Qué pagadera de impuestos tan tenaz. Así el ciudadano no declare renta, debido a que su patrimonio no alcanza el tope reglamentario, en todo momento paga contribuciones al estado. La mayoría de artículos adquiridos están gravados con el impuesto del valor agregado; al comprar una boleta para cualquier espectáculo, incluido el cine, colabora con parte del importe para espectáculos públicos y contribución al deporte; paga peajes cuando transita por carretera; le tumban un porcentaje de cualquier cifra que reciba por servicios prestados; también le meten diente a su salario y mejor no sigo porque acabo a los berridos.
Todos los gobiernos recurren a reformas tributarias para sanear el déficit fiscal, y aunque en la campaña política prometan tirarles pasito a los contribuyentes, a la hora de la verdad no se salva nadie. El pueblo espera que por fin escojan a los más acomodados para cargarles la mano, pero la decepción es grande cuando publican las nuevas leyes y al ciudadano raso no le queda sino aceptar la dura realidad. Porque no cabe duda de que nuestro pueblo es campeón para aguantar garrote y agachar la cabeza, mientras en otras latitudes se rebotan y obligan a los dirigentes a echar reversa.
Lo que indispone es saber que con menores aportes podríamos tener un país desarrollado y bien dotado, pero el desangre de la burocracia y la corrupción es incontrolable. Los políticos buscan enriquecerse con el billete que casamos todos y dicho proceder envenena a cualquiera, mientras la infraestructura nacional se deteriora a pasos agigantados. Aunque en todos los rincones del planeta existe la corrupción, no hay otra explicación para que haya países donde la plata rinde y se nota en su inversión y desarrollo. Mire que si destinan una partida para adelantar un proyecto en particular y este se pudiera desarrollar como dice el contrato, con seguridad las cosas irían mejor. Pero empiezan a barequiar y a buscar la forma de repartir mordidas, y cuando van a mitad de las obras se termina la plata destinada. Dan ganas de matar y comer del muerto.
Ahora viene el batacazo de turno y en los corrillos se comenta cómo nos va a tocar el bolsillo. El punto que más polémica ha creado es la iniciativa del gobierno de gravar todos los artículos de la canasta familiar con un IVA del 10%. Muchos no tienen con qué comprar lo indispensable para sostener a su familia con los precios actuales, para que ahora salgan con que le van a clavar más alzas con el cacareado impuesto. Hay que ser coherente y aceptar que al visitar un supermercado podemos escoger artículos de todo tipo, pero sin duda los básicos son de uso obligatorio y por ende deben estar exentos de cualquier gravamen.
Nadie debe quejarse porque tiene que pagar más por ciertos productos sin los cuales puede vivir perfectamente, pero que por su condición económica puede adquirir. Ejemplos como el salmón ahumado, la tocineta, las alcachofas, los melocotones, el jamón, los quesos, enlatados y encurtidos, productos de mar, mecato para los muchachitos, jugos congelados y demás antojitos que tientan al comprador, son opcionales y nada tienen que ver con los alimentos básicos; porque yo sí le cuento las cosas tan provocativas que adornan las vitrinas. Pero pretender clavarle el impuesto a los granos, los huevos, la sal y el azúcar, las verduras, la panela o a la brincha de carne, es un despropósito.
Por fortuna quienes planearon la nueva reforma echaron para atrás la medida y resolvieron escuchar el clamor popular. Sin embargo, aterra ver que en dichas excepciones no aparecen por ninguna parte los productos de aseo. Está claro que uno puede mantenerse limpio con sofisticados champúes, jabones de esencia, acondicionadores para el pelo, lociones y menjurjes, talcos y demás aditamentos que ofrece la sociedad de consumo; también hay muchas cosas para echarle a la lavadora o para limpiar los pisos, y ahí están los pañuelos desechables y los copitos para los oídos que tanto se utilizan, pero de igual manera hay opciones de limpieza con productos básicos. El jabón de tierra para el cuerpo y el rey para la ropa son muy utilizados, y en la lavadora basta con un detergente común y corriente.
Lo inaudito es que le metan IVA al papel higiénico. Que le carguen la mano al papel de triple hoja o al importado, pero que dejen tranquilo el rollito ordinario que acostumbra comprar la gente del común. Ya hice mención de muchos productos suntuarios pero nadie puede decir que es un lujo limpiarse los debajeros, porque de seguir así nos tocará fabricar un hisopo con un palo y una esponja para proceder como en la época de los romanos. ¡Gaquis! O que se instaure de nuevo el bidet en los baños para que el usuario recurra a la agüita para lavarse el motor. El problema es que en los espacios modernos con trabajo caben el inodoro y un lavamanos, para buscar la forma de acomodar el desusado mueble.
De manera que a recortar cuadritos de periódico, papel al que por fortuna sacaron del baile del IVA, y a cambiar el adminículo (si la palabra rima con el tema es mera coincidencia) donde se acomoda el rollo, por una puntilla a medio clavar. Y paciencia porque seguiremos como mariposas de museo: ¡clavados y chapaliando!
pmejiama1@une.net.co
miércoles, octubre 11, 2006
miércoles, octubre 04, 2006
QUE DESILUCION TAN...
QUE DESILUCION TAN…
En este país debemos cargar lápiz y papel a la mano para anotar esas noticias curiosas e increíbles que suceden a diario, y que con seguridad vamos a olvidar con el paso de los años. Porque cuando en un futuro alguien lea las notas va a pensar que quien las recopiló era un exagerado, fantasioso y lenguaraz, además de morboso y mordaz. Imagino a un compatriota que reside en el exterior y que gracias a las comunicaciones modernas puede seguir el acontecer nacional en directo, cuando le relate por ejemplo a un danés o a un suizo las cosas que suceden en su terruño. Al otro se le tienen que brotar los ojos y habrá que cerrarle la boca para que no chorree la baba. Es que nosotros, de tanto enterarnos de sucesos dignos de ocupar primeros lugares en la prensa amarillista del mundo, nos hemos vuelto inmunes al asombro.
Porque hasta el más curtido queda estupefacto al ver a un tipo cualquiera que ante las cámaras de televisión acepta haber contratado a un sicario para que mate a su esposa, pero que debido a no tener la plata para cancelar la vuelta propuso al asesino que le prestara el servicio financiado en cómodas cuotas mensuales. El sindicado muy fresco dijo que él había pagado sus “clubes” muy cumplido pero que estaba molesto por la forma como el apache asesinó a su mujer, ya que lo hizo frente a las hijas y de una forma diferente a la estipulada en el contrato. Qué tal el desgraciado: aparte de que acepta la acusación, regatea el trabajo porque el trato era despacharla de una manera menos escandalosa.
Mientras tanto al iniciar el gobierno su segundo período enfrenta infinidad de problemas debido a que muchos funcionarios la embarran a diario y las fuerzas militares, que en los últimos tiempos habían alcanzado buena aceptación de la ciudadanía, meten las patas sin pausa y le dan tema a quienes las tienen entre ojos. Porque una cosa es que les caigan con todo cuando se matan entre ellos en emboscadas que no tienen explicación, y otra que quieran ensuciar la imagen de una entidad porque uno de sus miembros viola una niña. En una institución que tiene 200 mil hombres en sus filas no pueden faltar especimenes de toda ralea. El asunto es aislado y lo deben solucionar mochándole el cabo al cabo, y listo.
Como para llorar los hechos que presenciamos a diario de niños maltratados de forma inhumana. Quemarle las manos a un pequeño porque cogió unas monedas o sentar al bebé en una hornilla porque se orina en los calzones, son muestra de ignorancia y brutalidad.
Todos esperamos que los políticos den buen ejemplo, pero ellos hacen todo lo contrario. La rebatiña por los cargos burocráticos es vulgar y cuando creíamos que tras el derrumbe de los partidos tradicionales desaparecerían la corrupción y la politiquería, nos cae como un baldado de agua fría la dura realidad de unos nuevos caciques que se creen dueños del país y viven agarrados de las mechas como vulgares verduleras.
El gobierno y algunos congresistas promueven una ley que permite a los homosexuales alcanzar los derechos de seguridad social para sus parejas, pero sin aceptar el matrimonio y mucho menos la adopción. Muchos estamos de acuerdo con dicho proceder, porque si un tipo se aguanta los resabios y pataletas de un mozo bien zalamero durante 20 años, lo mínimo es que mientras convivan tengan derecho a la salud y demás gabelas que benefician a los conyugues, y que herede la pensión cuando enviude. Pero ahora se unen representantes de varias iglesias a oponerse al proyecto de ley, con el argumento que dicho proceder va contra la familia que es la base de la sociedad. Entonces que lesbianas, maricas y demás militantes de esas filas se bañen y se echen una restregada con estropajo, que con seguridad éso se les quita. Después que procedan a conformar una familia bien bonita. Como si fuera así de fácil.
Luego se entera la sociedad de que el Superintendente de Notariado y Registro es un vergajo sin escrúpulos que manipula notarios para alcanzar sus cometidos. Qué tal, toda la vida confiamos en que el notario es el guardián de la ley, sinónimo de honorabilidad y rectitud, que su palabra es suficiente para sellar cualquier trato, que basta su firma para certificar lo que sea, y vienen estos sinvergüenzas a dejar esa institución por el piso. Cómo será la piedra de los funcionarios que han desempeñado el oficio con honestidad y decoro.
Pero sin duda lo que me dejó decepcionado fue lo del brujo consultor de los fiscales (porque el asunto es heredado de la administración anterior). Qué desilusión enterarnos de que en el bunker donde supuestamente priman la entereza y la seriedad, un psíquico asesora altos funcionarios e investiga a todo el mundo sin restricciones de ningún tipo. Por más que trato, no puedo dejar de ver a dichos funcionarios como a unos bobazos. Lástima que ya desaparecieron, al morir el genial humorista Montecristo, dos personajes que habrían colaborado de forma magistral. Me refiero a Madame Bruyilda Calandraca de Chambacú y al profesor Monzodíaco Huanabacoa, ya que por ejemplo la eminente quiromántica era experta en “parasilocogía”.
pmejiama1@une.net.co
En este país debemos cargar lápiz y papel a la mano para anotar esas noticias curiosas e increíbles que suceden a diario, y que con seguridad vamos a olvidar con el paso de los años. Porque cuando en un futuro alguien lea las notas va a pensar que quien las recopiló era un exagerado, fantasioso y lenguaraz, además de morboso y mordaz. Imagino a un compatriota que reside en el exterior y que gracias a las comunicaciones modernas puede seguir el acontecer nacional en directo, cuando le relate por ejemplo a un danés o a un suizo las cosas que suceden en su terruño. Al otro se le tienen que brotar los ojos y habrá que cerrarle la boca para que no chorree la baba. Es que nosotros, de tanto enterarnos de sucesos dignos de ocupar primeros lugares en la prensa amarillista del mundo, nos hemos vuelto inmunes al asombro.
Porque hasta el más curtido queda estupefacto al ver a un tipo cualquiera que ante las cámaras de televisión acepta haber contratado a un sicario para que mate a su esposa, pero que debido a no tener la plata para cancelar la vuelta propuso al asesino que le prestara el servicio financiado en cómodas cuotas mensuales. El sindicado muy fresco dijo que él había pagado sus “clubes” muy cumplido pero que estaba molesto por la forma como el apache asesinó a su mujer, ya que lo hizo frente a las hijas y de una forma diferente a la estipulada en el contrato. Qué tal el desgraciado: aparte de que acepta la acusación, regatea el trabajo porque el trato era despacharla de una manera menos escandalosa.
Mientras tanto al iniciar el gobierno su segundo período enfrenta infinidad de problemas debido a que muchos funcionarios la embarran a diario y las fuerzas militares, que en los últimos tiempos habían alcanzado buena aceptación de la ciudadanía, meten las patas sin pausa y le dan tema a quienes las tienen entre ojos. Porque una cosa es que les caigan con todo cuando se matan entre ellos en emboscadas que no tienen explicación, y otra que quieran ensuciar la imagen de una entidad porque uno de sus miembros viola una niña. En una institución que tiene 200 mil hombres en sus filas no pueden faltar especimenes de toda ralea. El asunto es aislado y lo deben solucionar mochándole el cabo al cabo, y listo.
Como para llorar los hechos que presenciamos a diario de niños maltratados de forma inhumana. Quemarle las manos a un pequeño porque cogió unas monedas o sentar al bebé en una hornilla porque se orina en los calzones, son muestra de ignorancia y brutalidad.
Todos esperamos que los políticos den buen ejemplo, pero ellos hacen todo lo contrario. La rebatiña por los cargos burocráticos es vulgar y cuando creíamos que tras el derrumbe de los partidos tradicionales desaparecerían la corrupción y la politiquería, nos cae como un baldado de agua fría la dura realidad de unos nuevos caciques que se creen dueños del país y viven agarrados de las mechas como vulgares verduleras.
El gobierno y algunos congresistas promueven una ley que permite a los homosexuales alcanzar los derechos de seguridad social para sus parejas, pero sin aceptar el matrimonio y mucho menos la adopción. Muchos estamos de acuerdo con dicho proceder, porque si un tipo se aguanta los resabios y pataletas de un mozo bien zalamero durante 20 años, lo mínimo es que mientras convivan tengan derecho a la salud y demás gabelas que benefician a los conyugues, y que herede la pensión cuando enviude. Pero ahora se unen representantes de varias iglesias a oponerse al proyecto de ley, con el argumento que dicho proceder va contra la familia que es la base de la sociedad. Entonces que lesbianas, maricas y demás militantes de esas filas se bañen y se echen una restregada con estropajo, que con seguridad éso se les quita. Después que procedan a conformar una familia bien bonita. Como si fuera así de fácil.
Luego se entera la sociedad de que el Superintendente de Notariado y Registro es un vergajo sin escrúpulos que manipula notarios para alcanzar sus cometidos. Qué tal, toda la vida confiamos en que el notario es el guardián de la ley, sinónimo de honorabilidad y rectitud, que su palabra es suficiente para sellar cualquier trato, que basta su firma para certificar lo que sea, y vienen estos sinvergüenzas a dejar esa institución por el piso. Cómo será la piedra de los funcionarios que han desempeñado el oficio con honestidad y decoro.
Pero sin duda lo que me dejó decepcionado fue lo del brujo consultor de los fiscales (porque el asunto es heredado de la administración anterior). Qué desilusión enterarnos de que en el bunker donde supuestamente priman la entereza y la seriedad, un psíquico asesora altos funcionarios e investiga a todo el mundo sin restricciones de ningún tipo. Por más que trato, no puedo dejar de ver a dichos funcionarios como a unos bobazos. Lástima que ya desaparecieron, al morir el genial humorista Montecristo, dos personajes que habrían colaborado de forma magistral. Me refiero a Madame Bruyilda Calandraca de Chambacú y al profesor Monzodíaco Huanabacoa, ya que por ejemplo la eminente quiromántica era experta en “parasilocogía”.
pmejiama1@une.net.co
viernes, septiembre 29, 2006
Version libre y expontanea.
VERSION LIBRE Y EXPONTANEA.
De varios carriles el chicharrón que le heredó el ministro del interior y justicia a su reemplazo con el asunto de los paramilitares reinsertados. El asunto está más enredado que un bulto de cachos y nadie entiende cómo es la cosa, y el actual ministro, el doctor Holguín Sardi, resolvió dormirse en medio de la primera reunión que tuvo con los personajes recluidos. Qué tal esa vaina; si es complicado torear semejante lío con pleno conocimiento de causa, cómo será echándose un motoso en medio de la discusión. El caso es que los fiscales y demás representantes de los organismos de control del estado están interesados en entender bien cómo es el maní, y por fortuna resultó un personaje que ofreció dar una versión personal de los hechos.
*Resulta de que yo puedo hablar con tranquilidá porque bien dicen por ahí que el que nada debe nada teme. Mi nombre es Jersaín Buriticá y nací en el municipio de Andes, Antioquia; p’a que no friegue distingo a ese cliente que nombraron como nuevo Juan Valdés. Yo me desmovilicé con el frente mineros del Cauca, y mi jefe es don Cuco Vanoy; ese man es un bacán, eso sí p’a qué. El trabajito de nosotros en esa región del bajo Cauca consistía en darle chumbimba a los guerrillos de las FARC, a los elenos o al que llegara a poner pirinola por allá, p’a mantenelos espantaos de esas tierras.
Lo jodido es que ahora salieron con que los jefes de nuestra organización quizque que son unos mentirosos, porque a veces se les olvidan cositas del pasado. Lo que pasa es que nadies es perfecto como p’a tener una memoria fotográfica y que no se le pase ni una. Mire por ejemplo que a Monoleche se le había olvidao por completo el asunto con Carlos Castaño. Pero fíjese que cuando salieron a decir que el que lo mandó quiñar fue don Vicente, el propio hermano, este señor se ofreció hasta a mostrales dónde está enterrao el finao Carlos. Vea hombre, es que no es por justificalo, pero ese cliente se largaba a jartar guaro y a soltar la lengua, y una noche rascao dijo que iba a negocear con los gringos p’a contales toda la verdá de la organización. Y usté sabe pues que uno puede ser lo que quiera, menos sapo.
Y siguen fregando y sacando peros porque los patrones dijeron que ellos no tienen billete. Eso es la pura verdá. Fíjese que por ejemplo don Mancuso solo tiene una finquita y vive de lo que le dejó un ganao que vendió hace días. Y le puedo asegurar que las casas, esas verriondas camionetas que tiene, las otras fincas y el resto de cosas, todo es alquilao. P’a Chuchito bendito que así es. Y vea que don Berna, el cojineto, solo tiene una tierrita con unos cuantos animales. Cuando a el lo encanaron se armó la verrionda y hasta hubo paro de trasporte en Medallo, porque ese día no salieron a la calle buses, busetas, tacis y coletivos, pero eso jue porque el hombre es muy buena papa y la gente lo quiere mucho. Pura solidaridá.
Los otros jefes son todos muy buena gente; Gordo lindo, Macaco, Jorge 40, don Ramón Isaza, al que llaman El Viejo y es toda una istitución, Ernesto Báez y otros tantos, son puros filántropos, como el patrón Pablo Escobar. Y hablando de traquetos, están diciendo que algunos de ellos se están escampando en las autodefensas para colincharse en el proceso de paz. Cuentos. Por ejemplo El Tuso y los Mellizos son paracos como el que más. La única realidá es que nosotros entregamos las armas p’a cumplile al gobierno; el que quiera más que le piquen caña.
Yo le digo pues que algunos personajes joden al contrato y le ponen mucho tiringistingis al asunto, pero todos nosotros estamos en buena tónica p’a arreglar esto como sea. El problema es la gana que nos tiene los gringos p’a mandanos a pagar cana allá, y ahí la cosa se pone peluda. Mejor dicho, ni puel diablo. Otro problema templao son los pirobos reinsertados que la siguen embarrando, pero nosotros qué culpa si usté sabe que en todas partes hay gente torcida; y claro, cualesquiera oye una noticia de esas y cree que somos todos. Si va a mirar, la mayoría somos parceros decentes que no le hicimos mal a nadies; másimo cobrábamos unas cuotitas a los finqueros ricos p’a brindales proteción y que ellos pudieran visitar sus tierras. Un simple negocio como cualquier otro.
Ahora esperamos que el gobierno cumpla y que firme de una vez por todas, y estamos listos a que nos encanen por un tiempito. Pero eso sí, tiene que ser en Colombia porque ni pensar en que nos echen p’arriba. Porque le digo pues que nosotros por las buenas somos facilitos, pero nos sacan la piedra y ahí sí téngase fino. Ya acetamos hasta que sembramos coca p’a vender, pero cómo quiere que enfrentemos a la guerrilla si esos manes esportan de esa vaina por toneladas y no saben qué hacer con la plata que les dentra. O es que esperaban que les frenáramos el macho a punta de escopetas de fisto. Bájese de esa nube papá.
pmejiama1@epm.net.co
De varios carriles el chicharrón que le heredó el ministro del interior y justicia a su reemplazo con el asunto de los paramilitares reinsertados. El asunto está más enredado que un bulto de cachos y nadie entiende cómo es la cosa, y el actual ministro, el doctor Holguín Sardi, resolvió dormirse en medio de la primera reunión que tuvo con los personajes recluidos. Qué tal esa vaina; si es complicado torear semejante lío con pleno conocimiento de causa, cómo será echándose un motoso en medio de la discusión. El caso es que los fiscales y demás representantes de los organismos de control del estado están interesados en entender bien cómo es el maní, y por fortuna resultó un personaje que ofreció dar una versión personal de los hechos.
*Resulta de que yo puedo hablar con tranquilidá porque bien dicen por ahí que el que nada debe nada teme. Mi nombre es Jersaín Buriticá y nací en el municipio de Andes, Antioquia; p’a que no friegue distingo a ese cliente que nombraron como nuevo Juan Valdés. Yo me desmovilicé con el frente mineros del Cauca, y mi jefe es don Cuco Vanoy; ese man es un bacán, eso sí p’a qué. El trabajito de nosotros en esa región del bajo Cauca consistía en darle chumbimba a los guerrillos de las FARC, a los elenos o al que llegara a poner pirinola por allá, p’a mantenelos espantaos de esas tierras.
Lo jodido es que ahora salieron con que los jefes de nuestra organización quizque que son unos mentirosos, porque a veces se les olvidan cositas del pasado. Lo que pasa es que nadies es perfecto como p’a tener una memoria fotográfica y que no se le pase ni una. Mire por ejemplo que a Monoleche se le había olvidao por completo el asunto con Carlos Castaño. Pero fíjese que cuando salieron a decir que el que lo mandó quiñar fue don Vicente, el propio hermano, este señor se ofreció hasta a mostrales dónde está enterrao el finao Carlos. Vea hombre, es que no es por justificalo, pero ese cliente se largaba a jartar guaro y a soltar la lengua, y una noche rascao dijo que iba a negocear con los gringos p’a contales toda la verdá de la organización. Y usté sabe pues que uno puede ser lo que quiera, menos sapo.
Y siguen fregando y sacando peros porque los patrones dijeron que ellos no tienen billete. Eso es la pura verdá. Fíjese que por ejemplo don Mancuso solo tiene una finquita y vive de lo que le dejó un ganao que vendió hace días. Y le puedo asegurar que las casas, esas verriondas camionetas que tiene, las otras fincas y el resto de cosas, todo es alquilao. P’a Chuchito bendito que así es. Y vea que don Berna, el cojineto, solo tiene una tierrita con unos cuantos animales. Cuando a el lo encanaron se armó la verrionda y hasta hubo paro de trasporte en Medallo, porque ese día no salieron a la calle buses, busetas, tacis y coletivos, pero eso jue porque el hombre es muy buena papa y la gente lo quiere mucho. Pura solidaridá.
Los otros jefes son todos muy buena gente; Gordo lindo, Macaco, Jorge 40, don Ramón Isaza, al que llaman El Viejo y es toda una istitución, Ernesto Báez y otros tantos, son puros filántropos, como el patrón Pablo Escobar. Y hablando de traquetos, están diciendo que algunos de ellos se están escampando en las autodefensas para colincharse en el proceso de paz. Cuentos. Por ejemplo El Tuso y los Mellizos son paracos como el que más. La única realidá es que nosotros entregamos las armas p’a cumplile al gobierno; el que quiera más que le piquen caña.
Yo le digo pues que algunos personajes joden al contrato y le ponen mucho tiringistingis al asunto, pero todos nosotros estamos en buena tónica p’a arreglar esto como sea. El problema es la gana que nos tiene los gringos p’a mandanos a pagar cana allá, y ahí la cosa se pone peluda. Mejor dicho, ni puel diablo. Otro problema templao son los pirobos reinsertados que la siguen embarrando, pero nosotros qué culpa si usté sabe que en todas partes hay gente torcida; y claro, cualesquiera oye una noticia de esas y cree que somos todos. Si va a mirar, la mayoría somos parceros decentes que no le hicimos mal a nadies; másimo cobrábamos unas cuotitas a los finqueros ricos p’a brindales proteción y que ellos pudieran visitar sus tierras. Un simple negocio como cualquier otro.
Ahora esperamos que el gobierno cumpla y que firme de una vez por todas, y estamos listos a que nos encanen por un tiempito. Pero eso sí, tiene que ser en Colombia porque ni pensar en que nos echen p’arriba. Porque le digo pues que nosotros por las buenas somos facilitos, pero nos sacan la piedra y ahí sí téngase fino. Ya acetamos hasta que sembramos coca p’a vender, pero cómo quiere que enfrentemos a la guerrilla si esos manes esportan de esa vaina por toneladas y no saben qué hacer con la plata que les dentra. O es que esperaban que les frenáramos el macho a punta de escopetas de fisto. Bájese de esa nube papá.
pmejiama1@epm.net.co
jueves, septiembre 21, 2006
De Lo Que Se Perdieron
Advertencia: este escrito no debe ser leído por menores de 13 años sin la compañía de un adulto responsable, para que después no digan que doy malos consejos a los mocosos. Porque cuando los muchachitos nos oyen recordar cómo era nuestra vida de estudiantes, los ojos se les abren como un dos de oros y no lo pueden creer. Para ellos es inaudito que alguien pudiera comportarse de esa manera sin que se armara un problema de la madona.
Para nosotros no existió una época mejor que la del colegio. Poco nos interesaba aprender y la única preocupación era ganar las materias a como diera lugar; mínimo sacar un 3 para que en la libreta de calificaciones apareciera la nota en tinta negra, o al menos 2,9 para recurrir a la famosa ley de arrastre que subía automáticamente ese pelito que faltaba. También era importante manejar el asunto de las inasistencias a clase, porque su acumulación es motivo de reprobación. Entonces había que planear alguna disculpa bien convincente, la cual era trasmitida por medio de algún compañero solidario, para que el profesor no pusiera la falla ni informara al coordinador de disciplina; porque la labor de éste era llamar a averiguar la causa de las deserciones.
Mamarse a clase era lo máximo. Y todavía mejor tomarse la tarde libre e irse de programa con unas hembritas, jugar varios chicos de billar en un café del centro o meterse a cine con los amigos a comer salchichas suizas y albóndigas, y luego hacer un concurso de eructos. La gente empezaba a salir mientras mascullaban y trinaban de la piedra, y con toda la razón, aunque para nosotros dicho proceder lo único que hacía era sumarle emoción a la desagradable competencia. Ahora pienso cómo fue que no nos pelaron a garrote, porque si me pasa hoy en día, ahorco los culicagaos maleducados y cochinos que se atrevan a semejante irrespeto. Debemos reconocer que nosotros solo pensábamos en hacer maldades y joder al prójimo, aprovechando que la gente era muy permisiva y la violencia no se toleraba en ningún caso.
Es raro que hoy un muchacho pierda el año lectivo, aunque debe trabajar duro. En cambio uno podía vagar todo el año y si le iba bien en los exámenes parciales, y sobre todo en el final, salvaba la materia. De lo contrario, tuqui tuqui lulú. Pero era un riesgo que muchos tomábamos y bastaba con conocer buenas técnicas para copiar en las pruebas. Pasteles, paquetes, trampas, comprimidos, chanchullos y muchos otros apelativos utilizamos para nombrar ese pequeño papelito con datos y fórmulas que debíamos esconder muy bien, para sacarlo con absoluto disimulo en el momento oportuno y encontrar la tan ansiada respuesta. Además quedaban como recurso la habilitación o los cursos remediales, en los cuales sí había que copiar a como diera lugar, porque si no estudiábamos en tiempo de colegio, mucho menos en vacaciones.
Si no fuera por dicha técnica, en la cual fui un experto, aún estaría en primero de bachillerato. O sexto, como le dicen ahora. A diario inventábamos nuevas modalidades y las mujeres nos llevaban ventaja, porque aprovechaban los muslos para anotar los datos y bastaba con subir la falda un poco para consultar; y ni modo de que un profesor les dijera que se levantaran el uniforme. Entonces uno recurría a llenar los antebrazos de apuntes, un rincón de la superficie del pupitre, en el marco de la ventana, en la regla o con letras diminutas en algunas caras del hexagonal lápiz.
Lo que llama la atención es que si pillaban a un alumno en esas andanzas o preguntándole algo al compañero, el profesor procedía a quitarles el examen y como decíamos entonces: cero pollito. Si el rector se enteraba de que algunos alumnos no asistieron al colegio sin causa justificada, estos eran llamados a su oficina y con seguridad recibían tremendo regaño, mala nota en disciplina y si había reincidencia, los suspendía. En cambio ahora si un colegial se comporta de igual manera, poco falta para que lo excomulguen. Un amigo consultó con una sicóloga porque su hijo adolescente pasaba por al etapa de las embarradas, y la vieja le dijo a quemarropa al confuso padre que él estaba criando delincuentes. De ser así, a nosotros nos hubieran quedado chiquitos Al Capone, El Chacal, Tirofijo y Pablo Escobar.
Mi madre siempre ha sido muy fresca y no se escandalizaba con esas pilatunas. La llamaban del colegio un martes para que fuera a recibir un informe sobre uno de los 6 zambos que estudiaban allá, y ella pedía que le acumularan las quejas de la semana para el viernes, ya que el establecimiento quedaba en los infiernos. Y como mi padre trabajaba todo el día nunca se enteraba cuando llamaban del colegio.
Cada quien tiene su opinión, pero el escritor irlandés Bernard Shaw dijo que el único tiempo que perdió durante su existencia fue mientras asistió al colegio. La verdad yo pasé muy sabroso pero no asimilé nada. Lo poquito que sé, lo he aprendido a través de la lectura y sobre todo en la universidad de la vida. Y debo decir que aunque tuve mi época de vándalo y vago, no me arrepiento de nada. Porque a uno nadie le quita lo bailado.
Para nosotros no existió una época mejor que la del colegio. Poco nos interesaba aprender y la única preocupación era ganar las materias a como diera lugar; mínimo sacar un 3 para que en la libreta de calificaciones apareciera la nota en tinta negra, o al menos 2,9 para recurrir a la famosa ley de arrastre que subía automáticamente ese pelito que faltaba. También era importante manejar el asunto de las inasistencias a clase, porque su acumulación es motivo de reprobación. Entonces había que planear alguna disculpa bien convincente, la cual era trasmitida por medio de algún compañero solidario, para que el profesor no pusiera la falla ni informara al coordinador de disciplina; porque la labor de éste era llamar a averiguar la causa de las deserciones.
Mamarse a clase era lo máximo. Y todavía mejor tomarse la tarde libre e irse de programa con unas hembritas, jugar varios chicos de billar en un café del centro o meterse a cine con los amigos a comer salchichas suizas y albóndigas, y luego hacer un concurso de eructos. La gente empezaba a salir mientras mascullaban y trinaban de la piedra, y con toda la razón, aunque para nosotros dicho proceder lo único que hacía era sumarle emoción a la desagradable competencia. Ahora pienso cómo fue que no nos pelaron a garrote, porque si me pasa hoy en día, ahorco los culicagaos maleducados y cochinos que se atrevan a semejante irrespeto. Debemos reconocer que nosotros solo pensábamos en hacer maldades y joder al prójimo, aprovechando que la gente era muy permisiva y la violencia no se toleraba en ningún caso.
Es raro que hoy un muchacho pierda el año lectivo, aunque debe trabajar duro. En cambio uno podía vagar todo el año y si le iba bien en los exámenes parciales, y sobre todo en el final, salvaba la materia. De lo contrario, tuqui tuqui lulú. Pero era un riesgo que muchos tomábamos y bastaba con conocer buenas técnicas para copiar en las pruebas. Pasteles, paquetes, trampas, comprimidos, chanchullos y muchos otros apelativos utilizamos para nombrar ese pequeño papelito con datos y fórmulas que debíamos esconder muy bien, para sacarlo con absoluto disimulo en el momento oportuno y encontrar la tan ansiada respuesta. Además quedaban como recurso la habilitación o los cursos remediales, en los cuales sí había que copiar a como diera lugar, porque si no estudiábamos en tiempo de colegio, mucho menos en vacaciones.
Si no fuera por dicha técnica, en la cual fui un experto, aún estaría en primero de bachillerato. O sexto, como le dicen ahora. A diario inventábamos nuevas modalidades y las mujeres nos llevaban ventaja, porque aprovechaban los muslos para anotar los datos y bastaba con subir la falda un poco para consultar; y ni modo de que un profesor les dijera que se levantaran el uniforme. Entonces uno recurría a llenar los antebrazos de apuntes, un rincón de la superficie del pupitre, en el marco de la ventana, en la regla o con letras diminutas en algunas caras del hexagonal lápiz.
Lo que llama la atención es que si pillaban a un alumno en esas andanzas o preguntándole algo al compañero, el profesor procedía a quitarles el examen y como decíamos entonces: cero pollito. Si el rector se enteraba de que algunos alumnos no asistieron al colegio sin causa justificada, estos eran llamados a su oficina y con seguridad recibían tremendo regaño, mala nota en disciplina y si había reincidencia, los suspendía. En cambio ahora si un colegial se comporta de igual manera, poco falta para que lo excomulguen. Un amigo consultó con una sicóloga porque su hijo adolescente pasaba por al etapa de las embarradas, y la vieja le dijo a quemarropa al confuso padre que él estaba criando delincuentes. De ser así, a nosotros nos hubieran quedado chiquitos Al Capone, El Chacal, Tirofijo y Pablo Escobar.
Mi madre siempre ha sido muy fresca y no se escandalizaba con esas pilatunas. La llamaban del colegio un martes para que fuera a recibir un informe sobre uno de los 6 zambos que estudiaban allá, y ella pedía que le acumularan las quejas de la semana para el viernes, ya que el establecimiento quedaba en los infiernos. Y como mi padre trabajaba todo el día nunca se enteraba cuando llamaban del colegio.
Cada quien tiene su opinión, pero el escritor irlandés Bernard Shaw dijo que el único tiempo que perdió durante su existencia fue mientras asistió al colegio. La verdad yo pasé muy sabroso pero no asimilé nada. Lo poquito que sé, lo he aprendido a través de la lectura y sobre todo en la universidad de la vida. Y debo decir que aunque tuve mi época de vándalo y vago, no me arrepiento de nada. Porque a uno nadie le quita lo bailado.
lunes, septiembre 18, 2006
Temas Delicados
Nada más delicado que meter la cucharada en temas relacionados con religión o política. Siempre sale uno regañado. Claro que después de oír tantas pendejadas sobre los hechos que suceden a diario, es muy difícil quedarse callado y tragarse las opiniones. Aquí no se puede hacer bulla, porque al enterarse la prensa cualquier asunto se vuelve un tierrero al que entra a meter la cucharada hasta el mismo gato. Y para ciertos medios de comunicación un escándalo o una polémica de cualquier tipo es un verdadero plato fuerte al que le sacan provecho hasta decir no más. Me parece oír a Julito y a Félix saboreando el bistec de turno.
Un ejemplo claro son los abortos practicados en casos específicos, hecho que sucede en nuestro país y en el mundo entero infinidad de veces y solo se enteran el médico y los directamente afectados. Sin nombrar los que se practican en forma clandestina y con métodos poco ortodoxos, los cuales causan daños permanentes y en muchos casos la muerte de la paciente. Ojalá la gente aprenda que lo más acertado es pasar desapercibido para que nadie tercie en el asunto.
Porque hay que ver los medios de comunicación hacer encuestas acerca de la opinión de los ciudadanos sobre cualquier cosa. Y meten baza los jerarcas de la iglesia, los políticos, los artistas, el concejal lustrabotas, la reina de la panela, un chofer de colectivo, el carretillero, un mocoso cantante, una zamba madurada biche y todo el desocupado que espera horas para decir cualquier babosada en un programa radial. Claro, como es tan fácil opinar desde la barrera, qué carajo. Pero a pocos se les ocurre pensar si vivieran el problema en carne propia, cómo lo enfrentarían. No debemos olvidar que una cosa piensa el burro y otra quien lo monta.
Todos conocemos de cerca a una niña de siete años; puede ser familiar, hija de un amigo, la vecinita o la nieta de un empleado. Basta con imaginar a esa criatura abusada sexualmente por un vergajo corrompido que aprovecha el parentesco para violarla a su gusto durante 4 años, hasta dejarla embarazada cuando a los 11 sus cambios hormonales le permiten concebir. Entonces sale un obispo a decir que si no quiere a la criatura, en vez de asesinarla debe soportar el embarazo, dar a luz y entregarla a la iglesia para darla en adopción. Sencilla la solución. ¿Y el trauma de una pequeña al llevar a término un embarazo, parir y enfrentarse a un bebé que brota de su vientre, sin siquiera entender bien cómo es la cosa? No quiero ni imaginar cómo puede resistir el organismo de una niña la gestación, si cuando vemos a una mujer adulta y corpulenta (caballo grande, que llamamos) después de los 8 meses de preñez parece una nevera a punto de reventar.
Y todo el mundo a señalar a la madre de la pequeña porque se hizo la de la vista gorda y permitió tal atropello, pero no pensamos que si ella lo denuncia y al guache lo zampan a la cárcel, se la traga la tierra a ella y a la tropa de mocosos. Porque bien que mal, el tipo paga el arriendo y algo lleva para echarle a la olla. Una cruel realidad que así nos suene absurda y falta de moral, es la ley de sálvese quien pueda. Muy cómodo opinar para quien nunca ha sentido hambre de verdad ni se le ha mojado la cama en una noche de invierno.
Me partió el alma ver en las afueras del hospital donde estaba recluida la inocente criatura, a un mundo de culicagaos de varios colegios de Bogota quienes esgrimían carteles y gritaban en coro “asesina, asesina”. Cómo pudo sentirse esa pobre niña si escuchó semejante acusación. Unos caguetas azuzados por los directivos del colegio, con toda seguridad, que con tal de capar clase proceden como les digan sin detenerse a pensar si ellos fueran los afectados.
Estamos hasta la coronilla de oír los diferentes argumentos de si debe aceptarse o no el aborto para casos específicos. Ya por lo menos es permitido y de esa forma los médicos se curan en salud para no meterse en líos jurídicos, mientras la iglesia sigue en su campaña de frenar la medida. Nada sacan con excomulgar a los magistrados por cumplir con su deber, y no sobra recordarles que en nuestro país no todos los ciudadanos son católicos, otros no son practicantes y muchos más no comulgamos con este tipo de determinaciones. Basta con que cada persona obre según sus principios morales y religiosos, y al tratarse de un menor de edad, queda en manos de sus padres o acudientes tomar la determinación. Nadie más tiene por qué meter la cucharada.
Que si Fabiola Zuluaga se apresuró en retirarse; que Juan Pablo Montoya la embarró cambiándose de categoría; que si fulanita necesita siliconas; que el técnico del equipo debe renunciar; que por qué tumbaron ese árbol; que mejoren las vías pero sin cobrar valorización; que si usted devolvería la plata de la guaca; que si los del otro equipo pueden casarse; que si fue primero el huevo o la gallina. Hombre, por dios, dejemos la jodentina y verá que la vida es más llevadera.
Un ejemplo claro son los abortos practicados en casos específicos, hecho que sucede en nuestro país y en el mundo entero infinidad de veces y solo se enteran el médico y los directamente afectados. Sin nombrar los que se practican en forma clandestina y con métodos poco ortodoxos, los cuales causan daños permanentes y en muchos casos la muerte de la paciente. Ojalá la gente aprenda que lo más acertado es pasar desapercibido para que nadie tercie en el asunto.
Porque hay que ver los medios de comunicación hacer encuestas acerca de la opinión de los ciudadanos sobre cualquier cosa. Y meten baza los jerarcas de la iglesia, los políticos, los artistas, el concejal lustrabotas, la reina de la panela, un chofer de colectivo, el carretillero, un mocoso cantante, una zamba madurada biche y todo el desocupado que espera horas para decir cualquier babosada en un programa radial. Claro, como es tan fácil opinar desde la barrera, qué carajo. Pero a pocos se les ocurre pensar si vivieran el problema en carne propia, cómo lo enfrentarían. No debemos olvidar que una cosa piensa el burro y otra quien lo monta.
Todos conocemos de cerca a una niña de siete años; puede ser familiar, hija de un amigo, la vecinita o la nieta de un empleado. Basta con imaginar a esa criatura abusada sexualmente por un vergajo corrompido que aprovecha el parentesco para violarla a su gusto durante 4 años, hasta dejarla embarazada cuando a los 11 sus cambios hormonales le permiten concebir. Entonces sale un obispo a decir que si no quiere a la criatura, en vez de asesinarla debe soportar el embarazo, dar a luz y entregarla a la iglesia para darla en adopción. Sencilla la solución. ¿Y el trauma de una pequeña al llevar a término un embarazo, parir y enfrentarse a un bebé que brota de su vientre, sin siquiera entender bien cómo es la cosa? No quiero ni imaginar cómo puede resistir el organismo de una niña la gestación, si cuando vemos a una mujer adulta y corpulenta (caballo grande, que llamamos) después de los 8 meses de preñez parece una nevera a punto de reventar.
Y todo el mundo a señalar a la madre de la pequeña porque se hizo la de la vista gorda y permitió tal atropello, pero no pensamos que si ella lo denuncia y al guache lo zampan a la cárcel, se la traga la tierra a ella y a la tropa de mocosos. Porque bien que mal, el tipo paga el arriendo y algo lleva para echarle a la olla. Una cruel realidad que así nos suene absurda y falta de moral, es la ley de sálvese quien pueda. Muy cómodo opinar para quien nunca ha sentido hambre de verdad ni se le ha mojado la cama en una noche de invierno.
Me partió el alma ver en las afueras del hospital donde estaba recluida la inocente criatura, a un mundo de culicagaos de varios colegios de Bogota quienes esgrimían carteles y gritaban en coro “asesina, asesina”. Cómo pudo sentirse esa pobre niña si escuchó semejante acusación. Unos caguetas azuzados por los directivos del colegio, con toda seguridad, que con tal de capar clase proceden como les digan sin detenerse a pensar si ellos fueran los afectados.
Estamos hasta la coronilla de oír los diferentes argumentos de si debe aceptarse o no el aborto para casos específicos. Ya por lo menos es permitido y de esa forma los médicos se curan en salud para no meterse en líos jurídicos, mientras la iglesia sigue en su campaña de frenar la medida. Nada sacan con excomulgar a los magistrados por cumplir con su deber, y no sobra recordarles que en nuestro país no todos los ciudadanos son católicos, otros no son practicantes y muchos más no comulgamos con este tipo de determinaciones. Basta con que cada persona obre según sus principios morales y religiosos, y al tratarse de un menor de edad, queda en manos de sus padres o acudientes tomar la determinación. Nadie más tiene por qué meter la cucharada.
Que si Fabiola Zuluaga se apresuró en retirarse; que Juan Pablo Montoya la embarró cambiándose de categoría; que si fulanita necesita siliconas; que el técnico del equipo debe renunciar; que por qué tumbaron ese árbol; que mejoren las vías pero sin cobrar valorización; que si usted devolvería la plata de la guaca; que si los del otro equipo pueden casarse; que si fue primero el huevo o la gallina. Hombre, por dios, dejemos la jodentina y verá que la vida es más llevadera.
jueves, agosto 31, 2006
Somos Subcampeones
Si de algo sabemos los colombianos es de quedar segundos en todo y de andar sin plata en el bolsillo. Siempre nos faltan cinco p’al peso. En cuanta competencia participe un compatriota es casi seguro que logre, en el mejor de los casos, el segundo lugar, porque a último momento tiene un traspié u otro inconveniente que le saca la victoria del bolsillo. En los reinados nuestra representante aparece como la candidata preferida, los periodistas juran que nadie le quita la corona y que las apuestas la dan como segura ganadora, pero a la hora de la verdad logra, como máximo, el segundo lugar. En tres oportunidades seguidas alcanzamos esa posición en Mis Universo. Claro que con un bizcocho de esos vale cualquier “posición”.
Dicen que a la larga lo importante no es ganar sino competir. Al menos eso le repiten a los mocosos cuando se ponen a berrear porque perdieron la carrera en bicicleta, aunque ese cuento no se lo traga nadie; a excepción del niño diferente al que le importa un pito quedar de último, e igual goza de lo lindo desde que le ponen el uniforme. El mejor ejemplo es el de los argentinos, que quedaron felices porque lograron el subcampeonato en la guerra de las Malvinas. Eso se llama humildad y conformismo.
Y de segundos quedamos en una encuesta mundial donde midieron el nivel de felicidad de los diferentes pueblos del planeta. El primer puesto se lo llevó una pequeña isla localizada en el pacífico sur, donde la gente se dedica a broncearse en unas playas paradisíacas mientras exprimen a los turistas que dejan allá sus divisas. Así cualquiera. En cambio nosotros, quienes según el resto de la humanidad vivimos llevados del diablo, comemos rila, hacemos fuerza y saltamos matones, la pasamos felices de la pelota. Mientas exista el trago, los vallenatos, la fritanga, el fútbol y el tejo, nada nos despeluca.
Cómo no va a ser feliz un pueblo que cuando la naturaleza arremete con saña contra su geografía, la gente se asoma detrás del reportero que presenta la noticia para la televisión del mundo, y con una sonrisa de oreja a oreja saluda, hace carantoñas, empuja al compañero, baila y le pone los dedos al vecino a modo de cachos encima de la cabeza para ridiculizarlo ante la cámara. Y al fondo pueden verse los niños que chapotean en el barro que dejó el deslizamiento o hacen clavados artísticos en el agua que cubre las calles del pueblo. Como quien dice, al mal tiempo buena cara.
Nuestra gente no se complica la vida. Mientras en otras latitudes la plebe se rebota y ejerce la presión que sea necesaria para lograr un objetivo, por estos lados cualquier motivo desbarata una manifestación. Pueden ser los sindicalistas más radicales y si se larga a llover, cada uno busca la forma de escabullirse para coger un bus y largarse para la casa. Que se mojen los demás. En el centro de cualquier pueblo o ciudad pululan los desempleados, pero usted nunca los ve hacer mala cara o protestar. Por el contrario, cualquier situación es excusa para entretenerse un rato y mamar gallo a su gusto. Por ejemplo se vara alguien en su carro y cuando abre la tapa del motor para ver qué pasó, los “patos” se arriman a opinar, a gozarse al encartado conductor y si toca empujar lo hacen con el mayor gusto.
Cómo no va a ser optimista y positivo un pueblo al que le dice el Presidente que vamos a realizar un mundial de fútbol, y la mayoría de la gente se come el cuento. Claro, dicen en los corrillos, hay que pensar en grande, ser echaos pa’lante, medírsele a lo que sea o de lo contrario nunca vamos a hacer cosas importantes. Y cuando escuchan a un analista comentar que la FIFA tiene unas exigencias muy claras para adjudicar la sede del evento, como por ejemplo que el país anfitrión debe tener un tren bala, opinan que aquí puede que no haya tren, pero que bala tenemos para dar y convidar.
Un pueblo feliz donde hay barrios que no tienen servicio de acueducto y los vecinos hacen largas filas detrás de un carro tanque para llenar del precioso líquido sus recipientes, pero si hay un camarógrafo filmando la situación, se matan por salir sonrientes en la toma y arman una recocha del carajo echándose agua con la manguera. No importa que habiten un inquilinato mientras tengan televisor para ver novelas y decadentes programas de concurso.
Otra ventaja es que padecemos de amnesia colectiva. Un funcionario público, del presidente para abajo, puede hacer las triquiñuelas que quiera y al poco tiempo nadie se acuerda de lo sucedido. Y así se acuerde, el señalado bandido puede seguir con sus marrullas y no hay forma de atajarlo.
La única forma de erradicar la felicidad de nuestro pueblo es quitándole el trago. En cualquier tipo de acontecimiento, sea triste o feliz, el aguardiente y la cerveza aparecen como por arte de magia. Hay que ver al desplazado con 8 muchachitos que fía en la tienda el “chorro” para celebrar el nacimiento de otro petacón. No es por nada, pero en esta competencia sí debimos quedar de primeros. ¡Y hágale que está sin calzones!
Dicen que a la larga lo importante no es ganar sino competir. Al menos eso le repiten a los mocosos cuando se ponen a berrear porque perdieron la carrera en bicicleta, aunque ese cuento no se lo traga nadie; a excepción del niño diferente al que le importa un pito quedar de último, e igual goza de lo lindo desde que le ponen el uniforme. El mejor ejemplo es el de los argentinos, que quedaron felices porque lograron el subcampeonato en la guerra de las Malvinas. Eso se llama humildad y conformismo.
Y de segundos quedamos en una encuesta mundial donde midieron el nivel de felicidad de los diferentes pueblos del planeta. El primer puesto se lo llevó una pequeña isla localizada en el pacífico sur, donde la gente se dedica a broncearse en unas playas paradisíacas mientras exprimen a los turistas que dejan allá sus divisas. Así cualquiera. En cambio nosotros, quienes según el resto de la humanidad vivimos llevados del diablo, comemos rila, hacemos fuerza y saltamos matones, la pasamos felices de la pelota. Mientas exista el trago, los vallenatos, la fritanga, el fútbol y el tejo, nada nos despeluca.
Cómo no va a ser feliz un pueblo que cuando la naturaleza arremete con saña contra su geografía, la gente se asoma detrás del reportero que presenta la noticia para la televisión del mundo, y con una sonrisa de oreja a oreja saluda, hace carantoñas, empuja al compañero, baila y le pone los dedos al vecino a modo de cachos encima de la cabeza para ridiculizarlo ante la cámara. Y al fondo pueden verse los niños que chapotean en el barro que dejó el deslizamiento o hacen clavados artísticos en el agua que cubre las calles del pueblo. Como quien dice, al mal tiempo buena cara.
Nuestra gente no se complica la vida. Mientras en otras latitudes la plebe se rebota y ejerce la presión que sea necesaria para lograr un objetivo, por estos lados cualquier motivo desbarata una manifestación. Pueden ser los sindicalistas más radicales y si se larga a llover, cada uno busca la forma de escabullirse para coger un bus y largarse para la casa. Que se mojen los demás. En el centro de cualquier pueblo o ciudad pululan los desempleados, pero usted nunca los ve hacer mala cara o protestar. Por el contrario, cualquier situación es excusa para entretenerse un rato y mamar gallo a su gusto. Por ejemplo se vara alguien en su carro y cuando abre la tapa del motor para ver qué pasó, los “patos” se arriman a opinar, a gozarse al encartado conductor y si toca empujar lo hacen con el mayor gusto.
Cómo no va a ser optimista y positivo un pueblo al que le dice el Presidente que vamos a realizar un mundial de fútbol, y la mayoría de la gente se come el cuento. Claro, dicen en los corrillos, hay que pensar en grande, ser echaos pa’lante, medírsele a lo que sea o de lo contrario nunca vamos a hacer cosas importantes. Y cuando escuchan a un analista comentar que la FIFA tiene unas exigencias muy claras para adjudicar la sede del evento, como por ejemplo que el país anfitrión debe tener un tren bala, opinan que aquí puede que no haya tren, pero que bala tenemos para dar y convidar.
Un pueblo feliz donde hay barrios que no tienen servicio de acueducto y los vecinos hacen largas filas detrás de un carro tanque para llenar del precioso líquido sus recipientes, pero si hay un camarógrafo filmando la situación, se matan por salir sonrientes en la toma y arman una recocha del carajo echándose agua con la manguera. No importa que habiten un inquilinato mientras tengan televisor para ver novelas y decadentes programas de concurso.
Otra ventaja es que padecemos de amnesia colectiva. Un funcionario público, del presidente para abajo, puede hacer las triquiñuelas que quiera y al poco tiempo nadie se acuerda de lo sucedido. Y así se acuerde, el señalado bandido puede seguir con sus marrullas y no hay forma de atajarlo.
La única forma de erradicar la felicidad de nuestro pueblo es quitándole el trago. En cualquier tipo de acontecimiento, sea triste o feliz, el aguardiente y la cerveza aparecen como por arte de magia. Hay que ver al desplazado con 8 muchachitos que fía en la tienda el “chorro” para celebrar el nacimiento de otro petacón. No es por nada, pero en esta competencia sí debimos quedar de primeros. ¡Y hágale que está sin calzones!
viernes, agosto 25, 2006
Logros, Metas, Retos...
En la actualidad el agite de la vida ha logrado aumentar en forma preocupante el número de suicidios. Cuando yo estaba pequeño no era común oír que alguien se quitara la vida, y mucho menos los niños que no podíamos meternos en las conversaciones de los mayores; aparte de que poco nos interesaban. Ahora venimos a enterarnos de que algunos de esos suicidas eran del otro equipo, gremio que es muy afín a dicho proceder. Líos de calzoncillos que llaman. Lo grave es que actualmente la mayoría de quienes toman tan absurda decisión son jóvenes ejecutivos, adolescentes y muchos niños.
Quienes pertenecemos a generaciones pasadas debemos estar agradecidos por no habernos tocado en la etapa de estudiantes, o ya como empleados, la modalidad de logros, metas o retos que se pusieron de moda en la actualidad. Claro que la calidad de educación que recibimos no puede compararse con la que imparten ahora, pero de igual manera sacamos el cartón de bachilleres, muchos pasaron por la universidad, y hay que ver las lumbreras que se destacaron en los diferentes campos profesionales. Porque si hoy en día salen del colegio y dominan varios idiomas, son unas hachas para todo lo que tenga que ver con las computadoras, se peinan con la tecnología y aprovechan las oportunidades que ofrece el mundo entero para seguir preparándose, en un hecho que muy pocos han leído siquiera un libro. Tampoco les interesa la música clásica, el arte, la astronomía o cualquier otro tipo de conocimiento que no produzca plata o resultados tangibles.
Al conversar con amigos que tienen hijos en el colegio, es común escuchar las quejas por la exagerada carga de responsabilidades académicas que les imponen. Los muchachitos viven a mil por hora, angustiados y en permanente incertidumbre, porque muchas veces el tiempo no les alcanza para colmar las expectativas de los profesores. Porque ahora les ha dado por convertir en bilingües de un día para otro (sin exagerar, de un año para otro) colegios donde nunca dieron mucha importancia a la enseñanza del idioma inglés. Esa vaina es imposible, y lo que logran es confundir a los educandos y hacer que le cojan pereza a la materia.
Los estudiantes actuales no hablan sino de logros. Es la palabra de moda. Y hay que ver las estadísticas acerca de la cantidad de suicidios en la época de fin de año, cuando muchos prefieren tomar la fatal determinación antes que presentarse en la casa con la noticia que no aprobaron. También es preocupante la competencia que existe entre los diferentes colegios, o de los mismos compañeros por sobresalir en el grupo. Porque a diferencia de antes, cuando la gran mayoría eran maquetas y solo un pequeño grupo estudiaba y le ponía cuidado al profesor, ahora lo raro es un alumno que pierde materias y patina para avanzar. Claro, como los menores tienen pocas libertades debido a la inseguridad, no les queda sino quedarse en la casa estudiando. Qué más hacen. Y les ponen unas tareas que no las resuelve ni Panesso Robledo.
Caso aparte es el ritmo de vida que llevan los ejecutivos modernos. A dichos sujetos no les quitan la enjalma ni para dormir. En cualquier empresa el común denominador es tallar al subalterno, de la misma manera que aprietan al jefe de turno. Porque son muy pocos los que no dependen de alguien, a excepción de los famosos “cacaos” que son los dueños de la pelota. Usted puede ser el gerente de una empresa, pero cada mes debe enfrentar a la junta directiva para rendir cuentas y recibir garrote sin piedad. Entonces sale de la junta de mala vuelta y estresado, y la emprende contra los subgerentes para desquitarse con ellos. A su vez, estos arremeten contra los que siguen para abajo y así sucesivamente hasta que alguien le mete un repelo de miedo a la señora de los tintos. Como quien dice, nadie se salva.
En las ciudades intermedias son muchos los directivos de compañías y empresas multinacionales que dependen de un jefe en otra ciudad del país o del exterior, el cual los mantiene al soco de sol a sol. Y en el medio todo el mundo los ve como los ejecutivos estrellas, pero en realidad son explotados y no tiene autonomía ni para comprar una escoba. Por ejemplo la gerente de una corporación de ahorro y vivienda debe cumplir con una cuota de recaudos al mes, y la pobre mujer recibe a toda hora llamadas del jefe para recordarle la fecha y que no está ni tibia para cumplir con lo pactado. Claro que si la ejecutiva tiene una meta por ejemplo de mil millones y la cumple, entonces al mes siguiente le suben a mil doscientos y así sucesivamente hasta que se reviente.
A ella no le queda sino apretar a sus empleados y pasan el día en reuniones para ver cómo van a salir del embrollo. Por lo tanto, empiezan a despachar el trabajo diario a las cuatro de la tarde y deben quedarse hasta media noche en la oficina. Para completar, a toda hora hacen diplomados, postgrados, cursos, estudian idiomas y acumulan información hasta quedar más preparados que un tamal. Porque de lo contrario, les corren la silla. Viéndolo bien, se suicidan muy poquitos.
Quienes pertenecemos a generaciones pasadas debemos estar agradecidos por no habernos tocado en la etapa de estudiantes, o ya como empleados, la modalidad de logros, metas o retos que se pusieron de moda en la actualidad. Claro que la calidad de educación que recibimos no puede compararse con la que imparten ahora, pero de igual manera sacamos el cartón de bachilleres, muchos pasaron por la universidad, y hay que ver las lumbreras que se destacaron en los diferentes campos profesionales. Porque si hoy en día salen del colegio y dominan varios idiomas, son unas hachas para todo lo que tenga que ver con las computadoras, se peinan con la tecnología y aprovechan las oportunidades que ofrece el mundo entero para seguir preparándose, en un hecho que muy pocos han leído siquiera un libro. Tampoco les interesa la música clásica, el arte, la astronomía o cualquier otro tipo de conocimiento que no produzca plata o resultados tangibles.
Al conversar con amigos que tienen hijos en el colegio, es común escuchar las quejas por la exagerada carga de responsabilidades académicas que les imponen. Los muchachitos viven a mil por hora, angustiados y en permanente incertidumbre, porque muchas veces el tiempo no les alcanza para colmar las expectativas de los profesores. Porque ahora les ha dado por convertir en bilingües de un día para otro (sin exagerar, de un año para otro) colegios donde nunca dieron mucha importancia a la enseñanza del idioma inglés. Esa vaina es imposible, y lo que logran es confundir a los educandos y hacer que le cojan pereza a la materia.
Los estudiantes actuales no hablan sino de logros. Es la palabra de moda. Y hay que ver las estadísticas acerca de la cantidad de suicidios en la época de fin de año, cuando muchos prefieren tomar la fatal determinación antes que presentarse en la casa con la noticia que no aprobaron. También es preocupante la competencia que existe entre los diferentes colegios, o de los mismos compañeros por sobresalir en el grupo. Porque a diferencia de antes, cuando la gran mayoría eran maquetas y solo un pequeño grupo estudiaba y le ponía cuidado al profesor, ahora lo raro es un alumno que pierde materias y patina para avanzar. Claro, como los menores tienen pocas libertades debido a la inseguridad, no les queda sino quedarse en la casa estudiando. Qué más hacen. Y les ponen unas tareas que no las resuelve ni Panesso Robledo.
Caso aparte es el ritmo de vida que llevan los ejecutivos modernos. A dichos sujetos no les quitan la enjalma ni para dormir. En cualquier empresa el común denominador es tallar al subalterno, de la misma manera que aprietan al jefe de turno. Porque son muy pocos los que no dependen de alguien, a excepción de los famosos “cacaos” que son los dueños de la pelota. Usted puede ser el gerente de una empresa, pero cada mes debe enfrentar a la junta directiva para rendir cuentas y recibir garrote sin piedad. Entonces sale de la junta de mala vuelta y estresado, y la emprende contra los subgerentes para desquitarse con ellos. A su vez, estos arremeten contra los que siguen para abajo y así sucesivamente hasta que alguien le mete un repelo de miedo a la señora de los tintos. Como quien dice, nadie se salva.
En las ciudades intermedias son muchos los directivos de compañías y empresas multinacionales que dependen de un jefe en otra ciudad del país o del exterior, el cual los mantiene al soco de sol a sol. Y en el medio todo el mundo los ve como los ejecutivos estrellas, pero en realidad son explotados y no tiene autonomía ni para comprar una escoba. Por ejemplo la gerente de una corporación de ahorro y vivienda debe cumplir con una cuota de recaudos al mes, y la pobre mujer recibe a toda hora llamadas del jefe para recordarle la fecha y que no está ni tibia para cumplir con lo pactado. Claro que si la ejecutiva tiene una meta por ejemplo de mil millones y la cumple, entonces al mes siguiente le suben a mil doscientos y así sucesivamente hasta que se reviente.
A ella no le queda sino apretar a sus empleados y pasan el día en reuniones para ver cómo van a salir del embrollo. Por lo tanto, empiezan a despachar el trabajo diario a las cuatro de la tarde y deben quedarse hasta media noche en la oficina. Para completar, a toda hora hacen diplomados, postgrados, cursos, estudian idiomas y acumulan información hasta quedar más preparados que un tamal. Porque de lo contrario, les corren la silla. Viéndolo bien, se suicidan muy poquitos.
Novios en Pelota
Estoy convencido de que el éxito que tiene Andrés López con su show, donde en un monólogo maravilloso retrata las diferencias entre la vida familiar de nuestra generación y la actual, se debe a que los espectadores se ven retratados en todo lo que dice, además de que trae unos recuerdos inolvidables. El tipo se está llenando de plata -y muy merecido porque ayuda obras sociales y otras instituciones con parte de sus ingresos-, porque no queda silla disponible en ninguna de sus presentaciones. Recorre todas las ciudades del país, se presenta varias veces en cada una, en el exterior es igual, y lo mejor es que en el escenario solo están él y un pequeño banco. Lo único que gasta es saliva e imaginación, porque es unánime la opinión que el hombre es un genio.
Como en esta vida hay que inventarse algo para conseguir plata, se me ocurre copiar algo parecido pero con un tema específico y tres actores en escena. Creo que hasta en el nombre puede haber plagio, porque si Guillermo Díaz copió el programa La Luciérnaga de una forma vulgar, ya que hasta el animal que escogieron para el nombre es un bicho similar, puedo pensar en algo así como “Novios en pelota”. Es muy sencillo: consigo un cucho buen conversador y con excelente humor, que hable de cómo se desarrollaban los noviazgos en su época; yo comparo cada situación con la que nos tocó a nosotros y completa un adolescente que cuente los pormenores de las relaciones afectivas en la actualidad.
Cuando escuchamos a los viejos relatar sus aventuras amorosas pensamos que vivían en la época de las cavernas, porque la visita era por la ventana y la única forma de salir con la muchacha era acompañarla a misa el domingo, siempre fiscalizados por una chaperona. Muchos llegaban al matrimonio, ceremonia que celebraban al amanecer, sin haberle dado siquiera un beso a la prometida. Ni hablar de la tupia con que debían llegar esos muchachos al tálamo nupcial. Los de mi generación debemos comparar esas diferencias, para no escandalizarnos con la realidad actual en ese aspecto.
Porque los muchachitos desde los 14 años ya se cobijan con la novia a ver televisión, entran como Pedro por su casa sin saludar a nadie, comen como unas dragas, se jartan la gaseosa que haya, no sueltan el celular y les importa un pito que los suegros estén molestos con su actitud. De lo que no se tienen que preocupar los papás es que perjudique a la niña, porque los zambos viven empalagados de sexo. Lo máximo es que le pega una abejorriada como para entretenerse un rato. Para lo otro aprovechan los paseos que hacen sin adultos que los controlen, en el apartamento de un amigo cuyos padres están de viaje o en una discoteca de esas de ahora, donde todos parecen poseídos.
Los de mi generación podemos decir, después de analizar estas situaciones, que ni muy muy, ni tan tan. Porque aunque siempre había muchas restricciones, uno buscaba la forma de calmar las hormonas y la ansiedad. Lo que llamábamos la arrechera. Las novias tenían que pedir permiso hasta para ir a cine, pero era común que con algunas condiciones, las dejaran ir. Las salidas de noche eran con hora de llegada y los paseos a una finca, siempre de día entero, los vigilaban varias señoras que no despintaban el ojo de todas las parejitas. Algunos papás también asistían, pero con ellos no había problema porque eran los primeros en clavar el pico de la rasca.
Existían entonces algunas oportunidades que no podían desaprovecharse y la más común era el cine. Al salir del teatro nadie sabía de qué trató la película, porque el maniculiteteo y la chupadera de trompa no dejaban tiempo para mirar la pantalla. Lo que sí era digno de mirar de reojo, eran los personajes que se levantaban una bandida en la calle y se acomodaban en los rincones de atrás de la platea, porque esos sí coronaban a como diera lugar.
Otra opción era la visita de novio. Los suegros también se molestaban porque cuando entraban a la sala el zambo no se ponía de pie, pero no entendían que se debía a que había otro que estaba parado desde hacía rato. Y como la moda no incluía pantalones anchos y camisetas hasta la rodilla, el pretendiente parecía con una linterna en el bolsillo. Ahora que hablo de moda, comparo lo que era meterle mano a un buzo cuello de tortuga o a un pantalón con la pretina a la altura del ombligo, con las camisetas ombligueras y los bluyines descaderados, donde la mercancía está ahí no más.
Si el muchacho lograba que le prestaran un carro, el sitio obligado era un “drive in”. Dos gaseosas, esperar que los vidrios se empañaran y mano al cajón. Amoblados entonces no había y a las niñas les daba oso meterse a un hotel. Además, con qué plata. En medio de todo nos tocó la mejor época, y al menos esperamos no ver que el auge de los gays llegue al punto que un hijo de 16 años reciba visita del novio de 20; o la nena de la casa haciendo arrumacos con una machota bien repelente. Al menos yo, no estoy preparado.
Como en esta vida hay que inventarse algo para conseguir plata, se me ocurre copiar algo parecido pero con un tema específico y tres actores en escena. Creo que hasta en el nombre puede haber plagio, porque si Guillermo Díaz copió el programa La Luciérnaga de una forma vulgar, ya que hasta el animal que escogieron para el nombre es un bicho similar, puedo pensar en algo así como “Novios en pelota”. Es muy sencillo: consigo un cucho buen conversador y con excelente humor, que hable de cómo se desarrollaban los noviazgos en su época; yo comparo cada situación con la que nos tocó a nosotros y completa un adolescente que cuente los pormenores de las relaciones afectivas en la actualidad.
Cuando escuchamos a los viejos relatar sus aventuras amorosas pensamos que vivían en la época de las cavernas, porque la visita era por la ventana y la única forma de salir con la muchacha era acompañarla a misa el domingo, siempre fiscalizados por una chaperona. Muchos llegaban al matrimonio, ceremonia que celebraban al amanecer, sin haberle dado siquiera un beso a la prometida. Ni hablar de la tupia con que debían llegar esos muchachos al tálamo nupcial. Los de mi generación debemos comparar esas diferencias, para no escandalizarnos con la realidad actual en ese aspecto.
Porque los muchachitos desde los 14 años ya se cobijan con la novia a ver televisión, entran como Pedro por su casa sin saludar a nadie, comen como unas dragas, se jartan la gaseosa que haya, no sueltan el celular y les importa un pito que los suegros estén molestos con su actitud. De lo que no se tienen que preocupar los papás es que perjudique a la niña, porque los zambos viven empalagados de sexo. Lo máximo es que le pega una abejorriada como para entretenerse un rato. Para lo otro aprovechan los paseos que hacen sin adultos que los controlen, en el apartamento de un amigo cuyos padres están de viaje o en una discoteca de esas de ahora, donde todos parecen poseídos.
Los de mi generación podemos decir, después de analizar estas situaciones, que ni muy muy, ni tan tan. Porque aunque siempre había muchas restricciones, uno buscaba la forma de calmar las hormonas y la ansiedad. Lo que llamábamos la arrechera. Las novias tenían que pedir permiso hasta para ir a cine, pero era común que con algunas condiciones, las dejaran ir. Las salidas de noche eran con hora de llegada y los paseos a una finca, siempre de día entero, los vigilaban varias señoras que no despintaban el ojo de todas las parejitas. Algunos papás también asistían, pero con ellos no había problema porque eran los primeros en clavar el pico de la rasca.
Existían entonces algunas oportunidades que no podían desaprovecharse y la más común era el cine. Al salir del teatro nadie sabía de qué trató la película, porque el maniculiteteo y la chupadera de trompa no dejaban tiempo para mirar la pantalla. Lo que sí era digno de mirar de reojo, eran los personajes que se levantaban una bandida en la calle y se acomodaban en los rincones de atrás de la platea, porque esos sí coronaban a como diera lugar.
Otra opción era la visita de novio. Los suegros también se molestaban porque cuando entraban a la sala el zambo no se ponía de pie, pero no entendían que se debía a que había otro que estaba parado desde hacía rato. Y como la moda no incluía pantalones anchos y camisetas hasta la rodilla, el pretendiente parecía con una linterna en el bolsillo. Ahora que hablo de moda, comparo lo que era meterle mano a un buzo cuello de tortuga o a un pantalón con la pretina a la altura del ombligo, con las camisetas ombligueras y los bluyines descaderados, donde la mercancía está ahí no más.
Si el muchacho lograba que le prestaran un carro, el sitio obligado era un “drive in”. Dos gaseosas, esperar que los vidrios se empañaran y mano al cajón. Amoblados entonces no había y a las niñas les daba oso meterse a un hotel. Además, con qué plata. En medio de todo nos tocó la mejor época, y al menos esperamos no ver que el auge de los gays llegue al punto que un hijo de 16 años reciba visita del novio de 20; o la nena de la casa haciendo arrumacos con una machota bien repelente. Al menos yo, no estoy preparado.
Competencia Electrónica
Es común que la gente se pregunte por qué, si la industria y la economía han repuntado en los último años en forma considerable, al mismo tiempo el desempleo disminuye, pero a paso de tortuga. Muy sencillo: porque la tecnología remplaza al ser humano en casi todas las áreas y es así como cada vez son menos los empleados que requiere una empresa. Basta con recordar lo que era antes el departamento de contabilidad en cualquier firma comercial, donde debían llevar los tradicionales libros a mano, archivar facturas y recibos, asentar a diario los movimientos y demás operaciones, trabajos que ahora se hacen con sofisticados programas computarizados que se encargan del control absoluto de cuentas y balances. En un informe desde Alemania mostraron una de las principales fábricas de cerveza de ese país, en la cual laboran únicamente tres operarios. Hágame el bendito favor. Robots, maquinas sistematizadas, cintas transportadoras y demás técnicas innovadoras, que requieren solo de unos pocos pares de ojos que controlen monitores y de vez en cuando opriman una tecla determinada. Por fortuna nuestra topografía no permite que el café sea cogido por una máquina, como proceden en muchas regiones de Brasil, porque ahí sí quedaría este país en la física olla; lo mismo sucede con las cortadoras de caña o la recolección del espárrago (los campesinos dicen que este último trabajo rinde, pero de la cintura). Con razón antes había camello para todo el mundo, si hasta para fabricar una veladora eran necesarias varias manos.
Menos mal en los países desarrollados ya no le jalan a desempeñar cierta clase de labores, y dejan así una oportunidad para tantos cesantes que no encuentran oportunidades de trabajo en sus respectivas naciones. Se quejan por ejemplo en Estados Unidos porque la ola de inmigrantes los invade, pero no aceptan que si no fuera por esta mano de obra necesitada y humilde, ellos no encontrarían quien les cuidara los culicagaos, les fritara las hamburguesas, aseara los escusaos y les mantuviera limpio el jardín. Pude ver en la televisión un alto funcionario del gobierno español, relacionado con el área del empleo, donde explicaba la clase de trabajos que realizan las personas nacidas en ese país, y luego definió las labores destinadas solo para extranjeros e inmigrantes. El europeo no lava platos, ni parquea carros, ni recoge basuras. Tampoco recolecta aceitunas, no carga camiones y mucho menos desempeña trabajos de alto riesgo o que a largo plazo pueda tener consecuencias en la salud del operario. Qué sería de los españoles sin “sudacas” y africanos, o de los alemanes sin turcos, o de los ingleses sin indios y paquistaníes.
En cualquier comunidad, hospital, hotel, fábrica o entidad, ahora años había una centralita telefónica donde varias muchachas metían y sacaban clavijas para comunicar a las personas. Como en casi todos los casos el servicio se prestaba las 24 horas del día, era necesario contratar varios turnos. En cambio ahora ese trabajo lo hacen los conmutadores y contestadores automáticos, aparatos que sacan de casillas a quien llama, porque no le dan opción de hablar con una persona que pueda escucharlo, ofrecerle una explicación o presentar alguna solución a su inquietud. Y qué decir de los teléfonos celulares que ahora sirven para tomar fotos, grabar videos, mandar mensajes por internet, grabación de voz, agenda y muchas otras arandelas; además, cada vez son más delgados, pequeños y funcionales.
Siempre que veo un modelo diferente, en vez de envidia, siento un fresco al recordar que soy la única persona que conozco que no tiene una mecha de esas. Todos mis sobrinos, el señor de la portería del edificio donde resido, la empleada doméstica, los domicilios, los trabajadores de la construcción, la totalidad de mis amigos y familiares, y hasta el gato, tienen celular. En cambio a mí nunca me ha sonado el aparatejo en momento inoportuno, y no puedo olvidar cuando un gerente bancario me dijo que por orden del presidente de la entidad, debía mantener el trebejo prendido en todo momento, sin excepciones. Y el jefe empezaba a joder desde las 4 de la mañana. Va la madre.
La construcción siempre ha sido una buena fuente de empleo, con el agravante que las obras cada vez se ejecutan más rápido y por lo tanto los “rusos”, como les dicen en Bogotá, quedan varados cada cierto tiempo. Pero en ese renglón el modernismo y las máquinas reemplazan la mano de obra en forma considerable, como las grúas que mueven ladrillos, varillas, formaletas, concreto y demás materiales que antes debían cargarse al hombro. Con los prefabricados y los paneles, en muchas construcciones no es necesario pegar ladrillos ni revocar, y se adicionan químicos a la mezcla del cemento para que fragüe más rápido. La maquinaria es un descreste, y la instalación de grifería y demás aditamentos es mogolla. Por fortuna todavía es necesario enchapar a mano, armar los casetones de esterilla, enderezar puntillas, remojar adobe, cargar arena, tirar plomadas y “canchar” paredes.
Que tiemblen los asalariados porque en cualquier momento inventan un aparato que los remplace. Por fortuna falta mucho para que ensamblen robots que funjan de gariteros, cojan goteras, parchen llantas en carretera, le corran el catre a las vagabundas, vendan caldo con albóndigas al amanecer, sustituyan ayudantes de bus, lleven antojos a domicilio o asen arepas al carbón.
Menos mal en los países desarrollados ya no le jalan a desempeñar cierta clase de labores, y dejan así una oportunidad para tantos cesantes que no encuentran oportunidades de trabajo en sus respectivas naciones. Se quejan por ejemplo en Estados Unidos porque la ola de inmigrantes los invade, pero no aceptan que si no fuera por esta mano de obra necesitada y humilde, ellos no encontrarían quien les cuidara los culicagaos, les fritara las hamburguesas, aseara los escusaos y les mantuviera limpio el jardín. Pude ver en la televisión un alto funcionario del gobierno español, relacionado con el área del empleo, donde explicaba la clase de trabajos que realizan las personas nacidas en ese país, y luego definió las labores destinadas solo para extranjeros e inmigrantes. El europeo no lava platos, ni parquea carros, ni recoge basuras. Tampoco recolecta aceitunas, no carga camiones y mucho menos desempeña trabajos de alto riesgo o que a largo plazo pueda tener consecuencias en la salud del operario. Qué sería de los españoles sin “sudacas” y africanos, o de los alemanes sin turcos, o de los ingleses sin indios y paquistaníes.
En cualquier comunidad, hospital, hotel, fábrica o entidad, ahora años había una centralita telefónica donde varias muchachas metían y sacaban clavijas para comunicar a las personas. Como en casi todos los casos el servicio se prestaba las 24 horas del día, era necesario contratar varios turnos. En cambio ahora ese trabajo lo hacen los conmutadores y contestadores automáticos, aparatos que sacan de casillas a quien llama, porque no le dan opción de hablar con una persona que pueda escucharlo, ofrecerle una explicación o presentar alguna solución a su inquietud. Y qué decir de los teléfonos celulares que ahora sirven para tomar fotos, grabar videos, mandar mensajes por internet, grabación de voz, agenda y muchas otras arandelas; además, cada vez son más delgados, pequeños y funcionales.
Siempre que veo un modelo diferente, en vez de envidia, siento un fresco al recordar que soy la única persona que conozco que no tiene una mecha de esas. Todos mis sobrinos, el señor de la portería del edificio donde resido, la empleada doméstica, los domicilios, los trabajadores de la construcción, la totalidad de mis amigos y familiares, y hasta el gato, tienen celular. En cambio a mí nunca me ha sonado el aparatejo en momento inoportuno, y no puedo olvidar cuando un gerente bancario me dijo que por orden del presidente de la entidad, debía mantener el trebejo prendido en todo momento, sin excepciones. Y el jefe empezaba a joder desde las 4 de la mañana. Va la madre.
La construcción siempre ha sido una buena fuente de empleo, con el agravante que las obras cada vez se ejecutan más rápido y por lo tanto los “rusos”, como les dicen en Bogotá, quedan varados cada cierto tiempo. Pero en ese renglón el modernismo y las máquinas reemplazan la mano de obra en forma considerable, como las grúas que mueven ladrillos, varillas, formaletas, concreto y demás materiales que antes debían cargarse al hombro. Con los prefabricados y los paneles, en muchas construcciones no es necesario pegar ladrillos ni revocar, y se adicionan químicos a la mezcla del cemento para que fragüe más rápido. La maquinaria es un descreste, y la instalación de grifería y demás aditamentos es mogolla. Por fortuna todavía es necesario enchapar a mano, armar los casetones de esterilla, enderezar puntillas, remojar adobe, cargar arena, tirar plomadas y “canchar” paredes.
Que tiemblen los asalariados porque en cualquier momento inventan un aparato que los remplace. Por fortuna falta mucho para que ensamblen robots que funjan de gariteros, cojan goteras, parchen llantas en carretera, le corran el catre a las vagabundas, vendan caldo con albóndigas al amanecer, sustituyan ayudantes de bus, lleven antojos a domicilio o asen arepas al carbón.
miércoles, agosto 02, 2006
Nunca Fallan
Un personaje a quien recuerdo a diario es a un tal Murphy, el de las famosas leyes. Si cada ser humano escribiera un ejemplo de una ley de este tipo, surgiría el documento más extenso conocido hasta la fecha. Porque a lo mejor muchos nunca han oído hablar del asunto, pero basta explicarles y nombrarles algunos casos para que de inmediato hagan sus aportes. Es común que le digan a uno, cuando reniega porque las malditas leyes lo tienen fregado, que no sea negativo y no le pare bolas a esas bobadas.
A lo mejor soy muy de malas pero siempre que viene un técnico a mi casa para una reparación o mantenimiento, nunca falla que llegue en momento inoportuno. Si es hora de almorzar, de ducharse, hacer la siesta o atender una llamada telefónica de larga distancia, preciso aparece el fulano de turno. Como es urgente solucionar el problema toca atenderlo y esperar que arregle el daño. Pero ahí es cuando el tipo dice que olvidó traer una herramienta especial, o sin revisar a fondo asegura que “eso no se va a poder”. Después pregunta que si por casualidad tenemos una llave brístol milimétrica de tres octavos y una pistola para poner remaches.
Si voy a la cocina a hervir una leche debo supervisar sin parpadear para evitar que se suba, pero basta con mirar a otro lado para que suelte el hervor y el reguero inunde el fogón. Ahora venden las arepas medio crudas y chupan candela de lo lindo, por lo que uno se confía y decide que alcanza a contestar el teléfono. Cuando regresa la arepita está como una suela, retorcida y no le entra el diente; porque si al menos se quemara, que entre otras cosas queda deliciosa, pero les echan tantos químicos que primero se fosilizan antes que dorar como debe ser. Y quédese parado echándole ojo para que vea cuánto se demora.
Dicen que todo lo del pobre es robado. Necesita usted vender cualquier propiedad y debe bajarse los calzones en cuanto al precio se refiere, porque le sacan todo tipo de peros e inconvenientes. Ni hablar si la venta es de urgencia para cubrir alguna necesidad o porque está a punto de perder la casa, porque pueden pasar años antes de que resulte un cliente que no quiera aprovecharse de la situación. Lleve su carro a donde un comisionista para que lo venda, y después de que por teléfono le dijo cuanto vale según el modelo y el estado del vehículo, apenas lo ve empieza a rascarse la cabeza y a decir que los carros de ese color no tienen salida; que la placa termina en cero y eso es fatal; y que si fuera 1300 no habría problema, pero que el modelo que viene con motor 1600 es un hueso, y que hasta regalado es caro.
Nada que ofusque más que se pierda cualquier pendejada en la casa, lo cual sucede siempre porque lo usan y no lo vuelven a poner en el puesto. Por ejemplo se envolata el abrelatas y usted empieza a escarbar en los cajones de la cocina, revisa la caneca de la basura, mira en todos los rincones, abre la nevera y el horno a ver si algún despistado lo dejó ahí, pregunta hasta el cansancio y termina buscando hasta en el tanque del inodoro. Como no es lógico que un ladrón entre solo a eso, es menester seguir buscándolo. Pero qué va, aparecen un mundo de cosas que echábamos de menos pero el bendito adminículo desapareció como por arte de magia. Meses después aparece debajo de la lavadora, oxidado y lleno de polvo.
Hay casos simples que no parecen tener importancia, pero en los cuales se cumple sin falta la mencionada ley. Por la cuadra donde resido pasa todos los días, a la misma hora, un hombre que ofrece aguacates a voz en cuello. Si el almuerzo es una lasaña, espaguetis, carne con salsa de champiñones o cualquier otra cosa con la que no combine el aguacate, el tipo cumple con su rutina diaria; pero si en cambio vamos a comer “sudao”, frijoles, sopa de mondongo o un buen sancocho, tenga la seguridad de que el vendedor ambulante no da señales de vida.
Es mal agüero desafiar las teorías de Murphy, porque hay cosas que pueden pensarse pero nunca decirse en voz alta. Para la muestra un botón: si viaja por carretera y por fortuna no hay muchos camiones en la vía, lo cual hace el recorrido ágil y placentero, la dicha dura hasta que un acompañante suelta el comentario y en la siguiente curva aparece una fila de tracto camiones pegados unos de otros como si fuera un tren, y los cuales son prácticamente imposibles de adelantar.
Si alguien llama por teléfono y debemos anotar cualquier dato que nos suministren, no aparece el lapicero, ni un papel y mucho menos algo en qué apoyar. Recuerdo una vez que mi mamá hablaba por teléfono con una empleada domestica y le dio la dirección del apartamento para que la visitara a ver si podían arreglar. La pobre mujer no encontraba con qué anotar y mi madre le ofreció que si necesitaba un lapicero, ella le prestaba uno que tenía ahí a la mano.
A lo mejor soy muy de malas pero siempre que viene un técnico a mi casa para una reparación o mantenimiento, nunca falla que llegue en momento inoportuno. Si es hora de almorzar, de ducharse, hacer la siesta o atender una llamada telefónica de larga distancia, preciso aparece el fulano de turno. Como es urgente solucionar el problema toca atenderlo y esperar que arregle el daño. Pero ahí es cuando el tipo dice que olvidó traer una herramienta especial, o sin revisar a fondo asegura que “eso no se va a poder”. Después pregunta que si por casualidad tenemos una llave brístol milimétrica de tres octavos y una pistola para poner remaches.
Si voy a la cocina a hervir una leche debo supervisar sin parpadear para evitar que se suba, pero basta con mirar a otro lado para que suelte el hervor y el reguero inunde el fogón. Ahora venden las arepas medio crudas y chupan candela de lo lindo, por lo que uno se confía y decide que alcanza a contestar el teléfono. Cuando regresa la arepita está como una suela, retorcida y no le entra el diente; porque si al menos se quemara, que entre otras cosas queda deliciosa, pero les echan tantos químicos que primero se fosilizan antes que dorar como debe ser. Y quédese parado echándole ojo para que vea cuánto se demora.
Dicen que todo lo del pobre es robado. Necesita usted vender cualquier propiedad y debe bajarse los calzones en cuanto al precio se refiere, porque le sacan todo tipo de peros e inconvenientes. Ni hablar si la venta es de urgencia para cubrir alguna necesidad o porque está a punto de perder la casa, porque pueden pasar años antes de que resulte un cliente que no quiera aprovecharse de la situación. Lleve su carro a donde un comisionista para que lo venda, y después de que por teléfono le dijo cuanto vale según el modelo y el estado del vehículo, apenas lo ve empieza a rascarse la cabeza y a decir que los carros de ese color no tienen salida; que la placa termina en cero y eso es fatal; y que si fuera 1300 no habría problema, pero que el modelo que viene con motor 1600 es un hueso, y que hasta regalado es caro.
Nada que ofusque más que se pierda cualquier pendejada en la casa, lo cual sucede siempre porque lo usan y no lo vuelven a poner en el puesto. Por ejemplo se envolata el abrelatas y usted empieza a escarbar en los cajones de la cocina, revisa la caneca de la basura, mira en todos los rincones, abre la nevera y el horno a ver si algún despistado lo dejó ahí, pregunta hasta el cansancio y termina buscando hasta en el tanque del inodoro. Como no es lógico que un ladrón entre solo a eso, es menester seguir buscándolo. Pero qué va, aparecen un mundo de cosas que echábamos de menos pero el bendito adminículo desapareció como por arte de magia. Meses después aparece debajo de la lavadora, oxidado y lleno de polvo.
Hay casos simples que no parecen tener importancia, pero en los cuales se cumple sin falta la mencionada ley. Por la cuadra donde resido pasa todos los días, a la misma hora, un hombre que ofrece aguacates a voz en cuello. Si el almuerzo es una lasaña, espaguetis, carne con salsa de champiñones o cualquier otra cosa con la que no combine el aguacate, el tipo cumple con su rutina diaria; pero si en cambio vamos a comer “sudao”, frijoles, sopa de mondongo o un buen sancocho, tenga la seguridad de que el vendedor ambulante no da señales de vida.
Es mal agüero desafiar las teorías de Murphy, porque hay cosas que pueden pensarse pero nunca decirse en voz alta. Para la muestra un botón: si viaja por carretera y por fortuna no hay muchos camiones en la vía, lo cual hace el recorrido ágil y placentero, la dicha dura hasta que un acompañante suelta el comentario y en la siguiente curva aparece una fila de tracto camiones pegados unos de otros como si fuera un tren, y los cuales son prácticamente imposibles de adelantar.
Si alguien llama por teléfono y debemos anotar cualquier dato que nos suministren, no aparece el lapicero, ni un papel y mucho menos algo en qué apoyar. Recuerdo una vez que mi mamá hablaba por teléfono con una empleada domestica y le dio la dirección del apartamento para que la visitara a ver si podían arreglar. La pobre mujer no encontraba con qué anotar y mi madre le ofreció que si necesitaba un lapicero, ella le prestaba uno que tenía ahí a la mano.
jueves, julio 27, 2006
Anécdotas con Alas
Gratos recuerdos llegan a mi mente cuando me comunico con alguno de los tantos pilotos con quienes tuve la oportunidad de compartir varios años, mientras trabajé en la empresa ACES como jefe de aeropuerto. Siempre que me reúno con alguno de ellos el programa es preguntarle por la vida de todos, ya que ellos se mantienen bien enterados por continuar perteneciendo al gremio. Con todos hice buenas migas, a excepción de uno o dos moscos en la leche, pero con algunos en especial he cultivado una verdadera amistad. La mayoría de pilotos son buenas personas, habladores de carreta, chismositos, mamagallistas, coquetos a morir, amantes del billete y no faltan los adictos al matute.
Con la infausta desaparición de la empresa quedaron todos estos aviadores sin trabajo, en un país donde las posibilidades laborales son escasas, y más en una profesión tan restringida como esta. Por fortuna la globalización les abrió las puertas del mundo y son muchos los que surcan los cielos de diferentes continentes. Así por encima, sé de amigos que vuelan hoy en día en Qatar, Sri Lanka, India, Marruecos, Corea, Egipto, Arabia, Japón, Dubai y otros tantos países. A través de internet aplican en las diferentes empresas, y todo el que tenga el espíritu aventurero o la necesidad económica encuentra coloca; y aunque algunos solo resisten 6 meses o un año, otros llevan más tiempo por allá y aprovechan la oportunidad para recorrer mundo, conocer culturas y experimentar costumbres.
Un día de trabajo en un aeropuerto es muy variado, porque no faltan los personajes curiosos, sucesos inesperados, asuntos delicados, casos de policía y una cantidad de problemas como para enloquecer al más tranquilo. Es una prueba a la paciencia. Porque en un invierno bien espantoso, con una neblina que no deja ver a diez metros, y llega un pasajero a preguntar por la salida de su vuelo que lleva varias horas de retraso. Cuando se le responde que no hay forma de darle un estimativo, se sale de la ropa y le dice a uno que haga algo, que no se quede ahí parado mirando el horizonte.
Al llegar los tripulantes iban de inmediato a mi oficina a ver qué chisme les tenía, a echar cuentos, a mamar gallo, mostrarme una pasajera muy buena que venía en el avión y tomarse un tintico. Cada uno tenía su forma de comportarse, algunos eran señores muy serios, y al enterarme de los tripulantes que estaban por llegar, ya sabía con quien debía tratar. Por ejemplo el capitán Luís Carlos Escobar siempre llegaba por la puerta de atrás de mi oficina, que era metálica, y la abría en una forma brusca y escandalosa para asustarme. En esas llevábamos mucho tiempo y yo pensaba en la forma de salirle adelante, hasta que vi en un pequeño almacén que había en el aeropuerto unas bromas de esas que les encantan a los niños. Me llamó la atención un paquete de unas piolitas que tienen un diminuto explosivo que se activa al jalar los extremos de la cuerda, y ahí fue que se me ocurrió la tan esperada venganza. Cuando supe que el hombre venía en un vuelo, cogí los artefactos, todos a la vez, y amarré los extremos de las piolas de la puerta y del marco respectivamente, y dejé apenas ajustado. Como siempre, Luís Carlos llegó y le metió una patada a la puerta, y puedo asegurar que casi le da un infarto. Esa vaina empezó a reventar y él salió en cuatro patas a buscar dónde esconderse del tiroteo. Hasta ese día le duró la maña.
El capitán Ernesto Angulo no veía la hora de venir a Manizales para hacerme alguna maldad. Un día cogió un marcador y escribió en la puerta que daba hacia la sala de pasajeros: “Pablo Mejía tiene SIDA”. Yo no encontré más solución que agregar a renglón seguido: “El capitán Ernesto Angulo me lo contagió”. Al hombre no le quedó sino darle una propina a un muchacho de mantenimiento para que borrara el letrero como fuera. Como a este también había que ponerle su tatequieto, no dejé pasar la oportunidad que me dio el destino.
La Aerocivil es muy estricta con el comportamiento de los aviadores, y cierto día Ernesto le cantó la tabla a un piloto de jet que quería marraniarlo porque él andaba en un pequeño Twin Otter. Era de esperarse que los citaran a ambos a presentar descargos. Entonces fui a la torre de control y solicité al funcionario encargado que me redactara un mensaje bien preocupante, utilizando el lenguaje propio del medio. En mi oficina había un télex en el cual primero se escribía el texto y este quedaba grabado en una delgada cinta de papel llena de agujeros. Luego se metía la cinta y a los pocos minutos empezaba a aparecer el mensaje en una hoja. Cuando calculé que el hombre estaba por entrar, accioné el aparato y seguí con mi trabajo. Como buen sapo y metido, se arrimó de inmediato a ver qué mensaje estaba llegando, y hay que ver la cara que puso el tipo, y cómo cambiaba de color a medida que iba leyendo. Todo el día lo dejamos en ascuas y cuando se enteró de la broma, poco le faltó para ahorcarme.
Con la infausta desaparición de la empresa quedaron todos estos aviadores sin trabajo, en un país donde las posibilidades laborales son escasas, y más en una profesión tan restringida como esta. Por fortuna la globalización les abrió las puertas del mundo y son muchos los que surcan los cielos de diferentes continentes. Así por encima, sé de amigos que vuelan hoy en día en Qatar, Sri Lanka, India, Marruecos, Corea, Egipto, Arabia, Japón, Dubai y otros tantos países. A través de internet aplican en las diferentes empresas, y todo el que tenga el espíritu aventurero o la necesidad económica encuentra coloca; y aunque algunos solo resisten 6 meses o un año, otros llevan más tiempo por allá y aprovechan la oportunidad para recorrer mundo, conocer culturas y experimentar costumbres.
Un día de trabajo en un aeropuerto es muy variado, porque no faltan los personajes curiosos, sucesos inesperados, asuntos delicados, casos de policía y una cantidad de problemas como para enloquecer al más tranquilo. Es una prueba a la paciencia. Porque en un invierno bien espantoso, con una neblina que no deja ver a diez metros, y llega un pasajero a preguntar por la salida de su vuelo que lleva varias horas de retraso. Cuando se le responde que no hay forma de darle un estimativo, se sale de la ropa y le dice a uno que haga algo, que no se quede ahí parado mirando el horizonte.
Al llegar los tripulantes iban de inmediato a mi oficina a ver qué chisme les tenía, a echar cuentos, a mamar gallo, mostrarme una pasajera muy buena que venía en el avión y tomarse un tintico. Cada uno tenía su forma de comportarse, algunos eran señores muy serios, y al enterarme de los tripulantes que estaban por llegar, ya sabía con quien debía tratar. Por ejemplo el capitán Luís Carlos Escobar siempre llegaba por la puerta de atrás de mi oficina, que era metálica, y la abría en una forma brusca y escandalosa para asustarme. En esas llevábamos mucho tiempo y yo pensaba en la forma de salirle adelante, hasta que vi en un pequeño almacén que había en el aeropuerto unas bromas de esas que les encantan a los niños. Me llamó la atención un paquete de unas piolitas que tienen un diminuto explosivo que se activa al jalar los extremos de la cuerda, y ahí fue que se me ocurrió la tan esperada venganza. Cuando supe que el hombre venía en un vuelo, cogí los artefactos, todos a la vez, y amarré los extremos de las piolas de la puerta y del marco respectivamente, y dejé apenas ajustado. Como siempre, Luís Carlos llegó y le metió una patada a la puerta, y puedo asegurar que casi le da un infarto. Esa vaina empezó a reventar y él salió en cuatro patas a buscar dónde esconderse del tiroteo. Hasta ese día le duró la maña.
El capitán Ernesto Angulo no veía la hora de venir a Manizales para hacerme alguna maldad. Un día cogió un marcador y escribió en la puerta que daba hacia la sala de pasajeros: “Pablo Mejía tiene SIDA”. Yo no encontré más solución que agregar a renglón seguido: “El capitán Ernesto Angulo me lo contagió”. Al hombre no le quedó sino darle una propina a un muchacho de mantenimiento para que borrara el letrero como fuera. Como a este también había que ponerle su tatequieto, no dejé pasar la oportunidad que me dio el destino.
La Aerocivil es muy estricta con el comportamiento de los aviadores, y cierto día Ernesto le cantó la tabla a un piloto de jet que quería marraniarlo porque él andaba en un pequeño Twin Otter. Era de esperarse que los citaran a ambos a presentar descargos. Entonces fui a la torre de control y solicité al funcionario encargado que me redactara un mensaje bien preocupante, utilizando el lenguaje propio del medio. En mi oficina había un télex en el cual primero se escribía el texto y este quedaba grabado en una delgada cinta de papel llena de agujeros. Luego se metía la cinta y a los pocos minutos empezaba a aparecer el mensaje en una hoja. Cuando calculé que el hombre estaba por entrar, accioné el aparato y seguí con mi trabajo. Como buen sapo y metido, se arrimó de inmediato a ver qué mensaje estaba llegando, y hay que ver la cara que puso el tipo, y cómo cambiaba de color a medida que iba leyendo. Todo el día lo dejamos en ascuas y cuando se enteró de la broma, poco le faltó para ahorcarme.
lunes, julio 17, 2006
Nueva Escuela
Siempre que nos referimos a la filosofía no podemos dejar a un lado los grandes pensadores de la Grecia antigua. La historia los presenta como unos hombres letrados, inteligentes e inquietos, que recorrían las calles seguidos por sus alumnos y utilizaban un palito para escribir en la arena del piso y así poder ser más explícitos. Las escuelas filosóficas dejan muchas enseñanzas y basta con saber que después de unos dos mil quinientos años, siguen tan vigentes como en su propio momento. Durante todo ese tiempo muchos personajes le han reventado cacumen a los vericuetos de la existencia, pero ninguno ha podido desbancar a Sócrates, Platón o Aristóteles.
Pero como nunca es tarde y la peor diligencia es la que no se hace, he pensado en lanzarme a crear una nueva escuela filosófica. Lo que busca mi teoría, es que el ser humano deje de amargarse la vida por vainas que no tienen solución o que le incumben solo a los demás. Dejarse agobiar por la realidad que vivimos es buscarse problemas, ya que nada soluciona uno estresándose porque pusieron una bomba o un huracán destruyó una ciudad. Claro que debemos sentir repudio y solidaridad con los afectados, pero de ahí a tenerse que tomar una pastilla para calmar la ansiedad hay mucho trecho. Si la persona deja que la invada la angustia existencial, con seguridad va a terminar colgada de una viga o enchiquerada en una clínica siquiátrica.
Por fortuna con los años uno se vuelve más sangriliviano y aprende a distinguir los asuntos que de verdad son preocupantes. Porque sin duda son muchos los que buscan problemas, compran angustias y arriendan traumas ajenos. Personas que lo tienen todo y sin embargo son presas de la ansiedad y la depresión; no se les ocurre al menos comparar con la situación de sus semejantes, o simplemente mirar hacia abajo y enterarse de cómo viven los que de verdad pasan trabajos durante su existencia.
De manera que invito a quien quiera pertenecer a la nueva corriente filosófica, la cual por cierto quiero bautizar con una sigla muy usada por economistas y estadísticos: IPC. Cualquiera puede pensar que se trata del índice de precios al consumidor, pero no, me refiero al “importaunculismo”. Por respeto al lector busqué otra palabra para definir esa situación cuando algo nos preocupa muy poco, como cuando decimos que nos importa un bledo, un chorizo, un pepino, un carajo, un rábano o un pito; es que no me parece sonoro el nombre de “importaunpepinísmo”, o “importaunbledismo” para el movimiento que propongo.
Tan bueno que es que a uno le importe un…, bueno, mejor dicho, que lo tengan sin cuidado la vanidad y la moda. Es mucho el billete que puede ahorrar sin comprar chiros, sin visitar la peluquería, sin gastar en lociones y cremas para mejorar el aspecto, evitando la visita al quirófano para que le pongan la cara en orden, le eliminen las llantas o le desaparezcan la papada. Qué delicia no tener que mirarse en el espejo para ver si le han salido canas, una espinilla en la nariz o algunas arrugas en la frente.
En caso de estar barrigón y un poco pasado de kilos, no debe amargarse la vida y caer en la esclavitud de las dietas. Que no puede comer fritos, ni harinas, mucho menos tomar trago y las porciones ingeridas deben ser precisas. Cómo es que la dietista recomienda que por ejemplo en un sancocho, debemos escoger una sola harina y desechar el resto; que tal: cómase la papa pero no pruebe la yuca, el plátano, el arrocito, la arepa y ni hablar del hogao. Hay gente que se pasa la vida comiendo como un conejo, puras hortalizas y verduras, solo escogen alimentos dietéticos, exentos de grasa y con suplementos vitamínicos. Con semejante esfuerzo logran vivir 80 años en vez de 75; como si la idea fuera durar lo máximo posible, pero pasando bien maluco. Gente que muere sin conocer el placer de tragarse un chorizo.
Qué maravilla no tener una ambición desmedida que convierte la existencia en una obsesión por conseguir plata, atesorar propiedades, detentar poder y dedicarse a lagartear en los cocteles. Claro que es necesario ser ambicioso y fijarse metas en la vida, pero dejar que esa situación se imponga en el diario vivir, es el peor error que comente el hombre. Qué se gana un tipo que tiene la sartén por el mango a los 50 años, pero debido al exceso de trabajo sufre un infarto que lo deja jodido; dedica su existencia a amasar fortuna para retirarse cuando alcance la tercera edad, pero ya no puede viajar por quebrantos de salud, el trago y la comida le hacen daño, ni riesgos de salir de noche porque se constipa con el chiflón y no se le para ni el reloj.
Por qué será que muchos no entienden que al momento de morir, se pueden llevar solo lo que tienen puesto. En dicha instancia todos los mortales quedan en el mismo nivel y nadie tiene preferencias por el poder que ostentó o la plata que consiguió. Lo que sucede en casi todos los casos, es que los yernos se dan un banquete con la herencia recibida. Por último, los invito a seguir mi movimiento y seguro que van a vivir relajados y contentos.
Pero como nunca es tarde y la peor diligencia es la que no se hace, he pensado en lanzarme a crear una nueva escuela filosófica. Lo que busca mi teoría, es que el ser humano deje de amargarse la vida por vainas que no tienen solución o que le incumben solo a los demás. Dejarse agobiar por la realidad que vivimos es buscarse problemas, ya que nada soluciona uno estresándose porque pusieron una bomba o un huracán destruyó una ciudad. Claro que debemos sentir repudio y solidaridad con los afectados, pero de ahí a tenerse que tomar una pastilla para calmar la ansiedad hay mucho trecho. Si la persona deja que la invada la angustia existencial, con seguridad va a terminar colgada de una viga o enchiquerada en una clínica siquiátrica.
Por fortuna con los años uno se vuelve más sangriliviano y aprende a distinguir los asuntos que de verdad son preocupantes. Porque sin duda son muchos los que buscan problemas, compran angustias y arriendan traumas ajenos. Personas que lo tienen todo y sin embargo son presas de la ansiedad y la depresión; no se les ocurre al menos comparar con la situación de sus semejantes, o simplemente mirar hacia abajo y enterarse de cómo viven los que de verdad pasan trabajos durante su existencia.
De manera que invito a quien quiera pertenecer a la nueva corriente filosófica, la cual por cierto quiero bautizar con una sigla muy usada por economistas y estadísticos: IPC. Cualquiera puede pensar que se trata del índice de precios al consumidor, pero no, me refiero al “importaunculismo”. Por respeto al lector busqué otra palabra para definir esa situación cuando algo nos preocupa muy poco, como cuando decimos que nos importa un bledo, un chorizo, un pepino, un carajo, un rábano o un pito; es que no me parece sonoro el nombre de “importaunpepinísmo”, o “importaunbledismo” para el movimiento que propongo.
Tan bueno que es que a uno le importe un…, bueno, mejor dicho, que lo tengan sin cuidado la vanidad y la moda. Es mucho el billete que puede ahorrar sin comprar chiros, sin visitar la peluquería, sin gastar en lociones y cremas para mejorar el aspecto, evitando la visita al quirófano para que le pongan la cara en orden, le eliminen las llantas o le desaparezcan la papada. Qué delicia no tener que mirarse en el espejo para ver si le han salido canas, una espinilla en la nariz o algunas arrugas en la frente.
En caso de estar barrigón y un poco pasado de kilos, no debe amargarse la vida y caer en la esclavitud de las dietas. Que no puede comer fritos, ni harinas, mucho menos tomar trago y las porciones ingeridas deben ser precisas. Cómo es que la dietista recomienda que por ejemplo en un sancocho, debemos escoger una sola harina y desechar el resto; que tal: cómase la papa pero no pruebe la yuca, el plátano, el arrocito, la arepa y ni hablar del hogao. Hay gente que se pasa la vida comiendo como un conejo, puras hortalizas y verduras, solo escogen alimentos dietéticos, exentos de grasa y con suplementos vitamínicos. Con semejante esfuerzo logran vivir 80 años en vez de 75; como si la idea fuera durar lo máximo posible, pero pasando bien maluco. Gente que muere sin conocer el placer de tragarse un chorizo.
Qué maravilla no tener una ambición desmedida que convierte la existencia en una obsesión por conseguir plata, atesorar propiedades, detentar poder y dedicarse a lagartear en los cocteles. Claro que es necesario ser ambicioso y fijarse metas en la vida, pero dejar que esa situación se imponga en el diario vivir, es el peor error que comente el hombre. Qué se gana un tipo que tiene la sartén por el mango a los 50 años, pero debido al exceso de trabajo sufre un infarto que lo deja jodido; dedica su existencia a amasar fortuna para retirarse cuando alcance la tercera edad, pero ya no puede viajar por quebrantos de salud, el trago y la comida le hacen daño, ni riesgos de salir de noche porque se constipa con el chiflón y no se le para ni el reloj.
Por qué será que muchos no entienden que al momento de morir, se pueden llevar solo lo que tienen puesto. En dicha instancia todos los mortales quedan en el mismo nivel y nadie tiene preferencias por el poder que ostentó o la plata que consiguió. Lo que sucede en casi todos los casos, es que los yernos se dan un banquete con la herencia recibida. Por último, los invito a seguir mi movimiento y seguro que van a vivir relajados y contentos.
miércoles, julio 05, 2006
Si No Lo Reenvia...
Con la tecnología de las comunicaciones y la cibernética, las cuales avanzan a pasos agigantados, ya no existen distancias para intercambiar mensajes o enviar correspondencia. Poder escribir un correo electrónico y saber que en instantes será recibido por el destinatario, o comunicarse en tiempo real con otra persona, sin importar dónde se encuentre, por medio de la escritura o a viva voz, y todo ello a un costo muy bajo, es algo maravilloso. Si hace unos años usted tenía un familiar en Singapur cada llamada telefónica le costaba una fortuna, y lo que es peor, debía hablar a los berridos para que le oyeran. Entonces la mayoría de la gente recurría a la tradicional carta, con el inconveniente que se demoraba semanas en llegar y corría el riesgo de envolatarse. Lo mismo sucedió con el télex, el marconigrama, el fax y otros tantos inventos que en su momento fueron la sensación, pero que quedaron archivados ante la tecnología actual. Sin embargo es triste verlos desaparecer ya que por ejemplo la práctica epistolar es hermosa, y por andar pegado todo el día a un aparato de estos se olvida uno hasta de escribir una breve nota. Debe hacerlo concentrado para que al menos le entiendan la letra.
El correo electrónico es sin duda el mejor invento y bien aprovechado nos mantiene informados, vemos cosas curiosas, intercambiamos inquietudes con los demás, recuperamos viejas amistades, hacemos nuevas, agilizamos el envío de documentos, le damos gusto al ojo, nos reímos a carcajadas y mil ventajas más. Lo que pasa es que como toda regla, tiene sus excepciones. Porque la mayoría de la gente reenvía todo lo que le llega, sin detenerse a pensar a quienes puede interesar. Correos muy pesados con mensajes religiosos, de auto superación, filosóficos o científicos; y digo pesados en el sentido que van acompañados de fotografías, postales y dibujos que son demorados de bajar, sobre todo para quienes no tiene el servicio de banda ancha. Entonces la línea telefónica queda ocupada horas enteras, para enterarnos después que lo recibido no tiene ninguna importancia. Comentarios personales, fotos familiares o asuntos privados, solo deben ser enviados a quien le interesen.
Pero sin duda lo peor son las famosas cadenas, donde al final amenazan al lector de los males que le caerán encima si no procede a compartir el dichoso mensaje con al menos 10 contactos. Quiero decirles que yo NUNCA he acatado tal recomendación; mensaje de ese tipo que llega a mi pantalla, mensaje que desaparece. Y qué tal la paranoia que generan en ciertas personas, que por creer en todo lo que leen, amargan su existencia y viven intranquilas.
Alguna vez circuló un mensaje donde advertían que el uso de desodorantes puede causar cáncer en los ganglios de las axilas, y por ello muchos andan ahora con una “chucha” de esas que se suben por un espejo. Y que tal la tragedia que enfrentan al retirar plata de un cajero automático, porque a diario les llega un cuento macabro al respecto. La bebida cola más reconocida en el mundo ha perdido muchos adeptos, porque en la red advierten que sirve para aflojar tornillos, quitar el óxido y despercudir inodoros; como quien dice, al ácido sulfúrico se quedó en palotes.
Si reciben una llamada telefónica y existe alguna duda, rápidamente cuelgan para que no les clonen el número y después llegue la cuenta con llamadas a todos los rincones del planeta. No pueden ver un sujeto que vende perfumes, fuma un cigarrillo u ofrece algún producto, porque no dudan que los va a drogar para desplumarlos. Si viajan en servicio público nunca se sientan porque pueden contraer alguna enfermedad y tampoco van a cine para no sentarse en una jeringa infectada de SIDA.
La compra del mercado se convierte en paseo de día entero, porque deben leer la etiqueta de todos los productos para evitar los colorantes, edulcorantes, ahumados, preservativos y demás aditivos, porque dichos elementos pueden producir desde “pecueca” hasta infarto fulminante. Mucho menos comprar alimentos enlatados, ya que un ratón puede haberse orinado en la tapa y el consumidor queda contagiado; no sirve lavar la lata con jabón o límpido porque esa vaina dizque es peligrosísima. Tampoco comen hamburguesas pues aseguran que las hacen con carne de lombriz.
Tampoco falta el iluso que se deja enternecer al ver la foto de una niña que requiere de un trasplante urgente, y procede sin dudas a consignar algunos dólares en la cuenta sugerida. O el que vive pendiente del correo, a ver cuándo le llega el cheque por 25 mil dólares que le enviarán de Microsoft por hacer circular ciertos mensajes. También recomiendan no salir mucho a la calle, porque está de moda que lo agarren, anestesien y le saquen los riñones, las córneas, el hígado o cualquier otra presa que esté cotizada en el mercado; es lo mismo que desguazar un carro. A otro lo buscan la CIA y el FBI acusado de terrorista, por firmar una carta que rechaza la guerra en Irak.
Yo no creo en estas pendejadas pero quien no reenvíe este correo a 200 contactos, se le torean las hemorroides, le ponen los cachos, pierde la casa, le prohíben el trago y además no puede volverse a bañar con agua caliente.
El correo electrónico es sin duda el mejor invento y bien aprovechado nos mantiene informados, vemos cosas curiosas, intercambiamos inquietudes con los demás, recuperamos viejas amistades, hacemos nuevas, agilizamos el envío de documentos, le damos gusto al ojo, nos reímos a carcajadas y mil ventajas más. Lo que pasa es que como toda regla, tiene sus excepciones. Porque la mayoría de la gente reenvía todo lo que le llega, sin detenerse a pensar a quienes puede interesar. Correos muy pesados con mensajes religiosos, de auto superación, filosóficos o científicos; y digo pesados en el sentido que van acompañados de fotografías, postales y dibujos que son demorados de bajar, sobre todo para quienes no tiene el servicio de banda ancha. Entonces la línea telefónica queda ocupada horas enteras, para enterarnos después que lo recibido no tiene ninguna importancia. Comentarios personales, fotos familiares o asuntos privados, solo deben ser enviados a quien le interesen.
Pero sin duda lo peor son las famosas cadenas, donde al final amenazan al lector de los males que le caerán encima si no procede a compartir el dichoso mensaje con al menos 10 contactos. Quiero decirles que yo NUNCA he acatado tal recomendación; mensaje de ese tipo que llega a mi pantalla, mensaje que desaparece. Y qué tal la paranoia que generan en ciertas personas, que por creer en todo lo que leen, amargan su existencia y viven intranquilas.
Alguna vez circuló un mensaje donde advertían que el uso de desodorantes puede causar cáncer en los ganglios de las axilas, y por ello muchos andan ahora con una “chucha” de esas que se suben por un espejo. Y que tal la tragedia que enfrentan al retirar plata de un cajero automático, porque a diario les llega un cuento macabro al respecto. La bebida cola más reconocida en el mundo ha perdido muchos adeptos, porque en la red advierten que sirve para aflojar tornillos, quitar el óxido y despercudir inodoros; como quien dice, al ácido sulfúrico se quedó en palotes.
Si reciben una llamada telefónica y existe alguna duda, rápidamente cuelgan para que no les clonen el número y después llegue la cuenta con llamadas a todos los rincones del planeta. No pueden ver un sujeto que vende perfumes, fuma un cigarrillo u ofrece algún producto, porque no dudan que los va a drogar para desplumarlos. Si viajan en servicio público nunca se sientan porque pueden contraer alguna enfermedad y tampoco van a cine para no sentarse en una jeringa infectada de SIDA.
La compra del mercado se convierte en paseo de día entero, porque deben leer la etiqueta de todos los productos para evitar los colorantes, edulcorantes, ahumados, preservativos y demás aditivos, porque dichos elementos pueden producir desde “pecueca” hasta infarto fulminante. Mucho menos comprar alimentos enlatados, ya que un ratón puede haberse orinado en la tapa y el consumidor queda contagiado; no sirve lavar la lata con jabón o límpido porque esa vaina dizque es peligrosísima. Tampoco comen hamburguesas pues aseguran que las hacen con carne de lombriz.
Tampoco falta el iluso que se deja enternecer al ver la foto de una niña que requiere de un trasplante urgente, y procede sin dudas a consignar algunos dólares en la cuenta sugerida. O el que vive pendiente del correo, a ver cuándo le llega el cheque por 25 mil dólares que le enviarán de Microsoft por hacer circular ciertos mensajes. También recomiendan no salir mucho a la calle, porque está de moda que lo agarren, anestesien y le saquen los riñones, las córneas, el hígado o cualquier otra presa que esté cotizada en el mercado; es lo mismo que desguazar un carro. A otro lo buscan la CIA y el FBI acusado de terrorista, por firmar una carta que rechaza la guerra en Irak.
Yo no creo en estas pendejadas pero quien no reenvíe este correo a 200 contactos, se le torean las hemorroides, le ponen los cachos, pierde la casa, le prohíben el trago y además no puede volverse a bañar con agua caliente.
Que Despiste Tan...
Quienes son estudiados en el tema de la genética humana, deben buscar la razón por la cual las mujeres, sobre todo las de cierta edad y determinado estado civil (señoras que llaman), son más despistadas que sus congéneres masculinos. En muchos casos, y después de analizar dicho comportamiento, podemos deducir que se hacen las bobas para eludir responsabilidades. Y cuando uno cree que la mujer es caída del zarzo, ella debe reírse del iluso que procede a solucionar el asunto sin sospechar la táctica utilizada. Pueden ser cosas mías, pero no recuerdo haber visto un marido que embolate las llaves, pierda las gafas o empiece a revolotear cuando timbra el celular. Aquí van algunos casos verídicos que confirman mis hipótesis.
Dos amigas iban en el carro, acompañadas de la hija adolescente de una de ellas. La charla no daba tregua y en algún momento Olguita necesitaba explicarle a su amiga una distancia determinada, y optó por mostrarle una valla que había a media cuadra: mire, es como de aquí a donde está esa foto de Higuita. Mencha, como le decimos cariñosamente a Carmenza, le dijo que no fuera bruta, que ese era Leonel. Entonces la muchachita con cierto desespero las interrumpió para corregirlas:
- Mami, por dios, ese no es ninguno de los dos. ¿No ven que es el Pibe Valderrama promocionando papas fritas?
La hermana mayor de Mencha está construyendo casa y le recomendaron una firma manizaleña, “Aristócrata”, para realizar los trabajos de la cocina integral. Cierto día estaban las hermanas en su almacén de telas y una amiga le preguntó a Ángela quién le iba a hacer la cocina, y ella respondió que Aristóteles; por cierto, un error aceptable porque ella no los conocía de antemano. Carmenza estaba ahí y metió la cucharada para decir:
- Ángela, no es Aristóteles, es Sócrates.
Yo voy con un amigo en carro y aunque no dejemos de conversar, ambos sabemos exactamente dónde estamos, para dónde vamos y además disfrutamos del paisaje y somos concientes de lo que sucede a nuestro alrededor. En cambio las señoras no saben, y lo que es peor, tampoco les importa. Dorita Robledo iba para Cali con una amiga y al salir de Pereira, llegaron a la glorieta que ofrece la opción de seguir hacia Cartago, ingresar al barrio Cuba o devolverse para la ciudad. Ellas le dieron la vuelta completa a la rotonda y cuando media hora después alcanzaban el alto de Boquerón, la compañera comentó:
- Oíste querida… ¿nosotras no pasamos ya por aquí?
En cambio mi mujer es más despistada. Un amigo tiene una finca en Neira y otra en Palestina y hace unos meses nos invitó de fin de semana. Yo preferí Neira, pero él propuso que con el invierno era mejor la otra opción porque es clima caliente. Anita oyó la conversación, pero sin escuchar; y advierto que hemos visitado ambas parcelas muchas veces. Viajé con mi hermano y los niños en un campero, y en otro carro iban las dos señoras. Pasamos por Chinchiná, siempre con ellas en el retrovisor, seguimos hacia Palestina y luego cogimos una carretera de penetración que lleva a la finca, pero por prevención decidimos dejar el carro en una casa para evitar el tramo más deteriorado por las constantes lluvias. Al llegar al sitio escogido, Laura le preguntó a Anita si reconocía el lugar, y mientras buscaba una fonda y una gallera que recordaba cerca de la finca de Neira, respondió que sí pero que eso estaba como muy cambiado. Al percatarme del despiste comenté que era el colmo de la desorientación, sobre todo después de pasar por Chinchiná. Entonces ella reviró muy segura:
- Pues mijito, me da mucha pena pero nosotras no pasamos por ese pueblo.
Cómo irá a ser cuando le sumen la demencia senil y el Alzheimer. Claro que nosotros también estamos expuestos a sufrir dichos males, y doy ejemplos. Es común que los hombres digamos que eso le pasa a las señoras por andar viendo telenovelas y programas de farándula a toda hora, en vez de ver algo más interesante o hacer otra actividad productiva como leer un libro. Ángela es casada con Pablo Robledo, quien le echa cantaleta porque no se pierde ni una novela, pero ella insiste que él se hace el que lee pero que con disimulo mira la pantalla por un lado del libro. Pablo nunca aceptó dicha acusación hasta un día que la mujer estaba en la cocina, y el hombre olvidó su posición y le gritó a voz en cuello
- ¡Mona, Mona, venga rápido que le quitaron el niño a Lorena!
El papá de un amigo trabajaba hace muchos años en un banco en Pereira, cuando todos los empleados ocupaban un mismo salón y tenían sus respectivos escritorios. Entonces el pago se hacía en efectivo, metido en un sobre, y el gerente empezó a llamarlos uno por uno para que recibieran el salario y firmaran la nómina. ¡Bonilla!, y el tipo procedía a cobrar; ¡Marulanda!, y vuelve y juega, hasta que gritó: ¡Mejía! Como nadie respondía el jefe preguntó si el sujeto no había ido a trabajar, hasta que alguno se acercó con prudencia y le dijo: doctor, Mejía es usted. El viejo se hizo el pendejo y atinó a decir:
- Ah sí, claro. Entonces prosigamos: ¡López!
Dos amigas iban en el carro, acompañadas de la hija adolescente de una de ellas. La charla no daba tregua y en algún momento Olguita necesitaba explicarle a su amiga una distancia determinada, y optó por mostrarle una valla que había a media cuadra: mire, es como de aquí a donde está esa foto de Higuita. Mencha, como le decimos cariñosamente a Carmenza, le dijo que no fuera bruta, que ese era Leonel. Entonces la muchachita con cierto desespero las interrumpió para corregirlas:
- Mami, por dios, ese no es ninguno de los dos. ¿No ven que es el Pibe Valderrama promocionando papas fritas?
La hermana mayor de Mencha está construyendo casa y le recomendaron una firma manizaleña, “Aristócrata”, para realizar los trabajos de la cocina integral. Cierto día estaban las hermanas en su almacén de telas y una amiga le preguntó a Ángela quién le iba a hacer la cocina, y ella respondió que Aristóteles; por cierto, un error aceptable porque ella no los conocía de antemano. Carmenza estaba ahí y metió la cucharada para decir:
- Ángela, no es Aristóteles, es Sócrates.
Yo voy con un amigo en carro y aunque no dejemos de conversar, ambos sabemos exactamente dónde estamos, para dónde vamos y además disfrutamos del paisaje y somos concientes de lo que sucede a nuestro alrededor. En cambio las señoras no saben, y lo que es peor, tampoco les importa. Dorita Robledo iba para Cali con una amiga y al salir de Pereira, llegaron a la glorieta que ofrece la opción de seguir hacia Cartago, ingresar al barrio Cuba o devolverse para la ciudad. Ellas le dieron la vuelta completa a la rotonda y cuando media hora después alcanzaban el alto de Boquerón, la compañera comentó:
- Oíste querida… ¿nosotras no pasamos ya por aquí?
En cambio mi mujer es más despistada. Un amigo tiene una finca en Neira y otra en Palestina y hace unos meses nos invitó de fin de semana. Yo preferí Neira, pero él propuso que con el invierno era mejor la otra opción porque es clima caliente. Anita oyó la conversación, pero sin escuchar; y advierto que hemos visitado ambas parcelas muchas veces. Viajé con mi hermano y los niños en un campero, y en otro carro iban las dos señoras. Pasamos por Chinchiná, siempre con ellas en el retrovisor, seguimos hacia Palestina y luego cogimos una carretera de penetración que lleva a la finca, pero por prevención decidimos dejar el carro en una casa para evitar el tramo más deteriorado por las constantes lluvias. Al llegar al sitio escogido, Laura le preguntó a Anita si reconocía el lugar, y mientras buscaba una fonda y una gallera que recordaba cerca de la finca de Neira, respondió que sí pero que eso estaba como muy cambiado. Al percatarme del despiste comenté que era el colmo de la desorientación, sobre todo después de pasar por Chinchiná. Entonces ella reviró muy segura:
- Pues mijito, me da mucha pena pero nosotras no pasamos por ese pueblo.
Cómo irá a ser cuando le sumen la demencia senil y el Alzheimer. Claro que nosotros también estamos expuestos a sufrir dichos males, y doy ejemplos. Es común que los hombres digamos que eso le pasa a las señoras por andar viendo telenovelas y programas de farándula a toda hora, en vez de ver algo más interesante o hacer otra actividad productiva como leer un libro. Ángela es casada con Pablo Robledo, quien le echa cantaleta porque no se pierde ni una novela, pero ella insiste que él se hace el que lee pero que con disimulo mira la pantalla por un lado del libro. Pablo nunca aceptó dicha acusación hasta un día que la mujer estaba en la cocina, y el hombre olvidó su posición y le gritó a voz en cuello
- ¡Mona, Mona, venga rápido que le quitaron el niño a Lorena!
El papá de un amigo trabajaba hace muchos años en un banco en Pereira, cuando todos los empleados ocupaban un mismo salón y tenían sus respectivos escritorios. Entonces el pago se hacía en efectivo, metido en un sobre, y el gerente empezó a llamarlos uno por uno para que recibieran el salario y firmaran la nómina. ¡Bonilla!, y el tipo procedía a cobrar; ¡Marulanda!, y vuelve y juega, hasta que gritó: ¡Mejía! Como nadie respondía el jefe preguntó si el sujeto no había ido a trabajar, hasta que alguno se acercó con prudencia y le dijo: doctor, Mejía es usted. El viejo se hizo el pendejo y atinó a decir:
- Ah sí, claro. Entonces prosigamos: ¡López!
jueves, mayo 25, 2006
La "Cosa" Política
La “cosa”. Otra de las formas de llamar la marihuana en tiempos de nuestra juventud, y sinónimo de maracachafa, bareta, chirosa, marusca y muchos otros apelativos por el estilo. Por cierto, los candidatos presidenciales dieron sus opiniones acerca de la dosis personal, como si el problema fuera que un cliente se meta su cachito cuando le provoque. Sobre todo porque dicha dosis no sirve para comercializar –ya que se trata de un simple “moño” y no de varias arrobas de yerba-, y al que le gusta, pues le sabe. Porque meterse a un cafetal antes de la seis de la mañana a coger café, envuelto en plásticos para no lavarse desde tan temprano con las ramas enguachinadas y aguantar los moscos, el esfuerzo, y todo eso a palo seco, sin revolverle nada, no lo resiste ni el más varón. Los políticos del mundo entero aseguran que ni siquiera han probado una porquería de esas, pero si los someten a un detector de mentiras deben ser muy pocos los que ganan el examen. Que no sean drogadictos es una cosa, pero que no hayan ensayado aunque sea por curiosidad, es otra.
No veo la hora de que se realicen las elecciones presidenciales la semana entrante para que salgamos de esto. Y no es solo porque quiero que Uribe gane su reelección, si no que evitamos tener que seguir con esta pelotera hasta el próximo mes y esperar una segunda vuelta. Porque después de la insoportable campaña para el Congreso, con semejante cantidad de candidatos que nos dejaron empalagados con tal de conseguir su curul, seguir otros tantos meses en las mismas es algo que aburre al ciudadano. La única diferencia a favor en este caso, es que son pocos los aspirantes y por ello el bombardeo menos agobiante.
Y me gusta el Presidente porque hasta ahora son más las cosas buenas que puedo reconocerle, que las malas, sin ser un gobiernista furibundo que cree que todo avanza de maravilla. No soy iluso y me percato de muchas irregularidades que se cometen en nombre del poder, pero manejar semejante avispero sin meterle politiquería es prácticamente imposible. Basta compararlo con gobiernos anteriores, cuando aparte de la corrupción y el abuso de poder, los personajes eran antipáticos, ineptos, oportunistas y hasta desagradables al oído. Al menos yo, no había estado contento con un mandatario a unos pocos meses de finalizar su mandato, desde la época de Carlos Lleras Restrepo; y aclaro que en esos tiempos yo era un muchacho que no me interesaba en dichos asuntos.
Los opositores de Uribe, que son muchos y cada día se reproducen, decidieron sacarle los trapitos al sol después de cumplido el 90% del período presidencial. Unos por convicción y otros muchos por hacerse notar o sacarle jugo económico a la situación, aprovechan cualquier suceso para darle palo al Primer mandatario. “Polo” porque bogas y “polo” porque no bogas. Por ejemplo, qué tiene de malo o perjudicial para el país que el hombre sea sencillote, se ponga una ruana, un sombrero o un poncho, no acostumbre mezclarse con el jet set, utilice el lenguaje popular y su familia sea de bajo perfil. Al anterior lo criticaban porque viajaba por el mundo entero, y a este lo mantienen seco porque se presentó en España con un vestido de gala que le queda grande. Un finquero criado entre caballos y novillos no sabe ser refinado en el vestir; haga de cuenta un ingeniero civil. Lo acusan de populachero por recorrer el país y romper el protocolo para revolverse con el vulgo, pero si se queda encerrado en Palacio también le sacan peros. Lo que nadie puede negar es que trabaja sin descanso. Yo acepto las críticas serias y fundamentadas, pero me tiene sin cuidado que utilice diminutivos, que la mujer sea parca, que a los muchachos les guste la rumba y las viejas buenas (sin hacer escándalos públicos) o que acostumbre hacer yoga y tomar esencias florales.
El candidato Gaviria es un hombre afable, inteligente, con una hoja de vida muy completa y su aspecto físico es agradable. Lo que pasa es que esas cualidades no son suficientes para manejar esta leonera, porque recordemos que para poder gobernar es necesario mantener contento al Congreso, y todos sabemos cómo se logra ese cometido. Otra cosa que los colombianos le critican al Polo Democrático es que sus dirigentes critican, se oponen y todo les parece malo, pero pocas veces presentan soluciones para el asunto que critican. Prometer y hacer hipótesis es fácil, pero de ahí a realizarlo hay mucho trecho. Es como prometer para meter y después de haber metido, no cumplir lo prometido.
A Serpa no me lo trago y no es por partidismo o fanatismo. Así por encimita, puedo recordar cuando fue escudero de Samper y salió por televisión con el ministro Botero a mentirnos descaradamente. O decir que la campaña está “traquetizada” después de ser partícipe del proceso 8000. Y qué tal aceptar una embajada y luego venir a hacer oposición al gobierno que representó.
Imagino a los dirigentes de la campaña de Uribe haciendo fuerza para que el invierno dure hasta las elecciones, porque la prensa da prioridad a las tragedias, ojala con muertos, por encima de cualquier otra noticia. Además, porque un aguacero desbarata hasta una marcha sindical.
No veo la hora de que se realicen las elecciones presidenciales la semana entrante para que salgamos de esto. Y no es solo porque quiero que Uribe gane su reelección, si no que evitamos tener que seguir con esta pelotera hasta el próximo mes y esperar una segunda vuelta. Porque después de la insoportable campaña para el Congreso, con semejante cantidad de candidatos que nos dejaron empalagados con tal de conseguir su curul, seguir otros tantos meses en las mismas es algo que aburre al ciudadano. La única diferencia a favor en este caso, es que son pocos los aspirantes y por ello el bombardeo menos agobiante.
Y me gusta el Presidente porque hasta ahora son más las cosas buenas que puedo reconocerle, que las malas, sin ser un gobiernista furibundo que cree que todo avanza de maravilla. No soy iluso y me percato de muchas irregularidades que se cometen en nombre del poder, pero manejar semejante avispero sin meterle politiquería es prácticamente imposible. Basta compararlo con gobiernos anteriores, cuando aparte de la corrupción y el abuso de poder, los personajes eran antipáticos, ineptos, oportunistas y hasta desagradables al oído. Al menos yo, no había estado contento con un mandatario a unos pocos meses de finalizar su mandato, desde la época de Carlos Lleras Restrepo; y aclaro que en esos tiempos yo era un muchacho que no me interesaba en dichos asuntos.
Los opositores de Uribe, que son muchos y cada día se reproducen, decidieron sacarle los trapitos al sol después de cumplido el 90% del período presidencial. Unos por convicción y otros muchos por hacerse notar o sacarle jugo económico a la situación, aprovechan cualquier suceso para darle palo al Primer mandatario. “Polo” porque bogas y “polo” porque no bogas. Por ejemplo, qué tiene de malo o perjudicial para el país que el hombre sea sencillote, se ponga una ruana, un sombrero o un poncho, no acostumbre mezclarse con el jet set, utilice el lenguaje popular y su familia sea de bajo perfil. Al anterior lo criticaban porque viajaba por el mundo entero, y a este lo mantienen seco porque se presentó en España con un vestido de gala que le queda grande. Un finquero criado entre caballos y novillos no sabe ser refinado en el vestir; haga de cuenta un ingeniero civil. Lo acusan de populachero por recorrer el país y romper el protocolo para revolverse con el vulgo, pero si se queda encerrado en Palacio también le sacan peros. Lo que nadie puede negar es que trabaja sin descanso. Yo acepto las críticas serias y fundamentadas, pero me tiene sin cuidado que utilice diminutivos, que la mujer sea parca, que a los muchachos les guste la rumba y las viejas buenas (sin hacer escándalos públicos) o que acostumbre hacer yoga y tomar esencias florales.
El candidato Gaviria es un hombre afable, inteligente, con una hoja de vida muy completa y su aspecto físico es agradable. Lo que pasa es que esas cualidades no son suficientes para manejar esta leonera, porque recordemos que para poder gobernar es necesario mantener contento al Congreso, y todos sabemos cómo se logra ese cometido. Otra cosa que los colombianos le critican al Polo Democrático es que sus dirigentes critican, se oponen y todo les parece malo, pero pocas veces presentan soluciones para el asunto que critican. Prometer y hacer hipótesis es fácil, pero de ahí a realizarlo hay mucho trecho. Es como prometer para meter y después de haber metido, no cumplir lo prometido.
A Serpa no me lo trago y no es por partidismo o fanatismo. Así por encimita, puedo recordar cuando fue escudero de Samper y salió por televisión con el ministro Botero a mentirnos descaradamente. O decir que la campaña está “traquetizada” después de ser partícipe del proceso 8000. Y qué tal aceptar una embajada y luego venir a hacer oposición al gobierno que representó.
Imagino a los dirigentes de la campaña de Uribe haciendo fuerza para que el invierno dure hasta las elecciones, porque la prensa da prioridad a las tragedias, ojala con muertos, por encima de cualquier otra noticia. Además, porque un aguacero desbarata hasta una marcha sindical.
jueves, mayo 18, 2006
Servicios PÚBICOS
Con toda seguridad muchos van a relacionar el título de esta columna con los servicios que prestan ciertos personajes, de ambos sexos, que sí saben lo que es explotar el negocio. Pues fíjense que no, porque me refiero es a los servicios públicos. Y la analogía entre las dos palabras, que solo se diferencian en una letra, porque hasta la tilde es común, se debe a que a los colombianos nos tienen agarrados de las verijas con el pago de las facturas que aparecen cada mes, sin excepción, por debajo del portón. Si consultan el diccionario, podrán comprobar que pubis y verijas tienen mucho en común y es precisamente de ahí de donde nos tienen apretados.
Ahora la gente trabaja para pagar facturas. Lo que nuestros padres cancelaban con plata de bolsillo, hoy en día representa un alto porcentaje de los ingresos de cualquier asalariado. Lo preocupante es que si usted tiene archivadas las facturas del último año, puede notar que las tarifas suben como espuma y por más esfuerzos que haga para controlar el consumo, no hay poder humano que logre disminuir las cifras. El papá echa vainas a toda hora porque no apagan los bombillos innecesarios, se bañan muy largo, conversan por teléfono a toda hora y consumen sin medida, pero de nada sirve porque los costos no bajan ni a palo.
Es noticia diaria las quejas de los usuarios por errores en la facturación, y da tristeza ver una humilde mujer que acostumbra cancelar doce mil pesos mensuales por un determinado servicio, y cualquier día recibe una factura por medio millón. Nadie tiene duda de que se trata de un error, pero en este país del Sagrado Corazón el usuario debe cancelar primero y luego hacer el reclamo, y ahí radica el problema porque semejante monto no lo conocen ni en sueños la mayoría de nuestros conciudadanos.
Ojo a esta perla. Mi hermano vive solo en una casita campestre y cuando quiso revisar el consumo de energía eléctrica de los últimos seis meses, comprobó que en dos oportunidades la suma cobrada era exagerada. Vino el reclamo, con todas sus filas y talanqueras, y al fin resolvieron que tenía razón, e hicieron un promedio del consumo para así establecer el monto a cobrar. Llegó la nueva factura y el valor siguió muy alto, porque las bellezas de la CHEC sacaron el promedio con los dos meses que presentaban error a favor de ellos. Con caras gana la empresa y con sellos pierde usted.
Tenemos la mejor agua del mundo pero a precio de vino blanco. La recogida de basuras es venenosa de costosa y al menos en mi barrio, proceden con el trabajo a media noche y despiertan los vecinos, porque aunque no es culpa de los empleados, a esa hora un camión de semejante tamaño suena como un portaaviones, y ni hablar de la manipulación de las canecas. En la factura del teléfono cobran hasta los malos pensamientos y en la del celular se equivocan cada mes. Por lo único que nadie chilla es por el costo de la televisión por cable, porque sigue siendo la entretención más barata que existe.
Ahora lo que tiene a todo el mundo furioso y renegando es el asunto del gas. Cuando nos instalaron el servicio de gas natural lo vimos con buenos ojos porque aparte de que las primeras facturas llegaron muy baratas, evitamos el comprar los cilindros, sin contar que muchas veces se terminaba el gas en el preciso momento de la jabonada en la ducha. Como era de esperarse el costo del combustible empezó a subir, pero debemos reconocer que el servicio es excelente, porque nunca lo suspenden.
Lo que nos ha sacado la piedra a muchos, es que después de varios años de tener el servicio instalado por funcionarios de la empresa prestadora, vengan ahora a decir que hay muchas cosas que deben cambiarse o complementarse, y que en caso de no seguir las indicaciones por parte del usuario, simplemente le cancelan el servicio y lo dejan colgado de la brocha. Entonces empiezan a visitar su domicilio diferentes funcionarios -siempre a la hora del almuerzo, de la siesta o cuando usted está en el escusao-, para buscarle peros a sus gasodomésticos y a la instalación, la cual, repito, fue hecha por ellos mismos.
Que la chimenea no sirve, que marca muy alto el gas carbónico, que las tuberías deben cambiarse, que es mejor variar de sitio el calentador y otras tantas “recomendaciones”; proceden luego a pasar la cotización de los trabajos necesarios, no sin antes advertir que si lo hacen ellos, el costo será diferido a varios meses y cobrado en la factura. También informan que el trabajo lo puede hacer un particular, pero que un inspector debe dar el visto bueno a las obras. Muchas personas, por la pica, prefieren esta última opción para no darles la ganga de semejante negocio. En cambio otros escogen que sean ellos mismos quienes procedan con los remiendos para que después no vengan a joder. En todo caso ese “machete” tiene a los usuarios trinando de la ira.
Para completar, nos clavaron un nuevo impuesto dizque para la seguridad ciudadana. La única seguridad es que quedará institucionalizado por los siglos de los siglos. No le busque.
Ahora la gente trabaja para pagar facturas. Lo que nuestros padres cancelaban con plata de bolsillo, hoy en día representa un alto porcentaje de los ingresos de cualquier asalariado. Lo preocupante es que si usted tiene archivadas las facturas del último año, puede notar que las tarifas suben como espuma y por más esfuerzos que haga para controlar el consumo, no hay poder humano que logre disminuir las cifras. El papá echa vainas a toda hora porque no apagan los bombillos innecesarios, se bañan muy largo, conversan por teléfono a toda hora y consumen sin medida, pero de nada sirve porque los costos no bajan ni a palo.
Es noticia diaria las quejas de los usuarios por errores en la facturación, y da tristeza ver una humilde mujer que acostumbra cancelar doce mil pesos mensuales por un determinado servicio, y cualquier día recibe una factura por medio millón. Nadie tiene duda de que se trata de un error, pero en este país del Sagrado Corazón el usuario debe cancelar primero y luego hacer el reclamo, y ahí radica el problema porque semejante monto no lo conocen ni en sueños la mayoría de nuestros conciudadanos.
Ojo a esta perla. Mi hermano vive solo en una casita campestre y cuando quiso revisar el consumo de energía eléctrica de los últimos seis meses, comprobó que en dos oportunidades la suma cobrada era exagerada. Vino el reclamo, con todas sus filas y talanqueras, y al fin resolvieron que tenía razón, e hicieron un promedio del consumo para así establecer el monto a cobrar. Llegó la nueva factura y el valor siguió muy alto, porque las bellezas de la CHEC sacaron el promedio con los dos meses que presentaban error a favor de ellos. Con caras gana la empresa y con sellos pierde usted.
Tenemos la mejor agua del mundo pero a precio de vino blanco. La recogida de basuras es venenosa de costosa y al menos en mi barrio, proceden con el trabajo a media noche y despiertan los vecinos, porque aunque no es culpa de los empleados, a esa hora un camión de semejante tamaño suena como un portaaviones, y ni hablar de la manipulación de las canecas. En la factura del teléfono cobran hasta los malos pensamientos y en la del celular se equivocan cada mes. Por lo único que nadie chilla es por el costo de la televisión por cable, porque sigue siendo la entretención más barata que existe.
Ahora lo que tiene a todo el mundo furioso y renegando es el asunto del gas. Cuando nos instalaron el servicio de gas natural lo vimos con buenos ojos porque aparte de que las primeras facturas llegaron muy baratas, evitamos el comprar los cilindros, sin contar que muchas veces se terminaba el gas en el preciso momento de la jabonada en la ducha. Como era de esperarse el costo del combustible empezó a subir, pero debemos reconocer que el servicio es excelente, porque nunca lo suspenden.
Lo que nos ha sacado la piedra a muchos, es que después de varios años de tener el servicio instalado por funcionarios de la empresa prestadora, vengan ahora a decir que hay muchas cosas que deben cambiarse o complementarse, y que en caso de no seguir las indicaciones por parte del usuario, simplemente le cancelan el servicio y lo dejan colgado de la brocha. Entonces empiezan a visitar su domicilio diferentes funcionarios -siempre a la hora del almuerzo, de la siesta o cuando usted está en el escusao-, para buscarle peros a sus gasodomésticos y a la instalación, la cual, repito, fue hecha por ellos mismos.
Que la chimenea no sirve, que marca muy alto el gas carbónico, que las tuberías deben cambiarse, que es mejor variar de sitio el calentador y otras tantas “recomendaciones”; proceden luego a pasar la cotización de los trabajos necesarios, no sin antes advertir que si lo hacen ellos, el costo será diferido a varios meses y cobrado en la factura. También informan que el trabajo lo puede hacer un particular, pero que un inspector debe dar el visto bueno a las obras. Muchas personas, por la pica, prefieren esta última opción para no darles la ganga de semejante negocio. En cambio otros escogen que sean ellos mismos quienes procedan con los remiendos para que después no vengan a joder. En todo caso ese “machete” tiene a los usuarios trinando de la ira.
Para completar, nos clavaron un nuevo impuesto dizque para la seguridad ciudadana. La única seguridad es que quedará institucionalizado por los siglos de los siglos. No le busque.
viernes, mayo 12, 2006
Destinos Ingratos
En este país donde conseguir trabajo es tan complicado, nadie puede darse el lujo de que la coloca sea de todo su agrado y no queda sino desempeñarla de la mejor manera posible. Siempre habrá oficios más malucos que el de uno. Destinos jartos como el de recolector de basuras, celador nocturno, aseador de baños públicos, cotero, ayudante del camión repartidor de carne, vendedor de semáforo y otros mil etcéteras. Hay otros de más estatus pero que son delicados de ejercer, como es el caso de los vendedores de cualquier producto. Porque si no es muy hábil en su oficio, le cogen pereza y nadie querrán atenderlo. Es común que en las empresas pasen la voz que llegó la vendedora de seguros, el que ofrece enciclopedias o cursos de inglés, y todo el mundo se hace el ocupado o se esconde.
En las ventas el más ingrato es el de ofrecer seguros exequiales y servicios de funeraria, porque la mayoría de la gente piensa que si ha pasado la vida saltando matones, qué va a preocuparse por lo que suceda después de que deje el vicio de respirar. Mínimo en una fosa común lo acomodan y puedo asegurar que nadie se ha quejado por incómodas o faltas de privacidad. En cambio los parques cementerios ofrecen un paisaje espectacular, tranquilidad absoluta, árboles y jardines, como si al finado le importara que pase la vía del tren por encima o la visual desde su lote no sea la mejor. Además, para qué árboles si termina uno fungiendo de abono. Y les ponen nombres como Jardines de la esperanza, como si todavía quedara alguna. Tampoco me gusta Los Olivos, porque las aceitunas son deliciosas, pero en vida. Existiendo nombres más folclóricos como "Salsipuedes" o El último polvo.
El pionero del negocio funerario en Manizales fue don Aparicio Días Cabal, personaje cívico que cuando empezaba el invierno y los deslizamientos de tierra abundaban, él donaba los cajones a los más necesitados. Siempre apoyó el deporte y como era poeta y artista, convirtió su casa en un verdadero museo. Era como un Louvre casero. Claro que sin obras de arte, pero con elementos tan valiosos como la cama donde durmió Carlos Arturo Rueda C. También le jalaba a la publicidad e inventó un eslogan que va a pasar a la historia: "Funeraria La Equitativa, cívica, cultural y deportiva". Una buena frase hace carrera y como a esos negocios les ponen nombres lúgubres y románticos, deberían revolverle creatividad al asunto. Que tal "Crematorio Torquemada, donde garantizamos una buena chamuscada". O este otro: "Si no quiere desprenderse de su ser querido, se lo entregamos término medio, tres cuartos o sofreído". Otro buen nombre puede ser "Crematorio El Fogón, si no tiene para el gas, se lo asamos al carbón"; o "Funeraria El ataúd, donde trabajamos pensando en Ud." También pueden ofrecer gabelas como "Atención diurna y nocturna, y le encimamos la urna".
Pero miren que la cosa tiende a cambiar. Inauguraron en Manizales un negocio con un nombre bien original, y en el periódico lo promocionaron durante una temporada. Se llama "Crematorio Juana de Arco". Ofrecen todos los servicios e imagino que reciben el fiambre ya listo o cuando todavía no ha expirado, pero ya anda con gallinazo al hombro y está generando muchos gastos; también se podrá escoger entre el horno tradicional o la quema en pira funeraria, como la valiente guerrera, con sambenito, llegada en burro, noveleros contratados y tal.
Para terminar relato lo que me sucedió. Y es completamente cierto. Al otro día de enviar mis papeles del Instituto Oncológico para su trámite en la EPS correspondiente, me llamó una vendedora a ofrecer un plan exequial. Empezó mal porque era la hora de la siesta y cuando le pregunté por qué me escogió, respondió que pura casualidad porque hace una lista al azar del directorio telefónico. Tenete y no corrás. El novio o un "comisionista" deben pasarle los datos del cliente potencial, cuando llega alguno con diagnóstico reservado. Le dije que no me interesaba. Insistió en que el velorio es muy importante, y respondí que mamola, que para que todo el mundo se reúna a hablar mal de mi y a tomar tinto, tiempo sobra. Y que el cajón qué. Dios me libre, porque no me gasto un peso en ese rubro para echarle candela al rato. La carroza fúnebre me parece muy lúgubre y algún amigo me lleva en la bodega del carro; y urna tampoco requiero, porque una caja de zapatos sirve igual para empacar el rescoldo.
Entonces la mujer me dio el dato del costo de la simple cremación, el cual me pareció muy barato, a lo que ella comentó que si era pronto, había un descuento del 20%. Hace unos meses, cuando me referí en un escrito a mi "catastrófica" enfermedad, al día siguiente llamó otro a tantear el terreno. A ese le fue mejor porque habló con mi señora. Una última recomendación, es que llegado el momento me quiten hasta la piyama. Está muy trajinada, pero seguro a un viejito de un asilo puede servirle. A la larga él tampoco la va a usar por mucho tiempo. También ofrezco varios pares de zapatos que tengo como nuevos, porque hace 10 años utilizo una silla de ruedas para movilizarme y por eso tienen la suela cero kilómetros.
Les reitero que no estoy inventando ni una coma. Es mas, me someto a la maquina de la verdad
En las ventas el más ingrato es el de ofrecer seguros exequiales y servicios de funeraria, porque la mayoría de la gente piensa que si ha pasado la vida saltando matones, qué va a preocuparse por lo que suceda después de que deje el vicio de respirar. Mínimo en una fosa común lo acomodan y puedo asegurar que nadie se ha quejado por incómodas o faltas de privacidad. En cambio los parques cementerios ofrecen un paisaje espectacular, tranquilidad absoluta, árboles y jardines, como si al finado le importara que pase la vía del tren por encima o la visual desde su lote no sea la mejor. Además, para qué árboles si termina uno fungiendo de abono. Y les ponen nombres como Jardines de la esperanza, como si todavía quedara alguna. Tampoco me gusta Los Olivos, porque las aceitunas son deliciosas, pero en vida. Existiendo nombres más folclóricos como "Salsipuedes" o El último polvo.
El pionero del negocio funerario en Manizales fue don Aparicio Días Cabal, personaje cívico que cuando empezaba el invierno y los deslizamientos de tierra abundaban, él donaba los cajones a los más necesitados. Siempre apoyó el deporte y como era poeta y artista, convirtió su casa en un verdadero museo. Era como un Louvre casero. Claro que sin obras de arte, pero con elementos tan valiosos como la cama donde durmió Carlos Arturo Rueda C. También le jalaba a la publicidad e inventó un eslogan que va a pasar a la historia: "Funeraria La Equitativa, cívica, cultural y deportiva". Una buena frase hace carrera y como a esos negocios les ponen nombres lúgubres y románticos, deberían revolverle creatividad al asunto. Que tal "Crematorio Torquemada, donde garantizamos una buena chamuscada". O este otro: "Si no quiere desprenderse de su ser querido, se lo entregamos término medio, tres cuartos o sofreído". Otro buen nombre puede ser "Crematorio El Fogón, si no tiene para el gas, se lo asamos al carbón"; o "Funeraria El ataúd, donde trabajamos pensando en Ud." También pueden ofrecer gabelas como "Atención diurna y nocturna, y le encimamos la urna".
Pero miren que la cosa tiende a cambiar. Inauguraron en Manizales un negocio con un nombre bien original, y en el periódico lo promocionaron durante una temporada. Se llama "Crematorio Juana de Arco". Ofrecen todos los servicios e imagino que reciben el fiambre ya listo o cuando todavía no ha expirado, pero ya anda con gallinazo al hombro y está generando muchos gastos; también se podrá escoger entre el horno tradicional o la quema en pira funeraria, como la valiente guerrera, con sambenito, llegada en burro, noveleros contratados y tal.
Para terminar relato lo que me sucedió. Y es completamente cierto. Al otro día de enviar mis papeles del Instituto Oncológico para su trámite en la EPS correspondiente, me llamó una vendedora a ofrecer un plan exequial. Empezó mal porque era la hora de la siesta y cuando le pregunté por qué me escogió, respondió que pura casualidad porque hace una lista al azar del directorio telefónico. Tenete y no corrás. El novio o un "comisionista" deben pasarle los datos del cliente potencial, cuando llega alguno con diagnóstico reservado. Le dije que no me interesaba. Insistió en que el velorio es muy importante, y respondí que mamola, que para que todo el mundo se reúna a hablar mal de mi y a tomar tinto, tiempo sobra. Y que el cajón qué. Dios me libre, porque no me gasto un peso en ese rubro para echarle candela al rato. La carroza fúnebre me parece muy lúgubre y algún amigo me lleva en la bodega del carro; y urna tampoco requiero, porque una caja de zapatos sirve igual para empacar el rescoldo.
Entonces la mujer me dio el dato del costo de la simple cremación, el cual me pareció muy barato, a lo que ella comentó que si era pronto, había un descuento del 20%. Hace unos meses, cuando me referí en un escrito a mi "catastrófica" enfermedad, al día siguiente llamó otro a tantear el terreno. A ese le fue mejor porque habló con mi señora. Una última recomendación, es que llegado el momento me quiten hasta la piyama. Está muy trajinada, pero seguro a un viejito de un asilo puede servirle. A la larga él tampoco la va a usar por mucho tiempo. También ofrezco varios pares de zapatos que tengo como nuevos, porque hace 10 años utilizo una silla de ruedas para movilizarme y por eso tienen la suela cero kilómetros.
Les reitero que no estoy inventando ni una coma. Es mas, me someto a la maquina de la verdad
viernes, mayo 05, 2006
Un Asunto Complicado
Todos los días es más complicado para los padres de familia criar bien los hijos. Entre papá y mamá se presentan conflictos porque el uno piensa de una manera y el otro de otra, sobre todo cuando tiene que ver con las desmedidas peticiones que hacen los muchachitos. La sociedad de consumo se aprovecha de la facilidad para antojarse de los menores y atiborran los medios de comunicación con modas, artículos innecesarios, promociones, ofertas y tendencias. Un ejemplo patente es un huevo de chocolate que venden en todas partes, el cual trae en su interior un cachivache de plástico que viene en piezas para que el chino lo arme. Puedo asegurar que la fabricación en serie de esos cacharros no cuesta cien pesos, y todos los infantes se antojan del citado producto por darse el gusto de encontrar la sorpresa. Nunca juegan con el juguete, no lo disfrutan, les importa poco y muchas veces se tragan el chocolate sin ganas.
Lo peor que puede hacer un adulto es ir a comprar el mercado acompañado por los hijos. Se antojan de todo, quieren evitar los productos que no les gusta, secan a los papás para que les compren esto o aquello, lo que logran cuando ya los tienen al borde de la locura. Con tal de que el caguetas se calle, le dan lo que pida. Y muchos dejan de llevar remolacha, coliflor o brócoli, porque los pequeños odian esas cosas. Además arman una pataleta porque quieren un cereal nuevo que trae adentro un muñeco de colección, y la mamá juro a taco que no, que hasta que no acaben el que está empezado no les compra otro.
La competencia con los amiguitos de barrio y compañeros del colegio es dañina, porque los mocosos son muy corrompidos y empiezan a burlarse del que no tiene teléfono celular, equipo reproductor de MP3 o DVD en la habitación. Entonces el papá se cierra en la banda que la zamba está muy chiquita para andar pegada de un celular a toda hora, y la madre a interceder por ella porque todas las amiguitas tienen y además el aparato es muy práctico para saber en cualquier momento dónde está la muchachita o a qué hora hay que recogerla.
Otro dilema es que los padres piensan que bastante trabajan y se esfuerzan para lograr un estatus de vida bueno, y que si tienen manera de darle gusto a los hijos es un placer para ellos poderlo hacer. Eso está muy bien, pero una cosa es complacerlos en algunas de sus peticiones, cuidando que sean concientes de lo que tienen, que lo agradezcan y lo sepan utilizar, y otra muy diferente es comprarles lo que pidan sin medida ni control. Los papás no captan que la mayoría de las veces los hijos piden cosas para manipularlos, para ver hasta donde llega su poder de convicción y qué deben hacer para desesperarlos y alcanzar su cometido.
Y como los que son padres ahora vivieron su niñez en unas condiciones muy diferentes, les queda difícil asimilar los cambios que sufre la sociedad actualmente; los cuales por cierto son cada vez más acelerados. Por ello es común que los adultos estén a toda hora comparando cómo era antes y algunos pretenden instaurar dichas reglas en su casa, sin aceptar que ahora las cosas son a otro precio; ahí empiezan las discusiones con la mujer, que le dice que no sea iluso y que es mejor que aterrice de una vez.
Otro asunto es que los mayores se han vuelto muy aprensivos con los niños y por cualquier pendejada forman tremendo escándalo. Llaman del colegio a decir que el chino se golpeó jugando fútbol, y los papás salen disparados para llevarlo a la clínica. Y no falla: hay que ponerle un yeso porque tiene una fisura, o al menos para prevenir cualquier complicación posterior. En cambio nosotros, teníamos que llegar con fractura abierta para que nos pararan bolas; no se me olvida que mi hermano Ardilla se quebró el fémur en un carro de balineras, y así estuvo de viernes a lunes. Cada que chillaba porque le dolía mucho, mi mamá le metía un regaño y le decía que no fuera zalamero, que éso no era nada.
Hay que ver cómo cunde el pánico cuando un muchachito se rompe la cabeza o se corta un dedo; a buscar el mejor cirujano plástico para que no quede cicatriz, sobre todo si se trata de una niña. Los de mi generación estamos llenos de marcas y cicatrices en la cumbamba, las cejas, la cabeza, los codos, rodillas, etc., porque nos cosían a la guachapanda como remendando un costal. Y el papá insistía que esa vaina no valía la pena, que lo que pasa es que la sangre es muy escandalosa. Mi mamá nos llevaba donde el tío Guillermo, recién egresado como médico, y él nos raspaba el pelo cercano a la herida con una “Gillete” y luego a voliar aguja e hilo para cerrar la chamba.
A los púberes y adolescentes que tienen disputas con el papá porque quieren mantenerse a la moda y por lo tanto lucir el pelo largo, consigan una foto del cucho cuando tenía 16 años para que vean las mechas que lucía. Entonces todos andábamos con el pelo hasta el hombro y ni siquiera nos peinábamos.
Lo peor que puede hacer un adulto es ir a comprar el mercado acompañado por los hijos. Se antojan de todo, quieren evitar los productos que no les gusta, secan a los papás para que les compren esto o aquello, lo que logran cuando ya los tienen al borde de la locura. Con tal de que el caguetas se calle, le dan lo que pida. Y muchos dejan de llevar remolacha, coliflor o brócoli, porque los pequeños odian esas cosas. Además arman una pataleta porque quieren un cereal nuevo que trae adentro un muñeco de colección, y la mamá juro a taco que no, que hasta que no acaben el que está empezado no les compra otro.
La competencia con los amiguitos de barrio y compañeros del colegio es dañina, porque los mocosos son muy corrompidos y empiezan a burlarse del que no tiene teléfono celular, equipo reproductor de MP3 o DVD en la habitación. Entonces el papá se cierra en la banda que la zamba está muy chiquita para andar pegada de un celular a toda hora, y la madre a interceder por ella porque todas las amiguitas tienen y además el aparato es muy práctico para saber en cualquier momento dónde está la muchachita o a qué hora hay que recogerla.
Otro dilema es que los padres piensan que bastante trabajan y se esfuerzan para lograr un estatus de vida bueno, y que si tienen manera de darle gusto a los hijos es un placer para ellos poderlo hacer. Eso está muy bien, pero una cosa es complacerlos en algunas de sus peticiones, cuidando que sean concientes de lo que tienen, que lo agradezcan y lo sepan utilizar, y otra muy diferente es comprarles lo que pidan sin medida ni control. Los papás no captan que la mayoría de las veces los hijos piden cosas para manipularlos, para ver hasta donde llega su poder de convicción y qué deben hacer para desesperarlos y alcanzar su cometido.
Y como los que son padres ahora vivieron su niñez en unas condiciones muy diferentes, les queda difícil asimilar los cambios que sufre la sociedad actualmente; los cuales por cierto son cada vez más acelerados. Por ello es común que los adultos estén a toda hora comparando cómo era antes y algunos pretenden instaurar dichas reglas en su casa, sin aceptar que ahora las cosas son a otro precio; ahí empiezan las discusiones con la mujer, que le dice que no sea iluso y que es mejor que aterrice de una vez.
Otro asunto es que los mayores se han vuelto muy aprensivos con los niños y por cualquier pendejada forman tremendo escándalo. Llaman del colegio a decir que el chino se golpeó jugando fútbol, y los papás salen disparados para llevarlo a la clínica. Y no falla: hay que ponerle un yeso porque tiene una fisura, o al menos para prevenir cualquier complicación posterior. En cambio nosotros, teníamos que llegar con fractura abierta para que nos pararan bolas; no se me olvida que mi hermano Ardilla se quebró el fémur en un carro de balineras, y así estuvo de viernes a lunes. Cada que chillaba porque le dolía mucho, mi mamá le metía un regaño y le decía que no fuera zalamero, que éso no era nada.
Hay que ver cómo cunde el pánico cuando un muchachito se rompe la cabeza o se corta un dedo; a buscar el mejor cirujano plástico para que no quede cicatriz, sobre todo si se trata de una niña. Los de mi generación estamos llenos de marcas y cicatrices en la cumbamba, las cejas, la cabeza, los codos, rodillas, etc., porque nos cosían a la guachapanda como remendando un costal. Y el papá insistía que esa vaina no valía la pena, que lo que pasa es que la sangre es muy escandalosa. Mi mamá nos llevaba donde el tío Guillermo, recién egresado como médico, y él nos raspaba el pelo cercano a la herida con una “Gillete” y luego a voliar aguja e hilo para cerrar la chamba.
A los púberes y adolescentes que tienen disputas con el papá porque quieren mantenerse a la moda y por lo tanto lucir el pelo largo, consigan una foto del cucho cuando tenía 16 años para que vean las mechas que lucía. Entonces todos andábamos con el pelo hasta el hombro y ni siquiera nos peinábamos.
viernes, abril 28, 2006
Gourmet Criollo
Me pierdo muchos programas de los que ofrece la televisión por cable, porque a diferencia de la mayoría de los hombres, no tengo el vicio de estar cambiando de canal. Me encarreto con un tema y de ahí no me muevo hasta que termine. En caso de que en los espacios científicos, deportivos o históricos no haya nada llamativo, o en muchos casos están repitiendo un tema ya visto, me instalo de inmediato en uno de los canales dedicados a la gastronomía y al turismo en general. Qué cosa más provocativa y entretenida es conocer las recetas y costumbres de los diferentes rincones del planeta.
A quienes no envidio es a los que presentan los programas desde los diferentes países, porque deben aferrarse a aquel aforismo que dice que a la tierra que fueres, has lo que vieres. En muchas partes les ofrecen unas viandas deliciosas y tradicionales, pero en infinidad de casos les toca echarse a la boca unas cochinadas que producen náuseas a larga distancia. Algunos de ellos son francos, y con prudencia para no ser groseros, hacen un comentario que deja muy claro que el bocado es una porquería. A Tony Bourdain, un chef de Nueva York que abandonó su restaurante para probar los diferentes sabores del mundo, le prepararon un plato bien especial en uno de sus recorridos. En Vietnam, una familia de campesinos preparó un pato de la siguiente manera: Después de torcerle el pescuezo al animal, lo embadurnan en barro hasta formar como un balón que meten en una fogata y luego tapan con madera y ramas; pero al pato no le quitan las plumas, ni las tripas. Al cabo de varias horas sacan el bloque de tierra y lo golpean fuerte para encontrar la carne, llena de plumones y sanguinolenta, la cual además queda mugrosa y desagradable. Por donde lo mire, esa vaina no puede ser apetitosa. Luego el hombre remató con uno de los platos más costoso que existe, sopa de nido de golondrinas, y quedó enfermo varios días por ocioso y novelero.
Es triste ver como en ese tipo de programas han recorrido muchas naciones y culturas, pero nuestro país sigue excluido. Ojalá esto cambie, porque en los últimos tiempos periódicos como el New York Times y el británico The Guardian, han publicado artículos favorables a nuestro país con recomendaciones y comentarios muy positivos. Además, la más importante guía mundial de viajes, “Lonely planet”, ubicó este año a Colombia como el noveno destino turístico del mundo. No me cabe duda de que el día que vuelva la tranquilidad a estos pagos, va a tocar desalojar para que quepan los millones de turistas.
Sintonizar el gourmet.com es una delicia, porque así sean muy pocas las preparaciones que son asequibles al común de la gente, se entretiene uno y hace hambre para comerse lo de siempre: arroz con huevo, arepa y un pintadito. La mayoría de las recetas llevan ingredientes costosos o difíciles de conseguir, y la experiencia que tienen los cocineros hace que parezca muy sencillo el trabajo. Semejante habilidad, los cuchillos y electrodomésticos que tienen a mano y el formato de los programas, convierten el espacio en un momento de esparcimiento y relajación.
Estos artistas de la cocina tienen el pero que se preocupan más de que el plato quede bonito antes que sabroso; y un defecto inmenso es que sirven porciones como para un pajarito. Sin nombrar que nunca acompañan las viandas con arroz blanco. Ahora se me ocurre proponerle a las directivas del canal que hagamos un programa desde estas tierras, pero para enseñar a preparar los platos típicos de nuestro terruño, con ingredientes sencillos y baratos. Como quien dice un gourmet criollo, donde los invitados sean aquellos personajes que dominan cada tema.
Sin duda el primer plato debe ser la bandeja paisa, advirtiendo que después de consumirla deben tomar sal de frutas o van a parar al hospital. Aparte de la opípara bandeja, se recomienda aguacate, un buen pique y arepa con hogao como acompañantes; y de remate, unas brevas con queso y si es tan alentado, mazamorra con panela rallada.
Desde El Espinal, Tolima, enseñaremos cómo preparar una lechona bien deliciosa. El tamal es diferente según la zona y son famosos los de nuestra región paisa; el de la costa conocido como ayaca o pastel; y el tolimense que viene con arroz incorporado y un huevo duro de un color como de cianótico. Desde Colombia los televidentes podrán conocer la receta de la sopa de mondongo, del sancocho de gallina valluno, los frijoles con pezuña, el ajiaco, las empanadas, los chorizos de cerdo, las arepas de huevo, el sudao, el chicharrón de siete carriles, los bocadillos de guayaba, los buñuelos, el dulce de natas, la cuajada con melao y platos sencillos como unas migas acompañadas de chocolate.
El otro día después de un delicioso almuerzo en la finca, de esos que lo dejan a uno con modorra y pesadez, el Negro Peláez procedió a preparar un café con todas las de la ley; quiero decir moliendo los granos tostados y siguiendo los pasos correspondientes. Mientras todos esperábamos en la mesa conversando, el Negro comenta que ojalá el tintico nos baje un poco la llenura, porque de lo contrario podríamos morir como Cristo: de “inritación”.
A quienes no envidio es a los que presentan los programas desde los diferentes países, porque deben aferrarse a aquel aforismo que dice que a la tierra que fueres, has lo que vieres. En muchas partes les ofrecen unas viandas deliciosas y tradicionales, pero en infinidad de casos les toca echarse a la boca unas cochinadas que producen náuseas a larga distancia. Algunos de ellos son francos, y con prudencia para no ser groseros, hacen un comentario que deja muy claro que el bocado es una porquería. A Tony Bourdain, un chef de Nueva York que abandonó su restaurante para probar los diferentes sabores del mundo, le prepararon un plato bien especial en uno de sus recorridos. En Vietnam, una familia de campesinos preparó un pato de la siguiente manera: Después de torcerle el pescuezo al animal, lo embadurnan en barro hasta formar como un balón que meten en una fogata y luego tapan con madera y ramas; pero al pato no le quitan las plumas, ni las tripas. Al cabo de varias horas sacan el bloque de tierra y lo golpean fuerte para encontrar la carne, llena de plumones y sanguinolenta, la cual además queda mugrosa y desagradable. Por donde lo mire, esa vaina no puede ser apetitosa. Luego el hombre remató con uno de los platos más costoso que existe, sopa de nido de golondrinas, y quedó enfermo varios días por ocioso y novelero.
Es triste ver como en ese tipo de programas han recorrido muchas naciones y culturas, pero nuestro país sigue excluido. Ojalá esto cambie, porque en los últimos tiempos periódicos como el New York Times y el británico The Guardian, han publicado artículos favorables a nuestro país con recomendaciones y comentarios muy positivos. Además, la más importante guía mundial de viajes, “Lonely planet”, ubicó este año a Colombia como el noveno destino turístico del mundo. No me cabe duda de que el día que vuelva la tranquilidad a estos pagos, va a tocar desalojar para que quepan los millones de turistas.
Sintonizar el gourmet.com es una delicia, porque así sean muy pocas las preparaciones que son asequibles al común de la gente, se entretiene uno y hace hambre para comerse lo de siempre: arroz con huevo, arepa y un pintadito. La mayoría de las recetas llevan ingredientes costosos o difíciles de conseguir, y la experiencia que tienen los cocineros hace que parezca muy sencillo el trabajo. Semejante habilidad, los cuchillos y electrodomésticos que tienen a mano y el formato de los programas, convierten el espacio en un momento de esparcimiento y relajación.
Estos artistas de la cocina tienen el pero que se preocupan más de que el plato quede bonito antes que sabroso; y un defecto inmenso es que sirven porciones como para un pajarito. Sin nombrar que nunca acompañan las viandas con arroz blanco. Ahora se me ocurre proponerle a las directivas del canal que hagamos un programa desde estas tierras, pero para enseñar a preparar los platos típicos de nuestro terruño, con ingredientes sencillos y baratos. Como quien dice un gourmet criollo, donde los invitados sean aquellos personajes que dominan cada tema.
Sin duda el primer plato debe ser la bandeja paisa, advirtiendo que después de consumirla deben tomar sal de frutas o van a parar al hospital. Aparte de la opípara bandeja, se recomienda aguacate, un buen pique y arepa con hogao como acompañantes; y de remate, unas brevas con queso y si es tan alentado, mazamorra con panela rallada.
Desde El Espinal, Tolima, enseñaremos cómo preparar una lechona bien deliciosa. El tamal es diferente según la zona y son famosos los de nuestra región paisa; el de la costa conocido como ayaca o pastel; y el tolimense que viene con arroz incorporado y un huevo duro de un color como de cianótico. Desde Colombia los televidentes podrán conocer la receta de la sopa de mondongo, del sancocho de gallina valluno, los frijoles con pezuña, el ajiaco, las empanadas, los chorizos de cerdo, las arepas de huevo, el sudao, el chicharrón de siete carriles, los bocadillos de guayaba, los buñuelos, el dulce de natas, la cuajada con melao y platos sencillos como unas migas acompañadas de chocolate.
El otro día después de un delicioso almuerzo en la finca, de esos que lo dejan a uno con modorra y pesadez, el Negro Peláez procedió a preparar un café con todas las de la ley; quiero decir moliendo los granos tostados y siguiendo los pasos correspondientes. Mientras todos esperábamos en la mesa conversando, el Negro comenta que ojalá el tintico nos baje un poco la llenura, porque de lo contrario podríamos morir como Cristo: de “inritación”.
jueves, abril 06, 2006
Tribulaciones de un Mesero (2)
¿En qué íbamos? Ah sí, cuando me pillaron con las manos en la masa, o mejor en el desayuno ajeno, y me mandaron p´al carajo. Es que suspendí porque se estaba pasmando esa vieja y empezó a hacerme ojitos p´a que me moviera; pero frescos que ya le serví otro becao de güisqui y allá quedó bailando sobre la mesa. El caso es que cuando mi apá supo se salió de los chiros y me dijo que en la casa no tenían p´a sosteneme, entonces me vine p´acá y empecé a rebuscame. Al menos tenía ya una profesión definida y sabía por dónde empezar; porque hay unos que cuando les preguntan qué saben hacer, dicen que de todo p´a descretar al patrón. Un amigo respondió así y el cliente le dijo que si sabía hacer cualquier cosa, entonces consiguiera herramienta p´a que le fabricara un botellero y una registradora que necesitaba urgente. Lo dejó mamando.
Pero ahí fueron resultando trabajitos y uno va cogiéndole maña al asunto, porque en este oficio usté salta como un sapo de coloca en coloca. En cantinas, casas de mujeres, griles, discotecas, cafeterías y cafetines de mala muerte. Lo bueno fue que junté unos pesos y pude hacer un curso en el SENA, donde sí enseñan el oficio p´a poder trabajar donde sea. Al fin pude conseguir trabajo digno en varios restaurantes, luego en un club social y terminé camellando en estas fiestas privadas que son una belleza. Deje y verá yo les cuento cómo es la vaina en estos sitios.
En cada restaurante es distinto según la clase de clientela y como siempre, qué tan buena persona sea el patrón. En los de combate donde se sirve el almuerzo del día no hay que esmerarse mucho, porque eso es tan barato que el que regatee es porque es muy agonía; además no hay que pararles bolas. Ya en los restaurantes cachacos la cosa es a otro precio, porque el cliente es más esigente y refinado. Claro que no falta la caranga resucitada que por descrestar a la hembrita de turno, pide unas marcas de vino bien rebuscadas y en muy poquitos sitios encuentra usté tal variedad; por aquí no tenemos esos sótanos que llaman cuevas, o yo no se qué, donde apilan montañas de botellas llenas de telarañas. Uno ofrece las dos o tres marcas que hay y el vergajo huele el corcho, empieza a catar, a mirar esa vaina contra la luz y de pronto resuelve que no le gusta. Ríanse la emberriondada del patrón cuando le llega usted con esa botella descorchada y que quieren probar otra. Y digo que es pura jodentina, porque cuando me zampo los cunchos me saben todos igual.
Tampoco falta el chichipato que jode por vicio y no hay forma de darle gusto; que la carne está dura, que muy asada, que cruda, que era sin gordo, que las papas están flojas. Mejor dicho, como p´ahorcalo; porque la gente tiene derecho a esigir, pero que no la cojan contra el mesero ni lo humillen a uno. Ni hablemos de la piedra que da los culicagaos que piden de todo y se llenan a punta de papas fritas y dejan el resto zapotiao; y los chinos míos en la casa transidos del hambre. Por fortuna muchos patrones nos dejan empacar lo que sobre limpio y hay que ver los banquetes que cargo yo. Al otro día salen esos pelaos p´a la escuela más llenos que hijo de sirvienta.
Pero lo másimo son estas fiestas privadas. Basta con achicales trago a la lata y al rato puede hacer uno lo que le provoque; por ejemplo zampase uno doble cada que sirva una tanda. Siempre hay forma de tumbarse dos botellitas de trago fino p´a vendelas, y en la cocina las empleadas le empacan una buena ración de comida. Claro que los ricos comen muy raro y por descrestar a los demás, preparan unos platos bien rebuscaos. A ninguno se le ocurre servir tamales, sudao o bandeja paisa. Y al final todos bien rascaos empiezan a repartir propinas.
Vean les comparto un cacharro, pero cuenta comentan algo porque después me meto en un lío. Hace unos años trabajé en una cafetería del centro donde vendían comidas rápidas y esas vainas de ahora. El patrón vivía ahí al pie del cañón controlando todo y eso sí p´a que, es una bella persona con los empleados. Pero resulta de que tiene un vicio muy asqueroso, porque a eso de las once de la noche, cuando ya casi no hay clientela, dícense a dentrar muchachos a ese negocio y se metían a una pieza que el tipo tenía en la trastienda convertida en una especie de discoteca privada. Y los jedionditos se aprovechaban y no pedían sino fino: que güisky p´al uno, volka p´al otro, ginebra pa´l de más allá; y fumaban puro malboro y ken; ni hablemos de la metedera de vicio, que además les da la comelona y terminaba yo mantequiando toda la noche p´al batallón de mariquetas. Después de cierta hora tenía prohibido dentrar a la pieza, pero una noche todavía estaba temprano y fui a llevarles un hielo. No les digo sino que eso parecía la hora llegada y p´a resumiles les cuento que estaban como una fecha del fútbol profesional: ¡Ya había varios empatados!
Pero ahí fueron resultando trabajitos y uno va cogiéndole maña al asunto, porque en este oficio usté salta como un sapo de coloca en coloca. En cantinas, casas de mujeres, griles, discotecas, cafeterías y cafetines de mala muerte. Lo bueno fue que junté unos pesos y pude hacer un curso en el SENA, donde sí enseñan el oficio p´a poder trabajar donde sea. Al fin pude conseguir trabajo digno en varios restaurantes, luego en un club social y terminé camellando en estas fiestas privadas que son una belleza. Deje y verá yo les cuento cómo es la vaina en estos sitios.
En cada restaurante es distinto según la clase de clientela y como siempre, qué tan buena persona sea el patrón. En los de combate donde se sirve el almuerzo del día no hay que esmerarse mucho, porque eso es tan barato que el que regatee es porque es muy agonía; además no hay que pararles bolas. Ya en los restaurantes cachacos la cosa es a otro precio, porque el cliente es más esigente y refinado. Claro que no falta la caranga resucitada que por descrestar a la hembrita de turno, pide unas marcas de vino bien rebuscadas y en muy poquitos sitios encuentra usté tal variedad; por aquí no tenemos esos sótanos que llaman cuevas, o yo no se qué, donde apilan montañas de botellas llenas de telarañas. Uno ofrece las dos o tres marcas que hay y el vergajo huele el corcho, empieza a catar, a mirar esa vaina contra la luz y de pronto resuelve que no le gusta. Ríanse la emberriondada del patrón cuando le llega usted con esa botella descorchada y que quieren probar otra. Y digo que es pura jodentina, porque cuando me zampo los cunchos me saben todos igual.
Tampoco falta el chichipato que jode por vicio y no hay forma de darle gusto; que la carne está dura, que muy asada, que cruda, que era sin gordo, que las papas están flojas. Mejor dicho, como p´ahorcalo; porque la gente tiene derecho a esigir, pero que no la cojan contra el mesero ni lo humillen a uno. Ni hablemos de la piedra que da los culicagaos que piden de todo y se llenan a punta de papas fritas y dejan el resto zapotiao; y los chinos míos en la casa transidos del hambre. Por fortuna muchos patrones nos dejan empacar lo que sobre limpio y hay que ver los banquetes que cargo yo. Al otro día salen esos pelaos p´a la escuela más llenos que hijo de sirvienta.
Pero lo másimo son estas fiestas privadas. Basta con achicales trago a la lata y al rato puede hacer uno lo que le provoque; por ejemplo zampase uno doble cada que sirva una tanda. Siempre hay forma de tumbarse dos botellitas de trago fino p´a vendelas, y en la cocina las empleadas le empacan una buena ración de comida. Claro que los ricos comen muy raro y por descrestar a los demás, preparan unos platos bien rebuscaos. A ninguno se le ocurre servir tamales, sudao o bandeja paisa. Y al final todos bien rascaos empiezan a repartir propinas.
Vean les comparto un cacharro, pero cuenta comentan algo porque después me meto en un lío. Hace unos años trabajé en una cafetería del centro donde vendían comidas rápidas y esas vainas de ahora. El patrón vivía ahí al pie del cañón controlando todo y eso sí p´a que, es una bella persona con los empleados. Pero resulta de que tiene un vicio muy asqueroso, porque a eso de las once de la noche, cuando ya casi no hay clientela, dícense a dentrar muchachos a ese negocio y se metían a una pieza que el tipo tenía en la trastienda convertida en una especie de discoteca privada. Y los jedionditos se aprovechaban y no pedían sino fino: que güisky p´al uno, volka p´al otro, ginebra pa´l de más allá; y fumaban puro malboro y ken; ni hablemos de la metedera de vicio, que además les da la comelona y terminaba yo mantequiando toda la noche p´al batallón de mariquetas. Después de cierta hora tenía prohibido dentrar a la pieza, pero una noche todavía estaba temprano y fui a llevarles un hielo. No les digo sino que eso parecía la hora llegada y p´a resumiles les cuento que estaban como una fecha del fútbol profesional: ¡Ya había varios empatados!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)