparato de esos. Uno piensa que en su apartamento lo máximo que puede pasar es que se rompa una tubería en un baño y se inunde un poco el tapete, pero estoy seguro de que en caso de un conato de incendio a la mayoría nos traga la tierra. Ni hablar de quienes viven en un edificio alto, más arriba de un quinto piso, porque aunque nuestro cuerpo de bomberos tenga muy buena disposición, no creo que cuenten con los elementos necesarios para combatir una emergencia de esas características. Por ahí veo parqueado el carro de bomberos especial para ello que regaló la embajada de Japón al cuerpo de voluntarios, pero no ha habido forma de ponerlo a operar por algún impedimento de esos tan comunes en nuestro medio burocrático.

En los países desarrollados la gente llama al número de emergencias y de inmediato obtiene respuesta, además de asistencia; y llaman porque se metió un cocodrilo a la piscina, o se accidentaron, o escuchan ruidos extraños en la casa o para que calmen a los vecinos que se están dando en la jeta. En cambio por aquí sería bueno hacer un estudio al respecto para ver cuál es el resultado. Hace poco se asentó un panal de unos avispones poco comunes en un poste a todo el frente de nuestro edificio. Eran miles y miles de insectos revoloteando alrededor de la colonia principal y como ya habían puesto a correr a más de un transeúnte y se estaban metiendo a los apartamentos, resolví llamar a los bomberos a ver qué podían hacer. El tipo que contestó me dijo que ellos no se meten con esos animales y que me comunicara con el GER (Grupo especial de rescate). Entonces le pedí el teléfono y casi no dan con él.

En el GER no contestan sino por la tarde porque funciona en una tienda de videos y aunque me prometieron venir a revisar, tampoco hubo forma. Ya va el carro para allá, fue lo último que me prometieron, no sin antes advertir que eso es muy complicado, que necesitaban colaboración de la CHEC y no sé qué cosas más. Pero claro, por eso los llamé, porque es complicado. Si fuera fácil, lo hubiéramos hecho nosotros sin ponernos a rogarle a nadie.

viernes, septiembre 02, 2005

ENTRE MÁS LES DIGA…

Es increíble cómo la forma de comportarse de los seres humanos es definitivamente la misma. Varían las costumbres, las culturas, las creencias, etc., pero los sentimientos, los principios, las reglas morales podría decirse que son universales. El personaje “torcido” lo es porque no recibió ejemplo de sus mayores o porque las circunstancias de la vida lo obligaron a recorrer el camino equivocado, pero lo lógico es que un individuo con una infancia normal, bajo la tutela de personas rectas y responsables, va a comportarse de igual manera y con seguridad influirá en su prole para que lo imiten.

Lo que pasa es que la persona cambia su forma de comportarse según la edad que tenga y los demás deben aprender a soportar esos cambios, los cuales muchas veces son chocantes y difíciles de asimilar. El niño recién nacido es muy tierno, pero empieza a crecer y esa ternura se convierte en malicia e inquietud. Luego llega a la edad en que todo le parece maluco, se avergüenza de los papás, no se resiste los hermanos, y solo genera entre quienes lo rodean unas ganas de pellizcarlo incontrolables. Ni hablar de la pubertad y adolescencia, cuando son más comunes los encontrones y malos entendidos entre las diferentes generaciones.

A uno como padre de familia no le vale que le recuerden a toda hora que en nuestro momento fuimos igualiticos, con las diferencias lógicas que resultan de la evolución que presenta una sociedad moderna y un poco desbocada. Quién puede aspirar por ejemplo a que en esta época, una hija no lo “afloje” a los 17 o 18 años; o que el muchacho de la misma edad no aparezca un día a dormir porque se emborrachó y borró película en casa de un amigo; o que alguno de los dos haya ensayado bailar “trans” con una pepa de éxtasis en la cabeza, y haya aceptado pegarse unas chupadas cuando le pasaron un “bareto” en cualquier reunión.

Estas son actitudes normales en cualquier muchacho pero en ese momento es cuando afloran los principios morales y la educación recibida. Porque la gran mayoría experimenta este tipo de situaciones, pero de igual manera casi todos superan la etapa y a los pocos años han dejado atrás cualquier tipo de vicio. En cambio los que tuvieron una infancia infeliz, en un hogar lleno de conflictos y malos ejemplos, sobre todo cuando los padres son separados y generan en los hijos una cantidad de dudas y contradicciones, ese joven se convierte en terreno abonado para caer definitivamente en problemas delicados. No es sino pensar en los casos que uno conoce, y esto se corrobora casi como una constante.

Uno de los símbolos de rebeldía del adolescente varón es dejarse crecer el pelo, actitud que mortifica a muchos adultos. Claro que ahora se impuso la moda entre los sardinos también, y en vista de que sus papás son jóvenes y no les paran muchas bolas, los que no se resisten la vaina son los abuelos. Aparece entonces el famoso consejo que da todo el mundo a los papás que se mortifican con esta provocación, cuando les repiten que a los muchachos hay que dejarlos y que entre más les digan, menos posibilidad existe que visiten al peluquero.

Ahora recuerdo lo que discutí con mi papá en aquella época porque me gustaba mantener las mechas a la altura de los hombros; entonces era un poco crespo y ni siquiera me peinaba. En el colegio y en el grupo de amigos era la moda y había que ver las pintas tan estrafalarias que inventamos, sobre todo cuando los más crespos adoptaron aquello del “afrikan look”. Y si ahora se impusieron las manillas y a los mocosos ya no les caben más en las muñecas, nosotros nos colgábamos del cuello cadenas, dijes, collares y el infaltable signo de la paz; “peace brother”, le decíamos a quien pasaba mientras hacíamos el signo universal de la V con los dedos índice y anular.

Cuando mi hijo entró a la universidad resolvió dejarse crecer el pelo hasta llegar a tener cola de caballo. Le echamos vainas, lo jodimos, insistimos en que parecía un chinche, pero todo fue infructuoso. Entonces terminó la carrera y consiguió trabajo en Bogotá, pero a mi mujer le dio la obsesión de que si llegaba así a la oficina, lo iban a devolver por greñudo y mal presentado. Pero yo confié en la táctica de no volverle a decir nada al respecto, y el día antes de abandonar el nido el chino fue y se motiló como un soldado.

No se me olvida una vez que íbamos llegando a Cartagena de paseo y nos paró un policía de esos típicos que en la costa andan en busca del aguinaldo. Entonces mi primo Gabriel Arango, quien manejaba el carro, le entregó todos los documentos en regla, pero como aparecía en la foto del pase con el pelo muy largo, el tombo se empecinó en que esa licencia era de una mujer. Quién dijo que hubo poder humano de convencerlo de su equivocada apreciación, aunque Gabriel le mostró otros documentos con su nombre y número de cédula. Todavía se debe estar riendo de nosotros ese vergajo porque de la gana de llegar, nos tocó untarle la mano.

miércoles, agosto 31, 2005

Respuestas Oportunas

Siempre he pensado que no existe un arma más eficaz para calmar los ánimos, romper el hielo o sobreponerse a una situación embarazosa, que una respuesta genial y oportuna. El buen humor desarma a cualquiera y son pocos los que después de recibir una respuesta de estas no bajan la guardia y cambian de actitud. Sin embargo no todas las personas tienen esa cualidad, de decir la palabra correcta en el momento oportuno, y muchas veces resultan agresivos o cínicos. En todo caso no cabe duda de que un chispazo genial ayuda a sortear una situación difícil. Recuerdo algunas respuestas que me han parecido magistrales.

A diferencia de ahora, cuando la profesión de médico es mal remunerada, a los galenos les controlan el horario y son explotados por empresas prestadoras de salud que se metieron de intermediarias entre el médico y el paciente, los doctores de antes eran los chachos de la comunidad y repartían su tiempo como mejor les pareciera. Los especialistas eran escasos, la competencia mínima y para todos había trabajo. La mayoría de profesionales daban clase en la universidad, atendían su horario de trabajo en el hospital o en alguna clínica, tenían consultorio particular, prestaban sus servicios a las empresas y además terminaban la tarde haciendo visitas a domicilio. Claro que muchos de ellos llegaban a la casa como una “mica”, porque en todas partes les ofrecían un trago y al final del recorrido ya no sabían de quién eran vecinos.

Me cuenta el doctor Raúl Vallejo, gerente “vitalicio” del CAA de San Rafael, que su padre, quien se llamaba de igual forma, trabajaba 26 horas al día. En vista de que casi todas las labores las desarrollaban en el Hospital Universitario de Caldas, ya que entonces no existía esa proliferación de clínicas que hay ahora, los médicos cumplían con varios horarios al mismo tiempo porque en cada piso había una dependencia diferente. En uno estaba el Seguro Social, en otro los pacientes de caridad, en el siguiente la Caja de Previsión y en el quinto piso las habitaciones particulares. De manera que el doctor Vallejo trabajaba 8 horas para la Universidad de Caldas, 8 para la Beneficencia, 8 para el Seguro Social y dos horas para una empresa privada; además, tenía consultorio particular y llegaba a la casa temprano a revisar tareas y poner orden.

Hasta que cierta vez un organismo de control del estado empezó a investigar el horario de los médicos y todos ellos fueron visitados, y cuando llegaron al consultorio del doctor Manuel Venegas, eminente galeno recordado con cariño por los manizaleños, le presentaron documentos y pruebas que demostraban que él laboraba 25 horas al día. El funcionario de turno, muy envalentonado, le pidió que explicara cómo podía darse esa situación, y el doctor Venegas le respondió con ese acento bogotano que lo caracterizaba, y después de estudiar con detenimiento los papeles que le presentaron:
-Ala, te digo la verdad, me levanto una horita más temprano.

Compartir una velada con mi tío Eduardo Arango es una verdadera delicia, porque es magnífico conversador, tiene un humor maravilloso y es un mamagallista consumado. Claro que tiene la particularidad que no le gusta perder ni media. Alguna vez disfrutábamos de su compañía en la finca de su propiedad y mientras charlábamos al calor de unos tragos, se tocó el tema del gabinete que estaba conformando en ese momento un nuevo gobierno. Entonces todos estuvimos de acuerdo, menos don Eduardo, en que los ministros deben ser especialistas en el cargo que van a ejercer; médico el de salud, economista el de hacienda, ingeniero el de obras, etc. Sin embargo el tío, seguramente basado en que él ni siquiera terminó bachillerato y sin embargo ha sido un hombre de reconocida trayectoria, seguía en sus trece de que todos estábamos equivocados. El caso es que ante lo apabullante de las razones que le dimos acerca de que los tiempos han cambiado y ahora la tecnología se impone, el hombre comentó entre dientes:
-¡Hum!, de manera que estos son de los que creen que el cementerio lo debe administrar un muerto.

Y para rematar, esta perla de mi primo Pablo Ocampo. El hombre ha sido muy parrandero y un jueves llegó a la casa a las 6 de la mañana. La mujer se puso como una tatacoa y le dijo hasta misa, y le advirtió que en adelante dejaría la puerta con tranca para no dejarlo entrar. Él mostró arrepentimiento y juró que no se repetiría, pero esa noche se presentó un programa especial, y aunque pensaba demorarse poco, llegó a timbrar a la casa cuando despuntaba el día. Entonces la señora se arrimó a la puerta y le dijo sinvergüenza, que si no le daba pena con los niños, que respetara, y que de una vez le recordaba que no le iba a abrir. Pablo con voz de angustia le dijo que por favor lo dejara entrar porque estaba herido, a lo que ella accedió de inmediato y el muérgano se escabullo hacia su cuarto a acostarse. La señora lo miraba por todas partes y cuando le preguntó que dónde estaba herido, que ella no veía la sangre, el hombre le respondió:
-No mamita, estoy muy herido con lo que usted me dijo ayer.